Un minuto, Selena…


Un minuto … Un minuto cambia muchas cosas. Un minuto puede cambiar nuestros destinos, nuestras vidas, nuestros gustos, nuestra percepción de las cosas. Un minuto puede cambiar el destino de una vida, de una generación, la historia de una persona, de las artes, de todo el mundo. Acaso nunca podamos tomar el valor de lo que puede ser el minuto de una persona, cuánto puede incidir e influenciar en tantos otros, cómo puede cambiar la suerte de todo. Acaso nunca tomemos conciencia del valor de una decisión, el valor de saber actuar a tiempo, de no equivocarse, de saber cambiar a tiempo, de saber hacer las cosas a su debido tiempo. Acaso nunca sabremos cuán importante es respirar, qué bello es poder disfrutar de todo lo que uno tiene a mano, de todo lo que a uno lo rodea. Acaso nunca sabremos que todo lo que tenemos hoy puede esfumarse en un minuto, sólo en un minuto. Que en tan sólo un minuto todo lo que hemos construido en años se nos escurra como el agua entre los dedos y que nunca, absolutamente nunca, lo volvamos a recuperar, tener, disfrutar, vivir.


Un minuto … Un minuto de no pensar, un minuto de actuar sin conciencia, sin tomar verdadera dimensión de lo que se está haciendo, de lo que puede llegar a pasar. Un minuto fatal como aquel que está en un auto a punto de chocar producto de una mala maniobra y que no puede corregir la dirección. Que cuando se da cuenta ya es tarde. El choque será irremediable, la suerte estará echada y ya nada podrá ser igual para nadie. Un minuto que para algunos será el fin, el fin de tantos sueños, de tantas ilusiones, de tanto esfuerzo, de tantos sacrificios. Un minuto que será para algunos el fin, sin siquiera poderse responder a la pregunta “¿Por qué?”. Un fin que nunca tendrá explicación en un minuto pero que viene para terminar con todo lo bueno o no tan bueno que se haya construido. Un minuto que es el tiempo de un suspiro pero que nos indica el valor que tiene en nuestras vidas, que es en definitiva la suma de todo ese valioso tiempo. Un minuto que es parte de nuestras vidas, de nuestro destino, un paso que nos acerca a la muerte, a veces tan lejana, a veces tan cerca. Un minuto que cambia el destino de tantas personas, que las pone a prueba, que las pone en una etapa de renacer, de volver a vivir, de tener una chance de pensar, de replantear, de volver a empezar, de rehacer o deshacer lo hecho. Un minuto que los lleva a caminos tan distintos, tan inimaginados, tan impensados, tan fuera de nuestros planes. Un minuto que puede cambiarnos la vida para siempre…


Un minuto que parece no significar nada y ser todo. Un minuto en el que tenemos todo y mañana nada. Un minuto en el que vemos la luz y mañana sólo ver sombras, ser una sombra. Un minuto en el que disfrutamos, padecemos, reímos, lloramos, experimentamos. En un minuto podemos ser reyes. En otro ser mendigos. En un minuto puede cambiar todo y nunca ser consciente de ello, acaso porque nunca vivimos la vida de esa manera, acaso porque pensemos que vivir pensando de esa manera nos llevaría a una tortura mental sin límite, a una persecución del cual nunca nos libraríamos, un dolor del cual querríamos evadir para siempre. El tomar conciencia de lo que es vivir cada minuto con todo el valor que ello implica parece ser como vivir pensando en el origen del universo, para qué estamos aquí, por qué estamos aquí, por qué vivimos, en si Dios existe, y si existe por qué nos pone a prueba de esa manera. Pensar en el valor de cada minuto de nuestras vidas parece una carga pesada de la cual mejor no reparar, de la cual es mejor evadirse mirando televisión o preocupándose de cosas mundanas, de poca importancia, que nada hace a nuestras vidas, ni constituye lo más importante de ellas. Tal vez nunca se nos dio por pensar si ese minuto, ese preciado minuto, haya que agradecerlo porque es algo que nunca se repetirá y que por ello haya que vivirlo hasta lo máximo, y que haya que darle tanta importancia como respirar, comer, beber, amar, querer, soñar. Tal vez si supiéramos todo lo hermoso que podemos hacer en un minuto otra sería nuestra visión de las cosas, de nuestra vida, de nuestra existencia…


En un minuto de aquel nefasto 31 de marzo de 1995 todo cambió para siempre y nada pudo ser como aquel entonces. En un minuto, ese minuto que dura un suspiro, la vida no fue la misma, la música no fue la misma, Estados Unidos no fue el mismo. México no fue el mismo. La comunidad latina no fue la misma. Tampoco la anglosajona. El destino de América latina tampoco fue el mismo. En un minuto de aquel odioso día de Corpus Christi todo cambió: se fue el sol, el cielo se nubló, la sombra apareció, el presagio se hizo presente en forma de lluvia. El llanto del cielo nos anticipaba lo que se vendría, acaso esperando que alguien se diera cuenta del mal que se instalaba allí para que alguien se diera cuenta. Esa lluvia era un aviso desesperado a Selena para que acaso ella reparara en esas gotas y revirtiera su destino. Tal vez la lluvia le quiso avisar a Selena que repara en lo hermoso que podía ser el contemplar desde su casa una lluvia, el ver caer las gotas desde el cielo, el ruido del agua cayendo sobre el techo, cómo las conductas de todos cambia cuando el cielo nos regala su lluvia. Tal vez la lluvia puede ser no sólo un aviso desesperado sino un llamado a la reflexión, una invitación a que disfrutemos de ese momento, de esa tormenta, de la espera a la nueva salida del sol. Tal vez la lluvia quiso decirle a Selena: “Detente, Selena. No te desesperes. No te preocupes por cosas que no valen la pena, que ya tendrán solución sin ti. Detente, Selena. ¡¡Mira!! Mira qué linda es la lluvia. Qué lindo es mirar y disfrutar sin pensar. Recuerda tus orígenes. Recuerda cuando no tenías nada y sólo me mirabas esperando otra suerte, otra realidad. Recuerda aquello y mírate ahora. Mira lo que has logrado. Mira lo que eres ahora y fíjate que aun así lo más importante sigue siendo poder disfrutar de aquellas cosas que nos hacen feliz siempre, de aquellas cosas que no tienen valor material, de aquellas cosas que se viven y se disfrutan en un solo minuto. Mira, Selena, y alégrate, sólo alégrate de que estás viva y de que puedes contarlo a quien quieras y compartirlo con la gente que tanto te quiere y desea lo mejor para ti”…

Un minuto … Un minuto que no tuvo Selena aquel día o que tal vez lo utilizó para dedicarse a otras cosas, a otras personas, a otras urgencias, a problemas y soluciones ajenas. Tal vez en ese nefasto día Selena cometió un error fatal: no le dedicó un minuto a sí misma. Tal vez no pensó en lo importante que era poder pensar en lo que realmente la ponía contenta, feliz, plena. Tal vez Selena no tenía el egoísmo que tenemos tantos, y que aunque no sea el mejor sentimiento, a veces es necesario tenerlo para vivir, para sobrevivir, para defenderse, para sobreponerse. A veces la vida nos pone en duras alternativas, en difíciles decisiones. A veces para ser feliz, a veces para poder hacer lo que uno quiere, a veces hasta para poder vivir y no morir en el intento es necesario pensar en uno, en su suerte, en su dicha, aunque para ello haya que dejar cosas, amores, pertenencias, afectos, personas, familia, lo que uno más quiere, lo que a uno más le duele. A veces uno tiene que ser un poquito egoísta, pero en el buen sentido … Pensar en uno mismo porque muchas veces sólo uno puede salir de situaciones difíciles, sólo uno sabe el camino de su dicha, sólo uno tiene la llave de la felicidad. Y para lograrlo uno debe despojarse de muchas cosas, aunque eso duela y sea difícil de sobrellevar. Es tan difícil como necesario. Tal vez a Selena le era muy difícil ello. Ella había crecido en la felicidad colectiva, en la dicha en familia, en que se debía a sus afectos y que nunca podría seguir sin ver que todo estaba a su alrededor bien, que todo estaba en orden y que ella había contribuido a ese bienestar. Tal vez Selena siempre pensó primero en el bienestar general y luego en el propio. Tal vez Selena no imaginaba las cosas de otra manera pues así se lo habían enseñado. Tal vez ese 31 de marzo estaba convencida de esa forma de ver las cosas. Tal vez ni la lluvia ni ningún aviso desesperado la hubiesen cambiado de opinión. Tal vez nadie podía hacerle cambiar el rumbo de su camino, un camino construido a base de que primero ella tenía que solucionar todo, y una vez lograda la felicidad de su entorno pensar en ella … La lluvia le quiso avisar en lo lindo de disfrutar un minuto consigo misma. Esa misma lluvia que con los hechos consumados se transformó en una tormenta de lágrimas y lamentos que durarían días enteros…


Un minuto que no se permitió Selena en pensar que ella misma era hacedora de su destino. Un minuto que Selena no se permitió caminar a pasos agigantados por las calles de Corpus Christi. Un minuto que Selena no se permitió sentirse que era la Reina, la mejor, la indiscutible. Un minuto que Selena no se permitió pensar que estaba transitando por la autopista que le abría las puertas de los Estados Unidos sin ninguna barrera, sin ninguna restricción. Un minuto que Selena no pensó en lo que había generado 33 días antes. Un minuto que Selena no pensó en qué haría mañana. Un minuto en que Selena olvidó que estaba grabando algo que había anhelado por años y que lo había anunciado tantas veces. Un minuto en el que Selena no pensó en lo que siempre había sentido, que era la mejor cantante y artista, ni consideró que era la más importante de su grupo y que tenía un futuro de gloria hasta como cantante solista. Un minuto en el que Selena no pensó en todos los proyectos que tenía en su cabeza y que le ocupaban buena parte del día. Un minuto en el que Selena olvidó que tenía que hacer algo tan maravilloso como cantar. Un minuto en el que Selena se olvidó de sus diseños. Un minuto en el que Selena se olvidó de su porvenir, de todo lo que estaba disfrutando y de todo lo que tenía por disfrutar. Un minuto en el que Selena se olvidó de hablar y consultar con su familia. Un minuto en el que Selena prefirió dejar tranquilo a su esposo. Un minuto en el que Selena creyó que era mejor repetir lo del día anterior pero sola sin llevar a alguien que la acompañara. Un minuto en el que Selena no vio peligro alguno. Un minuto en el que Selena veía cosas que no le gustaban pero prefirió afrontarlas sin medir consecuencias. Un minuto en el que Selena no quiso comunicarse con nadie hasta arreglar su asunto con esa persona, esa persona que resultó ser la mismísima parca. Un minuto en el que Selena pensó que podía con todo. Un minuto en el que Selena no advirtió la lluvia que le golpeaba implacablemente su cara…


Un minuto nos cambia la vida y nos expone a impensables experiencias, y muchos ni damos cuenta de ello ni de su importancia. Un minuto bastó para que el mundo nos dejara sin Selena. Así de simple. Así de doloroso. Así de implacable. Y ese hecho, sólo ese hecho, nos cambió la vida a todos, nos expuso a situaciones que nunca hubiésemos imaginado y que nunca hubiésemos querido vivir. Mi vida es otra desde aquel día aun cuando paradógicamente yo no era consciente de lo que estaba pasando y de las consecuencias de aquella locura, de aquella sinrazón. Las vueltas de la vida hicieron que aquel hecho insólito me pusiera a Selena en mi camino, en mi vida, en mis sentimientos. Me siento como si todo aquel dolor del que pocos se pueden olvidar a casi 15 años de ocurrido me hubiesen hecho correr desesperadamente años después esperando hacer algo, esperando alguna explicación, esperando reparar aquel daño, esperando creer que aquello no era cierto, esperando poder parar esa lluvia, esperando poder hacer algo por Selena. A mí la vida y el destino de Selena también me hicieron ver el valor de un minuto en mi propia existencia. A mí la vida y el Amor de Selena me hicieron cambiar mi forma de ver las cosas, y en tan sólo un minuto de mi vida supe de Selena, de su destino, de su dolor, y en un tan sólo un minuto pude apreciar lo que era como artista y como persona. Desde que la conocí siempre desee poder estar hoy en mi casa tan lejana de la vida de Selena sin saber de ella y descubriéndola sólo porque había visitado mi país en algún momento, para recién preguntarme allí quién es Selena, de dónde vino, qué hace, por qué está aquí. Preferiría la ignorancia que me diera la certeza de su existencia, y no esta densa y terrible realidad que me impide hacer algo para que ella esté entre nosotros…

Ese minuto fatal que hoy impide que Selena piense en ella y sea feliz. Ese minuto fatal que borró de un plumazo una vida tan rica, tan llena de talento y de ilusiones, tan llena de vida y esperanza. Ese minuto fatal que impide ver a Selena triunfar, de que desparrame risas, saludos y felicidad a todo el mundo. Un minuto fatal que impidió a Selena dar y recibir Amor. Un minuto fatal que le quitó su protagonismo para cederlo a gente que no se merece ninguna atención. Un minuto fatal que me impidió estrechar mi mano para que Selena me la tomara y yo sentir la fuerza de su cariño. Un minuto fatal que me impidió decirle tantas cosas lindas. Un minuto fatal que me impidió agradecerle. Un minuto fatal que me impidió decirle “Selena. Eres lo más hermoso que ha dado esta Tierra. Yo sólo quiero que seas feliz. Ésa es mi felicidad. Tu dicha es mi dicha”. Un minuto fatal del que yo no pude dar cuenta ni hacer nada…


Un minuto fatal que sólo podré reparar recordando a Selena y dando todo de mí para que se la tribute con Amor y se la respete siempre. Un minuto que trataré de aprovecharlo día a día para ofrecerle el cariño que siempre necesitó… Un minuto que se le escapó a Selena y que yo rescato para darle vida con la esperanza de que ella tome conciencia de todo lo que generó su Amor y con la ilusión de que algún día vuelva a nosotros. Para que Selena viva con nosotros, para que viva en nosotros que jamás la olvidaremos y que jamás la abandonaremos. Para que sepamos siempre el valor de un minuto para evocarla, para tenerla siempre en lo más alto de nuestro recuerdo y para que siempre se sienta acompañada con nuestro Amor…


Un minuto, una hora, un día, un mes, un año, toda mi vida que sólo están dedicadas a ti, Selena…


Siempre estaré con la ilusión y con la esperanza de que un día volverás, Selena … Una ilusión y una esperanza que nacen de tu Amor…


Simplemente, te quiere y desea lo mejor para ti…


Sergio Ernesto Rodríguez
(Buenos Aires, Argentina)




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