Déjame abrazarte una vez más, Selena, sólo una vez más…


Se dice que el tiempo cura las heridas. Se dice que el tiempo nos hace olvidar lo que más nos duele … La vida nos pone a innumerables pruebas. El Señor nos expone a innumerables retos para saber qué tanto estamos preparados para afrontarlos y que tan bueno somos nosotros para resolverlos, si seguimos sus palabras y sus enseñanzas para demostrar que estamos más cerca de Él. Se supone que luego de tanto dolor a la larga tenemos que levantarnos, mirar el Sol, disfrutar de que aún estamos vivos, aferrarnos a lo bueno que aún tenemos, y así juntar fuerzas y ganas para seguir adelante … Pero no .... No es fácil. No es para nada fácil .... Creo que si pude juntar fuerzas es porque aún tenía una familia, mis otros dos hijos y mi esposo. De hecho fue Abraham, mi esposo, quien más me recalcó ello cuando yo estaba en el más profundo de los dolores, cuando sentí que ya no quería vivir más. Me lo dijo allí en el velatorio delante de ella, de ese cajón que no quise mirar jamás … Nunca pude admitir seriamente que mi hija podía estar allí y yo llorándola sin entender nunca qué pudo haber pasado, qué hicimos mal para merecer esto, por qué nuestro Señor nos quitó a Selena, qué quería de nosotros y que deseaba que le demostráramos … Tuve que juntar fuerzas, aunque cueste creerlo desde afuera, por mi propio esposo. Él quería demostrar que estaba aún entero, pero estaba tan o más destruido que yo. Había perdido a su baby, a su princesita, a su nena, a su propia creación, a su descubrimiento. Aunque cueste creerlo, él lo sintió más que nadie. Cuando él estaba encima de mí tratando de consolarme, tomándome la cara y dándome toda clase de palabras de aliento para que yo no me cayera en el más profundo de mi depresión, yo podía ver cómo inevitablemente aparecían lágrimas debajo de sus infaltables anteojos negros. Fue un momento duro e insoportablemente inolvidable para nosotros. Ni siquiera tuvo que pasar mucho tiempo para que alguien me lo hiciera ver. No tuve que ver nunca aquel dvd “Selena remembered” para recordar aquel reportaje que se me hiciera a propósito de Selena y que parecía ser premonitorio. Lo recordé ese nefasto día, ese horrible y lluvioso día. Meses antes yo decía que no podía concebir mi vida sin mi hija Selena. Y ahora estaba ante semejante reto del destino. Me quería morir .... En mi intimidad, cuando nadie me veía en aquel horripilante día, la abracé varias veces buscando desesperadamente que me contestara, que me dijera algo. Y allí estaba con su rostro serio, adusto, enojado. No estaba fría. Al contrario, la sentía como la sentí desde que nació. Pero en esa expresión no podía reconocer a Selena. Algo había pasado además de la agresión cobarde. Algo descubrió ese día que la desconcertó, la enfureció, la decepcionó. Ese día Selena estaba sola, muy sola, y vaya a saber todo lo que debe haber sentido antes de que esa nefasta persona le disparara. Mi hija no soportaba la mentira, la falsedad, el doble discurso, que la tomaran de tonta. Ella confiaba en las personas que quería, no andaba con vueltas, no hacía una indagación sobre alguien antes de tomarla como amiga o sólo para tener una simple conversación. Si le caía bien alguien, lo adoptaba y punto. Y así era con todos. Era su forma linda de ser. Ella pensaba que cuanto más espontáneo se era, mayores eran los frutos, que no importaba si los demás eran distintos o si eran personas de poco confiar. Selena se mostraba tal cual era y confiaba en su mirada y en su intuición para elegir a las personas a quienes quería que estuvieran a su lado. Por eso puedo imaginar lo que sintió cuando esa mala mujer le mostró su verdadero rostro, su verdadera cara, sus reales intenciones. Lo más increíble de todo es que ella no la había elegido, no fue de esas personas a las que Selena fue a buscar o que adoptó apenas la vio. Esa mujer vino a nosotros con una idea expuesta a mi esposo sobre hacer un club de fans para mi hija. Y no es que nosotros se la aceptáramos enseguida. Al contrario. La tuvimos a prueba varios meses, un tiempo bajo supervisión de mi otra hija Suzette y otro tiempo bajo mi control. Estuvo un largo tiempo trabajando para nosotros antes de que conociera a Selena. Y ella fue hábil, muy hábil. Supo tener una paciencia infinita, la famosa “paciencia de la araña”, para ganarse la confianza de todos poco a poco, sin prisa pero sin pausa. Nunca nos dimos cuenta de sus reales planes. Cuando empezamos a tener sospechas de ella y nuestras grandes diferencias, sólo tomamos las medidas lógicas del caso. Mi esposo estaba convencido de que era cuestión de pegarle cuatro gritos y ella saldría corriendo despavorida. Yo empecé a inquietarme cuando él desistió de despedirla y prefirió dejarla trabajando para Selena en los futuros locales de “Selena Etc.” en Monterrey y en México DF. Él me decía: “¡¡No, Marcella!! ¡No nos apresuremos! Es mejor dejarla adentro de la organización y que crea que sigue siendo un miembro importante de ella. Si hacemos lo contrario, tal vez ella nos pueda perjudicar en público y eso no nos conviene, y ¡¡menos en este momento en el que nuestra hija está por conquistar el mundo!! … Mejor dejemos que las cosas se decanten solas” ... Yo no quise preguntar más pues sabía que mi esposo quería manejar estas cosas a su manera y porque yo no quería pensar más en estos problemas, pero mi intuición de madre me hacía pensar que aquí algo no olía bien. Esto no era como los otros problemas. Nosotros pasamos por muchos inconvenientes, vivimos momentos en los que no sabíamos si íbamos a comer al otro día, no teníamos ni idea si todo lo que imaginaba mi esposo para con Selena se podría lograr … Pero siempre sabíamos de qué se trataba el problema, por más difícil que fuera, y sabíamos cómo afrontarlo y siempre de un modo abierto y sincero. Esto yo no lo había vivido y sentido antes, por lo que no tenía un buen presentimiento de que fuera a solucionarse en breve ... Yo no me sentía tranquila sabiendo que había alguien que podía hacernos daño, aunque no fuera presumiblemente tan grave … Cuando quisimos reaccionar, ya mi hija estaba en el hospital … y más que en un estado crítico. Siempre me culpé. Me culpé de no avivarme a tiempo, de no pensar que la situación era mucho más grave de lo que pensábamos, que el mal podía estar entre nosotros, en nuestro círculo más íntimo, y no afuera. Sé que nadie tuvo la culpa … Miro hacia atrás y no hay manera … No teníamos forma de pensar que ella era una psicópata que sólo nos quería si hacíamos lo que deseaba ella, si hacíamos las cosas que la beneficiaban. Esas personas no terminan de querer a nadie. Sólo les gusta poseer, manipular, dominar. Son personas que nunca recibieron Amor y por ende nunca pudieron amar. El error nuestro fue ése precisamente. Nadie en la familia podía concebir que hubiera gente tan distinta y tan cerca de nosotros, y si la había nunca podría estar ni siquiera en las inmediaciones de nuestro ámbito. Y si uno va en la vida convencido de que con la verdad, con honestidad y franqueza todo se puede lograr y cualquier dificultad se puede sortear, le cuesta pensar que puede toparse con este tipo de gente que haga tanto, tanto daño. Creo que todos cometimos el error de confiar en nuestras fuerzas, de creer que por vivir tan difíciles experiencias, ya teníamos la fórmula para atravesar todas las barreras. Pero no es así ... Nunca es así. Si de algo sirve lo que hemos vivido es para darnos cuenta de que hay que vivir cada día como si fuera el primero, con nada aprendido y con todo por saber…

Nunca podré olvidar ni esas imágenes, ni lo que sentí ese día, ni cuando vi a mi hija en ese estado. Muchas veces uno repara en lo que se dice antes y yo pude recordar esas palabras en aquel reportaje. Pero nosotros nunca fuimos de creer en esas cosas, ni en presagios, ni en mensajes del destino, ni en señales. Creo que por eso decíamos lo que sentíamos sin temer por los prejuicios de los demás. Mi hija Selena solía decir cosas que por allí descolocaban al público o a las personas que la entrevistaban, pero es que ella era así como todos nosotros: directa, franca, honesta. Nosotros confiábamos en nuestras fuerzas y teníamos mucha confianza en nosotros mismos. Mi esposo y yo tuvimos siempre una gran fe en nuestro Señor y en sus enseñanzas. Y eso fue lo que le trasmitimos a nuestros hijos. Y más allá de que ellos no fueran tan creyentes como nosotros, desarrollaron su espíritu en base a nuestro modo de vida, nuestra manera de ver las cosas y de afrontar los problemas. Selena misma se convenció por su cuenta de que nada era imposible, de que todo se podía lograr. Selena era muy inquieta. Lo supe desde que la tenía en la panza. Podía saber desde ese momento que ella siempre haría otra cosa, algo distinto, distinguible, un agregado más a lo que nosotros le inculcaríamos, y sabía que eso la haría particular, como su nombre mismo … ¡¡Y pensar que nosotros no teníamos pensado ningún nombre para ella!! ¡¡Estábamos seguros de que tendríamos un varón!! Hoy sería imposible que a alguien le pase esto, pero por aquellos tiempos era lo más común. Siempre me sentí mal por no haberle puesto un nombre que lo hubiésemos pensado nosotros de antemano. Seguramente nosotros le hubiésemos puesto un nombre muy diferente … pero en aquel momento no podíamos esperar y no teníamos pensado nada para nuestra baby … Tuvimos que recurrir a una vecina de pieza del hospital que tenía un problema similar para solucionar nuestro problema, ya que ella esperaba una niña y le nació un varón … Esa mujer nos dio el nombre que no le pudo poner a su hija … Parecía un señal del destino, pero nosotros no lo habíamos visto así. Lo analizamos, nos pareció un lindo y novedoso nombre y lo adoptamos. Con el tiempo Selena se encargó de darle vida propia a ese nombre más que bonito…

A veces cuando recuerdo los pocos añitos que tuve a Selena conmigo no puedo dejar de llorar y de sentirme irremediablemente responsable. Ella fue única desde que se instaló en nuestra casa. No se trataba de que ella fuese más o menos que mis otros hijos. Ella era particular, sensible, femenina, vulnerable, sencilla, nerviosa, risueña, muy risueña. Yo hubiese querido que todo fuese más sencillo y más lógico con ella, con mi familia, con mis otros hijos. Yo me había preparado para tener mi familia y ser feliz con estar todos juntos contentos viviendo en una casa con una vida sin sobresaltos. Yo no pretendía otra cosa. No sentía que podía destacarme en algo en particular ni pretendía hacerlo. Todo lo que había soñado lo había logrado y desde muy joven ... Conocer al hombre de mi vida y con él formar la mejor de las familias. Encima los dos teníamos nuestras mismas creencias religiosas y teníamos los mismos objetivos. Pero mi esposo tenía otra pasión, que era la música y tal vez eso alteraba un poco nuestras vidas. Pero yo siempre lo comprendí. Era algo muy importante para él, era algo que lo ponía contento y yo, con tal de verlo feliz, dejaba que ensayara, que fuera a muchas ciudades a tocar y que innumerables veces se fuera del trabajo a los ensayos para recién llegar muy tarde a casa. Yo no lo regañaba pues sabía que no hacía otras cosas ocultas o despreciables. Una mujer se da cuenta de ello y depende de cada una qué hacer frente a ello. Si me hubiese pasado yo no lo hubiese perdonado, pero por algo tan noble valía la pena dejarlo que lo hiciera, aunque en algunas ocasiones hubiese querido que estuviera más presente. De hecho cuando nació nuestra hija Suzette, él estaba de gira y no estuvo presente. Pero siempre entendí esas situaciones. Hubiese sido peor si no lo dejaba. Yo no lo quería como un objeto, sólo para poseerlo. Yo quería que me amara y eso él lo hacía. Tal vez porque veíamos las cosas de esa manera tan simple como natural no comprendíamos las cosas de otro modo. Si lo hubiésemos sabido, seguramente nos habríamos dado cuenta de las intenciones de esa malvada mujer. Seguramente si nos hubiésemos tomado nota de hasta dónde puede llegar alguien con la maldad y la destrucción, hoy nuestra hija estaría con nosotros…

Yo sé que muchos pensarán que yo digo esto sabiendo lo que nos deparó el destino, pero créanme que mi hija era particular, muy particular. Ella le dio otro aire a nuestra casa, a nuestras vidas. Está bien que cuando nació Selena había algunas cosas que habían cambiado. Mi esposo había abandonado la música sabiendo que, conforme se iba agrandando la familia, era muy difícil estar tanto tiempo afuera. Y si bien en un principio, él no toleraba vivir toda su vida siendo un oscuro empleado que hiciera correctamente sus tareas todos los días, aceptó que ése sería el camino para estar más cerca de su familia. Al menos se lo propuso por un tiempo … Todo para él sería diferente y, aunque cueste creerlo, paradógicamente por esa camino logró volver a la música. Por lo pronto disfrutaba por primera vez cambiar los pañales haciéndolo con Selena, ver crecer a sus hijos y estar con ellos todos los días, admirando cada charla y cada atardecer compartido con todos nosotros, algo que era importantísimo para él, pues se trataba de su familia. Pero todo se potenció a medida que crecía Selena. Vivía correteando tras de él, lo buscaba siempre, lo requería siempre. Nunca había visto a mi esposo tan embelesado con alguien pero es que era imposible no quedarse de ese modo teniendo a Selena que hacía todo para ser querida. Pronto me di cuenta de que ella lograba que la quisieran tanto porque, y antes que nada, Selena daba todo su Amor sin ningún tipo de límite. Ella era amada porque ella sabía amar. Era imposible decirle que no. Mi esposo le hacía caso en todo, hasta en cosas que nunca imaginé que podría prestar atención a alguien. Cierta vez Selena estaba en un rincón llorando sin consuelo. Cuando mi esposo le preguntó qué le pasaba, Selena le dijo que lloraba porque había visto cómo alguien sin ningún escrúpulo había herido de muerte a una paloma de un piedrazo. Selena era muy, muy pequeña. Aun así le dijo a mi esposo: “Dime, dime daddy, ¿cómo alguien puede quitarle la vida a otro? ¿Acaso no es Dios quien dispone de ello? Prométeme una cosa, padre. ¡¡Y prométemela de verdad!! Quiero que nunca mates a ningún animal, ¡¡a ninguno!! ¡¡Ni siquiera a ningún mosquito!! Por favor, ¡¡hazlo por mí!! ¡¡Yo no quiero que sufra nadie en este mundo!!”. Selena se puso a llorar más fuerte aún y durante un buen rato mi esposo se quedó abrazándola, consolándola y prometiéndole que no tocaría ningún animal ni a nadie jamás. Y así lo hizo, así lo hizo … A veces pienso lo que le sucedió después y me pregunto por qué a ella, por qué esto le pasó a ella que nunca provocó a nadie … Ella era una niña muy tierna, sensible y llena de Amor … Y también necesitada de Amor. No me podía imaginar en aquel momento, pero cuando la vi triunfar con el tiempo lo pude comprobar. Selena ocupaba el centro de atención de la casa. Era imposible no mirarla, no seguirla, no prestarle atención, no quererla por lo que era, por el cariño que brindaba, por el ser de luz que era. Y lo repito: no es que mis hijos no fueran tan buenos y especiales como ella. No es que mi esposo no fuera así. ¡¡Incluso yo misma!! Pero Selena tenía un encanto especial. Estaba destinada a destacarse en todo lo que fuera a emprender. De hecho, y antes de que fuera la artista inigualable en la que se transformó, se había destacado en los estudios, en sus iniciativas, ¡¡en todo!! Selena siempre fue el centro de atención a pesar de su timidez y de su fragilidad. Su propio Amor la puso en ese lugar. Su propia necesidad de amar y de ser amada la puso en un sitial que ella buscó siempre y que había logrado…

Las cosas se dieron de una forma en la que yo no lo esperaba. Nunca hubiese querido que mis hijos tuvieran que trabajar de tan pequeños. Yo había hecho todo para que ellos estudiaran, la pasaran bien, no les faltara nada. Era mi objetivo en la vida y era mi forma de ver las cosas. Toda esa idea se me cayó como pompas de jabón. Cuando vi que mi esposo quería formar una banda con mis hijos sabía que algo empezaba y no iba a parar. Sabía que él no decía toda la verdad cuando me prometía que sólo sería un pasatiempo y que sólo quería que los niños despuntaran en lo musical. Al principio no entendía cómo surgió su descubrimiento de que Selena cantaba tan bien. Cuando él me dijo que se había quedado impactado con la interpretación de unas canciones viejas que había aprendido de un libro viejo, comprendí todo. Yo había notado desde hacía unas semanas que ella permanecía encerrada por varias horas haciendo algo a escondidas. Yo no la quería molestar. Me contentaba con preguntarle cada tanto si se sentía bien y que ella me respondiera que sí. Ahora que veía el resultado di cuenta del ardid de mi pequeña. Yo sabía que le molestaba que mi esposo estuviera largo tiempo enseñándole a tocar el bajo a mi hijo A.B. Estaba muy celosa, pero en vez de quedarse refunfuñando y mascullando bronca por sentirse desplazada, optó por algo más sano y constructivo. Buscó superarse, buscó aprender cosas que no sabía para impactarlo a mi esposo. Estoy segura de que ella no esperaba semejante repercusión. Ella sólo quería volver a ser el centro de todas las miradas y fundamentalmente el centro de atención de su padre. No se imaginó que se vendría semejante revuelo. Cuando la encaré y le dije: “Selena. ¿Tú tienes que ver con todo esto, no? ¡¡Dime la verdad!!”. Ella se sonrió pícaramente y me dijo: ¿Qué pasa, madre? ¿Acaso no te gusta que mi banda se llame “Selena y Los Dinos” y yo sea la cantante?”, y enseguida echó a reír a carcajadas. Yo me reí con ella, y la abracé fuerte y tiernamente. Sabía que cuando Selena se reía así era porque estaba nerviosa e inquieta, y buscaba con sus risas cambiar el eje principal de la conversación. Yo sé que a ella le gustaba que todo lo que mi esposo generaba la pusiera en un lugar central, pero por otro lado tenía el temor de a qué lugar nos llevaría con esta idea alocada de la banda. Ella percibía lo mismo que yo, y estaba del mismo modo asustada. Yo sabía que mi esposo, conforme viera los ensayos y la evolución del grupo, iría por más y nada lo detendría. Quise persuadirlo de todo. Quise que nada se saliera de su cauce, pero cuando una noche a la pasada él me dijo que quería abrir un restaurante para no sólo apostar a un negocio redituable sino para que nuestros hijos cantaran allí temí que se nos vendría el mundo abajo. Yo que había apostado a la seguridad, a la vida tranquila, a estar felices en nuestra casa, sabía que ya nada de eso se cumpliría ... Aun cuando nos fuera bien de movida, nuestro destino sería vivir bastante tiempo lejos de casa, con el riesgo de que mi esposo en cuanto viera una posibilidad renunciara a nuestro último ingreso seguro, el de empleado de una importante petrolera. Y así fue. Siempre se las ingeniaba para decírmelo en momentos en los que yo estaba ocupada atendiendo en el restaurante o cuando estaba preparando a los pequeños para que salieran al escenario. Sólo rogué en ese momento que nos fuera bien. Por dentro estaba más que molesta por sentirme tan desplazada en sus decisiones. Pero él estaba muy decidido y confiado. Tampoco quería frenarlo y que una vez más se sintiera frustrado por no haber intentado todo por vivir de la música. Mal que mal tendríamos a nuestros hijos cerca y ellos estarían seguros con nosotros. Pero no me gustaba que hiciéramos una vida tan anormal, que mi hija cantara hasta tan tarde y le costara poder desempeñarse en el colegio. ¡¡Ella era la más pequeña y la más vulnerable!! No se me escapaba el hecho de que ella llevaba la más difícil tarea en el grupo. Selena era la cantante, la cara visible, la que debía estar siempre bien, la que debía cautivar al público. Yo sé que Selena lo podía lograr. Lo había logrado con todos nosotros. ¿Por qué no podría lograrlo con los demás? Pero ella sólo tenía 8 años. Mis otros hijos ya eran más grandes. A.B. ya era una adolescente bien grande. Pero Selena … Le hice ver eso a mi esposo. Le hice notar que para ella era distinto cantar con un público ajeno, y sin ninguna obligación de aprobar y de tener buenos comentarios. Pero él fue contundente: “Marcella. Confía en mí. Confía en ella. Selena tiene un enorme talento. Eso se ve claramente. Sabes que en estos casos yo no hablo como su padre sino como un músico. Ella es especial. No es sólo particular para nosotros, para la familia. Selena logrará todo lo que se proponga. Y eso será mucho más de lo que yo espere de ella. ¿Acaso no la conoces? ¿Acaso no te das cuenta? Ella lo tiene todo. Ya lo verás. Ya verás cuando todos la aplaudan, cuando todos la quieran. Yo no digo que las cosas sean fáciles. Yo sólo te digo que Selena llegará a lo más alto. ¿Me acompañarás para verlo por ti misma?”. Yo bajé los ojos y asentí con un leve movimiento de cabeza. Al rato fui corriendo a abrazar a Selena. Ella se sonrío. “¿Me dirás siempre si algo está mal, si hay algo que no te satisface, si hay algo que te molesta? ¿Me prometes que si hay algo que intuyes que va por mal camino me lo vas a decir? ¿Me lo prometes?”, le dije casi implorando. Ella dejó el libro que estaba leyendo, se me quedó mirando un largo rato, miró para abajo, hizo un leve movimiento de cabeza y luego dijo: “No te preocupes, madre. Nunca te haré sufrir. Siempre te diré si hay algo que me molesta o que no me gusta. Y si alguna vez necesito ayuda, ¡¡recurriré a ti primero!!”. Y me abrazó y me dio un largo beso. Luego dejó que yo la tuviera arropada bajo mis brazos. Ella estaba fría y temblaba. No se lo hice notar pues ello la pondría peor. Yo no necesitaba que me dijera más. Sabía que debía acompañarlos a todos. No era mi ideal, no era esto lo que esperaba como proyecto de familia, pero era el deseo de mi esposo, y era el deseo que todos mis hijos a la larga aceptaron cumplir. Supe que desde ese momento mi función era contenerlos, ser la persona que pudiera conciliar las cosas, ser el equilibrio necesario para que todos estuvieran bien. No era esto lo que quería, pero amaba a mi esposo y a mis hijos. Decidí que lo mejor era acompañarlos en esa difícil aventura…

Sentí que me moría cuando la crisis económica nos llevó el restaurante, la casa y nos dejó en la calle. Quise gritar, quise decirle a mi esposo: “¿Has visto? ¿Para qué arriesgar todo a cambio de tan poco? ¿De qué nos sirvió? ¿Qué haremos ahora?”. Pero me detuve porque sabía que él estaba más destrozado que yo. Se sentía avergonzado, humillado, en el fondo del océano. Yo lo amaba y de nada serviría que le fregara en la cara lo decidido. De última yo también avalé este camino. Además, estaban los niños … No fue fácil. Nada fácil ... Tener que mudarnos, vivir en una casa ajena de prestado, sintiéndose un intruso aunque fueran familiares y nos trataran bien. Una vez fuimos a cobrar el seguro por desempleo. Mi esposo era un trapo de piso. Pero cuando estábamos por entrar y vimos esa enorme cola de gente, él me tomó del brazo y me dijo: “No, Marcella, Yo no quiero que me humillen más. No quiero dádivas. No quiero favores. Vamos a salir de esto. Yo los puse en este lugar. Y yo los sacaré de allí. ¡¡Te lo prometo!!”. Sentí una alegría enorme con esa actitud en el medio de tanta malaria, de tan difícil situación. Estábamos en el límite de nuestras posibilidades. Vivíamos como si todos los días y todas las noches bordeáramos un precipicio. Eso nos hizo más fuertes. Sacamos fuerzas de donde no teníamos. Pudimos salir de a poco de esa situación penosa sin depender tanto de nuestros familiares, nos ofrecíamos en cuanta fiesta y en cuanto festival hubiera en todo Texas e hicimos del bus que nos llevaba de pueblo en pueblo nuestra hogar real. Varias veces en nuestros largos viajes hablaba con Selena pero fundamentalmente ponía mi hombro para que apoyara su cabeza y me dijera qué era lo que sentía, qué era lo que anhelaba, qué era lo que esperaba de la vida. “Mira madre. Yo querría ser famosa no sólo como cantante. Me gustaría ser diseñadora. Es lo más hermoso para mí crear, diseñar, tener tus propias ideas y que queden expresadas en algo. Sé que papá quiere que sea la mejor cantante de Estados Unidos, de Europa, de China, ¡¡de todo el mundo!! Lo sé. Y yo querría cumplir ese sueño para con esa fama poder ser diseñadora. Quiero que haya miles de diseños en todo el mundo que lleven mi nombre. Me gustaría quedar en el mundo recordada por mis creaciones, y que estén grabadas y expresadas a fuego con mi nombre. Si lo logro sabré que por siempre y para siempre estaré presente … ¿Pero sabes madre? Lo que más me gustaría lograr es que la gente me quiera. No podría soportar un auditorio en silencio, un público que me ignore. No importa si son 2 personas o 100.000 las que me vayan a ver. Yo sólo quiero que en cuanto me vean me amen para siempre. Eso es sólo lo que deseo. ¿Crees que lo lograré?”. Yo recordé todo lo que hacía en casa, cómo acaparaba la atención en cuanto hacía algo, cómo llegamos a meternos en el negocio de la música, cómo mi esposo quedó cautivado y no dudó. Y también veía cómo la gente seguía su voz y sus pasos desde que era muy pequeña. También daba cuenta del bonito recuerdo que dejaba en los pueblos que visitaba, pueblos que muchas veces no recibían ninguna visita de ningún artista, salvo la de nosotros. Yo le acaricié la cara y le dije: “Yo sé que lo logarás. Pues no sólo tienes talento. También tienes Amor. Y ese Amor lo siente la gente. Yo he empezado a notar que ellos no sólo te admiran sino que también te quieren. ¡¡Yo sé que ellos te pondrán en el lugar más alto!!”. Selena me tomó de la cintura poniendo su cabecita en mi panza y me dijo: “Ojalá sea así, madre. ¡¡Ojalá!! A veces me pongo muy nerviosa. Así lo estoy cada vez que subo al escenario. A veces pienso que voy más rápido de lo que puedo, que mi cerebro va más rápido que los pies. ¡¡Querría ya lograrlo todo y no esperar más!! ¡¡Querría poder estar más tranquila sin esta angustia!!”. Yo la entendía a Selena. Ella como nadie había vivido en las mayores privaciones, angustias e incertidumbre desde muy pequeña. Sentía que ella había iniciado todo y que ella era la máxima responsable de lograr la felicidad de todos. Aunque fuera cierto en un punto, yo quería que no sintiera esa presión. Por eso la contuve, por eso la ayudé, por eso busqué que siempre supiera que podría contar conmigo para todo…

Muchas veces reflexioné sobre mis palabras de aquel reportaje, pues con el correr del tiempo mis otros hijos me reprocharon que dijera que con Selena no podía vivir, y que sólo los nombrara como algo aclaratorio. Nunca lo hicieron tan seriamente dadas las tristes circunstancias, pero me hicieron notar que eso era lo que sentía antes de que el dolor nos invadiera para siempre … Es que en realidad yo la acompañé constantemente, una vez que corroboré que nuestro destino en el negocio de la música sería inexorable. Aprendí con sus palabras y con sus sentimientos a que debía ser más considerada con ella. Para los padres siempre los hijos son niños aunque sean bien grandes y creo que cada uno retiene una imagen significativa de cada uno. Yo siempre retuve la imagen de Selena cuando cantó por primera vez a los 6 años en los ensayos … ¡¡Se la veía tan pequeña con ese micrófono enorme!! Luego puede corroborar sus lógicos miedos y su vulnerabilidad. Y entendí como nadie la mochila que llevaba encima. Por eso la defendí tanto y busqué darle todos los gustos. Porque ella no pudo tener una infancia y adolescencia normales. Mal que mal mis otros hijos pudieron tener parte o toda la niñez en entera libertad. Selena no, lamentablemente. Claro que nos llevaba una buena causa que Selena la seguía con gusto. Pero Selena no se podía permitir distracciones, malas caras, desgano, agotamiento. Ni siquiera se podía refugiar detrás de un instrumento cuando sólo quisiera cantar. Ella era la cara visible del grupo. Ella era la atracción principal. ¡¡Selena siempre tenía que estar bien!! Y era consciente de que muchas etapas de la vida las tenía que sortear o bien postergarlas para otro momento. Como madre sufría cuando sabía que tenía que estar todo el día en el bus estudiando las clases de colegio por correspondencia, ensayar, preparase para el próximo concierto, comer, dormir, y todo delante de la familia y de los miembros del grupo. Yo sabía lo que era vivir así. Por eso procuré ayudarla con los vestidos, con los estudios, interceder en cualquier conflicto en favor de ella, o al menos buscar que se la comprendiera. Cuando traté de persuadir a mi esposo para que la dejara que luciera sus famosos “boustiers” lo hacía porque quería verla contenta y evitar que sufriera más de la cuenta. Tal vez en otros momentos y en otras circunstancias yo hubiese objetado que luciera esas prendas, pero en este caso, ¿cómo negarme? Sabía lo que significaba el diseño para ella, sabía lo contenta que se ponía cuando lucía linda y original, sabía lo feliz y segura que se sentía forjando su personalidad en el escenario. ¿Por qué rechazarlo? Para esas épocas se habían invertido los roles. Ahora era mi esposo quien estaba celoso. Yo le hice ver que viera a su hija y que aprendiera de ella cuando estaba celosa. Que en vez de evitar que el otro estuviera feliz, buscó superarse para lograr sus objetivos: “¡Abraham! ¡Mira qué feliz está nuestra hija y mira qué felices están todos! ¿Tú ves que alguien vaya a propasarse con ella? ¿Acaso crees que alguien que la admira osaría a hacer eso? ¿Has visto cómo los varones aceptan con alegría su rol de “ex novio” en el tema “¿Qué creías?”. Aparte estamos nosotros para cuidarla si sucede algo raro o malo. ¡¡Descuida!! ¡¡Nunca su público le hará daño!! Espera en todo caso a que tengamos que ir a lugares desconocidos para nosotros para tomar las medidas del caso”, le dije. Mi esposo lo entendió y no sólo le pidió disculpas a Selena, sino que la dejó que luciera como quisiera. Era lo mejor que se podía hacer. Si la aceptábamos como tal ella misma aceptaría los objetivos familiares con la mayor de las alegrías. Y así funcionó tanto en estas situaciones más livianas como en las más complicadas, como cuando decidió casarse con Chris ... Yo sabía que a la larga Selena tomaría una decisión así. Ella no tenía tantas posibilidades de conocer gente fuera de nuestro ámbito. Muchas veces me preocupaba por su futuro sentimental en plena adolescencia, cuando sólo iba del bus al concierto y del concierto al bus. Cuando apareció Chris y vi la expresión de la cara de Selena sabría que a la larga terminarían juntos. Traté de preparar a mi hija, traté de preparar a mi esposo … No hubo caso ... Había que esperar el conflicto para que todo llegara a buen cauce. Cuando mi esposo se puso tan inflexible tratando de negar lo que estaba tan a la vista, yo sólo busqué con mis palabras y reflexiones que todos terminaran aceptando la realidad para el bien de la familia. Cuando parecía que no había solución, varias veces le hablé a Selena para que tuviera paciencia y que pensara que todo se iba a solucionar en modo favorable para todos. Y a su vez hablé con mi esposo, haciéndole ver que lo mejor que podía hacer era escuchar a su hija y que sintiera su corazón. Y sin que lo supieran ninguno de los dos, hablé con Chris y le dije que tenía mi apoyo, que ya lograría que mi esposo le diera el suyo. Por suerte todos me escucharon y buscaron hacer las cosas lo mejor posible para el bien de todos …. Eso sí, no pude contener el temperamento que tenía cada uno y lo inevitable pasó ... Selena tenía el mismo carácter que su padre: no iba a parar hasta lograr lo que para ella era justo y necesario. A la larga Selena hizo lo que ya no podía aconsejarle, aunque en mi fuero más íntimo se lo hubiese dicho si hubiese sido mi amiga. Cuando se casó en secreto y todos lo supimos por radio y televisión, sólo me acerqué llorando a mi esposo y le dije: “Ya sabes lo que tienes que hacer si quieres ver a tu hija feliz y tu sueño hecho realidad” …. Una vez más vi a mi esposo abatido, mirando la ventana de su habitación cual si fuera un anciano que sólo contempla el paso del tiempo sin ninguna expectativa. Pero mis palabras le devolvieron la sonrisa. Me miró, asintió con la cabeza y se comunicó con Selena y Chris. Cuando nos reencontramos todos lloramos pero lo hicimos de felicidad. Una nueva etapa comenzaba, una linda etapa que parecía no terminar jamás…

Si tuviera que quedarme con una imagen que sintetizara la esencia de Selena pero a su vez que significara que había logrado sus objetivos, no me quedaría con una imagen de cuando ya era un éxito total en México y Estados Unidos. Yo me quedo con aquellas imágenes y palabras de Selena cuando ganó el primer Tejano Music Awards a la mejor cantante femenina cuando sólo tenía 16 años. Se la veía emocionada, exultante. Ella, como todos, sentía que esto iba a suceder tarde o temprano, ya que el año anterior el grupo había sido nominado en varios premios. Pero cuando Selena subió a recibir por primera vez su premio, no pudo con su genio. Agradeció a todos y cuando se refirió a Los Dinos dijo: “Si ellos ganan, yo gano. Si ellos pierden, ¡¡yo no los conozco!!”. Muchas veces me lamenté que en algunas ediciones de este momento corten estas palabras de mi hija, pues era una típica humorada de ella cuando no sabía qué decir, cuando necesitaba rematar con un chiste o con una humorada una situación en la que se sentía nerviosa o que no sabía qué decir. Así era en innumerables reportajes y en cualquier contacto con la gente. Recuerdo cuando en pleno concierto se apartó del escenario para hacerle los “cuernitos” a Rock and Roll James que estaba allí cubriendo el evento. Todo estas actitudes eran parte de su ser y que a la gente le encantaba… Pero las que más me emocionaban eran aquellas en las que Selena no podía dejar de expresar su emoción, aquella que no podía disimular con una risotada o con una salida ingeniosa. Selena siempre tenía siempre vergüenza y temor al ridículo o a quedar desairada si mostraba todos sus sentimientos, su cara real, su Alma al desnudo. Ella era de esas personas que sólo mostraban una parte de su personalidad y no es que por hacer eso diera una imagen errónea de ella. Sólo que eso que mostraba, que era genuino, no permitía conocerla en toda su dimensión, en lo más profundo de su ser. Yo lo puedo decir no sólo porque era su madre sino porque también fui su confidente. A solas uno podía ver a una Selena solitaria, callada, de largas miradas al cielo buscando un futuro mejor para sí y para los demás. La Selena en toda su dimensión podía ser una mujer de largas reflexiones y enormes sentimientos, que se expresaban en un llanto, en una caricia, en un abrazo, en un beso dado de improviso, en una dulce sonrisa. Esto a Selena le costaba expresar en público en toda su dimensión. Sólo mostraba parte de esos sentimientos y con eso bastaba para que la amaran. Pero mostrar todo … Pensaba que quedaba mal y por eso reemplazaba todos esos sentimientos profundos por una risotada, por un chiste, por una ironía. Pero aun así pude ver cómo se emocionó cuando recibió su primer Premios Lo Nuestro en 1993. Y no era para menos. Era su primer premio importante fuere de los Tejano Music Awards. Recuerdo sus manos llevándose a la cara, su llanto contenido, su mano en el pecho, sus escuetas palabras que no provenían sólo de su limitado español sino de no saber qué decir estando con el corazón abierto. No la vi tan emocionada como en aquella oportunidad. Ni siquiera cuando ganó el Grammy, oportunidad en la que la vi más seria y más preparada para la ocasión. Una vez le pregunté por eso y me dijo: “Es que madre ... ¿Acaso no te has dado cuenta de que me compré el premio. ¡¡Uy!! ¡¡Perdona, perdona!! Estoy bromeando. Es que, hablando en serio: con Premios Lo Nuestro sentí que habíamos llegado a un camino del que ya no volveríamos. Por eso me emocioné tanto, pues sabía a dónde habíamos llegado y también a dónde iríamos. El Grammy, en cambio, me lo vi venir. Era más fácil imaginarse que con muchos premios internacionales podría llegar a obtenerlo aunque fuera difícil igual. En cambio, cuando obtuve el premio a la mejor cantante regional en Premios Lo Nuestro, yo sentía que aún no había dado un gran paso. Pero a partir de obtenerlo sabría que, más que nunca, todo lo lograría si seguía por el mismo camino que nos habíamos propuesto”, me explicaba una Selena reflexiva y pausada, muy distinta a la Selena pública, pero igual de genuina. Me gustaba escucharla así a Selena. No dejaba de ser ella misma pero daba rienda suelta a su personalidad y a su visión de las cosas. Pocas veces la vi hacer esto públicamente. A pesar de ser tan franca, a veces en los reportajes se prestaba al juego del entrevistador y no siempre eso era garantía de que ella dejara bien en claro sus sueños, sus anhelos, su trabajo, sus objetivos. Yo recuerdo dos veces que hablara de ese modo: en la misma entrevista en la que yo dije esos mensajes premonitorios y en un reportaje que le hiciera Verónica Castro en “Furia musical” en 1994. Cuando a Verónica le dijo que ella no podía aún planificar en tener niños o agrandar su familia pues tenía muchas cosas en la cabeza y que debía primero sacárselas, proponérselas y cumplirlas, supe que estaba ante la verdadera Selena. Verónica Castro debió haberse sentido afortunada de que en aquella oportunidad Selena le dijera lo que quería para sí, para los demás y para el futuro. Y ése era el mayor capital y el mayor atributo de Selena: que era franca y muy sincera. A ella no sólo se la amaba por sus dotes de artista sino también por lo que era como persona…

Durante 1994 y 1995 literalmente no paramos. A la larga tal vez eso nos perjudicó pues perdimos las perspectivas de las cosas. De pronto, luego del Grammy y del éxito de “Amor prohibido”, a Selena le llovían ofertas no sólo para dar más conciertos, sino para actuar en telenovelas y hasta en cine. A veces me costaba creer que nuestra hija a los 22 años era considerada el mayor exponente latino tanto en México como en Estados Unidos y aun así siguiéramos yendo a muchos conciertos en bus. Nos sorprendía pero también nos emocionaba que con nuestro mismo modo de ver las cosas llegáramos a tan lejos. A Selena la notaba exultante. Tenía todo a sus pies y aun así se movía por la ciudad como una más. Sólo buscó desesperadamente aprovechar su éxito para cumplir su sueño de diseñadora. Yo le sugerí si no era mejor esperar un poquito más … “¡¡No madre!! ¡¡De ninguna manera!! No voy a esperar a ser vieja para hacer lo que más me gusta. Éste es mi momento y lo quiero aprovechar. ¡¡Quién sabe si habrá otra oportunidad!!”, me dijo casi proféticamente Selena. Y mientras era un furor como nunca en Monterrey, cuando era cada vez más popular en México y Estados Unidos, cuando se desbordan las calles con su presencia, cuando en cada ciudad o pueblo se coreaba su nombre, Selena daba vida artística a su hija “Selena Etc.”, pero entre ella y su padre pusieron a esa mujer como guardián de su pequeña. Selena la tenía en consideración como persona pero no como una profesional que supiera algo del negocio de la ropa. Pero le daba pena dejarla y le daba los mejores puestos de trabajo para que no se quejara de más. Tal vez lo prefería así pues sabía que si algún día llegara a haber un problema con ella, ésta se llevaría todo lo suyo y allí sí había que agarrarse la cabeza. Selena pensaba sólo en su voz y en sus creaciones. Quería tener listos sus negocios en Monterrey, México DF, San Antonio y Corpus Christi para cuando saliera su disco en inglés. Trataba de minimizar todas las otras cuestiones. Prefería que su padre se encargara de ello que le resultaba pesado. “¡¡No sabes lo contenta que estoy madre!! A veces me cuesta creer lo que estoy viviendo. Soy exitosa, querida, admirada. ¿Quién lo diría? Sólo espero que salga ese bendito disco en inglés. Vienen postergándolo desde hace tiempo, ¡¡pero julio de 1995 debe ser el límite!! Para esa fecha mis sucursales de Selena Etc. estarán listas y si todo sale bien (¡¡crucemos los dedos!!), ¡¡nada me detendrá!! Que quede entre nosotras, madre. Que no lo oiga nadie pues me da vergüenza y no quiero que crean que soy una vanidosa … Yo sé que soy la mejor … ¿Pero sabes? A veces tengo miedo … A veces me viene esos sueños, esas pesadillas…” … “¿Pero de qué hablas, Selena? ¿Qué sueños son los que tienes”, intenté preguntarle ... “Sólo abrázame, madre. Sólo abrázame y dime que estarás conmigo y estarás cuando yo te lo pida. ¿Recuerdas lo prometido?”, me dijo mientras extendía sus brazos. “Claro que sí, mi hija. Claro que sí”, le dije y la abracé como en aquella oportunidad en la que era una niña tan frágil. No dejaba de ser lo mismo ahora. Para los padres los hijos nunca cambian. Selena podía ser muy famosa pero no dejaba de ser mi hija … La sentí fría como aquella vez, y me quedé con esa sensación, pero olvidé lo más importante, lo fundamental: sus sueños, sus pesadillas. Creí que sólo eran los miedos lógicos de una artista a punto de su consagración mundial … Nunca creí que era un presagio, un mensaje desesperado del destino que quería avisarnos de lo que se nos vendría pronto…

Ese día me levanté sobresaltada. Había soñado algo terrible. Veía a mi hija llamándome desesperadamente. Me decía que me acordara de lo prometido, que no la dejara allí sola en una habitación a oscuras, que tenía miedo, que no sabía qué hacer. Me pedía que la fuera a abrazar, a que le diera calor. Que sentía frío, mucho frío, que sentía que se le perdían las fuerzas, que se estaba por desmayar. Ni lo pensé, ni siquiera esperé a tomar debida conciencia de dónde estaba y qué significaba aquel sueño. Corrí desesperada a buscar a mi esposo. Ya se había ido a q-productions. Llamé a A.B. Ya se había ido. Llamé al estudio de grabación para confirmar si estaban ellos allí. Me dijeron que sí, pero cuando pregunté por Selena me confirmaron que no había aparecido. Llamé a Chris ... Lo había levantado con mi llamado. Le dije desesperadamente si Selena estaba allí. En un principio me alivié cuando creyó que estaba allí, pero cuando lo fue a confirmar me dije muy preocupado que intuía que fue a ver a esa mujer en el motel, como en el día anterior. Empecé a llamar a familiares, a personas conocidas ... Y nada ... De pronto me llamó Abraham y me dijo del atentado, del disparo, de que mi hija estaba grave, muy grave. El “muy grave” me daba una idea real de la situación. Corrí, corrí y corrí al hospital esperando que no me dijeran lo que sabía que escucharía de cualquier modo. Yo tenía la esperanza de que mis ruegos desesperados, casi a los gritos, los escuchara. No podía vivir en paz imaginándome que estaba invocando mi presencia y yo no estaba … Cuando llegué, me esperaban mi esposo y mi hijo A.B. Abraham me abrazó bien fuerte sólo para contenerme: “Nuestra hija se fue para encontrarse con el Señor”, me dijo. Yo rompí en llanto. Él también. Sólo hubo un momento de calma para escuchar cómo había pasado, quién lo hizo, por qué. Cuando iba escuchando lo sucedido de parte de un amigo de mi esposo, policía él, no podía sacar de mi mente la imagen de mi hija corriendo desesperada invocando mi nombre, esperando que yo la rescatara del horror, que yo la sacara del miedo que siempre tuvo … Ni en mi imaginación, que podía ser lo más cercana a la real, podía concebir a mi hija sufriendo, llorando, teniendo la certeza de que sus fuerzas y sus esperanzas se le iban insólitamente como agua entre los dedos. No podía retener una imagen de Selena que no fuera de una amplia sonrisa, de optimismo, de ganas de vivir, de hacer, de crear. No podía entender esa imagen. No podía concebir la realidad. Por eso entendí ese rostro que le terminó dibujando esa pérfida. Por eso digo y reafirmo que esa que estaba allí frente a mí “descansando en paz” no era mi hija. Sólo atiné a la decisión de arroparla con aquel hermoso vestido que usara apenas unos meses atrás en los Tejano Music Awards. Quise que descansara con ese vestido no tanto por lo lindo que era en sí, sino por lo que representaba. ¡¡Ese día Selena estaba tan linda, lucía tan tierna, tan feliz, tan plena, tan llena de vida … Quise que se fuera así. Era la mejor forma. Ya que no pude estar abrigándola en el momento en el que más me necesitaba, al menos trataría de que se nos fuera con una imagen que se asociara a la que ella siempre quiso transmitir. Era lo último y poco que podía hacer en ese momento. Espero que ella me haya entendido y al menos cada tanto esboce una sonrisa. Eso al menos aliviaría el eterno tormento, ese dolor que no se me irá jamás, aunque cada tanto lo disimule, cada tanto sonría, cada tanto haga algo para que la familia siga funcionando, para seguir siendo la mujer que quiso lo mejor para todos, pero, por sobre todo, quiso que Selena siempre estuviera feliz…

Cada tanto me levanto por las mañanas con la ingenua esperanza de que todos estos años hayan sido parte de una pesadilla, de su pesadilla, de mi pesadilla. Cada tanto me levanto con la esperanza de que Selena me traiga el desayuno y me diga que se va a ir grabar a q-productions para terminar de una vez por todas el añorado disco en inglés. Cada tanto me levanto deseando ver a mi hija para que me diga que pronto seré abuela. Cada tanto me levanto rebelándome al destino, no aceptando jamás que alguien tan divino como Selena se me ha ido. Cada tanto me levanto … Ésa es mi única fuerza. Ésa es mi única esperanza. Alguna vez me encontraré con mi hija, le pediré que me perdone por no haber podido ayudarla cuando más me necesitaba y para prometerle que esta vez, y para siempre, nunca, nunca más la dejaré sola…

(Si hay algo que nadie puede aceptar es que Selena no esté entre nosotros. Si hay algo que siempre quiero expresar es que no sólo Selena vive en mi corazón sino que la sigo esperando para poder contenerla, para que no sienta más miedo, para ayudarla a que sea feliz, para poder decirle y asegurarle que nunca estará sola…)

Selena: tú eres mi vida, mi corazón, mi Alma … Simplemente eso…

Sergio Ernesto Rodríguez
(Buenos Aires, Argentina)

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