Te prometo que lo haré, Selena…

Eduardo quedó shockeado aquella tarde del 31 de marzo en la que se enteró de lo que había pasado con Selena, pero no lo quiso demostrar ante nadie. Era su característica. Por eso, cuando ya no pudo más, les dijo a su esposa y a sus hijas que volvería en un ratito y se fue a su habitación. Encerró con llave la puerta y para asegurarse bien de que no lo oyeran, se dirigió al balcón y se encerró allí para poder llorar tranquilo sin que nadie, absolutamente nadie lo pudiera oír. Lloró con fuerzas, con ganas. Su dolor se potenciaba al oír los otros llantos de las otras casas. Todo era tremendo. Su ciudad, San Antonio, estaba paralizada, incrédula y dolorida por semejante noticia. Y Eduardo estaba allí, solo, como siempre estaba en estos casos, desahogando su dolor sin poder ni querer demostrárselo a nadie, como si el mostrarse tal cual era le produjera algún problema, como si decir o expresar lo que sentía fuera motivo de chanza, burla, señalamiento, vergüenza. Hasta ese momento Eduardo consoló como pudo a sus hijas, incluso a su esposa mientras miraba la televisión y no podía comprender cómo había sucedido todo, cómo le podía suceder esto a Selena. Él la admiraba pero nunca lo quiso demostrar abiertamente. Se recostaba en el fanatismo de sus hijas y en el seguimiento de su esposa. Él … Él decía que era una buena cantante y nada más. Pero nadie le creía. Se sabía que admiraba mucho a Selena. Pero hacía comentarios graciosos o intrascendentes como modo de comunicarse con su familia, pues le costaba mucho expresar sus sentimientos, sus verdaderos pensamientos y sentires. Pero lo que le había sucedido a Selena lo agarró en un momento trascendental de su vida. Ya había pasado los 50 años y comenzaba a sentir que todos sus sueños, toda su alegría de vivir, todas sus esperanzas se iban apagando. Como nunca le había pasado, comenzaba a pensar seguido en la muerte y en la vejez, y que eso apagaba sus deseos de cambiar, de hacer otras cosas, de vivir a su manera, como casi nunca lo había hecho. El crecimiento de sus hijas le iba dando una idea del paso del tiempo. Ya tenían 17 Daniela y 15 Graciela. Eran unas niñas cuando se hicieron admiradoras de Selena unos 7 años atrás. Crecieron con ella, vivieron con ella, soñaron con ella, se vestían como ella. Y Eduardo, que por entonces pasaba los 40 años, sentía que había revivido con Selena. Por ella se había unido más a su familia, con Selena se permitió soñar, pensar que aún todo era posible, que podía tener fuerza infinitas para luchar hasta el final … Con Selena Eduardo sintió que el tiempo se había congelado y que podía ser hasta inmortal. Así como Selena cumplía sus sueños y hacía real todo lo que había pensado para ella, Eduardo pensaba que no había límite para sentir que no había imposibles, que todo podía ser real. Pero ahora, ahora Eduardo sintió que nada tenía sentido, que el mundo era el peor de los calificativos que ni él mismo podía reproducir. Ya nada podía esperar de él ni de nadie. Por eso se escondió en el balcón para que nadie viera lo que le estaba pasando. Por primera vez sintió que estaba tirando la toalla, que nada podía hacer, que nada lo podía hacer feliz. Sí, allí estaba su familia, allí estaba el fruto de lo que él había construido con tanto esfuerzo, con tantas dificultades. Él estaría para ayudar a sus hijas y a su esposa. ¿Pero quién lo ayudaría a él? ¿Cómo podrían ayudarlo si siempre le costó decir lo que realmente sentía de las cosas, lo que soñaba, lo que aspiraba para él, lo que lo motivaba en la vida? Eduardo siempre había postergado sus cosas, siempre lo dejó para más adelante o en realidad siempre se ilusionaba y gozaba soñando en lo que podría llegar a ser si realmente hacía lo que realmente sentía, pero siempre se recostó en las pequeñas alegrías que podría tener cada día, consuelos apenas que le permitían seguir viviendo con una sonrisa y soñando, soñando con que todo cambiaría y podría ser realmente feliz. Cuando apareció Selena en su vida a través de sus hijas, sintió que sus sueños se potenciaban más. Decididamente Selena representaba los sueños de la gente, las expectativas de todos, la alegría de tantos. Eduardo se limitó a sentir el placer de acompañar a sus hijas y a su esposa en la asistencia de los conciertos a Selena, a comprarles a Daniela y a Graciela toda clase de souvenirs y de presentes, de estar con ellas compartiendo sus alegrías cantando a viva voz sus canciones mientras escuchaba sus discos que él les compraba apenas salían a la venta. A Eduardo le encantaba compartir ese placer de comprarle cosas a su familia. Era su mejor manera de exteriorizar sus sentimientos y él Amor que les tenía, ya que le costaba poner en palabras ese sentimiento. Pero la que mejor le había sacado una radiografía era la mismísima Selena. Cierta vez había ido con sus hijas y esposa a la edición 11 de los Tejano Music Awards. Selena lucía preciosísima con su vestido y su pelo largo y con flequillo. Comenzaba a ser ya una mujer que apuntaba bien, bien alto. Había emocionado con una increíble interpretación de un tema en inglés, “Where did the feeling go?”, y todas quisieron esperarla a la salida para saludarla y pedirle un autógrafo. Eduardo las acompañó, pero se mantenía a distancia. Siempre se jactaba de que a los artistas había que admirarlos sin molestarlos, sin pedirles cosas pues pensaba que ellos no tienen obligación de dar, que la exteriorización de su admiración debía hacerse mientras estaban actuando pero no fuera del escenario. Por eso estaba allí, parado contra un poste mientras sus hijas acompañadas por su esposa se agolpaban a la salida del escenario para esperar a Selena. Había pasado mucho tiempo y Selena no salía. Muchos desistieron de esperar, no por fastidio ni mucho menos, sino porque creían que Selena sería demorada por los periodistas y por las autoridades del evento, y tardaría muchísimo para liberarse y atender a sus fans. Eduardo les hacía chanzas de todo tipo: “No sé por qué siguen esperando … ¡¡Ah!! Me olvidé de contarles … Me dijeron que Selena salió por la salida opuesta hace una hora…”. Sus hijas lo miraban con resignación y fastidio a la vez. Sabían que no era en serio lo que les decía, pero ya estaban acostumbradas. Su padre exteriorizaba su alegría así, con pequeños chistes que podían caer bien o mal, pero ellas preferían que se mantuviera así, que por lo menos no lo hacía con mala intención, que verlo fastidioso en serio, que ahí sí era de temer … Y no les faltaba razón. Cuando Eduardo se enojaba, allí exteriorizaba con crudeza todo su enojo y frustración, todo lo que él había acumulado por días, meses, años … y podía ser duro y despiadado … Mejor que estuviera así, pues al menos se sabía que no estaba enojado, hasta se podía decir que estaba gustoso de esperar. Y es que era así. En su fuero más íntimo, él quería ver a Selena, y si por allí se daban las cosas de una manera especial le diría todo lo que él sentía, todo lo que él esperaba para ella, o de él mismo, que eran en realidad la misma cosa … “¿No vieron que hace un ratito pasó un helicóptero? ¿No lo vieron? Pues les informo. Ese helicóptero la vino a buscar a Selena. Tiene que ir a un concierto en Nueva York mañana. Me lo acaba de informar A.B. que pasó hace 5 minutos por aquí … ¿No les conté?”, seguía insistiendo Eduardo. No podía con su genio. Podían ser chistes malos o buenos. Podía ocurrírsele cosas absurdas o ingeniosas, pero lo bueno de ello era que Eduardo tenía un poder de imaginación que pasaba el límite de lo insospechado. Con el tiempo Eduardo se dio cuenta de que si se hubiese dedicado a ello sería más feliz y hasta hubiese ganado dinero y vivido de estas pequeñas actuaciones, pero nunca lo supo porque no lo intentó ni se animó … Y ya era tarde para empezar con esta ocupación … Estaba por decir alguna que otra ridiculez más que pondría al borde del ataque de nervios a sus hijas hasta que de pronto apareció A.B. “¡¡No se preocupen ni se desesperen más!! Mi hermana me acaba de decir que saldrá en cinco minutos. ¡¡Ya los atenderá!!”. Las fanáticas comenzaron a gritar por Selena y A.B. les hizo un gesto de calma con la mejor de su sonrisa. Daniela con aire de sorna le dijo a su padre: “¿Pero no es que se había ido Selena en helicóptero camino a Nueva York?”. Estaba Eduardo pensando en algo producto de su imaginación para contestarle eso hasta que de pronto en el medio del alboroto A.B. saluda a Eduardo con un “hola” en el medio de que contenía a los fans y de que firmaba algunos autógrafos. Toda su familia se quedó sorprendida de la situación, aun cuando estaban todos acostumbrados a que a él le pasaran estas cosas, que mientras todos se desvivían porque los famosos le prestaran atención, esos mismos famosos lo saludaran a Eduardo sin conocerlo y sin que él saludara ni se acercara … “Es que no entiendes, Daniela. Es como yo te dije y la aparición de A.B. lo certifica. Ella ya se fue. Él me lo dijo hace un rato. Ahora está desviando la atención hasta donde pueda y venga otro a dar otra información …¡¡Por eso me saludó!!”, le dijo Eduardo con una sonrisa y con aire pícaro para exasperación de su hija … En el medio de todo ello se escuchó un griterío infernal. Había aparecido Selena y el caos era total. Todos se abalanzaron sobre ella y tuvo que contenerlos el mismísimo A.B. para tranquilizarlos y ordenarlos prometiéndole que todos tendrían su autógrafo. Selena saludó a sus fans uno por uno y empezó a firmar autógrafos a todos los que se lo pedían. Eduardo se desvivía por estar allí en el medio de todos los fans. Sentía un impulso terrible por hacerlo, pero se contenía … una vez más se contenía ... Si alguien se diera cuenta y lo llevara a la rastra para acercarse a Selena … Él se resistiría supuestamente pero no impediría que lo llevasen a ella … Sólo faltaba que alguien se diera cuenta … Sólo faltaba que alguien supiera lo que realmente deseaba, pero nadie lo sabía. Todos “sabían” que él quería estar lejos, bien lejos de todo, bien lejos de los artistas, bien lejos de lo que quería, bien lejos de sus sentimientos. En el medio del alboroto, Selena levantó la vista y lo miró a Eduardo. Él se quedó petrificado pero no dio señales de vida. Hasta se permitió mirar para cualquier lado, enfocando su vista en la gente que le pedía autógrafos. Cada tanto miraba de pasada para certificar que había sido casual todo, que no podía ser cierto. Alberto temía ser descubierto y que fuera la mismísima Selena quien se encargara de ponerlo en evidencia. Para colmo de males, sus hijas estaban entre los últimos lugares de espera y como si fuera una jugarreta del destino, cada vez que Selena parecía que les iba a firmar a ellas iba para otro lado y firmaba autógrafos a otros fans. Pasó el tiempo e iba quedando menos gente esperando. Las hijas de Eduardo estaban contentas a pesar de la espera y expectantes … Mónica, su esposa, en un momento se acercó y le dijo que si quería podía irse si estaba cansado de esperar, que ella se encargaría de sus hijas. Eduardo la tranquilizó diciendo que no había problema, que podía esperar todo el tiempo que fuera necesario … En ese momento vio que Selena levantó su vista hacia él y se sonrió. Lo hizo de una manera como si lo conociera de toda la vida, como si supiera quién era y cómo vivía y sentía la vida, como si supiera lo que realmente representaba ella para él … Pasó un tiempito más y sin que para Eduardo fuera una casualidad, Selena terminó firmando autógrafos a sus hijas casi en último lugar. Se deshizo de disculpas por la tardanza, pero a cambio no sólo le firmó todo lo que quisieron sino que mandó a A.B. a que le trajera unas remeras y unas fotos de regalo. Hasta sucedió que en el medio de la situación a Selena se le cayera uno de los aretes. Eduardo sabía que cuando a Selena le pasaba eso tomaba el otro y lo arrojaba al piso. Selena sorprendió a todos diciendo: “Un momentito. Un momentito. ¡¡Esperen!! El que encuentre primero mi arete tendrá un premio … ¡¡A jugar!!”. Mis hijas se abalanzaron sobre él y lo tomó Graciela. Daniela quería quitárselo, pero Selena la detuvo. “¡¡No, Daniela!! ¡¡No lo hagas!! Tu hermanita lo ganó en buena ley … Es de ella. Pero mira … ¿Quieres ganar el otro arete? ¡¡Tengo un juego para ti!!”. Daniela, totalmente entusiasmada, le dijo: “¡¡Claro, claro que lo quiero!! ¿Qué es lo que tengo que hacer?”. Selena la miró pícaramente y, mirando a Alberto, lo señaló y le dijo: “Dime, Daniela, se que has venido con tu madre, pero la persona que está allí contra un poste, ¿es tu padre?”. “¡¡Sí!!”, le dijo Daniela en cuanto corroboró el lugar que le señalaba Selena. “Pues bien, convéncelo de venir hacia mí que le tengo una sorpresita. Si lo logras, ¡¡el arete es tuyo!!”. Daniela miró a Selena, miró a su madre y dijo: “Pero Selena, él no va a querer venir. Lo conozco. No le gustan estas cosas…”. Selena se agachó, tomó de los hombros a Daniela mientras miraba a Mónica y le guiñaba un ojo: “Tú pídeselo. Dile que lo llamo yo y que lo haga por ti. Yo sé que lo hará…”. Daniela se dio vuelta y miró a su madre quien asintió con una sonrisa el pedido de Selena. Daniela corrió a ver a su padre y en cuanto llegó a él, le imploró: “¡¡Por favor, padre!! Selena me dará un arete suyo sólo si vienes a verla. Tiene algo para ti. Graciela tiene su arete. ¡¡Yo quiero el mío!! ¡¡Por favor, padre, hazlo por mí!! ¡¡Lo está pidiendo Selena!! ¡¡Ven conmigo!!”, le dijo su hija mientras extendía su mano. Eduardo miró hacia donde estaba Selena y notó que lo estaba mirando fijo con una gran sonrisa ... Con Selena no se iba a negar … Tomó la mano de su hija y fue hacia donde estaba ella. No quiso mirar a Selena hasta que la tuvo frente a sí … “Pero mira que eres difícil, ¿eh? … ¿Cómo te llamas?”, le dijo una sonriente Selena. “Eduardo…”, le dijo apenas, sintiéndose totalmente avergonzado. “Veo que eres calladito, al menos conmigo. ¡¡Mira que yo no le hago mal a nadie!! ¡¡No te voy a comer!!”, le dijo Selena a las carcajadas. “Mira, tengo algo para ti, ¿pero puedo decirte algo a solas? Quiero que lo sepas tú, sólo tú … ¿Lo aceptas?”. Eduardo la miró con aire sorprendido y sólo atinó a decirle: ¿Pero mis hijas, pero mi esposa? ¿Acaso querrán…?”. Selena lo interrumpió y se dirigió a Mónica y a sus hijas: “¡¡Hey!! Tengo un juego para Eduardo. Tiene que venir con mi padre a buscar su regalo y si él lo encuentra A.B. les dará lo que tiene en su bolsa a ustedes. ¿Aceptan?”. Todos dijeron que sí al unísono y a los gritos. Eduardo miró a su esposa esperando un gesto de desaprobación, pero lejos de eso ella le dijo. “¿No me digas que no vas a ir? ¡¡Hazlo al menos por nosotras!!”. Selena echó a reír a carcajadas mientras le hacía señas a su padre y a su hermano. “No se preocupen. No lo voy a secuestrar. Lo voy a traer bien prontito. Bueno, eso en realidad depende de él”, y se lo llevó de la mano a las risotadas, todo un sello de Selena. Eduardo hizo un gesto típico de un pollo mojado mientras saludaba tímidamente a su familia, y ellos lo despedían con felicidad y riéndose con ganas. Antes de que se fueran, Selena tomó el arete que le quedaba y se lo dio a Daniela: “Tómalo. ¡¡Es tuyo!! ¡¡Te lo ganaste!!” y le dio mil abrazos y mil besotes. Luego se fue con Eduardo y su padre a las apuradas y en silencio. Cuando se alejaron de todos, Selena le hizo señas a su padre y se quedaron solos. Allí Selena lo miró a los ojos y le dijo: “¿Sabes?. Me imaginé que tú venías con ellas. No sé por qué, pero lo presentía, y no pude dejar de pensar que tú querías estar para decirme algo, pero no te animabas. No te digo que lo hagas aquí. Sólo te pido que no te frustres, que hagas lo que te dice tu corazón. Intuyo que eres una buena persona, con nobles pensamientos y sentimientos. No te lo reprimas. Sé tú, tú mismo. ¿Quieres saber por qué he logrado algo de éxito? Siendo yo misma, no mintiéndole a nadie, siendo sincera. Es verdad. Yo lo hice por necesidad. Tal vez no lo hubiese hecho por mí misma. Pero ahora que lo viví, te lo puedo decir. La experiencia me ha hecho saber distinguir a las personas, no sé si a todas, pero me doy cuenta de lo que significan algunas expresiones, algunos gestos. Y sé que tú tienes lindos sentimientos, nobles pensamientos. Sólo exteriorízalos. No te quedes atragantado sin decir lo que piensas y sientes. Si lo haces te valorarán más de lo que te imaginas. Todos tenemos que sentirnos orgullosos de lo que somos desde el lugar que sea. ¿Me prometes que lo harás, aunque sea por mí?”. Eduardo quedó impresionado por lo que le había dicho Selena. No se imaginó jamás que le iba a decirse semejante cosa. Nadie, de hecho, se lo había dicho. Estaba shockeado pero feliz a la vez. Al menos alguien, y ese alguien era una persona que él admiraba, lo entendía, sabía que pensaba, qué sentía. Eduardo le prometió que así lo haría, que se lo prometía y Selena se lo agradeció con un dulce beso en la frente. “Bueno, ¡¡ahora vamos!! No quiero que piensen que te estuve torturando por un premio ... ¡¡Ah, espera!! … No, mejor adelántate y ve con los tuyos … Debo darte el regalo … Diles que ya ganaste, que yo descubrí lo que tú pensabas y que fui a darte los premios por tu participación y por ser honesto ... ¡¡Hey, daddy!! ¡¡Please!! Acompáñalo y diles lo que acabo de decirle a Eduardo … ¡¡Ya estoy con ustedes!!”. El padre de Selena se sonrió y se lo llevó a Eduardo con su mano apoyándolo en su hombro. Él se sintió protegido pero no pudo evitar preguntarle. “¿Selena es siempre así? ¿Tan vertiginosa?”. El padre de Selena se rió esta vez con ganas y le dijo: “Selena es así, así de especial. Ya me acostumbré a seguir sus ritmos y locuras. Pero creo que si no estuviera con ese ritmo alocado me sentiría desamparado. Selena es tan distinta, tan distinta a todo … Eso la hace especial y nos hace especial a todos. Sin duda ella marca la diferencia, pero mejor no sigo hablando a ver si me escuchan mis otros hijos y me malinterpretan … ¿Pero me entiende? Selena es la alegría de nosotros, de tanta gente, de tantos corazones … Sin ella nada sería igual … Usted lo pudo comprobar. Selena es la estrella pero hoy usted es el homenajeado y Selena misma se encarga de hacerlo sentir así … ¿Cuántos artistas vio que fueran así en la vida? Seguro que nadie. Ella suele decir que sin el público ella no sería nadie … Posiblemente eso sea cierto pero no menos cierto es que sin Selena nosotros tampoco seríamos nada … ¿Me entiende, Eduardo? Yo no sé qué haríamos sin Selena … Ella me cambió la vida, cambió la vida de mi familia. Ahora cambió la vida de todo el mundo, incluso la suya…”, dijo verborrágicamente el padre de Selena. Eduardo asintió en silencio. Le llamó la atención esa actitud del señor Quintanilla … No parecía ser así, pero evidentemente estaba emocionado por lo que generaba su hija y por lo tanto que la quería. Tiempo después Eduardo se acordaría de él ante tamaña pérdida. Eduardo siguió caminando hasta que volvió a ver a su familia. Sus hijas estaban muy contentas. Ni necesitó el padre de Selena decirle a A.B. que les diera lo prometido si su padre “ganaba” con el juego de Selena. A.B. les había dado todo lo que tenía a mano a sus hijas: “Es que las niñas la adoran y son muy simpáticas. Me ablandaron. No me pude resistir. ¿Hice mal?”. El señor Quintanilla pasó su mano por sobre la cabeza de su hijo y le sonrió a modo de asentimiento. Mónica se acercó curiosa a su esposo y le dijo: “¡¡Ey, Eduardo!! ¿Al final ganaste el juego? ¿En qué consistió?”. Eduardo la miró con aire mezcla de alegría y de tristeza a la vez y le dijo: “No gané. Ella ganó, pero me dio el premio igual por ser honesto. Se ve que valora mucho esas cosas. Pero ella lo hizo todo … Simplemente acertó en lo que estaba pensando…” … “Es que mi hija es así. Valora a la gente sincera. Además, está en todo y no se le escapa nada”, interrumpió el padre de Selena apoyando la declaración de Eduardo… Nada más espontánea y oportuna su intervención … De pronto apareció Selena con una caja y un papelito … “¡¡Aquí vine con el premio!! Supongo Eduardo que te gustaría saber que lo que has ganado es una prenda para tu esposa, ¿no?” y le guiñó un ojo. Eduardo asintió y Selena se acercó a Mónica. “Mira, es una pollera que no he usado y sé que a ti te irá bien. Soy buena con las medidas. ¡¡Ya lo corroborarás!! En un futuro pondré mi propia tienda de ropa y te podré regalar un vestido diseñado por mí misma … Pero esta pollera es muy linda, y sé que te gustará y te irá bien. ¿Qué dices?”. Selena abrió la caja, le mostró a Mónica la pollera y luego la sacó para medirla a ojo y certificar que le iría perfectamente. Mónica no sabía cómo agradecerle. “¡¡Ay, Selena!! ¡¡No sé cómo agradecerte tan lindos regalos!! Has tenido tan lindos detalles con todos … Aún no entiendo por qué nos regalas tan lindas cosas…”, le dijo emocionada. “No tienes nada que agradecerme. Yo le debo todo a mi público. Sin ustedes, ¿qué podría yo hacer? Igualmente, en este caso, agradécele a tu esposo. Él tiene mucho para hacer y decir. Yo sé que las quiere mucho, a pesar de que se esconda detrás de un poste”, dijo Selena y comenzó a reírse con ganas. Y por eso mismo, él no se lleva ninguno de estos regalos. Eso sí, yo le doy este papelito, que por allí le va a servir en el futuro … Al menos eso espero…” y le dio el consabido papel. Era un autógrafo. Eduardo lo miro y entendió muy bien lo que decía allí: “Think about yourself. You are the most important thing. If you’re alright, everyone else is, too. You’ll see they’ll thank you… Nothing is impossible if you want to do it. I hope I was right about what you keep inside your heart. Love. Selena. February 1991”. Eduardo asintió sin dejar de mirar el autógrafo, pero no pudo evitar escuchar a Selena que le preguntaba: “¿Me lo prometes?”. “Sí, claro que sí”, le dijo Eduardo y la abrazó casi al borde del llanto. “Entonces, ¡¡te espero en el futuro para ver si has cumplido con tu palabra!!”, le dijo Selena y lo despidió con un beso. Luego se dirigió a su esposa y a sus hijas para despedirse. Eduardo tuvo que pedirle a los gritos que la dejaran de una vez en paz a Selena, pero ella le dijo que esperara y Selena misma se encargó de despedirse sin necesidad de obligarlas a nada … Cuando ya se iban Mónica no pudo con su curiosidad y le pidió a su esposo el autógrafo que le dio Selena. Cuando le preguntó de qué hablaron o qué es lo que Selena “había acertado”, él sólo le dijo: “Simplemente acertó en lo que yo quería para mí. Es como si me conociera de toda la vida. Ahora debería cumplir para no defraudarla, para no defraudarlas, para no defraudarme…” Eduardo salió de la habitación y no sabía qué hacer. Estaba tan triste como todos y quería abrazar a sus hijas y a su esposa y ponerse a llorar él también sin consuelo. Se sentía infeliz, muy feliz. Se sintió viejo y desamparado. En todo este tiempo nada había hecho por él y por ende no había cumplido con su palabra a Selena. Siguió soñando, aguantando, mascullando su frustración e inacción en silencio. Y buscó reemplazar su impericia depositando todas sus esperanzas en Selena. Si a ella le iba bien, a él también. Si ella triunfaba, él también. En el futuro procuró no cruzarse con ella, aun cuando fue a varios conciertos más, porque sabría que nada podría decirle cuando Selena le preguntara qué hizo por él y supiera que no tendría respuestas para ello. Y sabía que Selena no se olvidaría, que lo reconocería en cualquier lugar, en cualquier circunstancia. Él estaba aliviado de que no tenía ni su número de teléfono ni su dirección. Así Selena no lo demandaría. Ahora se sentía culpable y pensó en lo inevitable en estos casos. Pensó en si hubiese cumplido con su palabra y hubiese ido a ver a Selena para demostrarle lo mejor que estaba. Pensó en si hubiese ido aun sin cumplir para decirle eso y esperar la reprimenda. En estos casos uno se cree omnipotente y se convence de que uno podría haber cambiado la historia con alguna intervención a tiempo … pero es inevitable, inevitable pensarlo de ese modo, y más tratándose de Selena, y si no se conocía a Selena, más aún, tratándose de una artista tan joven y tan talentosa en su mejor momento …Eduardo buscó en un cajón que tenía bien guardado aquel autógrafo de Selena y se permitió leerlo nuevamente, acaso porque deseaba y quería fervientemente que no dijera lo que decía, que fuera más exagerada su memoria que la realidad. Pero lo volvió a leer y se sintió un infeliz. Volvió al balcón y lloró con fuerza, con todas las ganas y gritó al cielo: “¿Por qué, Dios? ¿Por qué te la llevaste? ¿Por qué no me llevaste a mí que no hice nada, absolutamente nada? ¿Por qué te la llevaste si Selena si estaba cumpliendo tu deseo, era una fiel servidora de tu palabra haciendo las cosas en forma tan honesta y responsable? ¿Por qué le hiciste eso? ¿Por qué no me llevaste a mí que soy un inservible?”. Eduardo pasó del dolor a la bronca, de la frustración a la furia. Entró a su habitación con el autógrafo en la mano, que se estaba mojando con sus manos llenas de lágrimas, de sus lágrimas. Preso de la angustia, de la frustración y de la ira, tiró el autógrafo al piso y estaba dispuesto a tomarlo de nuevo para romperlo, hacerlo añicos y tirarlo por la ventana. La presencia de ese autógrafo era la certificación de la ausencia de Selena como de su falta de palabras y de agallas. Fue hacia él pero se paralizó con el sonido de un fuerte relámpago. Esa lluvia persistente que cubría casi todo Texas era la personificación del inmenso dolor de aquel día, era el desconsuelo de todo un Estado que había perdido a su hija más querida mientras quedaban otros hijos que no merecían tal representación. Eduardo estuvo un largo rato inmovilizado y pensó que ese autógrafo era de las pocas cosas que le habían quedado de Selena, que no alcanzaba ni por asomo a suplirla pero al menos le servía para aferrarse a él, pues era como abrazar a Selena para que no se le vaya nunca más, para que no le borre nunca de su memoria, de sus sentimientos, de su corazón … Eduardo tomó cuidadosamente el autógrafo y se lo guardó. Ahora había que aguantar, había que superar la situación de alguna manera. No había que pensar, no había que reflexionar, no había que buscar un por qué. Sólo había que aguantar, soportar el dolor como fuera, como podía. Prendió la radio y vio que en casi todas las estaciones pasaban la música de Selena. Subió el volumen y se dirigió al comedor en el que estaban sus hijas llorando siendo consoladas por su esposa que también lloraba. En ese momento estaban pasando en una de las radios el tema “No me queda más”. El puso la radio sobre la mesa y espero el momento para cantar a la par de Selena: “No me queda más, que aguantar bien mi derrota y brindarte felicidad…”. Su familia lo siguió en su cántico, y así estuvieron por horas y horas. Eduardo había encontrado una fórmula para no pensar, para fugar para adelante, para procesar tanto dolor. Eduardo y su familia comenzaron a hacer lo que muchos más hicieron por mucho tiempo. Cantar, cantar y cantar una y otra vez los temas de Selena, comprar los discos que le faltaban, esperar que saliera material nuevo. Durante unos cuantos meses Eduardo llevó la situación como si nada hubiese pasado, como si todo fuera un sueño, una horrible pesadilla de la que pronto despertaría. Eduardo quiso creer que Selena algún día volvería, que todos se aclararía y que él volvería a ser feliz. Durante meses sólo cantó, quiso creer que Selena sólo fue a buscar a esa mala mujer como una guerrera que fue a pedirle explicaciones por su accionar y que recibiría una respuesta que era imposible de comprender. No. Selena no se había ido, creía o quería creer. Selena volvería con su disco en inglés, ese disco tan soñado, promocionado, esperado. Eduardo quería ver y escuchar a los Quintanilla para que le diera una explicación, sólo una explicación que le permitiera entender cómo ella no estaba en este mundo y él sí lo estaba. Eduardo fugó para adelante, como lo había hecho siempre, como lo único que sabía hacer. Selena ya no estaba para demandárselo, pero él debía hacer algo para no caer aun más en la densa realidad de su vida, de la densa realidad de un Mundo, de una vida sin Selena, de una humanidad sin su Amor… Alberto nunca pudo ser el mismo después de todo ello. Trató de consolarse siguiendo las actividades que seguían al recuerdo de Selena y de hecho fue lo que lo sostuvo en aquel entonces. Como tantos otros se preguntaba por qué, por qué aquello y todo lo que surgía era tan claro como difuso. Miraba informes, programas especiales y todo lo relacionado con Selena tanto en los recordatorios como en el triste “caso policial” en el que en muchos aspectos se había reducido el recuerdo de Selena. Lloraba cada vez que veía a Selena, se impactaba cuando empezaban a surgir los primeros informes. Pero para él como para tantos no estaba nada resuelto. Las informaciones y los relatos que surgían denotaban que muchas cosas no quedaban claras, que algo faltaba en el relato. Vio un informe de Telemundo en el que mostraba a Selena yendo a las corridas al motel “Days Inn” en busca de aclarar los pleitos en el plano económico, que tenía una fuerte discusión con esa infame y que luego de eso vendría el disparo fatal. Podía ver cómo otros buscaban el lado “malicioso” y “amarillista” del caso, en el que personificaban en Selena el problema planteando, insinuando que por allí tenía una situación íntima, personal que la había llevado a ese inaudito final. Pero Eduardo no estaba preparado para soportar eso. Los que podían insinuar que Selena tenía una vida oculta, a escondidas de su familia, era ignorar lo que era ella realmente. Él, que la vio, lo podía certificar explícitamente, y así con él tantos otros. Empezó a asquearse de la situación y sentía que más que aclararse las cosas, se hacían cada vez más turbias. La familia hablaba de que la asesina los venía robando y ellos la habían descubierto, y después pasó lo que pasó, un poco por la confrontación, otro poco por la ingenuidad de Selena …. Pero mucho faltaba para que algo se aclarase. Por lo pronto, Eduardo se entusiasmaba, o quería entusiasmarse, con el nuevo material de Selena que saldría en julio. Él se había refugiado más y más en sus hijas, que aún estaba golpeadas y les costaba volver a sonreír. Para ellas Selena era su ejemplo, su modelo a seguir siendo certificado aquella vez que la tuvieron tan cerca. Daniela y Graciela cantaban como Selena, se vestían como Selena, bailaban como Selena. Para ellas Selena era la encarnación de que un mundo era posible, de que un latino podía triunfar como tal en Estados Unidos … Pero después del 31 de marzo … Selena siguió siendo el ejemplo, la meta, el modelo a seguir pero ahora era un ser distante, frío, ausente, melancólico, como una gran estatua que representa tanto sentimiento como tanta ausencia. Las hijas de Eduardo ya no se vestían como Selena, ya no bailaban, ya no cantaban. Les dolía hacerlo pues recordaban todo y no podían dejar de llorar, y por más que recordaran sólo lo bueno, sus encuentros con Selena, sus regalos, sus risas, su bondad, justamente por ese recuerdo de inmediato les golpeaba la “realidad” y contra ello no se podía … Daniela y Graciela se aferraban en silencio a todo lo que tenían de Selena y buscaban tener más cosas de ella donde quiera que estuvieren. Sólo así se sentían felices, era la única manera de tenerla siempre presente con el paso del tiempo y con el acostumbramiento de su ausencia ... Como el autógrafo de Eduardo, aunque allí estuviera el pedido de Selena que él por miedo no cumplió, por miedo a sí mismo …Fue tal la locura de ellos y de todo el mundo por tener algo de Selena que cuando salió el disco póstumo en inglés de Selena todos fueron en busca de él. Mónica miraba atónita cómo su esposo y sus hijas se aprestaban la noche anterior de la salida del disco a hacer la cola en una de las más importantes cadenas de venta de discos para comprarlo en cuanto abrieran la tienda. Mónica estaba triste pero estaba dispuesta a olvidarse, incluso buscaría un motivo, una excusa para que nadie siga con dolor toda su vida y para pensar en el mundo que tenían por delante. Pero el resto de su familia no lo pensaba ni lo quería y eso le preocupaba. Eduardo y sus hijas pasaron las de Caín para conseguir el disco: soportar horas la espera, hacer vigilias para que nadie se les adelante y entrar a las corridas en cuanto abrieran las puertas. Todo era una locura. La cantidad de gente ávida por tener ese disco de Selena demostraba la popularidad y lo querida que era Selena, pero también mostraba la locura en la que estaban todos inmersos. Eduardo llegó a tomar uno casi quitándole a otro que llegaba a él. Al poco tiempo se había agotado todo, y mucho tiempo y muchas ediciones tuvieron que pasar para que todos tuvieran el disco “Dreaming of you”. Contentos los tres volvieron a sus casas con el disco de Selena en mano, y en cuanto lo fueron escuchando no pudieron dejar de llorar, pues podían ver en esa edición en qué condiciones se fue Selena, grabando hermosísimos temas en inglés que serían un éxito seguro, mechado con viejos temas de Selena con nuevos arreglos para completar el disco. Nada más claro que ver en “Dreaming of you” lo que era y lo que pudo haber sido Selena, lo que generó y lo que podría lograr. Poco tiempo le duró la sonrisa a Eduardo. Se le había ido Selena y él nada pudo hacer para salvarla, no hizo lo que le pidió para que ella se quedara tranquila. ¿Y si era él el culpable de todo? ¿Y si todo eso sucedió porque él no le dio un motivo para que Selena estuviera contenta? Eduardo sólo espero en el juicio a la asesina un alivio, un motivo para poder seguir viviendo … Justicia, justicia para esa bella mujer y persona que era Selena… El juicio a la asesina de Selena sacó lo peor de Eduardo y diría lo peor de la condición humana. Él, sus hijas, todo el mundo sólo querían justicia, sólo querían ver a esa mujer en la cárcel. Otros iban más lejos y pedían la pena de muerte. Eduardo no quería eso, pero se puso a pensar en lo insólito de las leyes … En el Estado de Texas existía la pena de muerte, pero no le correspondía a la asesina. En su caso puntual para que existiera esa posibilidad esa mujer debería haber matado a más de una persona, o tener antecedentes, o haber asesinado a alguien que se erigiera en autoridad guardiana del Estado. Eduardo se preguntaba si el sólo hecho de tener la mente tan fría para asesinar, salir a hacer el segundo disparo y desistir de hacerlo porque sabía que era irremediable el final no era un motivo más que suficiente como para darle la pena máxima. No podía entender que por no haber matado a un policía o por no haber matado a una segunda persona zafaba de la situación. Eduardo estaba lleno de odio y de rencor. Canalizaba su impericia en pedirle lo peor para esa mujer, y no era para menos. Pensó más de una vez que esa mujer había planificado todo, absolutamente todo. El juicio permitió saber más cosas del caso y allí se enteró de algo que él ignoraba y le inquietaba: que Selena acompañó a la asesina al hospital ese nefasto 31 de marzo, pues ésta decía que habían intentado violarla, y cuando volvieron luego del lugar sin querer esa pérfida que la atendieran vino la discusión y la tragedia. Eduardo estaba seguro de que esa mujer sabía todo y lo había planificado. Sabía del proceder de los médicos, sabía de cómo se manejaban las leyes texanas. Eduardo no pudo dejar de pensar que la asesina venía pensando en su detestable acto desde hacía mucho tiempo y que no dejó nada librado al azar. Y aun así no contó con que Selena, una vez más, la sorprendería al irse del lugar en vez de quedarse arrodillada a sus pies, y que entonces tuviera que optar por un plan “B”, y que ese plan no le alcanzara para ser declarada inocente. Eduardo estaba inquieto y nervioso. Cada cosa que sabía del caso lo atormentaba más y más. Pensó en esa corrida de Selena, pensó en ese anillo que mantuvo aferrado hasta el final. Pensó y sintió su angustia, y sintió toda su lucha para evitar que se le apagara el mundo. Y así como estaba seguro por el accionar de la asesina que ésta lo había planificado fríamente todo, también estaba convencido de que el anillo tenía un significado especial, muy emocional. Recordó aquella escena de los aretes y se imaginó a Selena haciendo lo contrario, porque esta vez, y por primera y única vez, ella sentía que se iba, que se iba de este mundo. Aferrarse, aferrarse a ese anillo … Era como él aferrándose a su autógrafo. Selena se estaba aferrando a la vida, como él. Selena quería vivir, Selena quería escapar y pensar que todo era una burda pesadilla … Desear que así lo fuera …Eduardo miraba la televisión, escuchaba la radio, leía los diarios … Buscaba alivio y lograba todo lo contrario … No paraba de llorar, no paraba de angustiarse, no paraba de desear cada día cuando se levantaba que nada fuera cierto, que Selena alguna vez aparecería en la pantalla de verdad, y no sus fotos, sus antiguos conciertos, sus consabidos reportajes … No … Quería que todo terminase de una vez y al mismo tiempo que no terminara nunca … Fue muchas veces con sus hijas a hacer vigilia en esas dos semanas que duró juicio en Houston para hacerle ver a los jueces, a los periodistas, a todo el mundo que todos estaban allí por una cosa, sólo por una cosa. Y si la pena máxima era la prisión perpetua, que así fuera. Pero no menos … Pero lo que más lo movilizaba era ver el desfile de tanta gente que hablaba de Selena con tanto desconocimiento, con tanta impunidad. Allí, específicamente allí, es cuando notaba la ausencia de Selena. Sabía que con Selena no vería esas escenas absurdas de gente peleándose, de gente acusándose, de gente con la osadía de poner en duda la honestidad de Selena. Todo el juicio asqueó a Eduardo. Se había transformado en un show mediático que dejaba pingües ganancias a muchos, ponía en primer plano a gente que de otro modo nunca lo estaría, convertía en estrellas a periodistas, jueces y analistas. Triste, todo era triste, pues la figura principal de esta historia, la que había generado todo esto no estaba presente, era la única ausente de esta historia tan linda en un principio y tan terrible al final con Selena como la única víctima. Eduardo quería estar allí, pues necesitaba demostrarle a todos que los que realmente querían a Selena, los que realmente la conocían, los que sabían lo que era y representaba estaban allí afuera, lejos de las cámaras, lejos del “lugar de los hechos”. Ellos estaban afuera, las 24 horas del día haciendo vigilia esperando un solo resultado, una única sentencia que les diera aunque sea un mísero consuelo ante semejante pérdida. Eduardo se sentía como Selena en aquel trayecto fatídico por el Days Inn. Se aferraba al resultado del juicio como Selena de aquel anillo, pero a Selena se le terminó cayendo, y él no sabía si podía sostenerse luego de semejante culpa, después de esa terrible ausencia. Eduardo esperaba que algún día viniera una señal de Selena que lo sacara de semejante martirio e irremediable destino. Cuando llegó el día y escuchó el resultado, se quedó mudo y estático en el medio de que sus hijas lo abrazaban y besaban, y de que era empujado y aturdido por una horda de fans que gritaba, cantaba, bailaba. Eduardo esperaba eso, pero ya se le iba un motivo más para luchar. Otra etapa de su vida con Selena -o sin ella, en realidad- se iba. ¿Qué podía esperar después? Eduardo le dijo a su esposa que se quedara con sus hijas y que se fueran a casa, que él se iría a caminar por allí solo. Mónica lo miró compungida y casi resignada. Sabía de lo que estaba hablando y cada vez estaba más preocupada, pero lo dejó ir. Eduardo caminó sin rumbo fijo, caminó, caminó y caminó. Nunca supo por dónde fue, sólo recuerda que vio edificios, carreteras, muchos árboles y el desierto mismo. No podía expresar nada. No sentía nada. Tal vez allí se dio cuenta verdaderamente de lo que había pasado aquel 31 de marzo. Eduardo cayó en la cuenta de que Selena no vendría más. Eduardo caminó hasta no poder más y recién allí emprendió el regreso a casa hasta que notó que se había perdido. Tuvo que preguntar dónde estaba y cómo regresar a su casa. Ya en un bus de regreso a su hogar pudo ver cómo San Antonio y todo Texas seguían festejando el veredicto del Gran Jurado. Cuando se bajó del ómnibus y antes de entrar a su casa, Eduardo notó que comenzaba a llover. Miró el cielo y lloró un largo tiempo. Ese día era tan perecido a aquel nefasto 31 de marzo … Para él ese día era verdaderamente el 31 de marzo. Entró a su casa y vio que lo esperaba su familia muy preocupada, aunque notó en la mirada de su esposa que ella esperaba que sucediera algo así. Las abrazó y les dijo que no volvería a suceder aquello. De hecho no volvió a llorar. Para Eduardo era el comienzo de una gran agonía, de una agonía de la cual él sentía que no saldría jamás, un Eduardo que sólo era sostenido por una quimera, del mismo modo que Selena sostenía su anillo para aferrarse a la vida. Daniela le dijo que ya estaban haciendo el casting para la película sobre Selena que se estrenaría pronto … Eduardo sintió que aún tenía ese imaginario anillo que sostuvo a Selena en esa larga corrida con su absurdo final… En otras circunstancias seguramente sus hijas hubieran ido al casting, pero ellas no tenían ganas, como él. Entendía que tantas niñas de la edad de sus hijas se mostraran como Selena, se vistieran como Selena, quisieran trascender como Selena, quisieran llegar al triunfo como Selena … Pero ni para él ni para sus hijas eso tenía sentido sin Selena. Querían demasiado a Selena como para querer representarla a ella o ver a otras intentando triunfar a través de ella. El ver esa realidad lo ponía en la certeza del paso del tiempo, de un mundo sin Selena … Un día por curiosidad fue a ver uno de esos castings que se estaba haciendo en su ciudad. Al principio quedó sumamente shockeado … Ver a tanta gente tan bien caracterizada, tan parecida, tan igual a su Selena le producía un impacto muy fuerte. Pero acaso al ver a tantas adolescentes queriendo parecerse a Selena le dio la pauta de lo que significaba en aquel momento para un latino en Estados Unidos llegar, triunfar, hacer real el “gran sueño americano” … Y tal vez con esa certeza pudo comprender la magnitud de la fama de Selena que para muchos no era comprensible. Selena trascendía a su talento, a su éxito, a su fama. Selena era esa hermanita que les decía que no había que conformarse como máxima meta lograr tener un empleo y nada más … Selena les decía que podían permitirse hacer posible sus sueños … Que sólo había que proponérselo y trabajar duro para ello con honestidad, talento, verdad, sinceridad … Eduardo comprendió lo que significaba Selena para tanta gente y sobre todo para una generación … Pero él no podía alegrarse de todo ello sin sentir que Selena estaba presente para disfrutarlo. Eduardo recordaba que ese día el sol le pegaba fuerte, y se maldecía y se entristecía al pensar que Selena no estaba viendo el mismo sol que él veía y sentía … Pensaba que al fin y al cabo esas niñas podrían representar a Selena, pero no querrían parecerse del todo a ella, pues sabían el final que tuvo. Bien ellas podrían cuestionarse si ese modelo de los Quintanilla no podrían generarle otros problemas o que chocaran con los mismos … De hecho Eduardo lo pudo comprobar con la trascendencia que tomó Jennifer López en cuanto se le dio el papel de Selena en la película. Era obvio que los dueños de la Warner presionaran para que le dieran el papel a una actriz y cantante que aunque por ese entonces no era tan conocida, sí lo era más que todas las que se presentaban en los castings. Era un motivo más de atracción pero que indicaba la ignorancia de los ejecutivos de lo que significaba Selena para tanta gente. De todos modos, pronto lo comprobaron cuando sacaron una ganancia impresionante por el éxito de la película, del mismo modo que le sucedió a la gente de People cuando agotó dos ediciones de una publicación hecha en homenaje a Selena y que derivó en la creación de la revista “People en español”, del mismo modo que se impresionaron los directivos de la Emi cuando vieron tamaña locura por comprar el disco “Dreaming of you” y que le dio no sólo una ganancia impresionante sino la certeza de que debieron apoyarla desde antes con ese disco en inglés ya que seguramente hubiese sorprendido gratamente a más de uno … Pero ya era tarde, muy tarde para corroborarlo. Pero la que más comprendió lo que estaba pasando fue la mismísima Jennifer López. Todavía no era JLo, pero comenzó a serlo no sólo con el éxito de la película sino cuando fue proyectando su futuro a partir de estudiar el libreto de la película y de ponerse en la piel de Selena para comprender lo que sentía, lo que soñaba, lo que imaginaba para sí. Eduardo tuvo oportunidad de leer un reportaje a ella y de verla en una entrevista por la televisión con motivo del estreno de la película. Le llamó la atención que ella manifestara que era hora de que Hollywood se fijara en el mundo latino. Le resultó bastante curioso que dijera, en esa época en la que no era tan famosa, que un día estaba en Europa y que llamó a su madre toda angustiada pues no sabía qué hacer, y que recibió como toda respuesta que se las arreglara sola. “Tanto luchaste por llegar a tener un lugar en el mundo del espectáculo que ahora me vienes con estos berrinches. Ya sabes lo que tienes que hacer”, dijo Jennifer que le dijo su madre … No podía evitar Eduardo pensar que eso era imposible que a Selena le pasara, y que Jennifer López lo sabía. Por eso hizo esa declaración … Ella aprendió mucho de Selena para llevar adelante sus sueños, tuvo en cuenta lo bueno pero también lo no tan bueno de su vida. Cuando la vio antes del estreno de la película, no podía dejar de asociarla a Selena: hablaba muy mal el español, se reía en todo momento y daba la sensación de tenerlo todo muy claro, tan claro como que en el futuro diagramó su carrera de cantante como lo tenía pensado el padre de Selena para su hija, que consistía en hacerse una gran cantante internacional con proyección en el mercado anglosajón en todo Estados Unidos y Europa, sacar su propia línea de ropa y cosmética, trascender con su persona y no bajo la sombra de Selena, pero a la vez no renegar de por qué llegó a la cima, de cuáles fueron sus orígenes … Eduardo se apenó pues veía que JLo completó el camino hecho por Selena y fue ella quien mostró que era posible lograr el “sueño americano” con las ideas, el trabajo y la visión de Selena que las sintetizaba afirmando que nada era imposible, que todo se podía lograr … No pensaba ir a ver la película. Le parecía que era revivir aquella linda historia con un final tan doloroso como inaceptable para él, pero sus hijas lo convencieron. “Ven con nosotras, padre. Selena se pondría contenta si supiera que no la hemos abandonado, que aún la seguimos recordando y extrañando”, le dijo Daniela. Eduardo fue y quedó muy mal. Lloró cada momento, cada escena. Era revivir lo que él aún no podía cicatrizar ni admitir. Y así como por esas épocas leía a un periodista mexicano que decía que nada sería lo mismo en el recuerdo de Selena luego de la película pues en ella se dejaba la imagen de Selena como el mito y la leyenda, para dejar lugar a una simple mujer con sus sueños, con sus aciertos, con sus errores, con sus ambiciones, con sus ingenuidades, a Eduardo le parecía que nada podía ser lo mismo si alguien le ponía en imágenes la vida de Selena con su inaudito final. Eduardo sabía que ya no podría esperar a Selena, que sólo le quedaba esperar vivir un mundo sin ella. Se venía para Eduardo el peor de los dolores que es aceptar la realidad y seguir viviendo a pesar de todo. Pero eso a Eduardo no le gustaba ni lo deseaba. Decidió que algo debía hacer, que algo tendría que realizar para que este dolor de estar sin Selena fuera asimilable, para que fuera posible pensar que podría cumplirle aquella promesa que él no cumplió por su impericia y porque pensó que tendría mucho, mucho tiempo para hacerlo. Eduardo se lamentó después de lo que le sucedió a Selena de dejar todo para mañana, “pues mañana es otro día”. Grave pensamiento y actitud que si él no lo hubiese tenido, tal vez Selena estaría en este mundo triunfante y feliz, sobre todo, feliz… Cierto día Eduardo se levantó en la mañana y sintió esa sensación tan temida … la del vacío. Ahora no tenía razones para desviar su dolor, ahora tendría que vivir en un mundo sin Selena, con su culpa a cuestas de lo que no pudo hacer, aunque sea por ella. Llegó ese día en el que debía dar cuenta de que ya no vendría, de que todo estaba perdido, de que Selena ya no estaría para alegrarlo. Llegó ese día en el que el paso del tiempo se haría lo suficientemente presente como para convertir a Selena en fotos y recuerdos, fotos maravillosas de un recuerdo cada vez más lejano. Ya no había canciones nuevas, ya no había juicios ni controversias, ya no había ni películas ni series que despertaran un nuevo interés o expectativa. Ya no habría novedades de Selena. Era la primera vez que Eduardo y tantos otros comenzaban a vivir de sus recuerdos, era la primera vez que sentía que nacían niños o tantas niñas llamadas Selena que no podrían afirmar haber visto a Selena, o incluso niños muy pequeños que dirían no recordar haberla visto. Eduardo pensaba que a partir de allí Selena podría sostenerse con los homenajes que le harían los que la han sabido querer y ya no con todo lo que pudo haber hecho …Eduardo sintió que ya no podía fugar para adelante, que ahora debería afrontar la realidad. Pero esa realidad era inadmisible para Eduardo. Él no lo podría resistir. Esa realidad de admitir lo que el mundo y esa pérfida le hicieron a Selena. Era demasiado para él. Eduardo se sentía un miserable pues él también le había fallado a Selena. Fue entonces cuando decidió marcharse de su casa. No tenía un destino concreto. Sólo se iba … huía una vez más ... Esperó que se fueran todos a dormir. Para asegurarse de que todos lo habían hecho y para no generar sospechas, se quedó un largo rato sentado en un sillón mirando fijo la chimenea. Pensaba en todo y en nada. Sentía que no podía seguir así, que era tal vez injusto que él no pudiera atender como correspondía a su familia, pero también sentía que debían entender sus sentimientos hacia Selena, y su desolación por su ausencia y por su culpa. Cuando sintió que ya no podía esperar más, se incorporó y se dirigió rápidamente hacia la puerta. Quería irse cuanto antes, quería saber qué haría una vez afuera y no dispuesto a mirar atrás. Cuando giró levemente la puerta oyó que alguien le decía: “Prométeme que antes de tomar cualquier decisión me dirás lo que piensas y sientes. Prométeme que me dirás lo que sientes para que yo confíe en ti y porque tú confías en mí”. Eduardo se paralizó por esas palabras y por la voz que las emitía. Se dio vuelta y era su hija Daniela que le extendía su mano con su expresión de pena y con lágrimas que le cubrían toda su cara. “Confía en mí, padre. Confía en nosotras. ¡¡Somos tu familia!! Dime lo que te sucede. Déjame ayudarte. ¡¡Déjate ayudar!!”. Eduardo miraba a su hija y podía ver a Selena tras ella rogándole lo mismo. Eduardo revivía aquel pedido de Selena que tanto lo atormentaba por no haberlo cumplido … Se abalanzó sobre su hija Daniela, la abrazó y lloró junto con ella un largo, largo tiempo … “¡¡Es que yo la quería, hija!! Yo la quería mucho y nunca se lo pude decir. Ni aun cuando me dio esa oportunidad. Apenas le prometí que trataría de hacer y decir lo que sentía, y no se lo pude cumplir … ¿Recuerdas el juego que hizo Selena para que tú ganaras su arete? Pues bien, cuando me llevó con su padre a su camarín me dijo algo muy parecido a lo que me dices y me hizo prometer que algo haría al respecto. Yo nunca hice nada y ya sabes lo que le pasó a Selena … ¡¡Ahora sé que nunca podré cumplir con mi palabra!!”. Eduardo siguió llorando mientras su hija le acariciaba la cabeza sin dejar de llorar. “¿Pero quién te dijo que no podrás cumplir con tu palabra ante Selena, padre? Ella está en algún lugar, ¿sabes? Yo lo sé muy bien. Ella está en algún lugar y nos observa qué hacemos por ella, qué hacemos por su recuerdo. Yo sé muy bien que Selena espera que la sigamos queriendo, que la recordemos siempre con Amor, como ella quería. Sé que se apenaría si nos olvidásemos de ella, como también que no le cumplamos con nuestra palabra. ¡¡Yo sé que nos está viendo padre!! ¡¡Aprovecha este momento!! ¡¡Aprovecha para cumplir con tu palabra!! ¡¡Empieza a ser tal cual eres, empieza hoy a cambiar!! Si lo haces habrás cumplido con Selena y nos pondrás contenta a todas nosotras, padre … Yo te quiero mucho. Yo ya no quiero verte más triste. Yo no quiero seguir mi vida sin sonreír. ¿Crees que así le hacemos un favor a Selena? ¡¡Vamos, padre!! Ya le estás cumpliendo lo prometido a Selena. Sólo prométemelo a mí que harás lo que le dijiste a Selena. Yo sé muy bien que ella nos está viendo y escuchando, y se pondrá muy contenta si me dices que sí”. Eduardo se quedó abrazada a su hija un buen rato hasta que dejó de llorar, se apartó de ella y le dijo: “Te lo prometo, hija. Siempre te diré lo que siento y haré todo lo posible para que todas se sientan bien. Siempre estaré con ustedes ... Me tendrás a tu lado y ¡¡sabrás que siempre contarás conmigo!!”. Su hija se sonrió y durante un buen rato permanecieron juntos con una sonrisa …. Nada mejor que compartir los sentimientos aquellos que dicen quererse ... Al otro día Eduardo juntó a su familia y les dijo todo lo que sentía y pretendía para sí y para los demás. A partir de allí su vida cambió. Decidió dedicarse a la veterinaria, que tanto le gustaba, y una vez que se recibió y pudo obtener un puesto en una asociación de cuidado de los animales y del medio ambiente, abandonó su antiguo trabajo. Antes que ello, fundó junto con sus hijas un club de fans de Selena en el que periódicamente se reunían admiradores de ella de todo el mundo y compartían todo tipo de material relacionado con Selena, y tenían largas charlas para recordarla y promover toda clase de eventos que promovieran su recuerdo con el fin de que no olvidasen nunca todo lo que Selena hizo con su obra musical y personal. Hasta logró reavivar en el Estado de Texas el Programa de Vuelta de los Niños al Colegio y la Campaña para Erradicar la Violencia contra la Mujer, con el apoyo de todas las autoridades y hasta de la mismísima Familia Quintanilla, quien no había olvidado aquella noche de los Tejano Music Awards y de lo que el padre de Selena le comentó sobre su hija a Eduardo … Él recordó lo que le dijo a su hija Daniela, miró al cielo y le sonrió con la seguridad de que Selena estaba allí, contenta con que nadie se había olvidado de ella y con Eduardo que estaba tan feliz siendo él mismo cumpliendo con su palabra… Era un día muy soleado. Eduardo se levantó y se sintió muy feliz. Había logrado el día anterior que todos los que tenían derechos sobre discos, conciertos, reportajes y cualquier evento relacionado con Selena lo cedieran durante todo un mes de abril en aniversario de un nuevo cumpleaños de Selena y hasta obtuvo la promesa de que serían publicados en algún formato para que sean vendidos y con ello difundir toda la obra de Selena, tal como lo quería Eduardo. Fue allí cuando decidió ausentarse buena parte del día sin decirle nada a su familia más que debía ir a operar a un animal muy enfermo. Tomó su auto y se dirigió a Corpus Christi. En su bolsillo llevaba el autógrafo que le había dado Selena. Fue hasta el Gravesite en el que ella descansaba. Estuvo un largo rato sin animarse a entrar. Cuando pudo pensar que Selena se impacientaría esperando, avanzó hacia el lugar y se arrodilló. No quería mirar mucho para no quebrarse una vez más. Pero recordó que siempre era mejor exteriorizar sus sentimientos, máxime cuando sentía que podía estar ante Selena con la satisfacción de haber cumplido con su palabra. Lloró un largo rato en silencio hasta que recobró sus fuerzas y mirando el frío cemento con su figura le dijo: “Siento mucho haber tardado tanto tiempo en cumplir con mi palabra. Es que tuve … problemas. Tú me entiendes, Selena. Pero más vale tarde que nunca. Aquí tienes tu autógrafo. Ya no tiene sentido que lo tenga yo. Quiero que lo tengas tú con la satisfacción de que no te fallé y de que hago todos los días lo posible para que no se te olvide con cada acto de mi vida…”. Eduardo tomó su autógrafo y lo puso al costado del gravesite junto con la infinidad de notas que les dejan los fans de Selena como muestras de cariño para que alguien luego se los lleve y sean leídos por la Familia Quintanilla. Pero por alguna razón el autógrafo se caía y no había forma de ponerlo. Busco otros lugares y no había caso. Cuando quiso sólo apoyarlo en el gravesite y un viento suave lo depositó fuera de él entendió el mensaje. Eduardo se sonrió y le dijo a Selena. “¡¡Ya entendí, Selena!! Quieres que lo conserve yo. ¿Sabes qué? Mejor lo dono a la Familia Quintanilla. Tu padre se acuerda de mí y valorará tu pedido, y sabrá él también que cumplí con mi palabra y contigo…”. Eduardo puso su mano en su boca, le dio un beso y luego apoyó su mano en la cara de Selena que adornaba el gravesite. “Y te prometo que vendré más seguido, Selena. ¡¡Así sabrás que siempre estaré contigo y que jamás te dejaré sola!!”. Eduardo se incorporó y se fue alejando del lugar no sin dejar de mirar el gravesite y de saludar con su mano a Selena del mismo modo que se despide uno de una persona y no deja de saludar hasta que ya no la ve más … por ese momento. Eduardo pensaba dejar en el Museo de Selena su autógrafo y luego ir a San Antonio para seguir con sus actividades. Había mucho por hacer … y había mucho por cumplir. Eduardo quería volver al siguiente mes con buenas nuevas a Selena … Y sabía que lo lograría… (El que quiere a Selena nunca se olvida de ella y nunca deja de llorarla. Pero como siempre digo, nada mejor a la hora de homenajearla y de recordarla que ser como ella, de ser como Selena en cada acto de nuestras vidas … Y ella nunca se dio por vencida, ella siempre se rio a pesar de todo, ella siempre luchó por lo que creía y por lo que amaba … Siempre será difícil asimilar su partida, pero peor es resignarse ante la realidad, pensar que no se puede hacer nada … Yo estoy convencido de que Selena está en algún lugar que pronto voy a encontrar … Mientras tanto la recuerdo con Amor, como ella quería, como ella quiere…) Siempre estando presente para recordarte con cariño, sin resignación, con tanto Amor… Sergio Ernesto Rodríguez (Buenos Aires, Argentina)

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