Feliz año, Selena…


“¡¡Felicidades!! ¡¡Feliz Año!!”, gritaban todos y en el medio de la pirotecnia comenzaban a abrazarse. Comenzaba el año 2011, veía a la gente festejar y un gran sentimiento de nostalgia y de tristeza se apoderó de mí … Es que pensaba en Selena, miraba las estrellas que se veían grises producto del humo de los cohetes, y no podía dejar de pensar en lo increíble, en lo inaudito, en lo inconcebible de comenzar un año sin Selena entre nosotros. Volví a pensar una y otra vez en lo insólito e injusto del destino, del festejo de un mundo que ha visto y permitido que ella se fuera, que Selena se marchara sin poder vivir estos momentos, sin poder festejar, sin abrazarse con su familia y sin poder agradecerle a Dios por este nuevo día, por este nuevo año. Me entristecía que Selena no tuviera la posibilidad de festejar, de no tener la oportunidad que tenía yo de poder festejar con mi familia éste u otro momento especial de mi vida. Pensaba y me imaginaba a Selena festejando o viviendo el inicio de este año en cualquier lugar del mundo, en el medio de una gira, en la intimidad con su familia, con los suyos, con su esposo, con sus hijos, y me ponía a llorar de la impotencia, de la imposibilidad por no poder hacer nada, absolutamente nada para que Selena tuviera esa oportunidad. Tan poco pudo festejar Selena, tan poco pudo vivir el inicio de un año en el medio de la tranquilidad, del éxito, de la plenitud, del confort, de sentirse amada por tanta gente. Pensaba que la mayoría del poco tiempo en el que estuvo en este mundo fue en el medio de las necesidades, de luchar cada día por lograr tener un plato de comida en la mesa, en el medio del esfuerzo por lograr un éxito y una fama que quién sabe si lo lograría. Me imaginaba a Selena en el medio de la medianoche del 31 de diciembre arriba de un bus, en el medio del camino de un pueblo a otro para dar un recital, para dar lo mejor de sí, para darle una alegría a la gente que estaba como ella, tan necesitada no sólo del bienestar material sino de Amor. Me imaginaba a Selena sufriendo, no estando tal vez ni con ánimo ni con ganas muchas veces. Me imaginaba buscando un rinconcito en el bus para poder llorar, para poder mirar sola el cielo, y permitirse soñar y desear con que algún día las cosas cambiarían, que el objetivo se concretaría y que ella podía ser libre, libre para poder hacer lo que quiera, libre para poder expresarle a todo el mundo quién era Selena, y cuáles eran sus planes y objetivos en la vida. Me imaginaba a Selena no festejando el año nuevo pero estando sola en el medio del autobús o en una parada de la familia para descansar en el medio de un jardín sola, sola para soñar, para desear, para darse fuerzas en el medio de la incertidumbre, en el medio del dolor. Me imaginaba a Selena dándose ánimo para seguir a pesar de tantas privaciones, de tantos sacrificios, de las dudas sobre si lo lograrían o no, sobre si lo obtendría o no. Y me imaginaba que Selena pensaría en todas aquellas personas que la estarían esperando, que se alegrarían cuando la vieran llegar, cuando se presentara en el escenario, cuando les sonriera, cuando se pusiera a cantar. Y debe haber pensado que en definitiva ellos necesitaban lo mismo que necesitaba ella: Amor y atención. Y eso seguramente le daría las fuerzas para continuar y no flaquear en el medio del camino, en el medio del objetivo más deseado. Me imaginaba a Selena gritándose a sí misma, dándose palabras de aliento y prometiéndose que lo lograría allí sola en la oscuridad, sólo iluminada por los fuegos de artificio y en el medio del ruido de la pirotecnia. Y sólo volver cuando terminara de juramentarse no bajar los brazos nunca y cuando los gritos de su padre buscándola rompieran el ruido monocorde de los petardos. Volver con la sonrisa de siempre, volver con el optimismo que mostraba siempre ante su público, ante la familia, ante la vida. Era su lugar en el mundo, el lugar que le puso el destino, el desafío que ella nunca eludió, y que cuando parecía que lo había logrado, alguien se encargó de demostrar lo que pueden hacer este mundo y los que lo habitan…

“¡¡Un año más, un año menos!!”, decían algunos en el medio de los festejos. Yo ponía una sonrisa de circunstancia como festejando esa ocurrencia, que más que ocurrencia era una realidad. Por un momento pensé en mí, pensé en mi familia, pensé en mi destino, pensé en mi suerte, y también pensé en ese “año más”, ese “año menos”. Tal vez los años me pesen y tome conciencia de que no me falta tanto. Pero paradójicamente pensaba en que mucho tiempo viví sin sentido y desde que conocí a Selena mi vida había cambiado tanto, tanto … Con ella había aprendido a valorar muchas cosas, había aprendido a saber diferenciar lo importante de lo superfluo. Aprendí a distinguir a grandes artistas aunque no fueran de mi gusto musical. Valoré la vida de esa mujer cuando yo sólo ingresé a ella para explicarme su desgracia, su cruel destino. Ya siendo grande encontré mi lugar en el mundo, y ese lugar me lo dio Selena, recordándola con todo mi Amor, sacrificándome y entregándome a su recuerdo como ella misma lo hacía con cada concierto, con cada presentación, con cada actuación. Selena me había dado todo su Amor sin ella estar presente. Selena me llegó al corazón desde una fría pantalla de una computadora. Tenía tantas ganas de agradecerle pero nunca lo pude hacer. Sólo me quedó escribirle con la pequeña esperanza de que tal vez ella en algún lugar del universo lo viera y sintiera que la seguimos amando, la seguimos extrañando, la seguimos añorando. Pensaba que tal vez ella podría sentir que nada de lo que hizo fue en vano, que tuvo un sentido, que tuvo un valor … Pensaba que todo lo que hago por ella es para devolverle tanto Amor que ella desplegó y para hacer un poquito de justicia por sólo haber estado aquí 23, casi 24 años … Me aparté de todos una vez que los saludara sin poder distinguir a muchos, sin saber por qué estaban otros, apenas recordando lo que le dije a la mayoría … Las fiestas deberían ser una reunión pequeña, íntima, con la presencia de los mayores afectos, los más íntimos, los más valiosos, los que representan realmente algo importante en nuestras vidas. Si por mí fuera yo sólo lo festejaría con dos personas … y con Selena … Decidí apartarme y me fui al jardín buscando la negrura de la noche, apartándome de las luces de las casas, de los ruidos de los cohetes, de la música para bailar y de las borracheras para olvidar, para no pensar en el dolor, para no pensar en las tristezas y en las frustraciones de todos los días, de todo el año … Es curioso. Por un momento pensé en que siempre y desde muy pequeño sentí esa sensación en las fiestas, y siempre me iba para no vivir de las alegrías artificiales y de las risas impostadas. Me iba siempre en busca de algo … Eso era antes. Ahora me iba a buscar a Selena … a hablarle, a buscarla en las estrellas, a saludarla buscándola en algún lugar, a pedirle llorando que vuelva, que no nos abandone, a decirle que nada tiene sentido sin ella. Quería estar con ella en el medio de la soledad de la noche y de las fiestas…

Cuando estaba llegando al jardín siento que alguien me chistea. Miro hacia atrás pero no veía nada. Miré a uno u otro lado pero no lograba ver nada. Cuando estaba por irme veo que un nombre de gran porte estaba apostado frente a mí. Yo pegé un gritó y automáticamente di un paso atrás. El señor se alarma a su vez, me pide disculpas y me ruega que no me alarme ni que grite más. “Disculpe que lo haya asustado. Es que no pensábamos venir, pero bueno, ella me insistió y yo accedí. Le pido discreción y que me acompañe. Es aquí nomás. En la siguiente casa. Ella lo quiere ver. Dice que necesita verlo … Bueno, en realidad me dijo que usted necesita verla … Y tanto me insistió que me convenció. Pensé que siendo fin de año era un buen motivo para concederle el deseo aunque ella no sea muy afecta a las festividades” … Yo no entendía nada. “¿Pero quién es usted? ¿Quién me quiere ver? No sé por qué debería creerle. ¿No sería mejor que esa persona se presente ante mí y ya?”. El señor volvió a llevarse el dedo índice a la boca pidiéndome silencio con cara de desesperación. Yo me callé. Él miró a uno u otro lado y me dijo: “Está bien. Venga conmigo hasta aquel árbol y entenderá todo. Sólo son unos pasos. Ella está sentada allí esperándolo…”. Yo asentí y caminamos unos pocos pasos. Veía que estábamos internándonos en el terreno de la casa lindante a la que estaba en un lugar bastante iluminado y con mucha gente que festejaba ruidosamente la llegada del año nuevo. Yo ya no tenía temor pero tenía una gran intriga. ¿Quién de allí me querría ver? ¿Para qué? Por un instante pensé que alguien de mi familia querría verme a escondidas para proponerme hacer algo que yo no quería realizar y que esa persona era su intermediario. “No. Mejor no sigo. Temo que usted me está tendiendo una trampa y para cuando lo descubra tendré que soportar un sermón, un ruego, algo que me mortificará y que no querré hacer. Mire. Dejemos las cosas como están. Usted dígale que no me encontró y todos contentos. ¿Sí?. Yo sólo quiero estar solo. No me pregunte por qué. No lo entendería. Lo que quisiera en este momento usted no me lo podría proporcionar. Es largo de explicar. Mejor me vuelvo. Mejor me quedo solo. Deseo hablar con una persona que me necesita. Que necesito” ... El hombre me miró más seriamente y me dijo: “Ya estamos en el lugar. Por aclararme las cosas ni te has dado cuenta de que la persona que te busca está a tu vista. Fíjate si no es la misma persona que estás buscando tú…”. Yo lo miré desconcertado y él me señaló con el dedo un lugar que estaba exactamente frente de mí. Vi que alguien estaba sentada en un lugar y que echó a reír en cuanto yo la vi, y me dio un largo saludo con su mano. Al principio no la podía distinguir pues estaba relativamente lejos como para poder verla bien … Hasta que escuché: “¿Pero qué te sucede? ¿Acaso ahora me tienes miedo? ¡¡Aquí estoy!!”. Yo lo miré al señor con aire de “¿Es en serio? ¿Es Selena?”. El señor asintió, y cuando yo estaba a punto de correr a su encuentro, él me atajó y me dijo: “Por favor, te lo pido. No hay mucho tiempo. No le preguntes ni le hables de ciertas cosas. Trata de escucharla, que quiere decirte algo. ¿Sabes a qué me refiero, no? Ella me insistió mucho. Yo no lo hubiese aceptado, pero Selena me dijo que tú serías muy discreto con este encuentro. No me defraudes. Yo confío en ella. Espero que pueda confiar en ti” … Yo asentí, asentí con cara de “¡¡Déjeme ir a verla, por favor!!”. Ni sabía lo que me había querido decir. No sabía cómo me iba a medir. Mi límite era ella. Yo sólo iba a hacer lo que ella me permitiera. Ella se ganó el respeto de todos. No iba a ser yo la excepción. En cuanto el hombre me dijo “Vete. Tienes unos pocos minutos”, corrí desesperado a su encuentro. Selena se había incorporado y extendió sus brazos esperándome. Noté que se seguía sonriendo, pero su cara ahora tenía un rictus de ternura y de un sentimiento de alguien que se sabe ausente y querida, y que está por encontrarse con alguien que nunca la pudo ver pero que la quiere con toda el Alma, como si la hubiese conocido de toda la vida, como si fueran almas gemelas que han vivido y sentido lo mismo en todas las etapas de esta inexplicable existencia humana. Yo corría y lloraba. Era correr y saber que eso que estaba tan cerca de mí era lo que siempre había deseado, lo que más había querido, la persona a la daría mi vida para que ella fuera feliz. Lloraba por ella, lloraba por su destino, lloraba por su vida … y por su partida. Fueron los metros más largos, más tristes y más felices de mi vida. Así estaban mis sentimientos. Todo lo que he sentido por ella en estos tiempos estaba condensado en ese momento, en ese ínfimo instante, en esa alocada carrera. Iba avanzando y podía ver su rostro. Podía ver que se le caían unas lágrimas, podía sentir el dolor que ella sentía, el dolor de no podernos ver en circunstancias más felices. En cuanto llegué a ella no pude decirle nada. Sólo la abracé, la abracé muy fuerte, di varias vueltas abrazándola y rompí en llantos. No podía dejar de abrazarla y de llorar. Selena me decía. “Calma, Aquí estoy. Ya te puedes quedar tranquilo. Estoy en algún lugar en el que me tratan muy bien y sé que hay aquí mucha gente que me ama. Tú eres uno de ellos. Yo sé que harías lo que sea por mí. Yo sé que serías capaz de hacer cualquier cosa para que me recuerden. Yo sé que si pudieras volver el tiempo atrás para hacer sólo una cosa, pensarías sólo en mí. Yo sé que no quieres figurar con la excusa de tributarme. Sé que nunca aceptarías dinero por hacer algo por mí. Sé que siempre te ha dolido por lo sucedido aun cuando me conocieras luego de ese, como le dices tú, ‘nefasto día’. Sé que no quieres nombrar esa palabra. Sé que quieres que todos me tributen. Sé de las fotos mías que guardas con cariño. Sé que muchas de ellas las llevas siempre contigo. Sé que te encanta hablar de mí y que dices que conmigo has encontrado tu lugar en el mundo haciendo lo indecible para que me recuerden con Amor. Sé que preferirías no conocerme pero que yo esté aquí en este mundo, y no recordarme y ver que no puedo estar aquí. Sé lo que me quieres. Por eso vine. Tuve que convencerlo a ese Señor. No es fácil, nada fácil, pero le mostré lo que haces, le mostré lo que escribes, le mostré cómo me buscas en las estrellas, le hice ver cómo lloras con mi ausencia, le hice ver el sacrificio que haces siendo de un país en el que no se me conoce tanto y al que iba a ir. Y eso lo convenció. Yo vine a agradecerte, y a que certifiques que lo tuyo tampoco fue en vano. ¿Te sientes tranquilo ahora? ¿Puedes estar feliz con que sabes que estoy en algún lugar sabiendo lo que pasa por aquí?”. Yo asentí sin poder despegarme de ella, sin querer dejar de abrazarla. El sentirla en mis brazos y el sentir sus palabras como si salieran de mi propio cuerpo era lo más hermoso que podía vivir. Ella estaba viva, ella sentía, ella sufría, ella reía, ella no era algo frío y distante. “Sé que no quieres que me recuerden ni como mito ni como leyenda. Yo vine a que lo sientas así, pero entiende a los que me ven de ese modo. Yo sé que ellos también me quieren. Y yo sé que tú lo sabes también…”.

Selena me apartó dulcemente y me miró como sabiendo que está frente a alguien que la ama, que quiere decirle todo pero que no le puede salir nada. Es que hay cosas que hablan por sí solas. Yo estaba frente a ella. Eso era lo más importante de todo. Eso era lo más valioso. “No sé qué decirte, Selena. No es que no tenga nada que decir. Es que tú sabes lo que siento por ti, lo que deseo, lo que busco recordándote. Yo no te pido que me digas dónde estás. Yo no quiero que me digas lo que te duele y no quieres decir. Yo sólo quiero que vuelvas. Yo quisiera que pudieras vivir lo que no viviste. No querría que me digas que ya nada se puede hacer. Yo no quiero pensar ni que me certifiques que ya nadie podrá volver a verte. Querría seguir sintiendo que algún día tú volverás. Querría que se pudiera poder poner en práctica aquello de que “lo imposible siempre es posible”. Yo querría que todos volviéramos a ser felices contigo, Selena. Yo nunca voy a poder ser feliz sin ti. Yo nunca podré vivir en paz y con plena felicidad sabiendo que no has podido vivir aquí todo lo que debiste y mereciste vivir. Yo nunca podré entender que te haya pasado esto, Selena. Quisiera poder olvidarlo, pero no puedo. Si cuando te vemos no podemos dejar de sentir tristeza, yo no puedo no recordar lo más doloroso pues siempre está presente en los que te amamos. Y aunque sea muy triste ese nefasto día, lamentablemente fue también parte de tu vida…”. Y la miré, miré para abajo y aunque no quería, porque siempre sonará a un reproche y porque tal vez no quería una respuesta concreta, le dije: “¿Por qué, Selena? ¿Por qué pasó? ¿Por qué no lo advertiste? ¿Por qué nadie se dio cuenta? Es que estabas tan cerca, tenías todo al alcance de tu mano…”. “Lo sé -me dijo Selena mirando también para abajo, acaso como sintiéndose avergonzada por lo que pasó- … Pero tú sabes ... A veces nos dejamos llevar por impulsos. Es muy difícil sustraerse de lo que nos pasa a nuestro alrededor. Tal vez debí hacerlo pero no estaba acostumbrada a ello. Yo siempre resolvía las cosas por mi cuenta. Sabía que aunque a muchos no les gustara mis decisiones, lo terminarían aceptando. Pero, claro, mi entorno más íntimo me quería a pesar de todo. Y yo creí que los demás harían lo mismo. Yo pensé que ella lo entendería también. Todos la conocíamos. Se había ganado nuestra confianza. El hecho de que hubiera problemas no nos hizo pensar que hiciera semejante cosa. Fue un error que lo pagué caro. Yo pensé que la podía convencer de que aceptara la situación…” … Me le quedé mirando y observaba en su rostro cómo le costaba hablar de ello, la tristeza que le invadía el saber lo que le deparó el cruel destino y tamaña decisión. Traté de que no se sintiera mal haciéndole ver que tenía un sentido su decisión y la de su familia: “Pensaste que era como cuando te casaste en secreto … Tu padre estallaría pero a la larga lo aceptaría, pues mal que mal eras su hija y no ibas a hacerle mal a nadie, Y Chris pasaría a ser parte de tu familia ... Pero en el mundo no se maneja todo así. Hay gente que parece buena pero no lo es y si no haces lo que a ella le gusta es capaz de desatar su peor odio y mostrarse tal cual es…”, le dije casi con resignación. “Sí -afirmó Selena-. En un principio, pensé que tal vez mi inexperiencia me hizo cometer ese error. Pero después noté que mi familia también había dado un mal paso. Mi padre creyó que con ponerla en evidencia bastaba para que se quedara en su lugar. Nunca se le ocurrió que una persona a la cual se le confío tantas cosas podía hacer algo semejante. Lo máximo que pensamos que podría hacer era que hablara públicamente de ciertas cosas, pero con las medidas que habíamos tomado de mantenerla con nosotros pensamos que no se atrevería a hacer nada … ¡¡Qué ingenuos fuimos!! Allí me di cuenta de que aun con toda la experiencia del mundo podemos ser engañados con esa clase de gente. A veces pienso que si no pudimos sortear a esa mujer tal vez no estábamos tan preparados como pensábamos. En el mundo hay de todo y nosotros nos movíamos como en nuestras viejas épocas del autobús. El mundo era más grande que nuestro mundo, con sus cosas lindas … y con sus cosas crueles … Apenas si habíamos abandonado el bus .... Ni siquiera lo habíamos abandonado totalmente. Estábamos preparados en lo musical, pero nos faltaba más roce para tratar ciertas cosas. Confiábamos mucho en nuestras fuerzas … Mi padre confiaba mucho en sus convicciones, pero uno no puede controlar todo. A veces te sorprende hasta la persona a la que más confías…”.

Yo la miré apesadumbrado. Sabía que ése era el tema recurrente, y que más allá de que pudiéramos recordar los lindos momentos, siempre caeríamos en ese motivo que nos impide contemplarla, disfrutarla y verla enteramente feliz. “¿Sabes, Selena? Tal vez lo más triste sea que si tú estuvieras aquí, serías la artista latina más importante y más famosa. Serías reconocida en todo el mundo no sólo por tu canto sino por tus diseños. Serías una marca y un sello en sí con tu sola presencia. Sabes que ninguna artista en la actualidad, por más buena y famosa que sea, tiene lo que tú tenías: voz, carisma, personalidad, pero también ideas propias, ganas de superarse, deseos de siempre ir por más. Tú tenías ideas que a nadie se le ocurrió en su momento. Hoy muchos latinos gozan de algo que nadie había soñado antes salvo tú. Por eso a veces me quedo desconcertado cuando muchos piensan que eres famosa por lo que te sucedió y que todavía no eras tan importante entre los latinos. Es cierto que recién empezabas a transitar entre las grandes figuras, pero si tú no eras muy reconocida, por más desgracia que sucediera nunca se hubiese desatado ese sentimiento de congoja por tu partida. Parece que pocos se dieron cuenta de que había mucha gente que te amaba mucho antes de que ellos lo notaran...”. “Es que eso es lo más importante -me interrumpió Selena-. Yo sabía cuánta gente me quería y cómo. Recibía toda clase de afectos. Yo era conciente de mi éxito y de por qué se estaba dando. No era tan ingenua. Hacía años que veníamos rodando y no había manera de que no nos diéramos cuenta de que éramos una sensación. Pero lo que más nos emocionaba era cómo la gente nos quería. Podíamos tener 20 personas o 60.000 en un concierto. En ambos sentíamos lo mismo. La gente nos quería pero también necesitaba demostrarnos su afecto, y que quería cuidarnos y acompañarnos en el camino que estábamos emprendiendo. Por eso entiendo sus sentimientos, por eso entiendo tus palabras, por eso comprendo el llanto. Porque yo sé que antes que admirarme me querían ... Y eso en un artista es lo más preciado. Eso es hoy lo que más extraño…”.

Era un momento muy triste. Era vernos y sentir “lo que hubiera sido”, “lo que pudo ser”, “el error que cometimos”, “el llanto que nunca cesa”. De pronto Selena me mira, toma mis manos, me sonríe y con lágrimas en los ojos me dice: “¡¡Pero vamos!! ¡¡Me tienes aquí!! Dime lo más lindo que recuerdas de mí. Dime cómo llegué a tu corazón. Yo lo sé ... Pero quiero que me lo digas. Dime a mí las cosas lindas que me escribes. ¡¡Hazme reír de satisfacción!!”. Selena me miró, esperó una mirada cómplice de mi parte y echó reír a carcajadas. “¿Has visto? ¡¡Sabía que te iba a hacer reír!!” ... Y nos dimos un respiro riéndomos con ganas ... Luego Selena me pidió casi susurrando. “Dime algo lindo, dime algo que yo haya hecho y no lo puedas olvidar…”. Yo la miré a los ojos, me encendí al verla tan espléndida como en Padrísimo aquel 8 de marzo de 1995, y le dije: “Ganaste mi corazón en el inicio del concierto del Houston Astrodome del 26 de febrero de 1995. Tal vez me pasó como a tantos. Yo sólo quería ver cosas tuyas que explicaran aquel nefasto día. Durante mucho tiempo no había reparado en ti como artista. Pero al ver ese inicio recordé la película que se hiciera en tu recuerdo, y me acordé de esa gente y lo que sentían todos por ti… Eso me llevó a ver ese momento pero no me había hecho mucha expectativa. Pensé que eras una artista más con un par de éxitos a cuestas…”. “Bueno, tal vez te dejaste influenciar porque en la película me ponían como una artista impuntual y poco profesional que resolvía a las apuradas hasta la ropa que se iba a poner esa noche … Sí, ¡¡ya leí lo indignado con estás con eso!!”, me dijo Selena echando otra de sus encendidas risotadas. “¿Pero acaso no es cierto, Selena? ¿No es increíble que hayan dejado esa imagen de ti? Muchos que te conocen por la película creerán que eso es cierto. ¿A qué lo atribuyes?”. Selena miro hacia abajo, meneó la cabeza y con ternura me dijo: “No importa. Tal vez quisieron darle un toque cómico a ese momento. En un punto era cierto que era de llegar con lo justo a determinados eventos. ¡¡No era éste el caso para nada!! Pero tal vez quisieron resumir parte de mi despiste en general en ese momento. No fue feliz, es cierto. Pero lo entiendo. Igualmente, tú tienes razón en lo que piensas de ello”, me dijo guiñándome un ojo. Luego, volvió a tomarme de las manos para decirme. “¡¡Vamos!! ¡¡Sígueme contando!!”. “Pues bien -le dije-. Cuando vi tu despliegue, tu voz, tu sonrisa, tu baile, tu carisma, no pude dejar de quedarme boquiabierto y decirme ‘pero esta mujer era en serio. Esta mujer era una artista de verdad’ y me dejé llevar por tu entrega en el escenario. Allí me di cuenta de que eras única y de que nadie tenía lo que tú tienes. Eras diferente, personal, pasional. Era imposible no creerte cuando reías. Era imposible no creerte cuando llorabas. Eras creíble aun no sabiendo el español a la perfección…”. “¡¡Hey!! -me interrumpió Selena-, ¿cómo que no sé bien el español? ¿Acaso no me entienden lo que digo?”, y me miró en forma supuestamente seria para luego echar a reír de nuevo. “Es que eso era lo mágico en ti, Selena -le dije con orgullo de admirarla tanto-. Justamente no sabías bien el español y te puedo asegurar que llegabas más al corazón con tu voz, con tus miradas y con tu mano en el pecho que un montón de artistas que saben perfecto el idioma pero que no tienen tu Amor para cantar…”. Selena me miró y me dio un beso en la mejilla. “Gracias. Sé que me lo dices de corazón. Y sé que mucha gente sentía eso cuando les cantaba. Si hay algo que me gusta cuando me recuerdas es cuando me dices esas cosas tan lindas. Yo sólo quería darles mi corazón como ellos me lo entregaban a mí…” y vi que Selena se estaba poniendo a llorar, acaso porque extraña tanto esos momentos, acaso porque sabe que no podrá vivirlos jamás salvo con el recuerdo de los que la aman. No podía verla así. No quería verla así. Y aun siendo un pesimista y un melancólico, su tristeza me dio fuerzas: “Eso sí, cuando dices ‘Canalla’ mirando a la cámara en el video de ‘La llamada’, creeme que me asustas. ¡¡Me siento un miserable de veras!!” y fui yo el que me eché a reír. Selena se rió y ahora ella era la que me abrazaba. “¿Sabes? Yo no quiero que te esfuerces tanto por mí. No querría que te enfermes. Pero quiero que sepas que me pone muy contenta viendo cómo me recuerdas con tanto cariño. Te estaré agradecida por siempre y para siempre”.

Justo el Señor se asomó y nos hizo un gesto que significaba que debíamos redondear. Yo la miré a Selena con ese dolor de la despedida y ella me miró con aire de “Sabes que me tengo que ir”. Yo estaba más que feliz con que Selena me dijera que estaba emocionada con el recuerdo no sólo mío sino de tanta gente, porque la duda a esa posibilidad era lo que más me preocupaba, lo que más me atormentaba. Ahora que sabía que al menos podía vivir y sentir a través de nuestro tributo sentía un gran alivio y un gran consuelo ... Un consuelo que nunca podrá suplantar su presencia, que nunca cubrirá nuestro dolor, ni reparará lo que se le ha hecho a Selena. Pero era un consuelo ver a Selena viva, sintiendo, riendo y llorando en algún lugar, y que pueda sentirse querida … donde quiera que esté ... La miré, acaso sabiendo lo doloroso de esta despedida que tal vez sea para siempre, que nunca se sabrá qué pasará después de este encuentro. Es como el primer encuentro de dos enamorados en una plaza, en cualquier lugar. Juntos mirándose, despidiéndose, y mirándose una y otra vez para volverse con cualquier excusa para decirse algo más, para besarse, para despedirse: “Me siento como cuando recibiste aquel premio a la mejor cantante regional mexico-americana en Premios Lo Nuestro 1993. ¡¡Estabas tan emocionada!! ¡¡No lo podías creer!! Te sentías querida, y lo agradecías una y otra vez. Yo me siento así ahora. Me siento siempre así cuando te recuerdo…”. “Ese premio fue muy importante para mí -me dijo emocionada Selena-. Era mi primer premio grande e internacional por fuera de los TMA. Estaba teniendo éxito en buena parte de los Estados Unidos, en México y en Centroamérica. ¡¡Estábamos logrando tantas cosas!! …Un mundo se nos abría y no podíamos no dejar de sentirnos tan emocionados…”. “Y ese día cantaste ‘Como la Flor’, maravillosamente. ¡¡Y estabas hermosísima!!”, le dije con ternura. “¿Y cuál es la imagen que más te agrada de mí? ¿En qué lugar? ¿En qué concierto? Dime la verdad. ¿Dónde me ves más linda?”, me pregunto con mucha inquietud Selena. “Siempre pensé que lucías muy linda con tu pelo largo y flequillo, pero cuando estabas con el pelo largo tirado al costado, como en aquel Premios Lo Nuestro, en Festival Acapulco o en Odessa, Texas, lucías terriblemente bella. Pero yo no puedo decir que lucías más bella sin algún concierto que además descollaras. Por eso me quedo con tu actuación y tu belleza en el Far West Rodeo en diciembre de 1994, preferentemente cuando lucías vestida de azul”. “¿En serio? -me dijo Selena-. Creeme que adoro esa actuación. Me sentía bella y feliz. ¡¡Mírame cantar allí ‘Fotos y recuerdos’!! ¡¡Nunca me sentí tan plena como en aquella noche!!”…

El Señor se acercó y le dijo a Selena algo en el oído y se alejó un poquito. Selena avanzó sobre mí, y me dijo muy bajito y con lágrimas en los ojos “Me tengo que ir. Yo no quiero. Te ruego que no me retengas, pero quiero que sepas que estoy muy feliz. Y quiero que recuerdes una cosa. Cada vez que me escribes, cada vez que me recuerdas, cada vez que llevas mis fotos, cada vez que lees algo de mí, cada vez que me ves en un video, cada vez que ríes, cada vez que lloras por mí, yo estoy allí al lado tuyo. Siempre. Siempre. Yo te doy apoyo, yo te soplo en el oído cosas que tal vez la tengas en tu mente, en tu corazón, y que por un instante se te olvida. Yo estoy siempre a tu lado. Pues yo no me he ido, yo nunca me fui. Yo vivo en ti, yo vivo por ti. Seguramente me moriría si te olvidaras de mí, del mismo modo que si se olvidaran todos. Pero yo sé que nunca me abandonarías. Yo no soy quién para pedirte ni exigirte nada. Pero yo sé que me quieres lo suficiente como para no dejarme sola. Yo sé que nunca querrías verme así. Por eso vine a agradecerte. Porque nunca me dejarás sola y abandonada. ¡¡Yo no quiero que me dejen en paz!! ¡¡Yo quiero que estén a mi lado y que me quieran!!”. Mientras me decía eso me puse a llorar y cuando no pude más callé su dolor abrazándola con más fuerza que nunca. Pocas veces sentí lo que significa un abrazo, lo que significa el cariño expresado sin censura alguna, sin ganas de guardarse ningún sentimiento para uno con el fin de que lo pueda recibir enteramente la persona a la que uno quiere de verdad. “¡¡Nunca, nunca te dejaré sola, Selena!! ¡¡Jamás!! Tú eres la razón de mi vida. Tú eres la persona a la que le debo lo poco bueno que tengo y puedo dar. Sin ti no valgo nada. Sin ti nada tiene sentido. Todos los días te recuerdo certificando que eres la mejor, tal cual tú lo decías en la intimidad, tal cual lo sentías, ¡¡tal cual te lo expresaba tu público, que tanto te quería!!”. Selena se apartó y pasó su dedo por sus lágrimas que le caían profusamente por sus ojos, le dio un beso y lo puso en mi boca. “Para que te lleves algo de mí y lo tengas en tu cuerpo y en tu Alma para siempre”, y se dio vuelta y se dejó llevar por el Señor. Yo tomé mis manos a mi cara y me puse a llorar sin parar. Lloraba pero no abría mi boca hasta sentir que sus lágrimas estuvieran bien dentro de mí. Me di vuelta y volvía a mirar a una y otra vez a unas sombras que se alejaban para no verlas más. Sabía que Selena se había ido. Quién sabe si alguna vez la volveré a ver ... Miré hacia atrás y vi a la gente entregada al olvido de sus penas por unos instantes. Y cuando me dirigía hacia allí vi en el piso un cuadro con una foto. Era una foto de Selena de su sesión del álbum “Amor prohibido”, una bellísima en la que ella se ponía la mano en su pecho y miraba sugestivamente a la cámara. Vi que había unas palabras escritas: “Sé que te encanta esta foto. Guárdala bien, ponla en tu pecho y mira al cielo. Y dime qué sientes. Selena”. La terminé de leer, miré al cielo y vi que había una estrella, una sola estrella … una sola estrella que se iluminaba en el medio del gris de la pólvora del olvido. “¡¡Eso, eso es Amor!!” grité al cielo, y vi cómo la luz titilaba una y otra vez. No me fui de aquel lugar hasta que se hicieron las 5 de la mañana y empezaba a amanecer. Allí me fui sabiendo que todas las noches y todos los días tendría a Selena en mi corazón acompañándome y acompañándola…”.

Caminé horas y horas sin rumbo fijo. Esperaba vanamente que Selena se me cruzara nuevamente y me dijera que se iba a quedar aquí definitivamente en este mundo. Volví a mi casa, me acerqué a la computadora y volví a escribir sobre Selena, sobre este momento y de tantos otros. Fueron horas y horas. A veces pienso de dónde salen estas palabras, qué las provoca. Tal vez Selena tenga razón. O tal vez sea mi corazón del cual Selena vive … Ojalá Selena vuelva y yo le pueda entregar mi corazón que sólo le pertenece a ella … Mientras tanto, todas las noches me asomo para ver esa estrella … Esta vez con alegría porque ahora sé que Selena está allí…

Yo te sigo esperando Selena, yo sigo llevando tus lágrimas en mi Alma…



Sergio Ernesto Rodríguez
(Buenos Aires, Argentina)



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