Pobre mi padre ... Él simplemente te amaba, Selena…


Pobre mi padre … Siempre me recordaba aquel día que me llevó a ver a Selena en el concierto de San Antonio en abril de 1991. Él quería que me acordara de aquel momento, de aquel día en el que me tuvo alzada durante todo el concierto para que yo la pudiera ver. Yo hacía terribles esfuerzos por recordar aquello, pero claro, sólo tenía 3 años y no había forma de que me acordara de ese momento. Forzaba mil veces mi mente, muchas veces me quería acordar, otras veces tomaba de sus relatos y de las imágenes que yo me hacía de ellos para poder dar mi versión, mi “recuerdo” de aquella noche ... Tuvo que pasar mucho tiempo para que yo pudiera verlo en su totalidad, recién cuando la tecnología nos empezó a permitir ver videos en una computadora. Me da mucha gracia y a la vez mucha ternura verme tan pequeña alzada por mi padre y yo extendiendo una y otra vez los brazos para que Selena me tendiera la suya y darme su saludito, su respuesta a mi cariño brindado. Pero en aquel momento yo no tenía ningún recuerdo, ninguna muestra que me llevara a que me quedara con alguna sensación de aquello. Para colmo de males, en aquellos videos no se puede ver que Selena me llegara a saludar, me llegara a extender su mano. Ni siquiera en el dvd que se sacara hace poquito hay una prueba de ello. Pero mi padre me insistía: “¿Pero que no te acuerdas? ¡¡Pero si Selena llegó a darte su mano y tú se la extendiste y pudiste decirle que la querías!! ¿Que cómo no te acuerdas?” Y no había caso … Yo no me acordaba. Puedo verme ahora extendiendo una vez mis manos, batiendo palmas, siendo sacudida una y otra vez por mi padre que hacía inusitados esfuerzos por mantenerme bien erguida y bien alzada para que yo la pudiera ver bien … Pobre mi padre … Él siempre me decía que yo cantaba todos los días las canciones de Selena, que tenía todos sus discos y los casetes del momento. Y si bien es cierto eso, pues aún conservo muchas de aquellas que son reliquias hoy del recuerdo de Selena, yo creo que más que nada él la amaba mucho, la quería mucho. Tal vez en aquellos tiempos no estaba tan bien visto ser admirador de una mujer y menos en Texas en el que la música tejana estaba dominada por los varones. Aparte Selena tenía 19, casi 20 años. Pero ya era una estrella tejana y su figura estaba en ascenso. En aquel concierto que lamentablemente no recuerdo uno puede ver cómo varones, mujeres, niños y gente mayor la iba a ver por igual. También se puede ver que ella cantaba de todo, sus canciones de pequeña, sus últimos éxitos, sus canciones en español y sus temas en inglés en el que evidentemente se buscaba tener algún éxito que le permitiera llegar al viejo sueño familiar de alcanzar la cima, al gran objetivo de Selena como estrella internacional. Hasta se ve en aquel concierto a A.B. anunciando que Selena iba a cantar para todo el mundo, para todas las culturas, para todos los varones y mujeres de diferentes lenguas. Selena era muy joven, pero toda la Familia Quintanilla ya veía que todo era posible. Se habían ganado un lugar en el negocio de la música sin que nadie les regalara nada y saliendo bien de abajo, con todas las privaciones y con todos los sacrificios de cualquier trabajador. Pero ahora que eran una autoridad en Texas, ahora que tenían una disquera importante que la había contratado, que una importantísima gaseosa la patrocinaba, ahora que mucha gente la respetaba y la amaba, ahora todos se podían permitir soñar con ir más lejos, mucho más lejos. Y eso se notaba en el escenario, en el que Selena se manejaba como pez en el agua, con una autoridad, un encanto y una personalidad que hacía que uno no la dejara de poder mirar. Selena aún no tenía el aspecto que luego la hiciera más famosa, más celebrada y más gustada. Selena tenía el pelo más corto pero se lo estaba dejando crecer, usaba esos famosos vestidos “vaqueros” en blanco y negro que a algunos les encantaba pero a otros no le gustaba para nada. Es evidente que para aquel entonces Selena estaba forjando su personalidad, estaba construyendo su figura, estaba creciendo ... Y aún así se la puede ver con una seguridad, con un andar que nadie dudaba de quién se trataba y hacia dónde se dirigía … Es curioso … Sólo cuando la veo manejarse a uno y otro lado del escenario con semejante porte ahí me vienen ciertas sensaciones, ciertas imágenes que me hacen pensar que eso lo he visto, que eso lo recuerdo, que eso ya lo he vivido. Es posible que tenga presente aun en mi inconsciente ese concierto y lo que viví aquella noche … Pero no lo recuerdo, francamente no lo recuerdo. Me acuerdo de lo que se vino después, lamentablemente mis recuerdos se asocian a otras cosas mucho más dolorosas y difíciles de olvidar … Tal vez por eso mi mente quiere recordar aquel momento. Si no fuera por lo que pasó casi exactamente 4 años después, no me preocuparía por no recordar aquello, pues sabría que tendría otras cosas vistas, y otros hermosos recuerdos y sensaciones. Pero no fue así ... Muchas cosas pasaron después que derribaron esos recuerdos gratos, esos momentos en los que todos éramos felices porque todo era posible. Y era posible porque Selena hacía sencillo lo que parecía imposible … Pobre mi padre … Él amaba a Selena. Y más allá de mi admiración de niña, él me llevaba porque él la quería ver … Pobre mi padre … Cuando ella se fue, él también se fue con ella…

Mis recuerdos sobre Selena fueron más adelante, no ya con mi padre solo acompañándome, cuando Selena comenzó a convertirse en una estrella internacional. Lo que me acuerdo primero fue del tema “La llamada”. Adoraba esa canción. Me acuerdo que jugaba con mi padre cantándole ese tema. Me encantaba decirle “¡¡Canalla!!” con la misma cara que ponía Selena en el video. Si había algo que Selena hacía magníficamente era interpretar esos temas. Siempre ponía el gesto justo, la expresión exacta, el sentimiento pleno a esas canciones … Y era más increíble cuando se sabía que Selena tardó mucho tiempo para hablar el español, que aun cuando lo aprendió le costaba hablarlo con fluidez pero que lo tuvo que aprender por su éxito rotundo en México, sobre todo en Monterrey … Con Selena era la primera vez que veía que en mi casa se miraba lo que pasaba del otro lado del Río Bravo. Hasta allí parecía que los mexicanos que vivíamos en Estados Unidos nos desconectábamos de nuestros orígenes y ya no volvíamos a saber qué pasaba por la República Mexicana. Pero con Selena todo cambió. Su éxito en México potenció su figura en Texas, y a su vez, valorizó la música texana en México y en todo el mundo. Era imposible que no se hablara de Selena a uno y otro lado del río que supuestamente separaba todo y no sólo a dos países. Selena hizo que nosotros habláramos de México y en español, y del otro lado del Río Bravo en inglés sobre Estados Unidos. Y hablábamos con cariño y con respeto, y sin ningún enfrentamiento, ningún rencor. Y eso sólo lo lograba Selena. Selena había unido a muchos pueblos y a muchas familias. Yo recuerdo esperar que mi padre volviera del trabajo para acercarme algo de Selena. Si no era un disco, era una revista, si no era una foto, era algún poster. Tal era nuestra admiración que nos corrimos a Corpus Christi cuando dio aquel concierto en el Memorial Coliseum en 1993. De ese concierto tengo más recuerdos y sensaciones. Ya tenía 5 años y fui con mis padres. Mi madre tenía admiración por Selena pero se sentía un poco molesta por el tremendo cariño de mi padre. Estaba un poco celosa y sentía que tenía que competir con alguien a quien ella no podría alcanzar … Pero cuando fuimos allí y mi madre fue sólo para cuidarme en un concierto más numeroso, ella también quedó impactada. Era la primera vez que la veía en vivo y allí comprendió todo, sobre todo cuando nos vio a mi padre y a mí tan felices. Recuerdo que a la salida del concierto mi madre me dijo si me había gustado el concierto. Ante mi sí rotundo, ella aprovechó un momento de distracción de mi padre para decirme al óido: “No se lo digas nunca a tu padre, pero ahora entiendo por qué la quiere tanto a Selena. Fui una tonta en sentirme tan celosa”. Y a partir de allí se integró mucho más a nuestra comunión de Amor por esa artista tan particular como era Selena. Ella era única en el escenario y buena como persona. ¿Qué más se podía pedir? Como vivíamos en un pueblo muy pequeño de Texas, todo se nos hacía muy dificultoso para verla casi siempre, pero como Selena siempre tocaba en muchos lugares, incluso en estadios no muy grandes, eso nos permitía ir cada tanto a verla. El concierto que más me había impactado fue el de Odessa. Selena lucía hermosa, y ya cantaba y actuaba como una cantante consagrada y con un futuro que nos hacía pensar seriamente que no la íbamos a ver tan seguido por estas tierras en poco tiempo. Ella se marcharía irremediablemente y nos tendríamos que contentar con verla por televisión logrando éxitos en todo el mundo. Pero eso que en un punto nos generaba algo de tristeza a la vez nos daba una tremenda alegría y orgullo, porque si había algo que nosotros queríamos era que ella triunfara, que llegara al éxito mundial, que todo el mundo la amara. Pocas veces habíamos sentido algo así por un artista. Para mí y sobre todo para mi padre esa mujer era el sueño de todos, la alegría de todos, era alguien conocido que nosotros queríamos mucho y a la que le deseamos lo mejor. Ella no generaba ningún sentimiento de rencor, de envidia, de frustración. Todo lo contrario. Ella sólo recibía Amor de nosotros y de toda la gente. Nada más cierto con Selena aquel dicho que dice que uno cosecha lo que siembra. Y Selena sólo era una linda y simple mujer que había regado de cariño y de afecto a su gente. Selena les había dado a todos lo que todo el mundo necesitaba. “Todo lo que necesitas es Amor”, cantó alguna vez John Lennon con The Beatles. Y en mundo en el que todo se confunde, en el que se cree que hay otras cosas importantes, que hay otros valores a los que hay que atender y dar prioridad, Selena les hizo ver con Amor que la gente sólo necesitaba amar y ser amada. Selena les hizo ver con sus actuaciones, con su voz, con su actitud, con su mensaje que con Amor, verdad, sinceridad, honestidad y humildad se podía lograr lo que se quisiera. Y nosotros se lo creímos. Y pusimos ese mismo espíritu para emprender cualquier cosa que se nos ocurriera en la vida. Selena no era sólo una artista a la que admirábamos. Selena era nuestro espejo, nuestra visión de las cosas, nuestros sueños, nuestra esperanza. Nosotros le creíamos a Selena del mismo modo en el que le creíamos cada vez que interpretaba un tema. Y allí estaba Selena ... Lo pude ver claramente allí en Odessa viéndola cantar, bailar y sobre todo interpretar “Bidi bidi bom bom”, lo pude ver cuando cantó “Si una vez”, lo pude apreciar en su porte increíble en el escenario. Pero también lo pude ver en el cariño de la gente, lo pude apreciar cómo el “ex novio” de Selena en el tema “¿Qué creías?” soportó toda la situación sin que intentara hacer nada molesto sólo por el respeto que le generaba Selena, lo pude ver en ese cartel que decía “We love you Selena” y cuando Selena lo tocó en agradecimiento. Es ese instante en el que me di cuenta de todo lo que ella había generado, todo lo que había logrado y todo el sentimiento que había entre ella y su público. Y no fue definitivamente el concierto más multitudinario y resonante. Era un estadio de rodeo chico, de los tantos que Selena ha cantado y seguía cantando pues a Selena no se le caía ningún anillo por ser ya para ese entonces una estrella internacional. Pero en esos pequeños detalles uno daba cuenta de la magnitud del éxito, pero sobre todo de la expectativa que había despertado Selena. Eso yo lo pude vivir y sentir en aquel concierto que sí recuerdo bien a pesar de que sólo tenía 6 años…

Estuvimos a punto de no ir al concierto del Houston Astrodome. Ya era el Tercer Gran Rodeo de Selena. Ya el año anterior habíamos querido ir, pero nos fue imposible imaginarnos viajar a Houston. No es que en 1995 habían cambiado mucho las cosas, pero teníamos esperanzas. Había muchos sorteos de entradas para aquel gran concierto en programas de radio y de televisión. Mi padre no tenía dinero para comprar las entradas y quedarnos aunque sea un día allí, pero suponía que si por allí ganaba los tiques podría conseguir que alguien le prestara una camioneta para ir a Houston. Había hasta pensado en dormir en la camioneta y volver esa misma noche. Ya tenía preparado el disco “Amor prohibido” y un poster de Selena en el Memorial Coliseum de Corpus Christi para que se lo firmara. Mi madre había desistido de viajar allí porque decía que no quería hacer un viaje tan largo. Supongo que en realidad ella quería facilitarle las cosas a mi padre a la hora de ganarse un par de entradas y de pensar en los gastos de traslado. Después supimos la verdad. Ella escribió a un programa de televisión para participar en uno de esos sorteos en los que se regalaban entradas para ver a Selena … ¡¡y las había ganado!! Recuerdo que vino mi padre muy cansado del trabajo y muy frustrado porque se acercaba el día y las esperanzas de ver a Selena se esfumaban como pompas de jabón. Mi madre lo saludó dulcemente y le dijo que tenía una gran sorpresa para él y para mí, y allí fue cuando me llamó. Cuando estuvimos los tres juntos nos dijo: “¿A que no saben quién estuvo por aquí mientras ustedes estaban afuera?” Mi padre y yo nos quedamos mirando sin entender y antes de que nos agarra la ansiedad y el fastidio por no entender a qué se refería mi madre, ella nos impactó con una palabra: “¡¡Selena!!”. Nosotros abrimos bien los ojos y nos quedamos petrificados. Sólo mi padre atinó a decir. “¿Qué, quién dices que qué?”. “¡¡Selena!! -volvió a decir mi madre-. Estuvo aquí para saludarlos, pero como no se podía quedar les dejó esto…” y allí mi madre exhibió no sólo las entradas sino unos pases especiales para verla en exclusiva antes del concierto. Mi padre abrazó a mi madre llorando y diciéndole varias veces: “Gracias, mi Amor, gracias…”. Yo sólo gritaba de alegría. Ahora sí la podía ver en el Gran Rodeo. Mi padre estaba aún más contento pues ahora no tendría que acudir a mis recuerdos de aquel concierto de San Antonio para poder recordar juntos lo que vivimos tan de cerca con Selena. Ahora podríamos reemplazar aquel recuerdo con este más fresco y más que probablemente Selena lo recordaría más que nosotros cuando se lo mencionáramos. Mi padre imploró a su jefe para que lo dejara ir y para su sorpresa no sólo éste lo dejó sino que le prestó la camioneta para trasladarse a Houston y un dinero para la estadía de un día en la ciudad. Y antes de que mi padre atinara a decir algo, su jefe le dijo con una sonrisa “Todo sea por Selena” y le dio un fuerte abrazo. De allí en más sólo quedaron los preparativos para ir a ver a Selena. Recuerdo cómo mi padre llevó su disco y su poster. Yo llevaba miles de fotos y de remeras sin pensar en lo que sentiría cuando la viera. Mi padre estaba ciertamente emocionado y nervioso, y recién cuando nos despedimos de mi madre e íbamos camino a Houston, se atrevió a decir: “Cuando estemos allí le voy a comprar flores, muchas flores blancas, de las que a ella le gustan. ¿Qué te parece?”. Como yo asentí entusiasmada, se atrevió a agregar: “Y le compraré bombones. Sí, le compraré esos dulces que a ella tanto le gusta. Pero eso sí, hija, no se lo digas nunca a tu madre, que por allí no le va a gustar enterarse…”. Yo se lo prometí con una sonrisa. Tenía 7 años y ya guardaba muchos secretos de mis padres, pero eran lindos secretos, pues eran secretos de Amor, secretos que tenían que ver con Selena. Mis padres se querían mucho y pronto entendieron que podían quererse para siempre sin ser Selena un estorbo sino todo lo contrario. Podían quererse y con alegría mientras Selena estuviera allí y fuera el motor de sus vidas…

Cuando fuimos para Houston tuvimos más de una dificultad. En más de una ocasión la camioneta tuvo que ser reparada. Llegamos con el tiempo justo y con mucho menos dinero de lo pensado. Me di cuenta de que mi padre estaba angustiado porque el presupuesto nos obligaba a elegir. Si íbamos a un hotel por una noche no podíamos hacer nuestros regalos a Selena y eso para ambos, sobre todo para mi padre, era muy importante. Notaba que mi padre estaba tenso y no me hablaba. Sólo miraba con su mano firme en el volante hacia adelante, tratando de lidiar con el tránsito de Houston, una ciudad lo suficientemente grande como para que él le costara adaptarse, acostumbrado como yo a vivir en un pueblo en el que casi no pasaba un auto por horas enteras. No dudé en plantearle allí la solución: “Padre. ¿Y si mejor nos quedamos a dormir en la camioneta? ¿Para qué vamos a buscar un hotel a esta hora?”. Mi padre me miró desconcertado, alegre porque le sacaba un peso de encima pero con culpa por pedirme de dormir en un auto a la intemperie toda la noche … “Pero mi hija, tu madre no aceptaría eso. Déjame…”. “No padre, no -lo interrumpí-. Ella no se enterará. Además, ¿no es más importante darle nuestros presentes a Selena? ¡¡Vamos, confía, padre!! Seguro que Dios nos ayudará…”. Mi padre me dio un abrazo que no olvidaré jamás. Lloraba en silencio y yo también. Yo empezaba a tener plena conciencia de mi cariño a Selena. Mi padre sencillamente la amaba. “¿Sabes, padre? Aunque te parezca increíble, surgen en mí recuerdos de esa noche de San Antonio. ¿Tú crees que sea posible?”. “Claro que es posible -me dijo con dulzura mi padre sin dejar de abrazarme-. Aunque eras muy pequeña y no lo recuerdes bien, yo te aseguro de que estabas muy feliz y contenta. Batías palmas y en todo momento pedías la mano de Selena. ¡¡Ahora la podrás tomar y recordar!!”, me terminó de decir con entusiasmo mi padre. Habíamos ido a comer algo y volvimos a la camioneta que estaba bien escondidita estacionada en una pequeña calle muy cerca del Houston Astrodome. Nos dimos un beso con mi padre y yo me puse a dormir siendo cobijada con sus brazos. Notaba que él sólo se había recostado sin dormirse en la intranquilidad de que pudiera pasarnos algo y con los ojos alertas para protegerme … hasta que él se quedó profundamente dormido. Como al rato escuchamos que alguien tocaba el vidrio de nuestra camioneta. Yo al principio me desperté pero no quise mirar. Temía que fuera la policía. Por eso esperé que se levantara mi padre para certificar si era bueno o malo lo que pasaba. Hasta que escucho: “¡¡Hey!! ¿Es que no me escuchan? ¿No me van a recibir? ¡¡Aquí estoy!!”. Abrí los ojos para certificarlo. Ya era de día, muy temprano, pero se veía ya la luz del cielo. Mi padre increíblemente no se había despertado. Cuando asomé mi cabecita, me sobresalté, pegué un grito y comencé a zamarrear a mi padre: “¡¡Despierta padre, despierta!! ¿A qué no sabes quién está aquí? ¡¡Está Selena!! ¡¡Es Selena!! ¡¡Está aquí Selena!!”. Cuando Selena me advirtió echó a reír a carcajadas y yo bajé de la camioneta para abrazarla. Casi chocamos al abrazarnos. “¿Selena? Qué haces tú aquí? Nosotros vinimos desde muy lejos para verte en el Gran Rodeo…”. “¡¡Lo supuse, niña!! Pero antes que nada, dime cómo te llamas y por qué están aquí”. En ese mismo momento noté que bajó mi padre de la camioneta totalmente emocionado pero petrificado. Bajaba por inercia pero no sabía ni qué hacer ni qué decir. “Ven padre, ven aquí. Mira quien está. Está…”. No terminé de decirlo que en cuanto vio la actitud de mi padre, Selena fue hacia él y le dio un fuerte beso. “¡¡Hey!! ¿Cómo estás? ¿Así que has venido a verme? ¿Y qué te parece si entras conmigo y con tu hija, desayunamos juntos y me ven ensayar? ¡¡Para mí será un honor!!”. Mi padre no salía de su asombro, casi lloraba de la emoción y sólo atinó a decir: “Es que no sé si somos dignos de entrar contigo. Estuvimos en la camioneta toda la noche y…”. “Dime … Perdón, antes que nada … ¿Cómo te llamas?”, lo interrumpió Selena. “José”, alcanzó a decir mi padre. “¡¡Y yo Lucero!!”, dije a viva voz. “Pues bien, Lucero y José. Si yo me acerqué a su camioneta a sabiendas de que me venían a ver fue por las fotos y los posters con mi imagen que están en la camioneta y porque vi unos regalos … Y ya lo deben imaginar … ¡¡Quiero mis regalos!!”, dijo Selena cayéndose de la risa. Mi padre salió corriendo a buscar los regalos mientras yo me abrazaba con Selena. “¿Pero es que has venido sola aquí?, le dije intrigada. “No. Vine con A.B. Pero en cuanto los vi le hice una seña para que entrara y yo me quedé con ustedes. Ahora sólo voy a entrar si ustedes me acompañan”, dijo dándome un fuerte beso. “No sabes lo que te quiero, Selena. Y ni te imaginas mi padre. Te fuimos a ver al concierto de San Antonio hace 4 años. Yo casi no me acuerdo. Pero mi padre siempre me lo recuerda pues yo estaba cerca de ti alzada por él y queriendo tocarte para que me saludaras”, le recordé. “¡¡Y claro que me acuerdo de ese momento!! ¡¡Sí!! Tú eras la niñita que me saludaba de muy cerca. En un momento A.B. me lo hizo notar y yo te saludé. ¿No lo recuerdas? Es que estabas muy emocionada pero eras muy, muy chiquita, como ahora, pero menos”, y echó a reír de nuevo. En ese momento llegó mi padre con el ramo de flores blancas y una caja de bombones. “De parte de mi hija y mío”, le dijo casi en silencio. Selena se emocionó mucho pues entendió lo que significaba haber hecho estos regalos y sin más nos invitó a entrar. Cuando entramos Selena nos presentó a sus hermanos, a sus padres, a su esposo, a toda la banda, desayunamos con ellos, vimos sus ensayos, nos mostró en exclusiva el vestido que se iba a poner esa noche, nos adelantó lo que cantaría y nos terminó diciendo: “Y aquí tienen unos pases libres para que me puedan ver al término del concierto. Yo me guardaré las fotos, los discos y los posters para que lo vengan a buscar ya autografiados. ¿Qué les parece? ¿Y saben por qué lo hago así? ¡¡Para que no se escapen del Astrodome sin despedirse de mí!!”, y volvió a reírse con esa sonrisa que no olvidaré jamás. Yo estaba muy contenta. Yo era muy pequeña y me imaginaba que por allí todos los artistas eran tan buenos y tan cálidos como Selena, aunque ya para esa edad sabía que no cualquiera te recoge de la calle y te invita a pasar un día contigo … Mi padre estaba emocionado. Él sí sabía todo lo que representaba Selena y todo lo que sentía por ella. Casi no podía hablar, pero por suerte Selena cubría sus silencios con sus risas, con su charla, con su increíble emergía, con sus ganas de hacer, de hacer y de hacer todo. Cuando fuimos al concierto yo no paré de gritar y de cantar cada tema. Mi padre casi no hablaba y por momentos lloraba, reía, alzaba los brazos o cantaba encantado por esa mujer que lo llenaba de emociones, que lo hacía vivir y sentir cada canción, cada estrofa, cada acto de Selena con su mano en el pecho en una de las tantas formas de vivir y hacer vivir cada tema. Y como si fuera el llamado del destino, cuando Selena se retiraba en un gran auto del estadio, en el medio del júbilo de la gente, mi padre y yo empezamos a correr para seguir el auto y saludar a Selena en su despedida. En un momento entre la gente que se quejaba de nuestro andar que entorpecía la visión de los demás y nuestro cansancio, nos detuvimos sabiendo que ya no podíamos avanzar más. Justo en ese momento Selena arroja su toalla a la tribuna en agradecimiento a la gente. Vi que la toalla se dirigía justo hacia nosotros. “¡¡Papá, papá. La toalla de Selena!! ¡¡Atájala!! Mi padre giró y por acto reflejo alzó su mano y quiso la providencia que justo la toalla se depositara en sus manos como si buscara un remanso en él. “¡¡Papá, papá, la tienes!! ¡¡Es tuya!!” y lo abracé. “No, hija, es tuya … es”, intentó decirme mi padre. “¡¡No, no, es tuya, es tuya!! ¡¡Quiero que la conserves tú!!, le dije sabiendo lo que significaba para él esa toalla que acababa de usar Selena para secarse. El la tomó cuidadosamente, la olió y la tuvo apretada contra su pecho hasta que dimos con Selena en el camarín. En cuanto entramos y sin que nosotros pudiéramos decir nada, Selena le dijo a mi padre: “¿Has visto qué regalo te dejé desde el campo, no? ¡¡Menos mal que tuviste los reflejos rápidos!! ¡¡Vamos, José. Tráemela!! ¡¡Que te la firmo ya!!”. Mi padre se la dio y mientras ella se lo firmaba nos preguntaba qué nos pareció el concierto. Y mientras nosotros no parábamos de elogiarla, Selena le entregó la toalla autografiada a mi padre. Él de inmediato procedió a leerla: “Promise me you'll take care of her. Take her as if she were a part of me. Without you I'm nothing. Take a lot of care of her and we'll see each other very soon. Love. Selena”. Mi padre la leyó, miró a Selena que sonreía con mucha dulzura y no se pudo contener. La abrazó bien, bien fuerte y le dijo: “Y tú prométeme que llegarás a ser la mejor artista del mundo. Sabes que eres la mejor. Como ti no habrá nadie. Sólo prométeme que no detendrás nunca tu marcha al éxito. ¡¡Todos estamos contigo!!”. “Te lo prometo”, le dijo Selena que, para mi sorpresa, cambió su rostro habitual y comenzó a lagrimear un poquito. Pero para que no nos quedáramos con esa impresión de ella gritó enseguida: “¡¡Uy!! ¡¡Me olvidé de darles los otros autógrafos!! ¡¡Ahora vuelvo!!”. Mi intuición de niña me hizo saber que ella tardaría un poco en volver. Supongo que esas palabras de mi padre habían tocado su Alma. Quién sabe lo que pasaría por su corazón en ese momento. Hubiese querido haber tenido la certeza de que algo más profundo había detrás de esa mirada y de aquella expresión de Selena … Selena volvió no sólo con nuestras fotos, discos y posters autografiados, sino con nuevas fotos, más discos y nuevas remeras. “Y esto es para tu esposa. Dile que le agradezco lo que ha hecho por ti. Se nota que es una buena mujer y que te quiere mucho”, dijo Selena y le regaló el anillo que llevaba puesto en el concierto, los aros, incluso el que arrojó en el escenario, y el chaleco que llevara puesto al principio del concierto. Cuando ya partíamos del Houston Astrodome, Selena nos dijo: “¿Ya parten para casa?”. “Sí, ya tenemos que regresar”, le dijo mi padre. “¡¡Ah, qué bien!!”, dijo Selena y miró a A.B. Éste con un gesto asintió y allí Selena nos dijo: “Juan. Me permití que los muchachos revisaran tu camioneta para ver si había algunos problemas. No había muchos pero ya está a punto. ¡¡Puedes irte!!”. Sabía que Selena se había encargado de reparar todos los problemas y llenarlo de combustible. Y antes de que mi padre le dijera que no debía molestarse, que ellos sólo venían a verla a ella aun con todos los riesgos que debían correr, que éramos nosotros los agradecidos por su concierto y por su hospitalidad, Selena le dijo: “No, Juan. La agradecida soy yo. Yo te tengo que agradecer lo que has hecho para verme, por traer a tu hija, por lo que haces por mí. Contigo y con gente como tú siempre estaré en deuda. Sólo busco compensar tantos sacrificios…”. Y como nunca lo vi en mi vida, mi padre abrazó a Selena y lloró mucho, mucho tiempo. Selena lo contuvo todo el tiempo necesario, como si fuera un niño. Era una imagen tierna aunque algo extraña. Una imagen que pronto, muy pronto, la entendería perfectamente y de la manera más desgarradora…

…Aquel triste día del que no querría recordar jamás recuerdo que vino mi madre desesperada a buscarme al colegio. Su presencia confirmaba algo que se decía entre mis compañeros de clase pero al que no le dábamos ningún crédito. El hecho de que el colegio siguiera funcionando como si nada nos hacía confirmar que nada malo estaba sucediendo. Pero yo no me había percatado de que en pleno recreo mis maestras se habían ido para enterarse de lo que pasaba y para decidir qué hacer con nosotros … “Ven, Lucerito, querida -irrumpió mi madre-. Tu padre está muy alterado. No sé qué hacer con él. Lo dejé con tu tía cuidándolo. Es por lo que le sucedió a Selena. ¿Ya lo sabes, no?”. Un frío helado corrió por mis espaldas. Asentí con un tenue movimiento de cabeza pero en realidad no sabía nada. Lo intuía, lo presentía. Sólo habíamos escuchado algo de Selena herida, nada más. Pero la cara aterrada de mi madre sólo confirmaba lo peor. No quise preguntar, no iba a averiguar nada. Traté de no enterarme de nada más. Sólo le preguntaba cosas relacionadas con el estado de mi padre y así enterarme a cuentagotas de lo que le había sucedido a Selena … Me di cuenta de que mi madre no sabía de detalles … Sólo de que la habían malherido y que … difícilmente saldría … Llegamos a mi casa y mi tía se abalanzó sobre mi madre a puro grito: “No lo puedo contener. Quiere estar solo, sólo con la toalla de Selena. Está afuera, sentado en el piso del jardín sin parar de llorar. No tiene consuelo…”. Traté de contenerme y fui camino hacia mi padre lentamente sin decir nada, como amagando ir a otro lado, como buscando un mejor ángulo para ver mejor lo que sucedía. Traté de no alarmar ni a mi madre ni a mi tía para que no me detuvieran en el intento … En cuanto me acerqué a mi padre sentí su llanto agudo. Sólo por un instante me contuve, sentí que un nudo en el estómago me retorcía sin dejarme respirar, y corrí hacia mi padre y lo abracé sin decirle nada. Él se asustó en un principio, iba a reaccionar pero cuando vio que estaba agarrada como una garrapata a él me abrazó, lloró aun más fuerte y sólo decía: “¿Por qué, lucerito? ¿Por qué? ¿Qué mal hizo Selena para que le hicieran esto? ¿Y ahora qué voy a hacer? ¿Qué vamos a hacer? ¡¡Dios, no la dejes ir, por favor, por favor!!”. Ya seguía allí sin poder llorar más. Tenía que ser más fuerte que él a pesar de mis 7 años. Mi padre luego se apartó de mí, me pidió con un hilo de vos que lo dejara solo y yo lo acepté sin irme muy lejos. Temía dejarlo solo a mi padre. Me daba cuenta de que él esperaba que alguien viniera a decirle que Selena se había puesto mejor, que nada de lo dicho era cierto, que Selena no podría marcharse así, de esa manera tan impropia para una persona como ella. Cada tanto mi padre lloraba, cada tanto maldecía a esa mujer de la cual recién en ese momento sabíamos que existía y de la cual no podríamos no sólo olvidarla sino no pronunciar nunca su nombre. De pronto mi padre se arrodilló, alzó sus brazos y gritó: “¡¡Selena, Selena!! ¡¡Tú me lo prometiste!! Me dijiste que nadie te detendría. ¿Cómo lo permitiste?” y arrojó lejos la toalla y estalló en otro llanto tomándose un largo tiempo la cara con sus manos. Yo empecé a llorar sola parada impotente por no poder hacer nada, por no poder calmar a mi padre. Al verlo me daba cuenta del dolor que significaba la pérdida de Selena. Tal vez si no hubiese visto a mi padre, me pondría seria, no hablaría del tema y trataría de pensar que nada de lo que viví sucedió, como si Selena nunca hubiese existido, como si todo lo que viví sólo fue un lindo sueño pero con un final que ni recuerdo ni que pretendo recordar. Pero lo tenía a mi padre que me lo recordaba una y otra vez. Tenía la sensación de que había perdido dos seres queridos y no uno. De lejos podía escuchar las noticias de la radio, incluso la confirmación de lo peor. También supe de la caravana de gente que estaba yendo en procesión a Corpus Christi. Me acerqué a mi padre y le dije que si no querría ir para allá. Fue la única vez en la que mi padre mostró algún entusiasmo y algo de aquel semblante que lo caracterizaba. Trataba de que mantuviera algo del cual temía que perdería irremediablemente. No hay peor cosa cuando alguien pierde sus ilusiones, cuando alguien ya no tiene ganas de sonreír, cuando alguien ya no tiene a esa persona, a ese alguien que le da sentido a su vida. Y a pesar de mis 7 años sabía que no tenía sentido que le dijera que tenía una familia y mucha gente que lo quería, pues él tenía un enorme vacío. Yo lo vi cómo se sentía al lado de Selena, yo vi lo que significaba ella para él. Yo hubiese jurado de que si el daban la opción él se hubiese ofrecido a recibir aquel balazo. Que prefería sacrificar su vida y verla triunfar a Selena que él estar vivo y Selena sin tener la posibilidad de ser feliz. Era un hombre sin Alma, un Alma en pena. Yo lo entendía, lo entendía perfectamente. No podía ser egoísta, no podía pedirle que fuera feliz si no lo estaba. No podía decirle que la vida continúa y que ya nos olvidaríamos de ella … Mi padre jamás se olvidaría de Selena ... Sólo podía consolarlo, sólo podía estar al lado de él. Fuimos para Corpus Christi. Tanto en el camino a Corpus como ya en la ciudad misma ya mi padre no lloraba. Sólo era una mirada perdida, un rostro desencajado. No hubo necesidad de confirmarle la noticia. Él ya lo sabía, lo sentía. Pudo ver a una multitud que no sólo lloraba sino que pedía que la morada en la que estaba Selena fuera abierta para certificar que ella estaba allí. Mi padre encolerizó: “¿Pero qué quieren ver? ¿Acaso no les alcanza con la noticia? ¿Qué quieren certificar? Selena ya no está, ya no está. ¡¡Nosotros somos los muertos!! ¡¡Déjenla en paz. No la quieran exponer!! ¿Acaso quieren quedarse con esa imagen de por vida?”. La gente comenzó a discutir con él a los gritos y yo me lo tuve que llevar con mi madre hacia la fila que esperaba darle el último adiós a Selena. Mi padre volvió a la calma y sólo mantenía el rostro adusto, serio, mirando bien lejos como si no quisiera ver lo que tenía a pocos metros, como si no quisiera ver a Selena allí, pero sintiendo una fuerza irrefrenable que lo arrastraba allí pese a su voluntad. En un punto mi padre también quería pensar que tal vez nada de eso era cierto, que todo era una burla, que todo era una pesadilla. Él a su modo pensaba como las personas con quienes discutió unos minutos antes, sólo que no quería verla, no quería verla así … Cuando llegamos a la morada, mi padre caminó unos pasos no mirando donde estaba Selena. Yo sólo comencé a llorar en silencio sin dejar de mirarla, sin dejar de pensar que esa hermosa mujer y persona tan llena de vida ahora estaba allí sin poderse uno explicar por qué, para qué, qué sentido tenía todo, para que estamos aquí, por qué Dios nos somete a esto, por qué tanto dolor, tanta injusticia. Las cosas no son como nos venden en una película de Hollywood. En la realidad de la vida los buenos mueren, mueren jóvenes, mueren llenos de vida, mueren honestos, llenos de verdad y de trabajo en manos de psicópatas que no saben qué hacer con sus vidas y que lo resuelven destruyendo a todo aquel que se le cruza por el camino … De pronto mi padre corrió hacia donde estaba Selena, se arrodilló ante ella y gritó: “¡¡No te vayas, Selena!! ¡¡No te vayas!! ¡¡Dios!! ¿Por qué a ella, por qué? ¡¡Dime Selena que no es cierto!! ¡¡Dímelo tú!! ¡¡Dime que todo es una mentira!! ¿Qué vamos a hacer sin ti? ¿Cómo crees que podemos vivir sin ti?”, y echó a llorar de nuevo sin consuelo. Mi madre y yo íbamos a por él, pero un agente nos detuvo mientras otro iba a apresar a mi padre. Cuando lo estaba por hacer surgió de la nada A.B.: “¡¡No!! ¡¡Déjalo!! ¡¡Déjalo!! ¡¡Yo me lo llevo!! ¡¡No le hagas nada!!”. El agente se detuvo y A.B. abrazó a mi padre que estaba desconsolado. Corrimos hacia él y aprovechamos para agradecerle a A.B. y darle nuestro pésame. Por suerte él nos había reconocido. A.B. me tomó del brazo y me dijo: “Creeme que yo tampoco lo entiendo y jamás lo entenderé … Ya veré qué hacer. Por lo pronto cuida de tu padre. Él necesita tanta ayuda como todos nosotros…”. Yo lo abracé largamente a A.B. y aproveché para sacar todo mi dolor y toda mi impotencia llorando como nunca. A.B. se quedó todo el tiempo que duró mi llanto y sólo me dijo: “Sólo nos queda esperar a que algún día nos encontremos con mi hermana y con el Señor”. Me dio un beso en la frente, me obsequió un chupetín que guardaba en el bolsillo al dicho de “Esto se lo iba a dar a Selena el viernes” y se fue solo con las manos en los bolsillos. Luego de ese incidente el padre de Selena ordenó que abrieran la morada de Selena. “Tal vez sea lo mejor”, dijo, y a partir de allí todos veríamos lo que en realidad nunca quisimos ver…

Volvimos a mi casa ese triste 3 de abril de 1995. Sentí como nunca que el mundo seguía andando a pesar de todo. Mi padre nunca se repuso de aquello. No volvió a sonreír jamás. Pronto enfermó. Pronto le diagnosticaron algo incurable y al año se me fue. Los médicos me consolaron diciéndome que el mal lo tenía de antes, de mucho antes, sólo que se manifestó en ese momento a la vista de todos, cuando ya no se podía hacer más nada … Yo sabía que no era así, que no podía ser así. Esa enfermedad comenzó el 31 de marzo de 1995 y sólo podía curarse si Selena volviera para sonreírle, para cumplirle lo que le había prometido, para certificarle que estaba viva y feliz. Pero eso no iba a ser posible .... Cuando mi padre se agravó, lo cuidaba todos los días, lo abrigaba con la toalla de Selena, le acercaba sus firmas para que las volviera a leer, le ponía sus discos, le ponía y le cantaba una y otra vez “Si una vez”, su tema preferido. Yo abrigaba una esperanza, una pequeña esperanza … Tal vez si escuchaba sus canciones volvería a la vida … Pero no fue así. Incluso le mentí y comencé a decirle que de pronto me acordaba de aquel concierto de San Antonio, que recordaba todo lo que había sucedido. Hacía poco habían dado parte de aquel concierto que vi muy de pasada e intuí o creí ver que estaba allí alzada por mi padre. De sólo imaginarme verlos tan llenos de vida tanto a mi padre como a Selena -algo que certifiqué después viendo el video- me hizo preguntar a mí también una y otra vez “¿Por qué?”, sólo “¿por qué?”. Pero fueron vanos mis intentos con mi padre: “Yo también supe que dieron ese concierto. ¿Y a que no sabes de lo que me enteré? Que esa mala mujer que le quitó todo la conoció allí mismo … Si lo hubiese sabido … Si hubiese podido hacer algo…”. Fue la última vez que lo vi con algo de ganas de hablar. Luego vino el fin…

Estábamos con mi madre a solas en un día muy lluvioso. Todavía no podía sobreponerme de tamaña pérdida. Mi madre lloraba en silencio. Ella siempre le reprocharía no haber sido tan fuerte como para afrontarlo. No le molestaba que admiraba tanto a Selena. Sí que no las supiera proteger y ver qué hacer con su vacío en el Alma. Yo tampoco sabía qué sería de mí y de nuestras vidas. Mi madre seguiría con su trabajo. Yo con el colegio. Pero algo no teníamos resuelto. De pronto sonó el timbre de mi casa. Para mi sorpresa era A.B., esta vez con un chupetón y una remera de Selena. “¡¡Hola, te lo traje de parte de Selena!!”, y me abrazó bien fuerte y luego lo hizo con mi madre. “¿Qué tal si paseamos un poco y hablamos de nuestras cosas?”, propuso. Las dos asentimos y fuimos a caminar con él. Allí me di cuenta de que nunca podría reponerme de todo esto, pero tenía que seguir, por mi padre y por Selena. Por ella para que nadie se olvide de lo que era como artista y como persona. Por mi padre para que esté contento con que hago algo por ella, que es como hacer algo por él, algo que él nunca pudo hacer sin ella. Miraba el cielo, miraba a mi madre, miraba a A.B., y podía darme cuenta de que jamás superaríamos lo perdido, que siempre lloraríamos por Selena y por mi padre, pero algo podía hacer por ellos, que era recordarlos, no olvidarme nunca de lo que hicieron y darles a conocer al mundo que hubo alguien tan hermoso como Selena que hizo a mi padre muy feliz, a un pueblo muy feliz, a países enteros muy felices. Las cosas materiales que Selena nos dio, salvo las muy personales, las tiene mi padre consigo. Es el lugar más seguro. Él sabe qué hacer con ellas. Sólo a mí queda el deber de que esas cosas que tiene mi padre no queden en el olvido, no se las lleve el viento, no sean tapadas por el polvo del paso del tiempo. Por suerte yo estoy aquí en este mundo para que Selena siga manteniendo su sonrisa con su sueño cumplido y con mi padre feliz de ver a Selena feliz. Al menos yo le encontré un sentido a mi vida maltrecha con tantas pérdidas irreparables. Al menos yo, como tantos otros, podremos completar la obra de Selena, y hacer de éste un mundo posible, un mundo mejor…

(Mis lágrimas que surgen mientras leo este relato certifican el dolor de Lucero, el dolor de un pueblo, el dolor de un mundo que se vio privado de ser enteramente feliz con Selena habiendo realizado su vida artística y personal…)

No sabes cómo se te extraña, Selena…

Te quiere mucho…

Sergio Ernesto Rodríguez
(Buenos Aires, Argentina)





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