Y ahora que ya no estás...

31 de enero de 2011









¿Qué hago yo aquí en New York?


Difícil de creer. Difícil de explicar lo que estoy viviendo. Una que ha soñado tanto, que ha deseado tanto vivir este momento, no puede dar crédito de que sea realidad lo que está frente a mí. ¿Yo nominada a un Grammy? ¿Yo aquí en New York con la posibilidad acaso remota de ganar el premio? No. Es un sueño. Definitivamente es un sueño. Para un latino se hace difícil lograr este galardón. Apenas un rubro entre tantos premios que hay. Ya es difícil que le presten a uno atención para que se lo tenga en cuenta, para que lo consideren bueno, para que lo nominen y para que te den el premio. ¿Cómo llegué aquí? ¿Seré tan buena para toda esta gente? ¿O sólo me están haciendo ilusionar? Yo sólo hacía esto para salir adelante, para lograr vivir de la música, para llevar un plato de comida a la mesa. Yo sólo hacía esto porque no me quedaba otra, porque una vez me pusieron un micrófono y me dijeron que debía cantar aunque más no fuera como un pasatiempo, por un tiempo que me parecía una eternidad pues yo sólo quería jugar para ese entonces. Yo sólo quería tener amigos y soñar con que en un futuro sería una buena diseñadora, con que el mundo me conociera por la ropa que hacía, por los diseños que inventaba. Por las noches solía escaparme a la playa y miraba largamente la luna y su luz que se proyectaba al mar. Me gustaba mucho hacerlo pues allí me daba cuenta de lo chico que es el mundo, de lo pequeño que somos, de lo superfluas que pueden ser muchas de las cosas por las que nos hacemos tanta mala sangre, por las que corremos todos los días, por las que discutimos y nos disgustamos. Cuando estaba sola allí frente al mar y ante la inmensidad del cielo podía darme para mí ese pequeño momento de paz conmigo misma, un momento de silencio ante tantas palabras, risas y ruidos de motores. Podía permitirme sentirme yo misma, gustarme como soy, sentir mi cuerpo, mover a uno y otro lado mi pelo, y sentirme bien, feliz y plena. Me encantaba sentir ese silencio y no vivirlo como algo tedioso, agobiante, difícil de abordar. Un silencio que debía ser interrumpido por risas, bromas y ocurrencias para no pensar en cosas más personales de las cuales no podía compartir con nadie. En mi fondo más íntimo me gustaba cómo era y tenía muy en claro lo que quería hacer. En un momento sentí que cantaba bien y que a la gente le gustaba. Pero aun así ante el público y ante mi familia yo era muy insegura. Siempre sentía temor porque no me quisieran, porque me dejaran de amar. Para mí eso era terrible. Yo no me podía permitir que semejante cosa me pasara, pues eso podía ser la ruina para mí y para mi familia. Aprendí a saber que no tenía margen de error, que debía hacer todo, que debía dejar todo, dar todo de mí para encantarlos, para que se fijaran en mí, para que me tuvieran en cuenta. Aprendí a dejar de lado determinadas cuestiones que eran normales para cualquier niño, que era tener mis amistades permanentes, hacer el colegio en el mismo lugar y con mis compañeros de grado de siempre, jugar en la misma plaza y en la misma ciudad. Aprendí a que todo eso lo tendría con mi familia y arriba de un bus que me llevaría de pueblo en pueblo para entretener a la gente, y para ganarse la vida con honestidad y esfuerzo. Aprendí a que mi colegio sería mi bus y mis maestros mis padres, mis hermanos, mi banda. Aprendí a que mis compañeros del grupo serían mis amigos y empecé a intuir que tal vez mi futuro esposo saldría de allí. Aprendí a que mi vida la tendría que compartir con todo y con todos. Aprendí a dar rienda suelta a mi optimismo y mi alegría, y a callar mis sentimientos y mi llanto. Aprendí a que todo lo que soñaba podría lograrlo si redoblaba mis esfuerzos, si acaso daba mucho más de lo que esperaba mi padre y de todo aquel que confiaba plenamente en mí. Si acaso cumplía con lo que se esperaba de mí y fuera famosa podría hacer muchas de las cosas que no podía hacer y que moría por poderlas hacer realidad. Acaso eso justificaría tanto esfuerzo, tanto sacrificio, tanta entrega. Al final del camino sería libre, libre para hacer lo que quisiera, libre para cantar como quería mi padre, pero libre yo también para diseñar como deseaba con toda pasión…


¡Qué nervios! ¡¡Qué nervios!! Todavía falta para el anuncio de nuestra nominación y ahora que estoy aquí siento por primera vez el deseo de llevarme el premio. Hasta ahora no me había tomado muy en serio la posibilidad de ganarlo. Pensaba en la inmensidad del lugar en el que se entregaban los premios y todo me parecía lejano, muy lejano. Apenas si puedo acostumbrarme a recibir determinados premios como los que recibí el año pasado. Si esto fuera en Texas lo entendería perfectamente. Hace 7 años que me vienen premiando. Por suerte conmigo sí se cumplió aquello que se puede ser profeta en su tierra. Allí la gente me quiere mucho, siente que la represento, sabe que soy de allí y que nunca los dejaré aunque me haga estrella mundial. Ellos piensan que soy buena de verdad, que llegaré a lo más alto porque no tengo igual y porque nunca han visto a alguien como yo. A mí me halaga eso. Aparte, en mi fuero más íntimo yo siento que soy la mejor, aunque jamás lo admitiría públicamente, que he logrado cosas que nadie obtuvo y que tengo todo para lograr lo que me falta. Y allí en Texas me olvido de mi inseguridad y se me van los miedos. La gente me ha dado todo su afecto y desde que logré imponerme en Monterrey y en todo México sólo tiene palabras bonitas para mí. Pero siempre pensé que sólo en Texas podría tener pleno éxito, que lo demás podía ser una quimera, que sería muy difícil para una cantante estadounidense y latina como yo llegar muy lejos. Por eso no entendía nada cuando recibí aquellos reconocimientos en Premios Lo Nuestro 1993.En particular no pude evitar la emoción cuando recibí el galardón a la mejor cantante de la región méxico-americana. Por eso el tomar mi cara con las manos, mi llanto de incredulidad y satisfacción, el abrazo con mi hermano y con Pete Astudillo, el sostener mi emoción camino al escenario con mi mano sostenida en el pecho, el casi chocar con Paulina Rubio cuando recibía de ella el premio, el apenas hablar en agradecimiento por la premiación. Recuerdo puntualmente haber agradecido a todos aquellos que sostenían al grupo Selena y Los Dinos. Pensé en toda la gente que nos había apoyado y en todas aquellas personas que nos habían dado tantas muestras de cariño. Pero también sentí la importancia de ese premio, de la magnitud de lograr semejantes reconocimientos fuera de Texas. De pronto sentí que lo habíamos logrado, que habíamos llegado al comienzo del reconocimiento internacional por todo lo que habíamos obtenido luego de tanto tiempo de esfuerzo y dedicación. Por primera vez sentía que habíamos entrado en el camino del éxito del cual difícilmente podríamos dejarlo. Sentí que todos los sueños se podrían hacer realidad. Y si bien recuerdo muy bien aquellos viajes de mi padre en auto a los barrios más caros de Corpus Christi para mostrarnos que con constancia y esmero todas aquellas mansiones podrían ser nuestras, yo no pensé tanto en que el éxito y el reconocimiento harían posible esa realidad material. Yo sólo pensé en que esos premios permitirían lograr lo que parecía más imposible aún: que mis sueños personales fueran posibles, que todo lo que se me pasara por mi cabeza podría hacerse realidad. De pronto sentí que no sólo era posible que me hiciera una cantante internacional famosa, que pudiera por fin hacer mi soñado disco en inglés. Todas esas metas también eran objetivos de mi familia, deseos de mi padre. De pronto sentí que podía ser diseñadora, que podría dedicarme de lleno a mi proyecto de extender mi boutique y salón de belleza por todo México y Estados Unidos. De pronto sentí que podía tener mi propia casa lejos del mundanal ruido y de las luces de la ciudad y del éxito. De pronto sentí que podía alejarme un poco de mi familia para poder crear mi propia familia. De pronto sentí que podía lograr todo, que todo lo que se me cruzara por mi cabeza se podía hacer realidad. De pronto sentí que tenía más obligaciones, más objetivos que cumplir y más compromisos. De pronto sentí que todo dependía de mí para hacer todo lo que yo quisiera…


¡¡Ya no aguanto más!! Ya quiero que me digan si lo logré o no. Ya quiero que me nombren. ¡¡Ya quiero subirme a ese escenario!! Hasta ahora no quise hacerme ilusiones. Le dije a todo el mundo que sólo vine a ver a los “realmente famosos”, a mirar a los que realmente recibirán los más importantes premios aquí para verlos de cerca, para tomarme fotos con ellos. Les dije que venía a participar de una fiesta que es de ellos y que sólo venía a divertirme. Pero es mentira. Siempre estuve ilusionada. Deseo con toda el Alma recibir ese reconocimiento. Quién saber si alguna vez me den otro premio como éste. Tal vez ésta sea la única vez y nunca más me lo entreguen … ¡¡Huy!! ¡¡Otra vez mis inseguridades!! No sé por qué se me da por pensar en estas cosas. Si yo ya soy una realidad, si estoy convencida de lo que hago, de que tengo toda la fuerza de la voluntad y la sensación de que nadie podrá detenerme, ¿por qué pienso que no tendré muchas chances, de que pronto se olvidarán de mi y de que apenas seré para ellos una artista del momento que estuvo cerca de lograrlo todo pero que no lo pudo conseguir por esas cosas del destino? ¿Por qué pienso y siento así si tengo todo el tiempo, todos los proyectos y todas las ganas de llevarme el mundo por delante, de aprovechar cada instante de mi vida para lograr cada sueño, cada meta que me propuse? Yo soy muy testadura y muy constante. Cuando algo pasa por mi cabeza hasta que no lo logro no paro. ¿Quién podrá detenerme si yo tengo toda la fuerza, todo el vigor, todas las ganas? Si cada día que me levanto agradezco a Dios que me ha dado este día para dar todo de mí, y para dedicárselo con mi esfuerzo y dedicación, ¿quién podrá superarme, quién podrá impedir que triunfe en todo lo que me proponga? Además, todo el mundo me quiere, todo mi entorno me ayuda para que yo esté bien y contenida. Yo no siento que alguien me odie, que alguien sienta envidia por lo que hago. La gente me admira y me quiere cuidar. Los periodistas que me entrevistan me adoran y se divierten conmigo. Mis fans me quieren y me respetan. Yo sólo les doy Amor a todos. Yo confío en ellos. Yo no dudo de la gente a quienes les doy mi confianza. ¿Qué mal podría recibir de alguien? Siempre tuve miedo de que no me quisieran o me dejaran de querer, pero eso nunca sucedió. Será porque les doy no sólo mi canto, no sólo mi voz, no sólo un buen concierto, no sólo un buen entretenimiento. Será también que les doy las gracias, que sé agradecer, que les doy todo mi Amor, mi cariño y mi respeto. Yo podré acaso ser alguien importante para ellos, tal vez represente sus más altos sueños, tal vez les dé la alegría que no tienen en sus sufridas vidas ... Tal vez ... Pero lo que sí sé es que sin ellos yo no sería nada. Yo les debo todo. Yo nunca podría olvidarme de por qué estoy aquí, de quién me puso en este lugar y de qué se espera de mí. Sería una necia y una desagradecida si renegara de ello. Por más que cantara bien, por más que les diera el mejor de los conciertos y les cantara las más lindas canciones, si me olvidara de dónde vengo, si le diera la espalda al público, si creyera que soy más que mi gente, entonces no sería una buena artista, no merecería recibir ningún premio ni el afecto de mi gente. Si fuera una engreída, sólo merecería ser olvidada. Ése sería el peor castigo. Eso sería lo que merecería recibir si hiciera algo semejante…


“¿Qué te pasa, Selena? ¿Acaso no te has dado cuenta? ¡¡Están por anunciar la terna por el premio!! ¿En qué estás pensando? ¡¡Pronto!! ¡¡Cruza los dedos!! ¡¡Y mucha suerte!!”. El codazo que me había dado A.B. todavía me dolía para cuando me di cuenta de que estaban anunciando los nominados al premio el mejor disco méxico-americano. Las cartas estaban echadas. Esbocé una sonrisa a A.B. y crucé los dedos mientras le deseaba suerte con la mueca de mi boca. Luego sólo miraba el escenario pero no lo veía. Sólo miraba un punto fijo de una de las cortinas y dejé pasar miles de imágenes. Me permití que en el escenario pasaran imágenes de mí desempolvando un viejo libro de canciones de mi padre y aprendiendo a cantar su contenido. Pude verme cantando por primera vez ante un público, pude sentir el miedo a ser rechazada, pude verme dormida en el piso del bus que me llevaba a un pueblo que yo desconocía, pude verme a solas llorando y juramentándome que lo lograría, que llegaría a lo máximo sólo para ser libre y feliz con mi canto, con mis diseños, con mi futuro Amor, con mi casa, con mis animales, con mis hijos. Pude verme cantando “Como la Flor” por primera vez en Monterrey, pude verme cantar “Where did the feeling go?” en el concierto de San Antonio en 1991, pude verme en un futuro cantando en el Madison Square Garden y triunfar con mi disco en inglés. Pude verme pasearme exitosa por todo el mundo. Pude verme triunfando en todo el planeta y que toda la gente estuviera feliz con mis éxitos. Pude verme sola de nuevo en la noche en aquella playa de Corpus Christi y llorar, llorar mucho, llorar por haberlo logrado, llorar por todo lo que no pude llorar en todos estos años para mantener mi entereza y sostener la confianza de toda mi familia. Pude ver mis días de incertidumbre y mi fuerza sacados desde el fondo de mi corazón y de mi Alma para superarlo todo, para seguir adelante a pesar de todos los obstáculos, de todos los problemas. Pude verme feliz y satisfecha por llegar a tener éxito y ser querida por tener talento, pero también por ser honesta y por ser sincera. Pude verme retirándome de mi vida artística enseñándole a mis hijos y a mis nietos todo lo que hice, todo lo que logré con Amor y con cariño mientras sigo pensando en nuevos modelos para todas las mujeres del mundo que esperan cada año con qué nuevos diseños las sorprenderé. Pude ver…


“And the Grammy goes to … Live … ¡¡Selena!!”. Sí, ¿escuché bien? ¿Me nombraron? ¿Gané? ¡¡Sí, gané!! … Lo veo en el rostro de mi hermano. Lo percibo en la cara de emoción de mi padre … Lo siento en sus lágrimas de emoción … No lo puedo creer. ¡¡Definitivamente no lo puedo creer!! Estoy shockeada. Apenas si me doy cuenta de que voy camino al escenario, ese mismo escenario en el que pude ver mi vida pasar en tan sólo 1 minuto. No puedo reaccionar. Ni siquiera puedo exteriorizar mi emoción, todo lo que estoy sintiendo. Esto es más, mucho más que en Premios Lo Nuestro. Por eso no puedo siquiera reír, llorar, saludar. Sólo camino y sólo deseo que este instante no se vaya nunca, quisiera que este instante fuera eterno, quisiera poder sentir esta sensación por siempre y para siempre. Subo las escaleras y apenas puedo subir mi hermoso vestido blanco para no tropezarme. No sé qué decir. ¿Qué puedo decir? ¿Habrá un vocabulario que pueda sintetizar, explicar y hacer entender lo que siento ahora? ¿Acaso me den el tiempo suficiente como para explicarles las imágenes que pasaron por delante de mí segundos antes de que me premiaran? ¿Acaso me escucharían si les dijera todo lo que significa este reconocimiento para mí? Toco el cielo con las manos. Este año va a ser distinto para mí. Ya lo es ahora. Este premio, el lanzamiento del disco “Amor prohibido” del cual no dudo de que será todo un éxito, los conciertos que se vienen, las notas que me harán y los proyectos que me ofrecerán por todo lo que me está pasando ahora cambiarán definitivamente mi vida. ¿Pero acaso yo podré decirles todo lo que significa para mí este premio? ¿Acaso ellos entenderán si se los explico? El presentador me da el premio y me saluda. Yo tomo el Grammy y giro hacia el micrófono. Veo a toda esa gente mirándome y de pronto siento vértigo. Me aparto un mechón de pelo que cae sobre mi cara y empiezo a agradecer. Ni pienso en lo que digo. Trato de aferrarme a ese minuto exiguo que me dan para que pueda explicar lo inexplicable y pienso en la gente que me ayudó a llegar a este momento, a que yo viva a los 22 años esta sensación indescriptible. Ni siquiera puedo tener registro de lo que estoy diciendo. Sólo dejo que mis palabras fluyan y salga de mí lo que tenga que salir. Me acuerdo de José Behar. Como tantas otras veces mi primer agradecimiento es para él. ¡¡Le debo tantas cosas!! Él no sólo me contrató. No sólo me dio difusión. No sólo me dejó grabar los discos. Él ante todo confió en mí. Él fue un admirador más. ¡¡Y pensar que cuando se acercó a mí por primera vez en San Antonio pensé que era un aprovechador!! No le creí que era presidente de Emi Latin. Una vez más no creí que alguien que era el líder de una compañía tan importante pudiera fijarse en mí. Por eso no confié. ¿A quién podía resultarle tan buena como para ser contratada por Emi? Pero José sacó todas mis dudas, todas mis inseguridades y me dio toda su confianza. Me dio todo porque creía en mí y, sobre todo, me respetaba. No dudó en publicar todo lo que hacíamos, no dudó en pelearse y rogar a toda la plana de Emi Central para que me dejaran sacar mi disco en inglés. Apenas escuchó mis demos supo que yo sería un éxito mundial. Pero hasta él se sorprendió de mi éxito tan pronto. Él sabía de mi presente, estaba convencido de mi futuro pero no sabía tanto de mi pasado. Yo en muchos lugares ya era muy popular. En cuanto se difundiera mi música, mis discos serían muy vendidos. Por eso su perplejidad y su total satisfacción cuando logré mi primer número 1 con “Como la Flor” y cuando obtuve mi otro número 1 en Monterrey con “La carcacha”. Él pensó que iba a necesitar más tiempo y estaba dispuesto a darme todo lo que necesitara hasta lograrlo. Estoy muy agradecida por él y gracias a él estoy aquí. ¿Y qué decir de mi familia? Estoy segura de que me voy a olvidar de nombrar a alguien. ¿Lo nombré a Chris? ¿Acaso sea tan despistada y me haya olvidado de nombrarlo? Es que pasa el tiempo y no quiero olvidarme de nombrar a nadie, pero estoy aún shockeada. Mi familia es todo para mí. Ellos no dudaron en que sería capaz de lograrlo, en que no los defraudaría y en que sería capaz de lograr todo para el bien de ellos y el mío. Puedo ver la satisfacción de mi hermano. Él piensa como yo. Él siente como yo. Él se sacrificó como yo. Debe haberse sentido incómodo al principio. Él tocaba el bajo en una banda cuya vocalista, que era yo, sólo tenía 8 años. Él ya tenía 16. Al comienzo no toleraba tocar esas canciones que no le gustaban para nada. Pero como yo sabía del mandato familiar y como yo dio mucho más de lo que se esperaba de él. Hizo la música, se refugió en su cuarto pensando en nuevas ideas para el grupo y para hacer de la banda un puñado de músicos talentosos con estilo propio e innovador. Este premio también es de él. Él dio todo por mí sin necesidad de hacerlo y con la intención de que me luciera como la mejor cantante. ¿Qué haría sin él? Espero que siempre nos vaya bien pues si me viera triste por algo o me pasara algo malo, él sería el primero en sentirlo. ¿Y qué decir de mis padres y de mi hermana? Que ellos me ayudaron a recibir este premio y que se sienten contentos de que esté aquí recibiendo el premio. Somos, además de una familia, un gran equipo. Todos para uno y uno para todos. Este éxito es de todos ellos. Mi padre como manager, mi madre como compañera, mi hermana como confidente y asumiendo su rol en la vida y en la banda. Ya ni recuerdo qué dije. Lo único que sé es que cumplí con el minuto que me dejaron. Siempre me enseñaron a respetar las reglas. Si quiero que me respeten primero debo respetar a los demás. Ésa es una regla de oro que grabó mi padre a mí y a cada uno de mis hermanos. Y ésta no sería la ocasión en la que esta regla tuviera su excepción…


Salí acompañada por una de las presentadoras que me enseñó por dónde salir. No pude con mi genio y le empecé a decir cosas graciosas para que se riera, para descomprimir el momento y para que pudiera salir de mi estado de shock. Recuerdo haber salido del escenario riendo a carcajadas con la presentadora. Volvía a la “normalidad”. Afuera me esperaban mi familia y cientos de reporteros que me preguntarían quién soy y qué representa este premio para mí. Yo sólo quería encontrarme con mi familia y fundirme en un abrazo, en un beso. Quería decirles que lo logramos una vez más y que nada nos detendría. Quería encontrarme con la prensa y decirles lo que era para mí este galardón, quería que me conocieran, deseaba que supieran de dónde vengo y a dónde voy. Quería que empezaran a familiarizarse conmigo, que empezaran a quererme por lo que soy dentro y fuera del escenario, querían que supieran de mi historia. Y me reservaba para mí ese momento, ese pequeño momento de la playa, ese momento para estar sola y llorar, reír, mirarme al espejo, tocar mi cuerpo, sentirme bella, querida y feliz. Quería más que nunca hoy tener ese momento cuando ya las luces del salón y de la ciudad se apagaran, y cada uno se encontrara solo consigo mismo y con el mundo. Quería estar sola frente al mundo orgullosa de ser y de sentir lo que soy y lo que represento. Quería sentirme orgullosa de ser Selena, esa cantante que empezó bien de abajo, con nada de ayuda y con todo para ofrecer. Quería sentirme plena, quería sentirme orgullosa de haber logrado un paso más, un paso más para ser feliz, un paso más para ser libre. Yo quiero verme frente al espejo y decirme que todo lo hago por Amor, que lo único que quiero es ser feliz y que todo el mundo me quiera. Y quiero verme frente al espejo y juramentarme que no bajaré los brazos hasta que todo lo que me propuesto lo logre, que logre ser feliz siendo como soy, y ser la misma siempre dentro y fuera del escenario. Porque en definitiva yo sólo quiero que me recuerden con Amor, yo sólo quiero que todo el mundo se sonría de felicidad cuando me vean, cuando me nombren. Yo sólo quiero que todos sepan de qué se trata cuando escuchen el nombre de Selena…


(Y así será, Selena, así será mientras haya gente que te quiera, mientras haya gente que sólo desee que se te recuerde con Amor y que se te cumplan todos tus sueños … para que cada noche te veas al espejo y te sientan orgullosa de ser la única, la inolvidable Selena, la única que puede detener a este mundo y llenarlo de Amor con su sonrisa, con su voz y con su presencia.)


Yo sólo quiero verte feliz, Selena … Yo sólo quiero ser un instrumento para que se te recuerde y se te respete como artista y como persona. Yo sólo quiero darte todo a cambio de nada. Yo sólo quiero volverte a ver con tu Amor y con tu eterna sonrisa…


Sergio Ernesto Rodríguez
(Buenos Aires, Argentina)




Vivir como si fuera el último día, Selena…


Hace muy pocos días aquí en mi ciudad y en mi país quedamos conmovidos por la muerte de una periodista muy joven en uno de los tantos consabidos accidentes de tránsito. Esa mujer se había recibido de abogada y había ejercido el periodismo desde hacía mucho tiempo en un canal de noticias muy importante mientras estudiaba abogacía. Empezó de abajo, bien de abajo, trabajando muy duro y obteniendo cada logro con mucho esfuerzo y dedicación. De a poquito le fueron dando espacio en la programación de canal. Primero haciendo móviles en el exterior, luego conduciendo los fines de semana hablando sobre panorama internacional, y dado su profesionalismo, sus conocimientos, sus ganas de perfeccionarse siempre y su gran simpatía provocaron que las autoridades del canal le dieran un espacio en el resumen diario a la medianoche. En cuanto se instaló allí sus ideas innovadoras, su particular estilo de conducción y su gracia hicieron que la medianoche se convirtiera en algo muy atrayente para los televidentes que hicieron de ese programa su espacio, que era el espacio de Nínawa, tal cual ella se llamaba. Tenía un futuro enorme, tocaba el cielo con las manos ... El destino parecía llamarla para que fuera una de las más importantes y preparadas periodistas y conductoras de televisión que diera el medio. El viernes pasado se había despedido de los televidentes. Se iba de vacaciones. Iba a volver en febrero. Agradeció a la gente y a los jóvenes que habían visto en ese programa un lugar en el que se habían sentido representados, y dijo que para ella lo fundamental era que las cosas se hicieran con Amor, que sólo haciéndose las cosas de esa manera se lograría todo y cambiaría el mundo … Y se fue … Se fue para siempre ... Tan sólo dos días después moría en un choque frontal del vehículo conducido por su novio camino al aeroparque que la llevaría a un lugar para descansar y para soñar. Tenía tanto para dar …¡¡Tenía tanto por hacer!! Estaba asomándose a la gran pantalla, estaba pegando el gran salto producto de tantos años de sacrificios y de lograr cada paso por su propio mérito ... Tenía sólo 30 años ... Era carismática e innovadora. Era perfeccionista y respetuosa del público. Era querida y apreciada por sus compañeros de trabajo. Tenía todo y un día se quedó sin nada, como tanta gente buena que está en este mundo, un mundo que parece empecinado a llevarse siempre a la gente que contribuye a cambiarlo con tanto Amor…


Demás está decir que esta triste historia se asemeja a la de Selena. Yo no conocía a Nínawa, como tampoco a Selena. Apenas si la había visto alguna vez y me llamó la atención su simpatía, como me pasó con Selena. Y siempre estas historias me provocan sensaciones de tristeza, de desconsuelo, de impotencia, de indignación, de extrema pesadumbre. Nunca entenderé por qué muchos que tienen tanto para dar se tienen que ir. No importa si son de mi agrado, si concuerdo con su visión de la vida, si me gusta lo que hacen. Me importa sí, más allá de que me guste, de que pueden hacer sus vidas, de que puedan hacer y ejercer el talento que tienen en toda su dimensión, de que puedan completar el camino que empezaron a transitar. No puedo concebir que gente tan talentosa y con tantas ganas de hacer, con tantas ganas de vivir plenamente sus vidas queden en el camino de una manera tan absurda, de un modo tan cruel. Nunca entenderé por qué Dios nos puso en este mundo para vivir estas cosas. Estas cosas no deberían suceder. Nadie debería morir tan joven y mucho menos cuando se está no sólo en la flor de la vida sino en el momento en el que está por lograr aquello por el cual tanto soñó, tanto luchó, tanto trabajó. No es justo. Definitivamente no es justo que a alguien le hagan esto. No es justo que lo hagan luchar, ilusionarse, soñar para luego, cuando están por lograr todo gracias a su esfuerzo y a su propio mérito, se lo quiten tan impunemente. Es como quitarle un juguete a un niño luego de regalárselo. Es como si un padre le promete a su hijo que si logra tal cosa lo premiará con algo del cual el niño siempre soñó, y luego no compensárselo con cualquier argumento, con excusas absurdas y sin sentido. A veces uno cree que si se hacen estas cosas el daño nunca es tan grande, que ese dolor siempre se olvida, que las heridas siempre cicatrizan. Y no es cierto. Nunca es cierto. El dolor más grande siempre está presente en cada acto de nuestras vidas. Lo podremos atemperar, lo podremos superar, buscaremos el lado positivo de las cosas para salir adelante, pero eso que nos dolió, eso que nos dejó una herida en nuestra Alma siempre estará presente. En el caso particular de Selena, la contrariedad, el estupor, el dolor, la indignación, el llanto se agigantan porque ni siquiera nos podremos consolar convenciéndonos con que lo que le sucedió es algo del cual no se podía evitar. Si alguien se nos va por un accidente, como en el caso de Nínawa, tal vez nos consuele saber que poco se podía hacer, que fue inevitable o impredecible ... Tal vez … Aunque hasta en estos casos podremos pensar que podría haberse evitado con un poco de prevención, y por saber medir cada acto de nuestras vidas y qué consecuencias puede traer. ¿Pero en Selena? ¿Qué decir de lo que le sucedió a Selena? ¿Cómo entender un asesinato? ¿Cómo entender que una persona puede estar años pensando en cómo manipular y tener bajo su control a toda una familia, que se gana la confianza al punto de que le ofrezcan cargos, de que le den funciones que sólo se les ofrecen a personas de su exclusiva confianza, y luego quiera eliminar a la persona a quien supuestamente admira y que es la razón de su existencia allí en el entorno más exclusivo porque no se dan las cosas a su manera? ¿Cómo explicar o explicarse que una persona que le puso tanto Amor a lo que hacía, que se había ganado el cariño de tanta gente ofreciendo lo mejor de sí termine su vida siendo tan joven y de la manera más cruel? ¿Cómo explicar que la persona que le quitó todo tenga tanta maldad, tanta frialdad, haya estado días, meses y hasta años pensando y actuando con la finalidad de poder atar los destinos de tanta gente a sus designios, y que no dudara en comprar no sólo una sino dos veces un arma, y apuntarle y dispararle a alguien a quien se suponía que quería y admiraba? ¿Cómo explicar semejante locura y barbarie? ¿Cómo explicar que una persona sólo quiera eliminar a otra para sumirla en el mayor de los dolores a su padre, con quien estaba enfrentada? ¿Cómo explicar que una persona termine siendo para esta clase de gente sólo un objeto, un medio, un fin para lograr sus objetivos? ¿Cómo explicar que la maldad ni siquiera termine con haber cometido ese cruel acto sino que se mantenga siempre, hablando mal de esa persona a quien le quitó todo, y ventilando cosas de su vida privada en forma escandalosa y mentirosa? ¿Cómo una persona puede vivir pensando en disparar una y otra vez esa arma como si necesitara hacerlo todos los días para quitársela a su familia, quitar a Selena de la vida de la gente, privarle a Selena del goce de la vida, del hermoso sentimiento de cumplir con los más anhelados y hermosos sueños? ¿Cómo una persona puede vivir toda su vida manipulando una y otra vez a lo que tenga a su alrededor, pensar que las cosas son sólo blanco o negro, amigo o enemigo, según si las cosas se hacen a su manera o no? ¿No es tremendo cómo esa mujer ató a su propia familia, obligándola a que defiendan no sólo sus actitudes, no sólo lo indefendible, sino de que digan y repitan como loros sus “argumentos” y “explicaciones”? ¿Cómo puede ser que a esa mujer que está en la cárcel por un crimen que sí cometió le dejen hablar y decir tantas barbaridades y tantas crueldades sin que haya una sanción, una condena? ¿Cómo puede tener cosas de Selena sin que nadie se las pueda quitar después de lo que hizo? ¿Por qué no pueden impedir que se calle la boca siendo que silenció a una bella y encantadora mujer para siempre?


“Los buenos mueren”, decía una canción. Y mueren jóvenes, talentosos y con todo para dar. Me pregunto por qué todo es tan injusto. No hay peor sensación que ver cómo aquel que tenía tanto para ofrecer no lo pueda hacer ... No sé por qué Dios nos puso en este mundo. No sé por qué deberíamos esperar por tener un paraíso eterno en función de nuestros actos si muchos apenas pueden mostrar algo de todo su potencial en este mundo. ¿Acaso Dios no pensó que lo peor que le puede pasar a una persona es privarla de gozar de este mundo cuando comenzaba a percibir que comenzaba a lograr parte de todo lo que había soñado, que empezaba a asomarse en este mundo, que empezaba a gozar de esta vida luego de muchas privaciones y de esfuerzos? ¿Acaso Dios no pensó que con lo hecho a Selena se dejaba un mensaje de que nada tiene sentido, de que ningún esfuerzo hecho con tantos sacrificios y mucha honestidad tiene buen fin? ¿Acaso Dios no pensó en las consecuencias que traería dejar a esa asesina en esta vida viviendo tanto tiempo habiendo logrado sus macabros fines, y de privarle a Selena poder lograr sus más honestos sueños y a su gente poder disfrutarlo? “Los buenos mueren”, decía esa canción. Era una canción que se refería a René Favaloro, un reconocidísimo cardiólogo argentino, inventor del “bay pass”. Él rechazó innumerables ofertas de Estados Unidos y de otros países porque quería contribuir a la grandeza de su país. Él también quería un mundo mejor. Pero luego fue estafado, y ahogado por las penurias económicas, el desamor y el desánimo, decidió quitarse la vida, pegándose un tiro en el corazón … Las ironías de la vida ... Él, que tanto hizo por el corazón de tanta gente, decidió destruir el suyo … Creo que cuando uno padece las injusticias y las crueldades de este mundo resulta muy difícil superarlas. Tal vez el único aliciente que haya tenido Selena fue que apenas pudo sentir hasta dónde puede llegar la malicia de este mundo, cómo puede darse vuelta todo, cómo en un minuto lo bueno pasa a ser doloroso, el paraíso se transforma en un infierno, la confianza se transforma en traición ... No lo tuvo que padecer tanto, como una larga agonía … Pero lo más doloroso es ver y sentir ese trayecto de desesperación que tuvo que recorrer Selena para tener una esperanza, una quimera que no dependía de ella, que no dependía ni de su esfuerzo ni de su Amor. Lo más doloroso para Selena en ese trayecto de recorrido desesperado fue ver que todo se acababa de manera absurda e irremediablemente, que daba cuenta de la mentira, de la crueldad, de la traición, del mayor de los dolores. En ese trayecto bien Selena pudo haberse imaginado a la exposición que irremediablemente la pondría esa situación, y la angustia que lo provocaría saber qué pensarían de ella, si acaso la dejarían de amar porque nadie entendería por qué estaba allí, si se dejarían llevar por lo que dijera esa horrorosa mujer que tendría la voz que ella ya no podría expresar. Y bien uno puede imaginarse si toda esa mezcla de sensaciones no fue el motor, no fue el motivo para que Selena sacara fuerzas de las que tal vez ni siquiera sabía que tenía para hacer su último intento, su último esfuerzo por salir del infierno en el que estaba absurdamente metida. Tal vez lo más triste de todo sea que veamos a Selena tratando de entender por qué a ella, por qué justo a ella, que no le había hecho mal a nadie, que siempre había hecho las cosas con Amor, que nunca se ganó ningún enemigo y que sólo había obtenido cariño, reconocimiento y admiración de su gente, que siempre buscó solucionar las cosas con una sonrisa, que siempre buscó impedir que en su entorno la gente se peleara, que no hubiera nada que impidiera la armonía, que no hubiera gente triste. Selena se debe haber preguntado por qué a ella, que siempre puso su mejor predisposición aun cuando la mayor parte de su vida no las tuvo todas consigo, que pocas veces la vida se le presentó color de rosa y aun así siempre estuvo con la mejor sonrisa, con la mejor predisposición. Selena se debe haber preguntado por qué a ella, que nunca tuvo un pleito, que nunca tuvo gente que la odiara ni que la envidiara, que todos la querían, que la gente se acercaba a ella sólo para darle su mejor muestra de cariño y agradecimiento. Selena se debe haber preguntado por qué ahora, por qué tenía que pasarle esto en un momento en el que por fin luego de 23 años podía disfrutar a pleno con su vida. Selena se debe haber preguntado por qué estaba allí, por qué estaba con esa mujer que se sabía que poco lograría, que la estaba manipulando, que la estaba llevando de un lugar a otro tratando de que hiciera algo que jamás haría. Selena se debe haber preguntado por qué estaba sola allí, por qué nadie sospechaba que algo malo sucedía, que algo no estaba funcionando bien. Selena se debe haber preguntado por qué no pidió ayuda, por qué no avisó a su esposo antes de irse, por qué no llamó a su familia cuando veía que esa mujer mentía sin remedio y que la había hecho salir de su casa para acompañarla a un hospital aduciendo que la habían lastimado, y que luego estando allí no quiso decir nada. Selena se debe haber preguntado por qué no habían llamado a la policía y no la habían denunciado antes, cuando la habían puesto al descubierto y cuando era evidente que, perdida por perdida, algo iba a intentar hacer si no podía controlar todo, si no podía hacer las cosas a su manera. Selena se debe haber preguntado cómo dio ese mal paso, cómo no fue como los demás y no pensó sólo en ella, por qué buscó terciar en una contienda que debían solucionarlo los implicados y no ella. Selena debe haber pensado en que debió priorizar su futuro como cantante, con sus ideas como diseñadora y que sus sueños se hicieran realidad. Selena debió haber pensado en que durante toda su vida, y más en los últimos tiempos, había ocupado su cabeza en sus proyectos, y en todo lo que debía y quería hacer. Hasta pensó en postergar agrandar su familia porque primero debía lograr lo que había pensado para ella durante toda su vida. Y que justo cuando por un instante no pensó en ella sino en los demás lo estaba pagando caro, muy caro, y ella sola…


Es cierto que muchas veces cuando una persona se va de este mundo sus palabras, sus actos, sus movimientos toman otra dimensión, otra connotación, otra particularidad. También es cierto que llamativamente muchas de esas personas suelen decir o hacer cosas como si intuyeran lo que les puede pasar, como si supieran lo que les va a suceder. Es como la mejoría del enfermo antes de la muerte. Una sensación difícil de explicar científicamente, pero que existe. Nínawa hacía tan sólo unas semanas atrás dijo que notaba que llamativamente la gente ante la proximidad de la muerte o ante el riesgo de ella se ponía más buena, más tolerante, más contemplativa. Y concluía en que tal vez todos debíamos vivir como si fuera el último día de nuestras vidas, como si ese mismo día llegara la muerte con su guadaña a buscarnos. Y aparte de que esas palabras fueran un signo de algo que podía intuir, son razonamientos de los cuales todos deberíamos aprender. Nínawa lo dijo y pronto le llegó la muerte por un accidente. Tal vez hubo algo que no previno, algo del cual no pensó que podía derivar en el último día de su vida. Y tal vez eso fue lo que también le faltó a Selena. Tal vez su familia jamás lo pensó, dadas las circunstancias. Tal vez su padre nunca pensó en que sólo confiar en sus fuerzas a la hora de controlar a esa horrible mujer era arriesgado. Tal vez faltó pensar que se debe encarar cada día como si fuera el último, y que cada acto y que cada determinación de nuestras vidas pueden ser decisivos para saber qué nos depara el futuro. No se trata de vivir paranoicos, y de pensar que hay que vivir cada día con miedo y con cuidado. Pero si hay que ser precavidos, y saber si aquello que hacemos lo efectuamos porque lo queremos hacer o si nos dejamos llevar por el deseo y la locura de otros. Y si lo hacemos igual, pensar si somos conscientes de lo que nos podemos encontrar, si sabemos de los peligros y de sus consecuencias. En ese nefasto 31de marzo no puedo dejar de sentir esa sensación de una Selena yendo a ese oscuro motel preocupada y nerviosa, angustiada y molesta. Imagino queriendo solucionar todo por su cuenta, esperando que esa horrorosa mujer entendiera, irse sola para llegar a un acuerdo en un instante sin que haya más problemas, sin que intervenga más su familia y, sobre todo, su padre. Imagino a Selena pensando que bastaba con ver un rato a solas a esa mujer, seguirle el juego y satisfacer su pedido para poder seguir viviendo su vida, poder seguir tranquila con su vida personal y profesional. Por un instante, por un momento, Selena perdió la noción de qué era lo más importante para ella, qué era lo mejor para sí. Se dejó llevar por esa mujer, no hizo lo que más le agradaba y lo pagó caro, muy caro. Es curioso. Hay una escena en la película “Selena” en la que Selena, angustiada como estaba por no poder vivir su vida de novios con Chris por oposición de su padre, decide arriesgar su vida entrando en el juego de “bungee jumping”, saltando sin medir las consecuencias, sin saber lo que podía pasar, o tal vez no queriendo tomar consciencia de lo que estaba haciendo. Estaba jugando con la muerte. Sabía que podía pasar. Y cuando pasó por esa prueba, no dudó. Decidió casarse con Chris aunque lo tuviera que hacer en secreto. Tuvo que vivir la vida como si ése fuera el último día, y aprendió la lección. Ojalá hubiese ocurrido en la vida real. Ojalá hubiese sucedido aquel nefasto 31 de marzo. Tal vez el destino de Selena hubiese sido otro. Tal vez Selena hoy sería una mujer feliz…


Siempre será triste que gente tan talentosa y con tantas ganas de vivir y hacer se nos vaya. Y más triste que sus ejemplos sean borrados por el paso del tiempo y por la visión horrenda de que la gente a tener en cuenta es la que está aquí en este mundo, la exitosa, “la que llegó”. Tal vez sería bueno que, a pesar de todo, se mantenga vivo el recuerdo de Selena y que tomemos la posta de su ejemplo para hacer notar que se puede cumplir con aquellos sueños, con aquellas metas, que siempre es posible un mundo mejor, un mundo feliz. Si ella no pudo, tal vez podamos nosotros, no sólo recordándola sino siguiendo su camino, sus sueños, sus anhelos. Si acaso siguiéramos el ejemplo de Selena con la convicción de saber que la vida hay que vivirla hasta lo máximo, como si transcurriéramos el último día de nuestras vidas, otro sería el mundo. Selena quiso cambiar el mundo con Amor. Quizá nosotros podamos ponerla contenta si logramos hacerlo siguiendo su ejemplo…


Porque siempre habrá gente que querrá ver un mundo mejor dando todo con Amor…


Y yo estaré aquí, Selena, para seguir tu ejemplo y para hacer posible tu sueño, para hacer posible lo imposible…


Te quiere, te extraña, te espera…



Sergio Ernesto Rodríguez
(Buenos Aires, Argentina)









Tal vez no debiste, Selena…


Tal vez no debiste, Selena. En la vida, cuando somos conscientes de la muerte y de los peligros que nos pueden derivar a ella, pensamos en que debemos extremar los recaudos, arriesgar menos y hacer “lo seguro” para no tener sorpresas, para no dar un paso en falso, para no tomar una decisión de la cual nos arrepentiremos para siempre. Cuando uno ve el resultado de tu decisión aquel lluvioso y nefasto día uno no puede dejar de pensar en para qué fuiste, qué se suponía que ibas a buscar, que podías encontrar en aquella horrorosa mujer, qué podías lograr de ella, cómo se suponía que ibas a hacer para que entrara en razones, para que te entendiera, para que te escuchara. Tal vez no debiste ir, Selena. Tal vez caíste en la peor trampa, una trampa en la que muchos podemos caer pero de la que debemos tomar todas y cada una de las precauciones para que salgamos lo menos lastimados posible. Tal vez nunca advertiste que esa mujer era mucho, mucho peor de lo que te imaginabas. Ella era una psicópata, una manipuladora. Sabía de tu fortaleza y de tus debilidades, como lo sabía de tu familia. Sabía cuándo dar pena y cuándo ser una fiera incontrolable. Tenía bien manejados los tiempos para cada ocasión. Tú y tu familia tal vez pensaron que era sólo cuestión de hablarle, de ordenarle, de darle una y otra razón para que ella “entendiera” que era lo mejor para todos y para que las cosas tomaran ese rumbo del cual todos saldrían beneficiados. Tal vez nunca sospecharon que ella jamás escuchaba ninguna razón que no atendiera a sus razones, jamás le importó ni ustedes ni lo que hacían ni lo que pretendían de sus vidas. Ella quería sólo a alguien, alguien del cual se sintiera importante, destacable, alguien del cual ella pudiera mandar, dirigir su vida y poder manipular a su antojo. Es una pena, Selena, que ni tú ni tu familia advirtieran que esa mujer sólo los escuchaba para obtener información, saber cuáles eran sus gustos, cómo pensaban, cómo ordenaban sus vidas, quiénes eran realmente y cómo eran en su más profunda intimidad, esperando, a su vez, que ustedes confiaran en ella. Eso da un poder muy importante, y más si los demás no saben mucho de ella. ¿Acaso no notaste que ella nunca les confesó nada ni les dijo nada de ella, nunca les habría el corazón ni el Alma para saber cuáles eran sus sentimientos, qué era lo que realmente quería de ti y de toda la Familia Quintanilla? ¿No notaste que mientras ustedes hablaban, ella callaba y escuchaba bien atenta? ¿Acaso advertiste alguna vez que ella les dijera algo de lo que hacía con su vida y se mostrara en su más profunda intimidad? Es que hay gente así, Selena. Gente que puede estar años, toda su vida esperando pacientemente, tener “la paciencia de la araña”, esperar el momento, el momento del gran zarpazo, del gran “golpe final”. Son gente que esperan dominar todo lo que tienen a su alrededor, manipular hasta el cansancio hasta lograr que todos sucumban a sus pies y mientras tanto mostrarse como personas comunes, que no parecen exaltarse, que no parece que se enojaran con nada, que serían incapaces de desafiar a nadie ni a amenazarla. Pero estoy seguro, Selena, que en algún momento, en algún instante, en algún hecho puntual esa mujer debe haberte mostrado su verdadera cara, expresarte lo que realmente esperaba y pensaba, lo que esperaba de ti, su intención de dominarte y de hacer que tú fueras una marioneta que manejara a su antojo … Así son los psicópatas. Para ellos los demás son sólo objetos para ser usados y desechados … ¿No habrá ocurrido alguna vez que tú llegaste apenas unos minutos tarde a un encuentro con ella, y notaste que estaba fuera de sí diciéndote “¿Pero dónde estabas? ¿Qué hiciste? ¿Por qué me has hecho esperar? ¿Por quién me has tomado? ¡Que no se repita!”, y al cabo de un tiempo y después de darle más de una explicación ella tomar consciencia de que se había ido fuera de foco y, conforme con esa situación, empezar a cambiar el rostro, pedirte disculpas, decirte que te admira mucho, abrazarte para tapar su verdadero rostro, su verdadera intención? ¿Lo has notado? Ahora que lo piensas, ¿consideras la posibilidad de que ello haya sucedido? Tal vez debiste advertirlo, Selena … Hay mucha gente en la vida que es así. Que al principio parece inofensiva, que es amable y es cordial. Que te ofrece su corazón para que le cuentes todo. Que logra tu confianza y más. Y cuando te quieres acordar te maneja tu vida y si no haces lo que dices, te genera la peor de las pesadillas, te puede encarar de la manera que nunca te imaginarías de ella ni aun pensando mal de esa persona y desconfiando de todo. Hay mucha gente así, Selena. Y cuando uno se encuentra con esa gente hay que sacársela de encima a tiempo. Eso nunca quitará que ellos no sigan insistiendo y no sigan intentando, aun de la peor forma. Pero ya en esa situación ya no les quedaría otra cosa que mostrar su verdadera cara, su peor rostro, sus reales malas intenciones ante todo el mundo. Si lo hubieses advertido, Selena, no hubieses podido evitar que ella te atacara de todas las maneras y de las más bajas. Pero tú estarías a resguardo y a salvo de ella. Y ella estaría como está ahora. Hablando, hablando, blasfemando, mintiendo escandalosamente. Pero tú estarías con nosotros contenta y feliz por el Amor de tu gente, que sólo creía en ti y no en psicópatas que sólo quieren súbditos, y no amar y ser amados. Si tú lo hubieses advertido, Selena, todo hubiese sido distinto pues tú estarías entre nosotros…

Tal vez no debiste, Selena. Tal vez debiste tomarte tu tiempo para cada cosa. No dejarte llevar por impulsos, no mostrar todas tus cartas al mismo tiempo y a todo el mundo. Tal vez no debiste haber sido tan frontal, tan auténtica, tan directa. Estabas en un momento en el que se habían acabado aquellas etapas de las extremas necesidades y de las idas de pueblo en pueblo en un bus. Tal vez debiste haberte puesto en estrella y esperar a que todo el mundo te asista para hacer el gran desembarco en el mundo anglosajón en Estados Unidos. Tal vez debiste haberte mudado, irte a una ciudad de mayor convocatoria, una ciudad en la que estuvieran todas las luminarias y la “gente exitosa”. Tal vez debiste haber enfocado tu vida sólo pensando en tu carrera musical y en lograr el éxito en aquel disco en inglés que estabas grabando. Tal vez debiste hacer como hacen las estrellas jóvenes que triunfan en el mundo, que es mostrar una imagen “presentable” para todo el mundo, hacer todos “los deberes” que te aconsejan productores y ejecutivos, cantar temas que se saben éxitos asegurados, presentarte en cuanto programa te invitaran para que todos dieran cuenta de ti, mostrarte querible para todo el público con una imagen uniforme y sin matices personales. Tal vez debiste decir sólo lo que la gente quería escuchar y no todo lo que uno siente, quiere y desea. Tal vez sólo debías manifestar aquello que era conveniente para tu carrera. A veces me da gracia verte decir lo que te hacía feliz y manifestarlo con total desparpajo ante un público que no estaba muy acostumbrado a encontrarse con artistas que se mostraran tal cual son. En el mundo artístico de mi país y en muchos otros hay palabras que no se pueden decir, hay colores que no se deben usar, hay pasos que no se deben dar. Es toda gente culta y de gran formación, pero no puede vivir sin hacer determinados rituales que consisten en no hacer determinadas cosas, hacer todo por cábala por miedo a que si no se cumplen con todos los requisitos, con todos esos rituales, todo saldrá mal y vendrá sobre uno el peor de los calvarios, la certificación de la mala suerte … Más de una vez te escuché decir que en tu casa tenías tres perros y una víbora … En el ambiente artístico esa última palabra no se puede decir, y si lo llegan a escuchar se tocan partes de su cuerpo para repeler la “mala onda” de la palabra y los malos augurios que seguro vendrán … Hoy seguro que esa gente dirá que lo que te pasó a ti fue producto de haber pronunciado “esa palabra innombrable” … Como si todo el destino de la humanidad dependiera de no decir una palabra que supuestamente trae mala suerte …Otro momento muy gracioso fue cuando Gloria Calzada te preguntó qué opinabas de los rumores que decían que te habías operado en alguna parte de tu cuerpo. Tú le contestaste con mucha gracia que no entendía de dónde habían sacado que tú te habías operado de las “pompis” (sic) e invitabas a Gloria Calzada a que te tocara esa parte de tu cuerpo para comprobarlo, a lo que la conductora, con cara de horror, prefirió no aceptar. Allí mismo Gloria te preguntó cómo preferías que se te llamara. “Selena” o “Selina”, tal vez esperando que digas que te daba lo mismo, para así quedar todos contentos. Pero no ... Tú al instante le dijiste “Selina”, a lo que Gloria miró con cara de asombro a la cámara diciéndoles “ahí lo tienen, así quieren que la llamen” … Tal vez no debiste, Selena, ni decir esa palabra “prohibida”, ni decir lo que pensabas de lo rumores ni cómo querías que te llamaran. Tal vez debiste “ponerte un casete” y repetir sin modificación lo “conveniente” según las circunstancias, según el lugar. Tal vez el destino sería otro y tú estarías entre nosotros siendo la reina indiscutible…

Tal vez no debiste, Selena, haberte dedicado al diseño siendo tan joven y en el mejor momento de tu carrera. ¿Para qué apuraste los tiempos? ¿Por qué no mejor esperar a que llegaras a lo mejor de tu carrera y recién allí aprovechar tu fama mundial para explotarla vendiendo todos tus diseños? ¿Por qué no hiciste lo que hacen casi todos los artistas que es primero dedicarse a sus carreras artísticas, explotarlas al máximo, hacer giras por todo el mundo, sacar todos los discos que se pueda, aprovechar los mejores y más productivos años de tu vida, y recién allí cuando vinieran los hijos, vinieran los obligados “parates”, vinieran nuevos artistas para hacer su aporte, permitirse parar al advertir que todo lo que te propusiste lo habías logrado, para recién allí dedicarte a tu gran vocación de lleno, logrando así reformular y oxigenar tu vida artística proponiéndote nuevas metas, enfrentando nuevos desafíos? ¿Por qué adelantaste los tiempos? ¿Quién te apuraba? Apenas habías pasado los 20 años. ¡¡Tenías todo para vivir!! Alguna vez escuché decir la frase “Todo en su medida y armoniosamente…” ¿Por qué no pudiste hacerlo de ese modo, Selena? ¿Quién te corría? ¿Acaso intuías que no tenías mucho tiempo? Yo sé que el diseño era tu gran vocación. Lo dijiste siempre, con tu espontaneidad y con tu espíritu netamente genuino. Uno podía verte en un reportaje en Monterrey en 1992 .... Lucías muy joven y muy tímida. Eras consciente de que te costaba hablar el español y estabas en México ... Hacías un gran esfuerzo para entender y hacerte entender expresándote lo mejor que se pudiera … Aun así, y con toda la dificultad que tenías, no dejaste de decir que tu gran vocación era el diseño y vivir del negocio de la moda. Y lo dijiste una y otra vez … En todo momento … También cuando ya eras famosa, cuando “Selena Etc.” era una realidad … En “Furia Musical” le abriste el corazón a Verónica Castro y le dijiste que todos los días tenías algo que hacer, que no podías estar un día sin hacer algo por tu carrera y por tu vocación, y que ya vendrían los tiempos de los hijos y de poder agrandar tu familia ... Pero antes que eso decías a Verónica Castro que debías “sacarte de la cabeza” todo lo que habías pensado, imaginado, soñado y anhelado durante toda tu vida para tu carrera artística y para el negocio de la moda .... Tal vez no debiste, Selena .... Te adelantaste a los tiempos, te adelantaste a tus propios tiempos. Tal vez debiste hacer lo que hacían todos, tal vez no debiste intentar hacer todo lo que deseabas para ti en tan poco tiempo. Y mucho menos decirlo. Tal vez debiste haber sido más convencional, tal vez debiste haberte puesto menos objetivos y ser más previsible. Tal vez siendo así hoy estarías entre nosotros, aunque más no sea como una artista más de esta Tierra que se hace famosa con un hit…

Tal vez no debiste, Selena. Tal vez no debiste exponerte tanto ante tu gente. Tal vez tenían razón aquellos que decían que tú pecaste de confianzuda y de ingenua, y que no tenías ni idea de lo famosa que eras. Tal vez debiste ser una artista más fría y distante. Decirle a tu gente que los amabas, pero de lejos, a través de la televisión, de una carta, de una declaración. Tal vez no debiste estar siempre dispuesta a saludarlos, de ofrecerles tu mano, de estar siempre accesible para tomarte una foto con ellos. Tal vez debiste estar encerrada en una mansión viviendo como una diva, rodearte de guardaespaldas para evitar cualquier imprevisto, cualquier desgracia. Si encima uno ve tu cruel destino, ¿cómo no pensar que debiste haberte cuidado de todo y de todos? ¿Acaso no recibiste señales que te indicaban que debías cuidarte más? ¿Acaso eso mismo no le pedías al público al final de tus recitales, como proféticamente lo dijiste al final del concierto del Houston Astrodome? ¿Acaso no recuerdas el empujón que recibiste de un fan en El Paso, Texas, del cual tú seguiste cantando al notar que personal de seguridad lo retiró inmediatamente del escenario sin poder dejar de decirle al público “¡¡Me asusté!!”? ¿Acaso olvidaste que te arrojaron un vaso de cerveza cuando te retirabas del Astrodome y no te dio de casualidad? ¿Acaso no temiste en tu primera gran presentación en Monterrey en la que el público arrojaba toca clase de cosas al escenario porque sus artistas preferidos no podían tocar a su debido tiempo producto de la desorganización que produjo la increíble convocatoria que generó, entre otras cosas, tu presencia? ¿Acaso no viste que el peligro estaba siempre latente, que cualquier cosa podía ocurrir? ¿Acaso no pensaste que siempre podría haber un loco que podría de la nada hacer de ti cualquier cosa, que podía acabar contigo en un instante, como sucedió con John Lennon y con tantos otros? Me dirás, como lo diría cualquiera que sepa bien tu historia y que quiera decir la verdad, que al fin y al cabo la persona que te quitó los sueños no estaba allí entre el público, sino que estaba en tu círculo íntimo, un entorno en el que tú y tu familia confiaban ciegamente … Podremos recordar que José Behar siempre contaba que cuando te conoció en San Antonio y se acercó a ti para ofrecerte un contrato para Emi Latin presentándose como presidente de la compañía, tú le dijiste “Sí, claro” y seguiste firmando autógrafos a tus fans en clara señal de desconfianza. Sí, tal vez ni eras tan confianzuda, ni eras tan ingenua. Tú sabías cuando te querían engañar y no aceptabas rápidamente cualquier cosa que te ofrecían. ¿Recuerdas cuando alguien quería que saludaras en el colegio de Cunningham a una entidad de dudosa reputación? En cuanto ibas a saludar a la cámara, dudaste, preguntaste a quién debías saludar y en cuanto notaste la mala jugada desististe del saludo. Sí, no eras tan ingenua ni tan confianzuda. Y sabías del éxito que tenías y hasta dónde llegaba tu fama. Tampoco el problema estaba en el público. Pero justamente porque sabemos dónde realmente estaba el problema, debiste haber extendido tu desconfianza a ese círculo íntimo. Tal vez debiste confiar sólo en tu familia y no en todo. Hay cosas que siempre hay que guardárselas para uno solo. Si así hubiese sido, otra sería la historia, Selena. Y tú lo sabes…

Tal vez no debiste haberte puesto celosa, Selena, cuando tu padre le regaló el bajo a tu hermano y le dedicó gran parte de su atención para que lo aprendiera … Es cierto, eras una niña. Pero tu propia intuición y tus propios sentimientos debieron hacerte saber que tu padre te quería con toda el Alma. Eras su “baby”. Eras la más pequeña. A ti solamente pudo ver cuando naciste … Eso no lo pudo hacer con tus hermanos ... Contigo tuvo tiempo para cambiar los pañales. Él se ponía bien contento cuando llegaba a casa, y tú eras la primera en correr a verlo para saludarlo, abrazarlo y darle un beso. Él te quería mucho … Tal vez no debiste aprenderte esas canciones. Tal vez no debiste hacerle notar tu don de cantar naturalmente, y tener una voz y un talento impresionante. Tal vez no debiste hacerle ver lo carismática que eras y tu necesidad de ser el centro de atención de tu padre y de tu familia. Tal vez no fue una buena idea. Despertaste en tu padre ese viejo sueño de vivir por y para la música, en un momento en el que ya se había resignado a tener un puesto de trabajo y un sueldo seguro a fin de mes. Tal vez con esa decisión se abrió un camino del cual no estaban tan preparados a enfrentar, más allá de que todos tenían una gran fortaleza de espíritu y un convencimiento de sus propias fuerzas que lo hacían enfrentar toda clase de desafíos, toda clase de situaciones que parecían imposibles de afrontar. Se te abrió un camino que tal vez si hubiese estado en tus manos no lo hubieses transitado. Tal vez si tú no hubieses aprendido aquellas canciones hubieses tenido una vida común pero feliz. No hubieses vivido buena parte de tu niñez, toda tu adolescencia y tu juventud arriba de un bus ofreciendo conciertos, viviendo muchas veces con tremendas privaciones y sin saber cuál sería el futuro. Tal vez hubieses hecho tus estudios en forma normal, hubieses sido una excelente alumna y te hubieses recibido con todos los honores en la universidad. Tal vez hubieses sido más feliz aunque no fueses famosa. Tal vez hubieses estado contenta aunque nunca dieras cuenta de tu talento. Tal vez estarías entre nosotros aunque pocos lo hubieran notado…

Tal vez no debiste, Selena ... ¡Pero qué lindo que nos hayas permitido conocerte mejor, y de esa forma tan genuina y personal! ... Tal vez para poder tener la posibilidad de vivir más hubieses tenido que hacer muchas cosas, pero si las hubieses hecho no hubieses sido tú. Tu esencia estuvo en cada acto de tu vida, en cada actuación, en cada diseño. De nada hubiese servido hacer lo que debías hacer. Si lo hubieses hecho, entonces no serías Selena. No se trata de que no debías ser tú para llegar a la cima, como tampoco aceptar hacer las cosas a tu manera a sabiendas de lo que pasaría contigo siguiendo ese camino. Sólo se trataba de que te dieras cuenta, que acaso por un instante se te viniera a la mente lo que sería de ti si tomabas ese camino, si ibas al encuentro de esa mujer. Que por un instante notaras en qué se convertiría tu imagen, qué nuevas fotos saldrían de ti, qué sensación dejarías, si te agradaba llegar a ver el final de un camino de ensueño y un final de pesadilla. Que por un instante esa pesadilla que recurrentemente aparecía en tu cabeza dormida en esas noches se mostrara ante ti, y ante el horror te obligara a redefinir tu futuro, a que no pudieras eludir la imagen que te devolvía el destino. Tal vez no debiste hacerlo, pero lo hiciste. Fuiste genuina hasta lo último, fuiste coherente con tus dichos y con tus hechos. Tal vez no debiste hacerlo, pero lo hiciste pues no eras algo común, algo previsible, alguien del cual se espera más de lo mismo. Tú eras diferente y eso te hacía distintiva. Tú tenías carácter y personalidad. Tú no podías hacer lo que hacían los demás. Tú sabías qué decir. Tú sabías qué hacer. Tú sabías cómo manejarte ante la gente. Tú les supiste dar todo de ti sin esperar nada. Y el público aun así te ofreció todo a cambio de tanto Amor. Tal vez no debiste hacerlo, pero lo hiciste, y eso es motivo de tanto orgullo, de tanto Amor, de tanto agradecimiento, de tantos tributos, de tantos recuerdos. Recuerdo que allá por 1989, Freddie Mercury, siendo consciente de su cruel enfermedad y de su destino inexorable, escribió un tema denominado. “¿Valió la pena?”. Allí hacía un “racconto” de su vida artística, recordaba cada hecho, hasta el más extravagante, y se preguntaba si valió la pena, si tuvo sentido hacer todo eso, arriesgarse, exponerse, entregarse. Y cuando terminó de decirse por última vez si valió la pena haber vivido a su manera, aun sabiendo de que por tomar ese camino tuvo ese final, Freddie Mercury gritó un contundente: “¡¡Sí, valió la pena, claro que valió la pena!!” ... En ti fue lo mismo Selena. Tal vez no hayas hecho lo que debías, tal vez debiste haber tomado otros caminos, haber hecho otros recorridos ... Tal vez ... Pero entonces no hubieses sido tú, no hubiese valido la pena exponerse tanto para dar tan poco. No hubiese así valido la pena ser Selena, con todas las letras. Tú fuiste coherente contigo misma, les dejaste a todos tu Alma y tu corazón. Y eso es lo que quedó de ti en la gente. Dejaste una huella imborrable en tu gente con apenas 23, casi 24 años. Demostrarte que podías, te propusiste que querías obtener el éxito logrando que primero te amaran y luego te dieran todo su cariño. Te fuiste sabiendo que ellos te dieron lo más valioso, que fue su cariño y comprensión. Valió la pena ... ¡¡Claro que valió la pena, Selena!! Estás en el corazón y en el Alma de todos, algo del cual pocos pueden decir, algo que pocos pueden lograr genuinamente…

Tal vez no se trata de lo que hay que hacer. Tal vez no se trata de hacer lo conveniente, lo lógico, lo previsible. Tal vez se trata de ser uno, simplemente uno, sin ataduras, sin miedos, sin condicionamientos. Ser y dejar ser. Ser y esperar respeto por la decisión tomada con libertad, y de acuerdo con su vocación y con sus sentimientos. Y nunca dejarse llevar por los malos sentimientos, por la envidia, por las ataduras, por los impedimentos. Tal vez hiciste lo que debías, Selena, que era hacer lo que sentías. Ésa fue tu decisión, ésa fue tu manera de quedar como imagen y como ejemplo en este mundo. Eso te hizo diferente, Selena. Por eso la gente te quiso y te hizo única, irrepetible, irreemplazable. El haber sido del mismo modo tanto en la vida cotidiana como en el escenario hizo que toda la gente distinguiera la buena artista de la promesa, la cantante genuina de la voz impostada, la artista querida por siempre de la estrella fugaz. Por haber sido tú y no lo que debías ser hoy la gente te ama más que nunca y se resiste a dejarte sola, que era el mayor de tus miedos, y el peor de los pecados que podrían cometer aquellos que realmente te supieron y saben amar…

Ojalá que a la hora de recordarte sepamos hacer las como tú, Selena, siendo personales y auténticos, y nunca siendo “políticamente correctos” haciendo lo que se espera y no dando nada del Amor que necesitas, Selena. ¡¡Ojalá que a la hora de recordarte sepamos no dejar marchitar tu flor jamás!!

Y yo estoy aquí para que esa Flor nacida con tanto Amor viva siempre regada sólo por nuestro Amor…

Te quiere a pesar de no haberte conocido, te admira a pesar de no haberte visto nunca actuar en vivo, te ama a pesar de tu ausencia, y te espera con toda ilusión y con la certeza de algún día tú volverás…


Sergio Ernesto Rodríguez
(Buenos Aires, Argentina)




Feliz año, Selena…


“¡¡Felicidades!! ¡¡Feliz Año!!”, gritaban todos y en el medio de la pirotecnia comenzaban a abrazarse. Comenzaba el año 2011, veía a la gente festejar y un gran sentimiento de nostalgia y de tristeza se apoderó de mí … Es que pensaba en Selena, miraba las estrellas que se veían grises producto del humo de los cohetes, y no podía dejar de pensar en lo increíble, en lo inaudito, en lo inconcebible de comenzar un año sin Selena entre nosotros. Volví a pensar una y otra vez en lo insólito e injusto del destino, del festejo de un mundo que ha visto y permitido que ella se fuera, que Selena se marchara sin poder vivir estos momentos, sin poder festejar, sin abrazarse con su familia y sin poder agradecerle a Dios por este nuevo día, por este nuevo año. Me entristecía que Selena no tuviera la posibilidad de festejar, de no tener la oportunidad que tenía yo de poder festejar con mi familia éste u otro momento especial de mi vida. Pensaba y me imaginaba a Selena festejando o viviendo el inicio de este año en cualquier lugar del mundo, en el medio de una gira, en la intimidad con su familia, con los suyos, con su esposo, con sus hijos, y me ponía a llorar de la impotencia, de la imposibilidad por no poder hacer nada, absolutamente nada para que Selena tuviera esa oportunidad. Tan poco pudo festejar Selena, tan poco pudo vivir el inicio de un año en el medio de la tranquilidad, del éxito, de la plenitud, del confort, de sentirse amada por tanta gente. Pensaba que la mayoría del poco tiempo en el que estuvo en este mundo fue en el medio de las necesidades, de luchar cada día por lograr tener un plato de comida en la mesa, en el medio del esfuerzo por lograr un éxito y una fama que quién sabe si lo lograría. Me imaginaba a Selena en el medio de la medianoche del 31 de diciembre arriba de un bus, en el medio del camino de un pueblo a otro para dar un recital, para dar lo mejor de sí, para darle una alegría a la gente que estaba como ella, tan necesitada no sólo del bienestar material sino de Amor. Me imaginaba a Selena sufriendo, no estando tal vez ni con ánimo ni con ganas muchas veces. Me imaginaba buscando un rinconcito en el bus para poder llorar, para poder mirar sola el cielo, y permitirse soñar y desear con que algún día las cosas cambiarían, que el objetivo se concretaría y que ella podía ser libre, libre para poder hacer lo que quiera, libre para poder expresarle a todo el mundo quién era Selena, y cuáles eran sus planes y objetivos en la vida. Me imaginaba a Selena no festejando el año nuevo pero estando sola en el medio del autobús o en una parada de la familia para descansar en el medio de un jardín sola, sola para soñar, para desear, para darse fuerzas en el medio de la incertidumbre, en el medio del dolor. Me imaginaba a Selena dándose ánimo para seguir a pesar de tantas privaciones, de tantos sacrificios, de las dudas sobre si lo lograrían o no, sobre si lo obtendría o no. Y me imaginaba que Selena pensaría en todas aquellas personas que la estarían esperando, que se alegrarían cuando la vieran llegar, cuando se presentara en el escenario, cuando les sonriera, cuando se pusiera a cantar. Y debe haber pensado que en definitiva ellos necesitaban lo mismo que necesitaba ella: Amor y atención. Y eso seguramente le daría las fuerzas para continuar y no flaquear en el medio del camino, en el medio del objetivo más deseado. Me imaginaba a Selena gritándose a sí misma, dándose palabras de aliento y prometiéndose que lo lograría allí sola en la oscuridad, sólo iluminada por los fuegos de artificio y en el medio del ruido de la pirotecnia. Y sólo volver cuando terminara de juramentarse no bajar los brazos nunca y cuando los gritos de su padre buscándola rompieran el ruido monocorde de los petardos. Volver con la sonrisa de siempre, volver con el optimismo que mostraba siempre ante su público, ante la familia, ante la vida. Era su lugar en el mundo, el lugar que le puso el destino, el desafío que ella nunca eludió, y que cuando parecía que lo había logrado, alguien se encargó de demostrar lo que pueden hacer este mundo y los que lo habitan…

“¡¡Un año más, un año menos!!”, decían algunos en el medio de los festejos. Yo ponía una sonrisa de circunstancia como festejando esa ocurrencia, que más que ocurrencia era una realidad. Por un momento pensé en mí, pensé en mi familia, pensé en mi destino, pensé en mi suerte, y también pensé en ese “año más”, ese “año menos”. Tal vez los años me pesen y tome conciencia de que no me falta tanto. Pero paradójicamente pensaba en que mucho tiempo viví sin sentido y desde que conocí a Selena mi vida había cambiado tanto, tanto … Con ella había aprendido a valorar muchas cosas, había aprendido a saber diferenciar lo importante de lo superfluo. Aprendí a distinguir a grandes artistas aunque no fueran de mi gusto musical. Valoré la vida de esa mujer cuando yo sólo ingresé a ella para explicarme su desgracia, su cruel destino. Ya siendo grande encontré mi lugar en el mundo, y ese lugar me lo dio Selena, recordándola con todo mi Amor, sacrificándome y entregándome a su recuerdo como ella misma lo hacía con cada concierto, con cada presentación, con cada actuación. Selena me había dado todo su Amor sin ella estar presente. Selena me llegó al corazón desde una fría pantalla de una computadora. Tenía tantas ganas de agradecerle pero nunca lo pude hacer. Sólo me quedó escribirle con la pequeña esperanza de que tal vez ella en algún lugar del universo lo viera y sintiera que la seguimos amando, la seguimos extrañando, la seguimos añorando. Pensaba que tal vez ella podría sentir que nada de lo que hizo fue en vano, que tuvo un sentido, que tuvo un valor … Pensaba que todo lo que hago por ella es para devolverle tanto Amor que ella desplegó y para hacer un poquito de justicia por sólo haber estado aquí 23, casi 24 años … Me aparté de todos una vez que los saludara sin poder distinguir a muchos, sin saber por qué estaban otros, apenas recordando lo que le dije a la mayoría … Las fiestas deberían ser una reunión pequeña, íntima, con la presencia de los mayores afectos, los más íntimos, los más valiosos, los que representan realmente algo importante en nuestras vidas. Si por mí fuera yo sólo lo festejaría con dos personas … y con Selena … Decidí apartarme y me fui al jardín buscando la negrura de la noche, apartándome de las luces de las casas, de los ruidos de los cohetes, de la música para bailar y de las borracheras para olvidar, para no pensar en el dolor, para no pensar en las tristezas y en las frustraciones de todos los días, de todo el año … Es curioso. Por un momento pensé en que siempre y desde muy pequeño sentí esa sensación en las fiestas, y siempre me iba para no vivir de las alegrías artificiales y de las risas impostadas. Me iba siempre en busca de algo … Eso era antes. Ahora me iba a buscar a Selena … a hablarle, a buscarla en las estrellas, a saludarla buscándola en algún lugar, a pedirle llorando que vuelva, que no nos abandone, a decirle que nada tiene sentido sin ella. Quería estar con ella en el medio de la soledad de la noche y de las fiestas…

Cuando estaba llegando al jardín siento que alguien me chistea. Miro hacia atrás pero no veía nada. Miré a uno u otro lado pero no lograba ver nada. Cuando estaba por irme veo que un nombre de gran porte estaba apostado frente a mí. Yo pegé un gritó y automáticamente di un paso atrás. El señor se alarma a su vez, me pide disculpas y me ruega que no me alarme ni que grite más. “Disculpe que lo haya asustado. Es que no pensábamos venir, pero bueno, ella me insistió y yo accedí. Le pido discreción y que me acompañe. Es aquí nomás. En la siguiente casa. Ella lo quiere ver. Dice que necesita verlo … Bueno, en realidad me dijo que usted necesita verla … Y tanto me insistió que me convenció. Pensé que siendo fin de año era un buen motivo para concederle el deseo aunque ella no sea muy afecta a las festividades” … Yo no entendía nada. “¿Pero quién es usted? ¿Quién me quiere ver? No sé por qué debería creerle. ¿No sería mejor que esa persona se presente ante mí y ya?”. El señor volvió a llevarse el dedo índice a la boca pidiéndome silencio con cara de desesperación. Yo me callé. Él miró a uno u otro lado y me dijo: “Está bien. Venga conmigo hasta aquel árbol y entenderá todo. Sólo son unos pasos. Ella está sentada allí esperándolo…”. Yo asentí y caminamos unos pocos pasos. Veía que estábamos internándonos en el terreno de la casa lindante a la que estaba en un lugar bastante iluminado y con mucha gente que festejaba ruidosamente la llegada del año nuevo. Yo ya no tenía temor pero tenía una gran intriga. ¿Quién de allí me querría ver? ¿Para qué? Por un instante pensé que alguien de mi familia querría verme a escondidas para proponerme hacer algo que yo no quería realizar y que esa persona era su intermediario. “No. Mejor no sigo. Temo que usted me está tendiendo una trampa y para cuando lo descubra tendré que soportar un sermón, un ruego, algo que me mortificará y que no querré hacer. Mire. Dejemos las cosas como están. Usted dígale que no me encontró y todos contentos. ¿Sí?. Yo sólo quiero estar solo. No me pregunte por qué. No lo entendería. Lo que quisiera en este momento usted no me lo podría proporcionar. Es largo de explicar. Mejor me vuelvo. Mejor me quedo solo. Deseo hablar con una persona que me necesita. Que necesito” ... El hombre me miró más seriamente y me dijo: “Ya estamos en el lugar. Por aclararme las cosas ni te has dado cuenta de que la persona que te busca está a tu vista. Fíjate si no es la misma persona que estás buscando tú…”. Yo lo miré desconcertado y él me señaló con el dedo un lugar que estaba exactamente frente de mí. Vi que alguien estaba sentada en un lugar y que echó a reír en cuanto yo la vi, y me dio un largo saludo con su mano. Al principio no la podía distinguir pues estaba relativamente lejos como para poder verla bien … Hasta que escuché: “¿Pero qué te sucede? ¿Acaso ahora me tienes miedo? ¡¡Aquí estoy!!”. Yo lo miré al señor con aire de “¿Es en serio? ¿Es Selena?”. El señor asintió, y cuando yo estaba a punto de correr a su encuentro, él me atajó y me dijo: “Por favor, te lo pido. No hay mucho tiempo. No le preguntes ni le hables de ciertas cosas. Trata de escucharla, que quiere decirte algo. ¿Sabes a qué me refiero, no? Ella me insistió mucho. Yo no lo hubiese aceptado, pero Selena me dijo que tú serías muy discreto con este encuentro. No me defraudes. Yo confío en ella. Espero que pueda confiar en ti” … Yo asentí, asentí con cara de “¡¡Déjeme ir a verla, por favor!!”. Ni sabía lo que me había querido decir. No sabía cómo me iba a medir. Mi límite era ella. Yo sólo iba a hacer lo que ella me permitiera. Ella se ganó el respeto de todos. No iba a ser yo la excepción. En cuanto el hombre me dijo “Vete. Tienes unos pocos minutos”, corrí desesperado a su encuentro. Selena se había incorporado y extendió sus brazos esperándome. Noté que se seguía sonriendo, pero su cara ahora tenía un rictus de ternura y de un sentimiento de alguien que se sabe ausente y querida, y que está por encontrarse con alguien que nunca la pudo ver pero que la quiere con toda el Alma, como si la hubiese conocido de toda la vida, como si fueran almas gemelas que han vivido y sentido lo mismo en todas las etapas de esta inexplicable existencia humana. Yo corría y lloraba. Era correr y saber que eso que estaba tan cerca de mí era lo que siempre había deseado, lo que más había querido, la persona a la daría mi vida para que ella fuera feliz. Lloraba por ella, lloraba por su destino, lloraba por su vida … y por su partida. Fueron los metros más largos, más tristes y más felices de mi vida. Así estaban mis sentimientos. Todo lo que he sentido por ella en estos tiempos estaba condensado en ese momento, en ese ínfimo instante, en esa alocada carrera. Iba avanzando y podía ver su rostro. Podía ver que se le caían unas lágrimas, podía sentir el dolor que ella sentía, el dolor de no podernos ver en circunstancias más felices. En cuanto llegué a ella no pude decirle nada. Sólo la abracé, la abracé muy fuerte, di varias vueltas abrazándola y rompí en llantos. No podía dejar de abrazarla y de llorar. Selena me decía. “Calma, Aquí estoy. Ya te puedes quedar tranquilo. Estoy en algún lugar en el que me tratan muy bien y sé que hay aquí mucha gente que me ama. Tú eres uno de ellos. Yo sé que harías lo que sea por mí. Yo sé que serías capaz de hacer cualquier cosa para que me recuerden. Yo sé que si pudieras volver el tiempo atrás para hacer sólo una cosa, pensarías sólo en mí. Yo sé que no quieres figurar con la excusa de tributarme. Sé que nunca aceptarías dinero por hacer algo por mí. Sé que siempre te ha dolido por lo sucedido aun cuando me conocieras luego de ese, como le dices tú, ‘nefasto día’. Sé que no quieres nombrar esa palabra. Sé que quieres que todos me tributen. Sé de las fotos mías que guardas con cariño. Sé que muchas de ellas las llevas siempre contigo. Sé que te encanta hablar de mí y que dices que conmigo has encontrado tu lugar en el mundo haciendo lo indecible para que me recuerden con Amor. Sé que preferirías no conocerme pero que yo esté aquí en este mundo, y no recordarme y ver que no puedo estar aquí. Sé lo que me quieres. Por eso vine. Tuve que convencerlo a ese Señor. No es fácil, nada fácil, pero le mostré lo que haces, le mostré lo que escribes, le mostré cómo me buscas en las estrellas, le hice ver cómo lloras con mi ausencia, le hice ver el sacrificio que haces siendo de un país en el que no se me conoce tanto y al que iba a ir. Y eso lo convenció. Yo vine a agradecerte, y a que certifiques que lo tuyo tampoco fue en vano. ¿Te sientes tranquilo ahora? ¿Puedes estar feliz con que sabes que estoy en algún lugar sabiendo lo que pasa por aquí?”. Yo asentí sin poder despegarme de ella, sin querer dejar de abrazarla. El sentirla en mis brazos y el sentir sus palabras como si salieran de mi propio cuerpo era lo más hermoso que podía vivir. Ella estaba viva, ella sentía, ella sufría, ella reía, ella no era algo frío y distante. “Sé que no quieres que me recuerden ni como mito ni como leyenda. Yo vine a que lo sientas así, pero entiende a los que me ven de ese modo. Yo sé que ellos también me quieren. Y yo sé que tú lo sabes también…”.

Selena me apartó dulcemente y me miró como sabiendo que está frente a alguien que la ama, que quiere decirle todo pero que no le puede salir nada. Es que hay cosas que hablan por sí solas. Yo estaba frente a ella. Eso era lo más importante de todo. Eso era lo más valioso. “No sé qué decirte, Selena. No es que no tenga nada que decir. Es que tú sabes lo que siento por ti, lo que deseo, lo que busco recordándote. Yo no te pido que me digas dónde estás. Yo no quiero que me digas lo que te duele y no quieres decir. Yo sólo quiero que vuelvas. Yo quisiera que pudieras vivir lo que no viviste. No querría que me digas que ya nada se puede hacer. Yo no quiero pensar ni que me certifiques que ya nadie podrá volver a verte. Querría seguir sintiendo que algún día tú volverás. Querría que se pudiera poder poner en práctica aquello de que “lo imposible siempre es posible”. Yo querría que todos volviéramos a ser felices contigo, Selena. Yo nunca voy a poder ser feliz sin ti. Yo nunca podré vivir en paz y con plena felicidad sabiendo que no has podido vivir aquí todo lo que debiste y mereciste vivir. Yo nunca podré entender que te haya pasado esto, Selena. Quisiera poder olvidarlo, pero no puedo. Si cuando te vemos no podemos dejar de sentir tristeza, yo no puedo no recordar lo más doloroso pues siempre está presente en los que te amamos. Y aunque sea muy triste ese nefasto día, lamentablemente fue también parte de tu vida…”. Y la miré, miré para abajo y aunque no quería, porque siempre sonará a un reproche y porque tal vez no quería una respuesta concreta, le dije: “¿Por qué, Selena? ¿Por qué pasó? ¿Por qué no lo advertiste? ¿Por qué nadie se dio cuenta? Es que estabas tan cerca, tenías todo al alcance de tu mano…”. “Lo sé -me dijo Selena mirando también para abajo, acaso como sintiéndose avergonzada por lo que pasó- … Pero tú sabes ... A veces nos dejamos llevar por impulsos. Es muy difícil sustraerse de lo que nos pasa a nuestro alrededor. Tal vez debí hacerlo pero no estaba acostumbrada a ello. Yo siempre resolvía las cosas por mi cuenta. Sabía que aunque a muchos no les gustara mis decisiones, lo terminarían aceptando. Pero, claro, mi entorno más íntimo me quería a pesar de todo. Y yo creí que los demás harían lo mismo. Yo pensé que ella lo entendería también. Todos la conocíamos. Se había ganado nuestra confianza. El hecho de que hubiera problemas no nos hizo pensar que hiciera semejante cosa. Fue un error que lo pagué caro. Yo pensé que la podía convencer de que aceptara la situación…” … Me le quedé mirando y observaba en su rostro cómo le costaba hablar de ello, la tristeza que le invadía el saber lo que le deparó el cruel destino y tamaña decisión. Traté de que no se sintiera mal haciéndole ver que tenía un sentido su decisión y la de su familia: “Pensaste que era como cuando te casaste en secreto … Tu padre estallaría pero a la larga lo aceptaría, pues mal que mal eras su hija y no ibas a hacerle mal a nadie, Y Chris pasaría a ser parte de tu familia ... Pero en el mundo no se maneja todo así. Hay gente que parece buena pero no lo es y si no haces lo que a ella le gusta es capaz de desatar su peor odio y mostrarse tal cual es…”, le dije casi con resignación. “Sí -afirmó Selena-. En un principio, pensé que tal vez mi inexperiencia me hizo cometer ese error. Pero después noté que mi familia también había dado un mal paso. Mi padre creyó que con ponerla en evidencia bastaba para que se quedara en su lugar. Nunca se le ocurrió que una persona a la cual se le confío tantas cosas podía hacer algo semejante. Lo máximo que pensamos que podría hacer era que hablara públicamente de ciertas cosas, pero con las medidas que habíamos tomado de mantenerla con nosotros pensamos que no se atrevería a hacer nada … ¡¡Qué ingenuos fuimos!! Allí me di cuenta de que aun con toda la experiencia del mundo podemos ser engañados con esa clase de gente. A veces pienso que si no pudimos sortear a esa mujer tal vez no estábamos tan preparados como pensábamos. En el mundo hay de todo y nosotros nos movíamos como en nuestras viejas épocas del autobús. El mundo era más grande que nuestro mundo, con sus cosas lindas … y con sus cosas crueles … Apenas si habíamos abandonado el bus .... Ni siquiera lo habíamos abandonado totalmente. Estábamos preparados en lo musical, pero nos faltaba más roce para tratar ciertas cosas. Confiábamos mucho en nuestras fuerzas … Mi padre confiaba mucho en sus convicciones, pero uno no puede controlar todo. A veces te sorprende hasta la persona a la que más confías…”.

Yo la miré apesadumbrado. Sabía que ése era el tema recurrente, y que más allá de que pudiéramos recordar los lindos momentos, siempre caeríamos en ese motivo que nos impide contemplarla, disfrutarla y verla enteramente feliz. “¿Sabes, Selena? Tal vez lo más triste sea que si tú estuvieras aquí, serías la artista latina más importante y más famosa. Serías reconocida en todo el mundo no sólo por tu canto sino por tus diseños. Serías una marca y un sello en sí con tu sola presencia. Sabes que ninguna artista en la actualidad, por más buena y famosa que sea, tiene lo que tú tenías: voz, carisma, personalidad, pero también ideas propias, ganas de superarse, deseos de siempre ir por más. Tú tenías ideas que a nadie se le ocurrió en su momento. Hoy muchos latinos gozan de algo que nadie había soñado antes salvo tú. Por eso a veces me quedo desconcertado cuando muchos piensan que eres famosa por lo que te sucedió y que todavía no eras tan importante entre los latinos. Es cierto que recién empezabas a transitar entre las grandes figuras, pero si tú no eras muy reconocida, por más desgracia que sucediera nunca se hubiese desatado ese sentimiento de congoja por tu partida. Parece que pocos se dieron cuenta de que había mucha gente que te amaba mucho antes de que ellos lo notaran...”. “Es que eso es lo más importante -me interrumpió Selena-. Yo sabía cuánta gente me quería y cómo. Recibía toda clase de afectos. Yo era conciente de mi éxito y de por qué se estaba dando. No era tan ingenua. Hacía años que veníamos rodando y no había manera de que no nos diéramos cuenta de que éramos una sensación. Pero lo que más nos emocionaba era cómo la gente nos quería. Podíamos tener 20 personas o 60.000 en un concierto. En ambos sentíamos lo mismo. La gente nos quería pero también necesitaba demostrarnos su afecto, y que quería cuidarnos y acompañarnos en el camino que estábamos emprendiendo. Por eso entiendo sus sentimientos, por eso entiendo tus palabras, por eso comprendo el llanto. Porque yo sé que antes que admirarme me querían ... Y eso en un artista es lo más preciado. Eso es hoy lo que más extraño…”.

Era un momento muy triste. Era vernos y sentir “lo que hubiera sido”, “lo que pudo ser”, “el error que cometimos”, “el llanto que nunca cesa”. De pronto Selena me mira, toma mis manos, me sonríe y con lágrimas en los ojos me dice: “¡¡Pero vamos!! ¡¡Me tienes aquí!! Dime lo más lindo que recuerdas de mí. Dime cómo llegué a tu corazón. Yo lo sé ... Pero quiero que me lo digas. Dime a mí las cosas lindas que me escribes. ¡¡Hazme reír de satisfacción!!”. Selena me miró, esperó una mirada cómplice de mi parte y echó reír a carcajadas. “¿Has visto? ¡¡Sabía que te iba a hacer reír!!” ... Y nos dimos un respiro riéndomos con ganas ... Luego Selena me pidió casi susurrando. “Dime algo lindo, dime algo que yo haya hecho y no lo puedas olvidar…”. Yo la miré a los ojos, me encendí al verla tan espléndida como en Padrísimo aquel 8 de marzo de 1995, y le dije: “Ganaste mi corazón en el inicio del concierto del Houston Astrodome del 26 de febrero de 1995. Tal vez me pasó como a tantos. Yo sólo quería ver cosas tuyas que explicaran aquel nefasto día. Durante mucho tiempo no había reparado en ti como artista. Pero al ver ese inicio recordé la película que se hiciera en tu recuerdo, y me acordé de esa gente y lo que sentían todos por ti… Eso me llevó a ver ese momento pero no me había hecho mucha expectativa. Pensé que eras una artista más con un par de éxitos a cuestas…”. “Bueno, tal vez te dejaste influenciar porque en la película me ponían como una artista impuntual y poco profesional que resolvía a las apuradas hasta la ropa que se iba a poner esa noche … Sí, ¡¡ya leí lo indignado con estás con eso!!”, me dijo Selena echando otra de sus encendidas risotadas. “¿Pero acaso no es cierto, Selena? ¿No es increíble que hayan dejado esa imagen de ti? Muchos que te conocen por la película creerán que eso es cierto. ¿A qué lo atribuyes?”. Selena miro hacia abajo, meneó la cabeza y con ternura me dijo: “No importa. Tal vez quisieron darle un toque cómico a ese momento. En un punto era cierto que era de llegar con lo justo a determinados eventos. ¡¡No era éste el caso para nada!! Pero tal vez quisieron resumir parte de mi despiste en general en ese momento. No fue feliz, es cierto. Pero lo entiendo. Igualmente, tú tienes razón en lo que piensas de ello”, me dijo guiñándome un ojo. Luego, volvió a tomarme de las manos para decirme. “¡¡Vamos!! ¡¡Sígueme contando!!”. “Pues bien -le dije-. Cuando vi tu despliegue, tu voz, tu sonrisa, tu baile, tu carisma, no pude dejar de quedarme boquiabierto y decirme ‘pero esta mujer era en serio. Esta mujer era una artista de verdad’ y me dejé llevar por tu entrega en el escenario. Allí me di cuenta de que eras única y de que nadie tenía lo que tú tienes. Eras diferente, personal, pasional. Era imposible no creerte cuando reías. Era imposible no creerte cuando llorabas. Eras creíble aun no sabiendo el español a la perfección…”. “¡¡Hey!! -me interrumpió Selena-, ¿cómo que no sé bien el español? ¿Acaso no me entienden lo que digo?”, y me miró en forma supuestamente seria para luego echar a reír de nuevo. “Es que eso era lo mágico en ti, Selena -le dije con orgullo de admirarla tanto-. Justamente no sabías bien el español y te puedo asegurar que llegabas más al corazón con tu voz, con tus miradas y con tu mano en el pecho que un montón de artistas que saben perfecto el idioma pero que no tienen tu Amor para cantar…”. Selena me miró y me dio un beso en la mejilla. “Gracias. Sé que me lo dices de corazón. Y sé que mucha gente sentía eso cuando les cantaba. Si hay algo que me gusta cuando me recuerdas es cuando me dices esas cosas tan lindas. Yo sólo quería darles mi corazón como ellos me lo entregaban a mí…” y vi que Selena se estaba poniendo a llorar, acaso porque extraña tanto esos momentos, acaso porque sabe que no podrá vivirlos jamás salvo con el recuerdo de los que la aman. No podía verla así. No quería verla así. Y aun siendo un pesimista y un melancólico, su tristeza me dio fuerzas: “Eso sí, cuando dices ‘Canalla’ mirando a la cámara en el video de ‘La llamada’, creeme que me asustas. ¡¡Me siento un miserable de veras!!” y fui yo el que me eché a reír. Selena se rió y ahora ella era la que me abrazaba. “¿Sabes? Yo no quiero que te esfuerces tanto por mí. No querría que te enfermes. Pero quiero que sepas que me pone muy contenta viendo cómo me recuerdas con tanto cariño. Te estaré agradecida por siempre y para siempre”.

Justo el Señor se asomó y nos hizo un gesto que significaba que debíamos redondear. Yo la miré a Selena con ese dolor de la despedida y ella me miró con aire de “Sabes que me tengo que ir”. Yo estaba más que feliz con que Selena me dijera que estaba emocionada con el recuerdo no sólo mío sino de tanta gente, porque la duda a esa posibilidad era lo que más me preocupaba, lo que más me atormentaba. Ahora que sabía que al menos podía vivir y sentir a través de nuestro tributo sentía un gran alivio y un gran consuelo ... Un consuelo que nunca podrá suplantar su presencia, que nunca cubrirá nuestro dolor, ni reparará lo que se le ha hecho a Selena. Pero era un consuelo ver a Selena viva, sintiendo, riendo y llorando en algún lugar, y que pueda sentirse querida … donde quiera que esté ... La miré, acaso sabiendo lo doloroso de esta despedida que tal vez sea para siempre, que nunca se sabrá qué pasará después de este encuentro. Es como el primer encuentro de dos enamorados en una plaza, en cualquier lugar. Juntos mirándose, despidiéndose, y mirándose una y otra vez para volverse con cualquier excusa para decirse algo más, para besarse, para despedirse: “Me siento como cuando recibiste aquel premio a la mejor cantante regional mexico-americana en Premios Lo Nuestro 1993. ¡¡Estabas tan emocionada!! ¡¡No lo podías creer!! Te sentías querida, y lo agradecías una y otra vez. Yo me siento así ahora. Me siento siempre así cuando te recuerdo…”. “Ese premio fue muy importante para mí -me dijo emocionada Selena-. Era mi primer premio grande e internacional por fuera de los TMA. Estaba teniendo éxito en buena parte de los Estados Unidos, en México y en Centroamérica. ¡¡Estábamos logrando tantas cosas!! …Un mundo se nos abría y no podíamos no dejar de sentirnos tan emocionados…”. “Y ese día cantaste ‘Como la Flor’, maravillosamente. ¡¡Y estabas hermosísima!!”, le dije con ternura. “¿Y cuál es la imagen que más te agrada de mí? ¿En qué lugar? ¿En qué concierto? Dime la verdad. ¿Dónde me ves más linda?”, me pregunto con mucha inquietud Selena. “Siempre pensé que lucías muy linda con tu pelo largo y flequillo, pero cuando estabas con el pelo largo tirado al costado, como en aquel Premios Lo Nuestro, en Festival Acapulco o en Odessa, Texas, lucías terriblemente bella. Pero yo no puedo decir que lucías más bella sin algún concierto que además descollaras. Por eso me quedo con tu actuación y tu belleza en el Far West Rodeo en diciembre de 1994, preferentemente cuando lucías vestida de azul”. “¿En serio? -me dijo Selena-. Creeme que adoro esa actuación. Me sentía bella y feliz. ¡¡Mírame cantar allí ‘Fotos y recuerdos’!! ¡¡Nunca me sentí tan plena como en aquella noche!!”…

El Señor se acercó y le dijo a Selena algo en el oído y se alejó un poquito. Selena avanzó sobre mí, y me dijo muy bajito y con lágrimas en los ojos “Me tengo que ir. Yo no quiero. Te ruego que no me retengas, pero quiero que sepas que estoy muy feliz. Y quiero que recuerdes una cosa. Cada vez que me escribes, cada vez que me recuerdas, cada vez que llevas mis fotos, cada vez que lees algo de mí, cada vez que me ves en un video, cada vez que ríes, cada vez que lloras por mí, yo estoy allí al lado tuyo. Siempre. Siempre. Yo te doy apoyo, yo te soplo en el oído cosas que tal vez la tengas en tu mente, en tu corazón, y que por un instante se te olvida. Yo estoy siempre a tu lado. Pues yo no me he ido, yo nunca me fui. Yo vivo en ti, yo vivo por ti. Seguramente me moriría si te olvidaras de mí, del mismo modo que si se olvidaran todos. Pero yo sé que nunca me abandonarías. Yo no soy quién para pedirte ni exigirte nada. Pero yo sé que me quieres lo suficiente como para no dejarme sola. Yo sé que nunca querrías verme así. Por eso vine a agradecerte. Porque nunca me dejarás sola y abandonada. ¡¡Yo no quiero que me dejen en paz!! ¡¡Yo quiero que estén a mi lado y que me quieran!!”. Mientras me decía eso me puse a llorar y cuando no pude más callé su dolor abrazándola con más fuerza que nunca. Pocas veces sentí lo que significa un abrazo, lo que significa el cariño expresado sin censura alguna, sin ganas de guardarse ningún sentimiento para uno con el fin de que lo pueda recibir enteramente la persona a la que uno quiere de verdad. “¡¡Nunca, nunca te dejaré sola, Selena!! ¡¡Jamás!! Tú eres la razón de mi vida. Tú eres la persona a la que le debo lo poco bueno que tengo y puedo dar. Sin ti no valgo nada. Sin ti nada tiene sentido. Todos los días te recuerdo certificando que eres la mejor, tal cual tú lo decías en la intimidad, tal cual lo sentías, ¡¡tal cual te lo expresaba tu público, que tanto te quería!!”. Selena se apartó y pasó su dedo por sus lágrimas que le caían profusamente por sus ojos, le dio un beso y lo puso en mi boca. “Para que te lleves algo de mí y lo tengas en tu cuerpo y en tu Alma para siempre”, y se dio vuelta y se dejó llevar por el Señor. Yo tomé mis manos a mi cara y me puse a llorar sin parar. Lloraba pero no abría mi boca hasta sentir que sus lágrimas estuvieran bien dentro de mí. Me di vuelta y volvía a mirar a una y otra vez a unas sombras que se alejaban para no verlas más. Sabía que Selena se había ido. Quién sabe si alguna vez la volveré a ver ... Miré hacia atrás y vi a la gente entregada al olvido de sus penas por unos instantes. Y cuando me dirigía hacia allí vi en el piso un cuadro con una foto. Era una foto de Selena de su sesión del álbum “Amor prohibido”, una bellísima en la que ella se ponía la mano en su pecho y miraba sugestivamente a la cámara. Vi que había unas palabras escritas: “Sé que te encanta esta foto. Guárdala bien, ponla en tu pecho y mira al cielo. Y dime qué sientes. Selena”. La terminé de leer, miré al cielo y vi que había una estrella, una sola estrella … una sola estrella que se iluminaba en el medio del gris de la pólvora del olvido. “¡¡Eso, eso es Amor!!” grité al cielo, y vi cómo la luz titilaba una y otra vez. No me fui de aquel lugar hasta que se hicieron las 5 de la mañana y empezaba a amanecer. Allí me fui sabiendo que todas las noches y todos los días tendría a Selena en mi corazón acompañándome y acompañándola…”.

Caminé horas y horas sin rumbo fijo. Esperaba vanamente que Selena se me cruzara nuevamente y me dijera que se iba a quedar aquí definitivamente en este mundo. Volví a mi casa, me acerqué a la computadora y volví a escribir sobre Selena, sobre este momento y de tantos otros. Fueron horas y horas. A veces pienso de dónde salen estas palabras, qué las provoca. Tal vez Selena tenga razón. O tal vez sea mi corazón del cual Selena vive … Ojalá Selena vuelva y yo le pueda entregar mi corazón que sólo le pertenece a ella … Mientras tanto, todas las noches me asomo para ver esa estrella … Esta vez con alegría porque ahora sé que Selena está allí…

Yo te sigo esperando Selena, yo sigo llevando tus lágrimas en mi Alma…



Sergio Ernesto Rodríguez
(Buenos Aires, Argentina)