Esa palabra tan presente que no queremos nombrar, Selena…


Muchas veces he escuchado que la muerte nos redime, que la muerte nos exonera de todo, que la muerte nos pone en un lugar del cual nada ni nadie nos puede afectar. Cuando a un artista le llega ese momento, atrás quedan sus cosas malas, sus cosas controvertibles. Siempre con la muerte de cada ser humano nos aferramos a lo bueno que hizo, a lo bueno que nos dejó. En definitiva, la muerte de alguien cercano nos hace conscientes de nuestra propia muerte y de alguna manera todos tenemos que seguir viviendo con nuestra mochila a cuestas. Y no es tan fácil seguir. Muchas veces es imposible. Y como ésa es la realidad, necesitamos más de un motivo para seguir, más de una excusa, más de un engaño. Y cuando hablamos no sólo de alguien, sino de un artista a quien queremos, y encima si ese artista es joven, buscaremos más de un buen argumento para seguir viviendo sin él rescatando lo bueno que ha hecho, para quedarnos con nuestra mejor impresión de esa persona y hacer más llevadera nuestra existencia. En un artista siempre tendremos un buen Legado dejado que nos permita recordarlo con toda su obra hecha, con toda una carrera hecha con sus buenas y con sus malas, que serán revistas, reinterpretadas, revisadas y reformuladas para con nuestro recuerdo y homenaje poder difundir lo mejor de ese artista, dejar la mejor imagen de él que refleje lo que representó aquella persona para tanta gente. Y es posible que durante muchos años con ese recuerdo, con ese homenaje, con ese reconocimiento se haya logrado, tal vez, no sólo agradecerle a ese artista sino reflejar con nuestro recuerdo toda su obra que se compone por lo hecho públicamente, más lo dicho y hecho que vaya acompañado con esa obra. ¿Pero qué hacer cuando esa muerte alcanza a una artista joven que no pudo llegar a desplegar todo su potencial? ¿Qué hacer cuando en ese recuerdo no podemos cerrar nuestras heridas por una muerte tan absurda y difícil de entender? Mal que mal, una muerte de alguien ya mayor y con sus mejores años de su vida completados nos hace pensar que ese artista al menos hizo todo lo que soñó para su ser, pudo realizar todo lo que potencialmente la vida le ofrecía y en el peor de los casos le habrá quedado hacer lo poco que ella le podía ofrecer, que siempre será un pequeño regalo que nos puede dar el destino…

¿Pero qué hacer con la muerte de alguien tan joven y con tanto para dar? ¿Cómo recordar con alegría sin llorar por lo que pudo ser y no fue? ¿Cómo enfrentar su destino si nunca lo podremos entender ni explicar? Las vidas que se acortan tan pronto tumban de un plumazo todos nuestros consuelos, todas nuestras creencias, todos nuestros engaños, toda la lógica que armamos para hacer más explicable nuestra existencia. Cuando somos conscientes de lo que es la vida y de cuál es el ciclo natural de las cosas, vivimos preparados para lo que ya sabemos que nos ocurrirá, pero la certeza de la muerte y de lo que le espera a nuestro cuerpo y a lo que sucederá a nuestros alrededor una vez que nos vayamos de este mundo nos hace vivir con mucho miedo a lo que nos ocurrirá inexorablemente. Es el mayor de los miedos y la mayor de las incertidumbres del que tenga cualquier ser humano. Pero ante esa realidad todos nos aferramos a la fe, a la fe de que nuestra vida no se acabará allí, de que todo tendrá una continuación. Que siempre hay otro ciclo u otras etapas a las que accederemos una vez que dejemos este mundo. Muchos pensarán en un Dios o en varios dioses, otros pensarán en reencarnaciones o en otras vivencias en otros cuerpos, en otros mundos. Y allí iremos por el mundo y por la vida esperando que la vida no sea tan finita y nuestra existencia tan corta. Esperaremos a que las cosas no sean tan claras como las indica la cruel realidad. Que haya otra claridad que explique todo esto que llamamos vida. Nos aferraremos a la fe, y a que alguien superior nos dé sentido y fundamento a nuestras existencias en el medio de tantas alegrías y de tantas tristezas…

Vivimos la vida tratando de no pensar en lo peor y en que por algo estamos aquí. No podríamos tolerar si mañana alguien nos confirmara la certeza de la realidad, esa realidad que nuestro tiempo en el mundo es el que marca el nacimiento y la muerte de cada uno. Frente a eso nos refugiamos en lo bueno de la vida y en que algo mejor nos sucederá al final del camino. Y vivimos rogando que las cosas sean así. Tal vez vivamos hasta autoengañándonos para no alienarnos en la certeza de que la vida sea sólo eso que marca nuestro ciclo vital aquí. Podemos aferrarnos a lo positivo y a creer que nada malo nos puede pasar en el futuro … Pero una vez más el mazazo de la realidad nos asesta otro de sus golpes maestros. ¿Qué hacer cuando alguien se muere tan joven en un accidente? ¿Qué hacer cuando alguien tan joven se marcha por una enfermedad? ¿Qué hacer cuando alguien tan joven es asesinado y sólo hasta allí tuvo tiempo para hacer sus primeros pasos en la vida? ¿Qué hacer cuando a alguien que sólo dio Amor se le quita la vida con la mayor de las violencias? ¿Qué hacer cuando se nos va tan pronto alguien que sólo dio alegría y optimismo a la gente? ¿Qué hacer cuando se nos va alguien que nos ayudó con su obra y con su actitud a creer en algo y que nos ayudó a sobrellevar mejor nuestras vidas sacando lo mejor de nosotros, nuestra mayor sonrisa, nuestra mayor predisposición? Muchas veces en la vida estamos solos y nos aferramos a los pocos afectos que nos quedan, a esa gente que nos puede dar algún sentido a nuestras vidas. Esa vida nos prepara para esperar que se nos termine yendo aquella gente tan cercana en nuestros afectos y que poco tiempo le queda para transitar la vida. Aun así, tratamos de no pensar en la posibilidad de ese instante, de ese momento del cual de sólo pensarlo nos pondría en un dolor del cual, aunque nos consolemos, nunca nos podremos recuperar del todo. Pero siempre nos contentará con que tal vez esa persona fue feliz con lo que tuvo y logró, con todo lo que pudo alcanzar en la vida. Podremos vivir a duras penas con las muertes de cónyuges, amigos, parientes y gente importante en el desarrollo de nuestras vidas pensando en que pudo estar satisfecho con su vida, aunque en lo más profundo de nuestros corazones nunca eso nos haga recuperar por lo que hemos perdido. Podremos seguir recordando y exaltando su figura con lo que nos dejó y con la huella que nos dejó en nuestros corazones … ¿Pero qué hacer cuando las muertes alcanzan a hijos, parientes jóvenes, personas que apenas asomaban a la vida y que se quedaron con todos sus sueños a cuestas y sin realizar? ¿Y qué hacer si esas vidas fueron arrebatadas, fueron quitadas por gente que con toda premeditación y alevosía planificaron quitarles sus anhelos, sus sueños, sus pensamientos, sus ideas de lo que pensaban a hacer con sus vidas en función de lo poco que habían logrado siendo tan jóvenes? ¿Qué hacer? ¿Qué nos puede consolar de aquel dolor? ¿Cómo seguir con la vida con semejante pérdida? ¿De qué nos aferraremos para seguir viviendo? ¿Cómo contentarnos con lo que nos pudo dejar aquella persona que nos dejó tanto y a la vez tan poco por su corta edad? ¿Cómo seguir, si se quiere seguir, ante tanta insensatez?

Para mí muerte y Selena no son palabras que se lleven de la mano. Jamás pude nombrar la palabra muerte cuando hablo de Selena. Hacerlo provoca en mí un gran dolor y una aceptación de una realidad de la cual no puedo ni quiero siquiera pensar. Y no es evadirse, porque lamentablemente lo que pasó ha sucedido y de ello no se puede volver. Pero la muerte tiene un significado y una connotación que no quiero que tengan relación con Selena. A veces uno cree y quiere creer que las muertes redimen y nos pone en un lugar justo en la vida. Y si esa muerte es de alguien joven que fue víctima de un daño enorme que nunca buscó y provocó, automáticamente su vida y su obra se tornan intocables. Muchas veces en nuestro afán de consolarnos y de encontrar un motivo que nos saque de tanto llanto y de tanto dolor, pensamos que al menos esta situación le da un valor a su vida y a su obra del cual nadie cuestionará y todos ensalzarán. Pero no todo es así, lamentablemente. La muerte nos puede sacar lo mejor de nosotros, pero también lo peor. Con lo sucedido con Selena, rápidamente se ensalzó su figura y su obra, pues ella estaba en su mejor momento, y porque era muy querida en muchas partes de México y Estados Unidos. No hubo necesidad de que alguien hablara bien de ella. Mucha gente ya sabía lo que era y significaba Selena. Y si se produjo semejante cantidad de ventas de discos y de cualquier cosa relacionada con Selena luego de aquel nefasto 31 de marzo fue porque el dolor de la pérdida expresada por tanta gente hizo que todos necesitaran aferrarse a cualquier cosa relacionada con Selena. Esas cosas tenían el valor de pertenecer a ella, de ser de ella, de haber tenido relación con Selena. Eso que tenía que ver con Selena acaso podía consolar su pérdida, tenerla a pesar de todo, calmar de alguna manera el dolor. Pero siempre en el ideario de la gente estuvo la esperanza de que nada de esto fuera cierto, de que Selena algún día podía regresar. Sólo así se ha hecho con el tiempo más tolerable su partida, soportable esa ausencia de una artista de tan sólo 23 años que les había dado alegría y esperanza en un mundo en el que ya había poco para creer. Selena le dio la esperanza al menos creído, al más necesitado, a los que pocos motivos tenían para sonreír. Ellos fueron alegres por Selena, fueron felices por ella. Y con la ausencia de Selena volvieron a ser esos seres tristes de antes, pero con un mayor dolor, por saber que hubo alguien en sus vidas que les hizo creer, creer en un mundo feliz, creer que la felicidad es posible y está en nosotros, y que ese mismo mundo, con su peor muestra, se la había arrebatado quitándole el mayor fundamento a sus vidas… Y el paso del tiempo no hizo que se borraran sus heridas. Al contrario, incrementó el dolor, pues esa dura realidad les certifica que ya no volverá, que será vana la espera. Con el paso del tiempo ver y escuchar a Selena genera cada vez más llanto e incredulidad…

Pero la muerte nos deja también la peor cara. La cara de la derrota, la cara de la injusticia, la cara del dolor. Podremos aferrarnos en el recuerdo. Podremos evocar a Selena acaso pensando y consolarnos hablando del mito y de la leyenda. Acaso podremos contentarnos imaginando y creyendo que en algún punto Selena logró cumplir con todos sus sueños. Podremos alegrarnos con que aún se la recuerde y con que haya tantos artistas que le ofrezcan tributos. Acaso quisiéramos tal vez ser sus intérpretes en este mundo e imaginarnos que ella será siempre recordada por su música y por su obra. Acaso quisiéramos pensar que Selena desearía ser recordada de ese modo. ¿Pero es así? Allí la muerte nos pone de bruces con esa dura y densa realidad. Todavía tenemos que padecer viendo esa imagen que muchos insensatos grabaron y difundieron. Es esa imagen de una Selena que nunca quisiéramos ver, pero que nos la ponen sin pedirnos permiso y sin siquiera avisarnos. Es esa imagen de una Selena enojada, seria. Nuestra necesidad de consuelo puede hacernos creer que es una imagen de una Selena serena y tranquila. “Ella parece dormida”, dicen algunos. “Se la ve muy tranquila y en paz”, dicen otros. Pero no parece ser así ... No, no lo es ... No es la imagen de la Selena de siempre ni mucho menos. No es justamente la imagen que Selena dejó en tantos años. No es la imagen que Selena quería dejar …Nadie que experimentó semejante violencia … y por la espalda puede irse de este mundo en paz y tranquilo. Nadie que se fue sabiendo que se marchaba y con ella sus sueños, su juventud, su vida y sus proyectos se puede ir con la “satisfacción del deber cumplido”. En tan poco tiempo a Selena le hicieron ver la maldad y la injusticia de este mundo, un mundo que hasta le dio ese poquito de tiempo a Selena para que advirtiera lo que le estaba sucediendo y lo que le iba a ocurrir inexorablemente ... Tal vez lo único que en lo personal desearía es tener la certeza de que Selena no llegó a pensar cómo sería el mundo sin ella, qué dirían de ella después, qué imágenes difundirían y por qué, y cómo la expondrían. No querría tener la certeza de que Selena se fue pensando en lo que podrían imaginarse algunas personas, de las barbaridades que se podrían decir de lo sucedido sin que ella pudiera aclararlo por su cuenta jamás … Sólo eso ruego todos los días … que Selena no llegara a pensar en eso, que se fuera con sólo no poder entender semejante traición de esa persona que nunca debería tener perdón ni contemplación de ningún ser humano. Ya con esa sensación que seguramente tuvo es suficiente, suficiente para entender ese rostro, ese rostro que en definitiva es más acorde con esa Selena que se podía enojar cuando las cosas no salían, esa Selena que admitió ser así muchas veces en su vida cotidiana. Tal vez eso sea lo positivo ante tanta locura e insensatez. Que a Selena muchas veces hay que recordarla por lo que realmente fue, pero también por lo que no fue, por lo que hizo, pero también por lo que no pudo lograr. Porque en el recuerdo de Selena tal vez no sea conveniente sólo evocarla desde el frío bronce, desde una inexpresiva estatua, desde una distante foto. Eso explica algo pero no todo. Selena fue querida no sólo por su figura sino por lo que representaba. Selena era mucho más que una linda canción, que una hermosa figura. Selena era una linda persona, de una gran bondad y muy querible. Selena tenía una hermosa voz, era tremendamente carismática, era talentosa, tenía una enorme personalidad. Era una artista con todas las letras y tenía algo que pocos logran tener en su vida … El cariño de la gente, cariño que no se lo da a cualquiera, a cualquiera que hace una linda canción o al que nos quiere hacer creer a través de algún medio de comunicación que es talentoso y cariñoso con su gente mirándola a la distancia en una limousine sin tener con ellos ningún contacto. Tal vez por todo esto la gente llora por Selena. Tal vez por esto no alcanza con recordar a Selena como mito, como leyenda. Tal vez haya que recordarla con ese último día, con ese nefasto día por más que nos sea doloroso y del cual querríamos borrarlo para siempre de nuestras vidas. Porque ese día lamentablemente también forma parte de la vida de Selena. Tal vez porque si queremos de verdad a Selena tengamos que tener muy presente eso que le sucedió, que es tan terrible como si nos hubiese sucedido eso a nosotros … y que dadas las circunstancias, hubiésemos preferido que nos ocurriera a nosotros antes de que le sucediera a Selena…

La muerte puede ponernos en un sitial del cual todo se vea desde una distancia que nos haga insensibles e inmunes a todo. Pero en realidad la muerte no nos pone en un lugar del cual nada nos afecte, del cual nada nos llegue. Por el contrario, la muerte nos deja tal como se ve en cualquier cuerpo sin vida: expuestos, indefensos, librados a nuestro destino, expuestos a habladurías y a explicaciones sin sentido, a las miradas de pena pero también a las miradas insidiosas. En el afán de explicar por qué le sucedió esto a Selena, todos se sintieron con autoridad para hablar del tema. Y de pronto gente que ni sabía lo que era o lo que representaba Selena para tanta gente se sintió con autoridad para hablar de ella, de su vida privada, de sus sentimientos. Y aquella mujer que tanto hizo por hacer de su vida privada feliz e íntima, y que construyó su imagen en base a lo que ofreció en ese lugar en el cual se permitió exponerse, que era en el escenario, quedaba en silencio teniendo que soportar que se dijeran tantas cosas de ella, que se especulara tanto, que se hablara con tanta impunidad. Obviamente que estas situaciones hacen que uno necesite explicarse por lo que ha sucedido y cuáles fueron los motivos para llegar a ese triste final. Yo me acerqué a Selena por ello ... Nos guste o no, para explicar lo sucedido a Selena tenemos que preguntarnos sobre su vida no sólo artística sino también personal. Pero hay cosas que son totalmente innecesarias. Es como creer que para explicar un asesinato se tiene que hablar sólo sobre la autopsia y que encima se muestren las imágenes de tal procedimiento a todo el mundo. ¿Es necesario esto? ¿Es necesario darnos cuenta de que hay cosas que no se deben hacer sin necesidad de preguntamos si nos agradaría que nos lo hicieran eso mismo a nosotros? Creo que la muerte también nos expone a esto. Puede esperarnos el bronce y el reconocimiento. Pero también nos espera la miseria del ser humano que buscará aquel papel escrito, aquel acto privado que se hizo, aquel video que está guardado en el cajón. El hecho de que uno no lo haga no quiere decir que no lo hagan otros. Ya ni nos preguntemos por nosotros, sobre qué sentiríamos si viéramos que nos hicieran algo así. Preguntémonos qué sentiría Selena si viera esto. ¿No sentiría compasión por nosotros? ¿No sentiría vergüenza por lo que hace cierta gente? ¿Acaso no sentiría pavor por lo que puede llegar a hacer un ser humano? ¿Acaso no lloraría de impotencia por no poder hacer nada? Del mismo modo, aunque la recordáramos por lo que fue dando nuestro mejor homenaje, ¿acaso no nos debemos preguntar si Selena querría ser recordada por la imagen que nosotros damos de ella? Tal vez deberíamos pensar más en lo que Selena hizo, por lo indefensa que ha quedado, por haber quedado tan sola y por no tener aquello tan preciado en ella: su voz, su vida, el poder expresarse, el poder decirnos lo que le pasa y lo que siente ... Tal vez eso deberíamos recordar a la hora de evocarla. Al menos yo sé que alguna vez dijo que le gustaría que la recordaran con Amor y con ese sentimiento la recuerdo todos los días…

La muerte … y sobre todo la muerte de alguien tan joven hace que se congele su imagen, que el recuerdo de esa persona quede detenido en el momento en el que esa persona se ha ido de este mundo. Selena se fue y su imagen quedará siempre joven, vivaz, alegre, esperanzadora. Tal vez ése sea un “beneficio”, ya que nunca veremos en ella una imagen de decadencia, una imagen negativa, momentos malos, tiempos en los que las cosas salían mal o en los que el público no acompañaba porque ya no sentía lo mismo que antes. Con lo que Selena dejó y en el momento en el que nos dejó se facilitó esa imagen de mito, de leyenda, de colocar a Selena en un pedestal en el que nadie la sacará y nada será visto negativamente, de un lugar en el que se la admirará y hasta se la adorará … Me pregunto si a Selena le hubiese gustado ser recordada de esa manera, si con eso al menos se sentiría satisfecha, ya que no pudo completar su obra … Yo estoy seguro de que Selena hoy querría estar entre nosotros con casi 40 años, pero feliz con vivir su vida, vivir con su familia, vivir con su esposo, con sus hijos, habiendo dado todo por cumplir con el sueño de su padre y también con su propio sueño. Miraría atrás y vería que muchas veces ganó, otras tantas perdió, pero en todos los casos dio todo e intentó, fiel a su estilo, fiel a lo que aprendió, sabiendo que nada es imposible, con la total convicción de que aquello que se sostenía en la teoría había que ponerlo en práctica en todos los aspectos de la vida. Hoy Selena sabría que aun siendo reconocida mundialmente, no se podría quedar durmiendo en los laureles: diariamente intentaría mantener ese lugar tratando de mejorar lo hecho y buscando hacer lo que no pudo lograr. Y estaría pensando en otras metas … No, no dudo de qué querría Selena … Selena querría vivir y ser querida por lo que era, con lo bueno y con lo malo, con sus imperfecciones y con sus aciertos ... Tal cual se mostraba en la vida. Tal cual se mostraba en el escenario ... Selena no quería que la adoraran porque fuera eventualmente perfecta. Selena sólo quería que la quisieran, que la amaran tal como ella era. Selena era en el escenario como era ella en la vida. Así logró todo lo que se propuso. Así pensaba lograr todo lo que había soñado y anhelado. Selena era una mujer llena de vida. Renunciaría a todos los honores, a todas las estatuas, a todos los reconocimientos, a todas las veneraciones, a todos los homenajes a cambio de vivir y hacer todo por su vida, por ser feliz y por hacer feliz a los demás. Es por eso que cualquiera que admire a Selena no podrá ser enteramente feliz, no podrá olvidarse de su destino recordándola con alegría por lo que nos dejó con su música … Porque siempre sentiremos el dolor de la pérdida. Porque siempre sentiremos su dolor de aquel nefasto día. Negar esta realidad es como negar a Selena, negar su esencia, negar su vida. No se puede separar la Selena artista de la Selena persona. Tal vez seríamos más felices si lo pudiéramos lograr. Tal vez seríamos felices si pudiéramos olvidarnos de aquel día lluvioso que presagiaba lo peor… Pero es imposible y no deseable. Si queremos a Selena tenemos que acordarnos de ello, de esa palabra que no queremos nombrar cuando la evocamos, pero que es necesario tener siempre presente si la queremos recordar como se debe, que es recordarla con Amor…

Tal vez por eso sea muy difícil todo, sea tan difícil admirar a Selena sin llorarla, sin despertarse cada día deseando que esté allí aun cuando la cruel realidad nos asegure de lo contrario. Siempre será más fácil patear el tablero, salir de tanto dolor, olvidarnos de ella, admirar a otros artistas, o elaborar al fin el duelo, y aceptar esa cruel y densa realidad, la realidad de la muerte, la realidad de la derrota. Siempre tendremos esa necesidad para no vivir en esa tristeza permanente, pero si uno ama a Selena de verdad sabe que hacer eso es abandonarla, dejarla sola y triste, como aquel triste día del 31 de marzo. Y cuando uno cae en esto que también forma parte de la realidad, uno se aferra a Selena y le da lo mejor de uno. Selena necesitaba mucho Amor y se lo quitaron … Y el que la ama se lo quiere seguir ofreciendo, aunque tal vez no lo advierta, aunque tal vez no lo reciba, aunque tal no lo sienta … Tal vez … Siempre tal vez. Tal vez sea mejor pensar que Selena está allí, esperando seguir siendo amada, seguir sintiéndose acompañada. Tal vez Selena sigue estando viva, pero para que eso sea posible necesitará que nosotros le sigamos dando ese Amor, ese Amor a cambio de ninguna retribución, un Amor a cambio de nada, un Amor que sólo se le da a quien se quiere de verdad. Tal vez sea la única forma de superar todo, no evadiéndose de ella, no escapando de la realidad. Tal vez la única forma de que convivamos con esa realidad y con esa palabra que no queremos pronunciar delante de Selena es poder seguir emocionándonos con ella y poder ofrecerle todos nuestros corazones para que ella viva a través de ellos y con los sentimientos que expresan. Tal vez la única forma de superar tanto dolor es ser como ella, dándole nuestro mejor homenaje que es poner en práctica lo que ella hizo en toda su vida. Tal vez eso hará que Selena esté siempre, a pesar de todo, a pesar del dolor, a pesar de que el mundo nunca será el mismo sin ella, y con la ilusión de que haciendo eso lograremos el milagro de encontrarnos con ella para poder decirle abrazándola bien fuerte: “Yo sabía que volverías, Selena. Yo sabía que estabas allí. Yo nunca me olvidé. Yo nunca te di por perdida. Nunca te podrás ir porque estás en cada acto de nuestras vidas … ¡¡porque estás en nuestros cuerpos y en nuestros corazones!! ¡¡Gracias Selena!! ¡¡Gracias por haberme cambiado la vida!! ¡¡Gracias por hacerme tan feliz!!”.

Y aquí estoy, Selena, esperando que algún día vuelvas y nos hagas creer que nada de lo hicimos fue en vano, que nada de lo que hiciste fue en vano…

Te quiere con toda el Alma…
Sergio Ernesto Rodríguez
(Buenos Aires, Argentina)









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