¡¡Ay, ay, ay!! ¡¡Cómo me duele, Selena!!


Allá por octubre de 1995 Mónica estaba muy triste, furiosa y consternada. Le parecía ayer cuando vio a Selena en lo que sería su última presentación en el Festival de Calle 8 en Miami. Y ahora tenía que ver este espectáculo lamentable, triste, que mostraban los medios cubriendo el juicio a esa psicópata. Mónica no quería ver pero era imposible no verlo. La ausencia de Selena la hacía aferrarse a cualquier cosa que significaba estar cerca de ella, sumirse en su música, en sus fotos, en sus discos, en las imágenes de algún concierto o de alguna entrevista que dieran por televisión. Pero el dolor le daba la otra cara, la cara de la realidad, la cara que le mostraba que Selena no estaba más, que no volvería más, que no la podría disfrutar más. Y cuando ese dolor emergía y no lo podía canalizar en lindos recuerdos y en remembranzas positivas, salía lo peor de ella, salía esa parte de su personalidad que todos tenemos pero que no queremos muchas veces reconocer en forma pública. Y cada vez que veía a esa mujer saliendo de la cárcel para declarar, cada vez que veía su horrible figura en los Tribunales de Houston para defenderse de lo indefendible, sentía un profundo deseo de matarla para vengarse de su dolor, para vengar a Selena, para al menos hacer justicia por mano propia por haberle quitado todo a Selena: sus sueños, sus anhelos, sus proyectos, su alegría de vivir, sus ganas de hacer algo trascendente y honesto en esta vida. Mónica sabía que esos pensamientos eran malos, tan malos como el acto de esa asesina, que Dios no le enseñó eso, que no era de una buena persona tener esos deseos, esos pensamientos, pero ella era una mujer más, una mujer común que pertenecía a una comunidad, una comunidad que pensaba lo mismo, que deseaba lo mismo. Y toda esa gente que lloraba en sus casas, que lloraba en cuanto santuario se hiciera en honor a Selena, que lloraba cuando iba verla al Gravesite, sólo quería calmar su dolor, quería que al menos hubiera justicia, y lo menos que pedía al menos era que ese sujeto se pudriera para siempre en la cárcel. Pero Mónica, como tantos otros, quería más, sabía que estaba mal, pero quería la muerte, quería ver a esa mujer muerta. Cuando la veía se decía: “¿Pero cómo puede ser? Ella la mata y pide clemencia. Ella vive y mi Selena no, y si no lo está es por culpa de esa mujer. Y encima veo cómo la defienden importantes abogados, gente de ley de la más prestigiosa de todo Texas que le da la mejor cobertura, la mayor de las garantías de defensa, el mejor reaseguro frente a tanta gente que, como yo, la quiere linchar. Se me dan miles de argumentos, se me dice que como está el antecedente reciente del escandaloso juicio a O. J. Simpson hay que dar una imagen de que esta vez se está haciendo justicia, de que si la van a condenar hay que tener la mejor de las pruebas, hay que dar imagen en todo Estados Unidos y en todo el mundo de que éste es un juicio serio … ¿Y por qué no mejor reparan el juicio a O. J. si les parece malo en vez de querer defender a esa asesina más de la cuenta? ¿Pero por qué tanto respeto, tantos cuidados con una mujer que no respetó, ni cuidó y mató, mató? Mató mi esperanza, mi alegría, mis ganas de vivir. Le quitó todo a nuestra Selena, le faltó el respeto, la traicionó, le hizo todo lo peor de un ser humano y nosotros tenemos que tener respeto, cuidado … ¿Nosotros tenemos que garantizarle los derechos que ella le quitó a mi Selena? Encima veo cómo una periodista, fundamentalmente una de ellas, en el nombre de la ‘objetividad’, de informar ‘fríamente’, de dar la ‘versión real de los hechos’, me da a entender de que hay que ver cómo fueron las cosas, si por allí esa loca tuvo un fundamento para hacer lo que hizo … ¿Pero qué me quiere decir esa mujer, esa ‘periodista’? ¿Qué hay algo oscuro? ¿Que Selena le dio motivos? ¿Que por allí hay algo que no sabemos que justifica todo? ¿Pero quién esa mujer, qué sabe de Selena, que autoridad moral tiene para insinuar cosas, para sugerir otras, para dar a entender que quizá, que tal vez, esa mujer, pobre, es una inocente a la que no le quedó otra que hacer lo que hizo? ¿Pero cómo se puede ser tan cínico, cómo se puede invertir las cosas al punto tal que ahora me dan a entender que el inocente es culpable y el victimario la víctima? ¿Que me explique cómo una mujer tan querida, tan encantadora, tan especial como Selena puede ser sospechosa de algo, de que por allí tenía una doble vida, de que por allí no era tan buena como parecía? ¡¡Estoy segura, bien segura, de que esa mujer tan seria, tan pulcra, tan ‘objetiva’, le tiene envidia, envidia a nuestra Selena, le tiene envidia porque ella jamás tendrá el respeto y la admiración que tenía Selena!! No puedo entender a ciertas mujeres. Justo aquí en mi Texas, cuando una mujer logra vencer tanto machismo, tanto desprecio, tanta subestimación y hasta maltrato a las mujeres, que llega a ser amada y respetada por todo el mundo, viene esta periodista con el peor de los argumentos machistas y me habla de que por allí Selena no era tan buena como parecía … ¿Pero qué clase de mujer es? ¿Sabe lo que es realmente la igualdad de género o se siente cómoda en un mundo machista? ¿Qué cree que es luchar por la igualdad entre el hombre y la mujer? ¿Decir cada dos minutos que ‘los hombres son todos iguales’ o propiciar que hay que odiarlos a todos para vivir las mujeres felices y solas? ¿Esa mujer sabe que Selena hacía campañas para evitar el maltrato de las mujeres por los hombres en pleno Texas? ¿Esa mujer sabe lo que hizo por la dignidad de las mujeres en palabras y en hechos? ¿Sabe que encima la traicionó y la mató otra mujer? Si siguiera su razonamiento, ¿qué tendría que pensar? ¿Qué todas las mujeres son malas, que todas son envidiosas y asesinas? ¿Cómo puede haber gente así? Y tengo que soportar que diga las tonterías que dice y que la defienda a esa psicópata indefendible. ¡¡Ya me veo en un futuro entrevistando a la asesina y escribiendo un libro ‘revelador’ de la ‘verdadera historia de Selena’!!”. Mónica estaba furiosa con aquella cronista de una importante cadena de televisión que aparte de informar sobre lo que estaba pasando en el juicio, aprovechaba para instalar temas que desviaran el verdadero tema, el único importante, que hubiera justicia, justicia, justicia. La odiaba porque, en el nombre del “periodismo”, hablaba ligeramente de Selena, daba a entender que por allí a la asesina la estaban tratando injustamente, que los procedimientos para detenerla no eran los “legales”, que por allí era víctima de las circunstancias, que Selena tal vez quería irse a otro lado, que cuando se escucha en una grabación policial a esa mujer ese nefasto 31 de marzo es la voz de una mujer desesperada que lucha contra las “arbitrariedades” del padre de Selena, que por allí sabía cosas que explicaban todo … Mónica se enfurecía, pero cuando se aflojaba un poco, cuando se cansaba de tanta furia, de tanto rencor y de tanto dolor, cuando ya no alcanzaba con refugiarse en la música y en los buenos recuerdos de Selena, y cuando tampoco alcanzaba con descargar su furia contra la asesina y contra aquella cronista, se iba a un rincón de su casa a llorar, a llorar amargamente. Detrás de la cobertura del juicio, del circo que se gestaba a su alrededor, ella estaba sin Selena. Ella estaba sola y sin alegría. Mónica no lo podía creer, simplemente no lo podía creer. Veía todas esas imágenes, veía todas esas caras, y sabía, sabía perfectamente que casi ninguno de todos esos “protagonistas” de esa historia triste y ridícula no figurarían ni en un trocito de noticia de un diario si estuviera Selena allí con ella, con todos. ¿Acaso alguno de todos esos periodistas, abogados, “opinólogos” y gente sin ninguna gracia podrían hacerle alguna sombra si estuviera Selena allí mismo? “¿Qué es Houston sin ti?”, pensaba Mónica recordando aquel concierto de Selena en esa misma ciudad el 26 de febrero de 1995. Cada vez que recordaba aquello Mónica se decía: “¿Por qué no lo pensé, por qué no me lo pregunté antes? ¿Por qué no me dije ‘¿Qué sería Houston sin ti, Selena?’. Tal vez lo hubiese pensado, tal vez esa pregunta me hubiera obligado a pensar. Tal vez hubiese pensado que nada estaba seguro y yo se lo hubiese dicho a Selena. Tal vez le hubiese advertido, tal vez le hubiese avisado. Tal vez, tal vez, me hubiese despertado y la hubiese despertado a Selena”. Mónica no podía no dejar de mirar todo, de escuchar todo, de saber si alguna vez habría alguna explicación a tanto sinsentido, a tanta barbarie, a tanta desolación. A Mónica le parecía que aquel concierto del Houston Astrodome había pasado hacía años, muchos años. Las cosas habían cambiado tan de pronto, la ciudad lucía tan diferente que no se podía comprender que sólo hubiera pasado unos meses, tan sólo siete meses de aquella locura. Recordaba lo feliz que era ella, la alegría que había en la ciudad, lo linda que estaba Selena, el verla a ella convertida en toda una Reina, una Reina indiscutible, una Reina coronada por su mismo pueblo, por toda una comunidad y que pronto lo sería por todo el mundo. A Mónica le parecía todo lejano, con un paisaje típico de aquellas películas futuristas en las que se ve que a la humanidad le queda poco, muy poco. No importaba cómo estuviera cada día, cómo era el humor de la gente, cómo seguía funcionando la ciudad. Para Mónica todo, todo era gris, lluvioso, triste, sin vida, sin brillos, sin esperanza, sin alegría. Era como si la partida de Selena le hubiera sacado lo mejor a cada uno y ahora sólo lucía lo peor, lo detestable, las imágenes que nadie quería ver. Cuando a veces veía el noticiero y miraba la cantidad de fans en la puerta de los Tribunales gritando contra la asesina, cantando las canciones de Selena o portando sus fotos, sentía la desolación de la pérdida, la confirmación de que todo estaba perdido y de que sólo había que abrazarse al fallo de la Justicia como se aferraba a los discos de Selena, un fallo que sería un bálsamo, un consuelo ante tanto dolor, ante tanta sinrazón. Nada de ello traería a Selena, nada de ello cambiaría nada. Mónica tenía terror al “día después”, cuando el fallo que esperaba fuera favorable fuera dictado, la gente festejara (“¿Qué habría para festejar?”, se decía Mónica) y luego volviera a sus casas, y la realidad de sus vidas cotidiana los avocara a sus “problemas de siempre”, cuando fueran llamados por “otros problemas de su interés”, cuando volvieran a admirar a otros cantantes, a otros artistas … ¿Dónde estaría Selena? ¿Qué lugar pasaría a ocupar en sus vidas? Esas preguntas atormentaban a Mónica. Ella sabía que alguna vez eso podría pasar y para Mónica eso era intolerable, simplemente intolerable … En el medio de la cobertura del juicio vio con indignación que algunos vendían remeras de Selena pero con esa imagen que era imposible ver, con esa imagen que terminó propinándole esa insensata y odiosa mujer … Mónica quedó estupefacta. No podía creer que algunos seres humanos llegaran a hacer esto … en el nombre del mercado y de “tener que vivir de algo”. Tampoco podía entender que la gente comprara eso. Podía tal vez entender que para muchos la muerte no era tan terrible, que en México hasta fuera motivo de festejos y de reunión de buenos recuerdos. Podía entender que algunos hasta las exhibieran para mostrarles a todos lo que alguien le había hecho a su Selena, como una forma de hacerles recordar a jueces, abogados y periodistas lo que había sucedido y que jamás el paso del tiempo lo haría olvidar … Pero esa imagen … Era mostrar el horror, era mostrar una imagen que Selena jamás quiso mostrarle a nadie. Era la admisión de la derrota, era aceptar que eso le habían hecho a Selena … Mónica sabía los esfuerzos que había hecho Selena para dar siempre una linda imagen, una imagen que fuera el fiel reflejo de sus pensamientos, de sus sentimientos, y de lo que ella anhelaba como artista y como persona … Mónica sabía que Selena sólo buscaba que la recordaran con Amor, sabía que no quería que sus asuntos privados fueran expuestos públicamente, no quería que lo bueno o lo malo de su vida común afectara su humor ante la gente. Sabía de las expectativas y de lo que esperaban sus fans de ella y entendía que Selena siempre dejaba sus asuntos íntimos a un lado para que no influyeran en su relación con la gente. Sabía que Selena siempre tendría una sonrisa, un beso, un abrazo preparados para su gente. Sabía que Selena quería que su imagen no trastocara su relación con los que la amaban tanto. Selena no quería que la gente se llevara una mala impresión de ella … Y ahora pasaba esto. Tantos años, tantos esfuerzos, tanto amor, tanto cariño para que todo termine así y todos se lleven la peor imagen … Para Mónica no era justo. Era indignante, doloroso, inconcebible para una mujer de sólo 23 … casi 24 años. Un día Mónica fue hasta Corpus Christi e hizo lo que nunca quiso hacer. Fue al Gravesite, fue a visitar a Selena en ese lugar que ella no quería reconocer, que no quería admitir. Le escribió unas palabras, le llevó las flores blancas, las preferidas de Selena. Cuando quiso leerle lo que le había escrito no pudo, se puso a llorar, se arrodilló ante el Gravesite y sólo dijo: “Por qué, Selena? ¿Por qué a ti si tú no habías hecho nada más que dar Amor?”. Luego de un largo rato de silencio y de llanto, Mónica se juramentó que nunca se olvidaría de ella, que siempre la esperaría … pero también se dijo que se vengaría de los que le hicieron eso y de los que le seguían haciendo tanto daño. Cuando terminó de decirlo una fuerte lluvia le golpeó la cara con fiereza. Era como si Selena le hubiese contestado, como si alguien le hiciera recordar ese nefasto día y la volviera a la realidad, a esa realidad de una lluvia que le quitó la alegría a tanta gente y dejó a un mundo sin Selena … Mónica estuvo un largo tiempo más al lado de Selena en el medio de una lluvia torrencial. Sólo se fue cuando paró de llover, cuando Mónica no tenía más fuerza para seguir llorando. Y se fue esperando que por allí a la vuelta a su Houston se enterara de que todo había sido una pesadilla, sólo una pesadilla. Aún faltaban los alegatos finales, aún faltaba la sentencia y las repercusiones. Pero a Mónica eso no le importaba más que lo que había sentido ese día en el que fue a visitar a Selena. Nada más cruel que la realidad. Nada más cruel que saber lo que será el futuro, cuando todos se acostumbren a vivir en un mundo sin Selena, cuando todos sepan que habrá que seguir con sus vidas y que el sueño … que el sueño terminó. Que todo fue bonito mientras duró y que todos deban contentarse con eso que dejó Selena en poco tiempo. Nada más cruel que la realidad. Nada más cruel que ver lo que no se quiere ver, sentir lo que no se quiere sentir, oír lo que no se quiere escuchar … Allí estaba Mónica … Allí estaba sola con Selena en Corpus Christi, mientras todos, absolutamente todos, estaban pendientes de lo que estaba pasando en Houston, todos miraban la televisión, todos veían y escuchaban a gente que hablaba, opinaba, y hablaba y hablaba ... Gente que desfilaba por allí y por allá aprovechando su momento. Todo indicaba que la vida y el espectáculo debían continuar … “No, no puede ser feliz con tanta gente hablando, hablando y hablando a su alrededor”, se decía Mónica, sin saber por qué lo decía o no sabiendo tal vez si eso lo había escuchado alguna vez y de dónde. Mónica emprendió el camino de vuelta a Houston sin saber qué le depararía el destino y sin importarle mucho el saberlo…

Cuando Mónica llegó a su ciudad vio al mundo convulsionado. Se estaba por llegar a la sentencia y todos estaban muy tensos. Mónica no quería mirar y escuchar más, pero no podía dejar de hacerlo. Le era imposible. Ella también buscaba una respuesta, una explicación, un consuelo a su inmenso dolor. Pero permanecía lejos de las inmensas concentraciones alrededor de los Tribunales. No quería formar parte de ese espectáculo. Compartía con muchos el dolor … Seguramente si estuviera allí gritaría lo mismo que ellos, cantaría las canciones de Selena, insultaría a esa mujer, clamaría por justicia y por algo más, pero no podía formar parte de eso. Sentía que si iba, manipularían su dolor, exhibirían con morbo su desesperación, formaría parte de un espectáculo del que tanto ella como los otros fans, como el periodismo, los abogados y los jueces, eran los “protagonistas”. Y Mónica no quería formar parte de eso, no quería que la usaran, no quería utilizar a Selena para sentirse que ella era lo más importante de todo ese espectáculo … No. Para Mónica la protagonista era Selena, lo único importante allí, y Selena no estaba, y por no estar ella veía algo inverosímil. Mónica sentía el dolor de ver y de sentir cómo la ausencia de alguien cambia todo, cambia todo de un modo tan radical, tan abrupto. Antes todo era alegría, espontaneidad, verdad, sinceridad, trabajo, constancia, esperanza, pureza. Ahora todo era tristeza, impotencia, dolor, hipocresía, circo, morbo, falsedad, mentira. El mundo estaba cambiando y lo era para peor. Mónica había empezado a ver el futuro hacía rato, concretamente desde el 31 de marzo, y lo que veía era la muestra más acabada de lo que estaba viviendo desde aquel día. Caras extrañas en las pantallas, gente que no tenía ni idea de Selena hablando con autoridad sobre ella, periodistas especulando, sobre todo esa mujer que no paraba de insinuar qué escondía Selena detrás de su sonrisa y dando a entender que por allí esa mujer podría ser inocente. Hubo varios momentos en los que Mónica se salía de sus casillas indignada por lo que estaba pasando, por lo que se decía, por lo que se especulaba. En un instante se entera de que el abogado defensor de esa sabandija dice: “Estoy seguro de que si Selena apareciera por esa puerta de entrada a la sala abrazaría a mi defendida y la perdonaría. Si ella estuvo aquel día acompañándola al hospital para que se curara de sus dolencias, ¿por qué no haría una cosa así?”. Mónica no quiso escuchar más. Ni esperó la contestación de nadie. Sólo se incorporó frente al televisor y dijo: “¿Pero tú qué crees que era Selena? ¿Una ingenua? ¿Acaso una tonta? ¿A cuento de qué la perdonaría? ¿Crees que Selena le diría: “Gracias por lo que me has hecho. Me has hecho partir rápido de este mundo para ver cuanto antes a nuestro Señor. ¡¡Claro, claro que te perdono!! ¿Cómo no te voy a perdonar? ¡¡Sí, ya sé!! Me traicionaste, faltaste a la verdad, calculaste fríamente el asesinato. Esperaste pacientemente el momento en el que viniera a solas para verte. Me hiciste dar vueltas por la ciudad para armarte una coartada perfecta y demostrar que todo estaba bien entre nosotras ese día. Pensaste en todos los detalles para asesinarme. Buscaste la mejor manera de herir a mi padre y nada mejor que matarme a mí para ello. Ni siquiera fui para ti la figura principal de la historia, siendo que supuestamente eras la presidenta de mi club de fans. No. Sólo fui un medio, una excusa, una forma de destruir a mí y mi familia, a años de lucha por llegar a la cima del modo más honesto, con trabajo y dedicación … ¡¡Pero claro que te perdono!!! ¿Cómo no lo voy a hacer? Si hasta quisiste rematarme cuando pensaste que habías fallado, pues para ti yo tuve la osadía de irme de esa habitación, irme de tu locura, de tu mentira, de tu engaño, en busca de ayuda, en busca de los millones que me querían, irme de ese lugar en connivencia con el enemigo más temido. ¿Cómo no te voy a perdonar? Si hasta tuviste la frialdad de ver mi sangre desparramada por tu habitación, por el parque, por los pasillos, en tus propias narices y no hiciste nada. Te habrás reído al notar que aún huyendo lo habías logrado y te volviste a tu habitación devenida en color rojo de mi sangre para pensar en un plan B, para pensar en parapetarte en tu camioneta, fingir en que te suicidarías y luego decir que eras inocente. ¿Cómo no te voy a perdonar? Si ahora sé cómo le das letra a esa periodista para insinuar cosas, para manchar mi buen nombre y honor, para manchar a mi familia, para sembrar dudas y tratar de justificar tu aberrante acto. ¡¡Sí, mujer, te perdono!! Ya mismo le pido al Jurado que te suelte y te deje en paz como a mí, y mientras tanto … ¡¡ven, dame un abrazo, dame un buen abrazo con tus manos llenas de sangre, de mi sangre, a la espera de otro disparo que te asegure de que no vuelva más a cruzarte por tu camino!!”? ¿Pero por quién la toman? ¿Pero por quién toman a mi Selena? Selena era una excelente mujer, una artista inigualable, una adorable persona, pero no era una tonta. ¿Me entienden? ¡¡No era una tonta!! ¡¡No era una ingenua!! Como cualquiera de nosotros también se enojaba, se indignaba, tenía sus días de furia. ¿Cómo creen que tomaría las cosas Selena si estuviera aquí entre nosotros si ella odiaba la mentira, la falsedad, la traición? ¿Qué creen qué haría Selena? ¡¡Seguro que no sería cómo esa psicópata ni como tantos otros!! ¡¡Seguro que la ignoraría, dejaría de hablarle no sin antes decirle lo que tendría para decirle, lo que pensaba de toda esa situación!! Más bien lo que yo te preguntaría, señorcito abogado defensor, es qué harían ustedes si se les apareciera Selena por esa puerta, con qué cara la mirarían si es que alguien se atreviera a hacerlo. Más de uno huiría, empezando por esa mala mujer, que seguro le robaría el arma a un policía para intentarlo de nuevo. ¡¡Vamos, dime abogadito!! ¿Qué crees tú que haría Selena si apareciera por esa puerta y te mirara a los ojos? ¡¡No!! ¡¡No me lo digas!! ¡¡No necesito que me contestes!! ¡¡Ya sé tu respuesta!!”, dijo con furia Mónica y arrojó lo primero que encontró a su mano, un florero, que estrello contra la pared. Ella quería estrellarlo contra el televisor, pero tuvo mala puntería y dio en otro blanco. “¡¡Ojala, ojalá esa loca hubiese tenido la misma puntería que yo!!”, gritó Mónica y cayó al piso de rodillas y puso sus manos sobre su cara estallando en un largo y ruidoso llanto. En el medio de su inmenso dolor, escuchó que el fiscal Valdez le había contestado al abogado defensor: “Si Selena entrara por esa puerta eso significaría que este juicio no tendría sentido, pues ningún acto se habría cometido que justificara nuestra presencia aquí…”. Mónica celebraba esas palabras pero no pudo dejar de llorar, pues en definitiva esas palabras tampoco la traerían a Selena, pues en definitiva nada tendría sentido pues Selena jamás entraría por esa puerta. “¡¡Ojalá, ojalá ese tonto tuviera razón!! Ojalá Selena apareciera por esa puerta … Entonces yo correría, correría a abrazarla y a sacarla de ese maldito lugar, de este mundo ingrato, le haría ver que ella no está sola, que no estará nunca sola si ella sólo se rodea de la gente que realmente la quiere, y la hecho famosa y querida. Ojalá el señor fiscal tuviera razón. Ojalá apareciera Selena y nos demostrara a todos que toda esta pesadilla nunca fue real, que nunca vivimos esto, que Selena nunca pasó por algo tan impropio a su figura, a su Amor, a su alegría. ¡¡Ojalá Selena apareciera y nos devolviera la sonrisa con su mejor imagen, en vez de dejarnos con el dolor de esa imagen que me quedó grabada en mi mente y no me la puedo ni olvidar ni quitar!!”.

Las cartas estaban echadas. El jurado estaba por reunirse para deliberar y dar su dictamen. Pero antes de eso, el Tribunal permitió que el padre de la insensata se dirigiera al Jurado y le diera su última palabra, su última súplica. Les habló de ser buenos cristianos, de que debían saber perdonar, de que Dios los estaría observando, de que ellos debían poner en práctica su fe a la hora de juzgar a su hija, que ella era inocente, que todo fue un accidente, una terrible equivocación, que todos amaban a Selena, que nadie le quería hacer daño … Mónica meneó varias veces la cabeza, abrió y cerró varias veces sus ojos, caminaba para uno y otro lado, y tardó en decirse algo al respecto. Le hacía ruido pues en definitiva se trataba de un padre, y que por más que su hija fuera una mala persona no dejaba de ser su hija, pero pensaba … “¿Con qué derecho le habló al Jurado así? ¿Cómo pone a Dios en el medio de todo esto? ¿Por qué quiere infundir miedo al Jurado dando a entender que si son buenos cristianos ya saben lo que tienen que hacer? ¿Acaso los extorsiona como seguramente los extorsionaba esa psicópata a Selena y su familia? ¿Cómo alguien en el medio del dolor puede decir eso? ¿Por qué dice que su hija es inocente si no lo es, y si lo fuera no es él el que lo debe decidir? ¿Qué hubiese pensado él si el Señor Quintanilla hubiese hecho lo mismo? ¿Acaso no lo acusaría del mismo modo que lo hizo su hija mientras estaba parapetada en el auto supuestamente tan dolida por lo que había hecho y tan dispuesta a matarse pero con la total lucidez como para hacer largas diatribas y discursos insinuando que el padre de Selena la llevó a eso? ¡¡Ya me parecía!! Ya me parecía raro siempre verlos juntitos, siempre calladitos como si alguien les ordenara que no dijeran nada salvo contraorden y que ese alguien no fuera precisamente el abogado defensor. Esa mala mujer los manipula como a todos y ellos son simples marionetas que dicen lo que esa psicópata les ordena. ¡¡Ahora entiendo todo!! Ya los veo. Ya los veo hablando con esa periodista sugiriéndoles cosas, haciéndose las víctimas, actuando con el dictado de la que le quitó los sueños a Selena para que esa oportunista se convierta en su portavoz, en la difusora de la ‘otra historia’. Y ya la veo a esa periodista accediendo a todo, con tal de tener el suficiente material para llevar ‘primicias’ a su programa de televisión que le hagan tener mil puntos de rating ... Una alianza. Una alianza por conveniencia perfecta. ¡¡Sí, ya los veo!! Ya vi cómo exhiben cosas de Selena con cualquier pretexto y seguro que no las van a devolver. Seguro que dirán: ‘Exijan que las devolvamos y nosotros hablamos’. ¿Y de qué cuernos quieren hablar? ¿Con qué más nos querrán extorsionar? ¿Qué? ¿Qué van a decir? ¿Van a seguir con la historia de ese doctor y de dar a entender otras cosas? ¿Eso es obrar de buenos cristianos? ¿Ellos piden que los demás tengan una conducta que no tienen? ¡¡Sí!! ¡¡Ahora entiendo todo!! Ahora comprendo que calculen bien cuándo decir las cosas y en qué momento. ¡¡Cómo son los manipuladores!!! Resulta que viven hablando pestes de los Quintanilla, que no dicen la verdad, que actúan en “bloque”, que ocultan cosas … ¿Y ellos qué hacen? ¿Acaso lo que le endilgan a los Quintanilla no es lo que ellos realmente hacen? ¡¡Es notable!! Es notable cómo invierten las cosas. ¡¡Ahora resulta que condenan a los otros por cosas que ellos hacen!! ¡¡Ahora entiendo!!! Ahora entiendo por qué insólitamente el abogado defensor pidió que la exoneren por la acusación máxima, cuando su táctica de distracción hablando del mal proceder policial y de insinuar que la Fiscalía no tenía pruebas suficientes para condenar a su defendida le estaba dando buenos resultados, por lo que podría alargar más el juicio y lograr que hasta la condenen a esa loca por mucho menos años si ponen a consideración todas las acusaciones en su contra por igual. ¡¡Ya me parecía!! ¿Por qué un abogado tomaría una decisión que lo perjudica a él y a su defendida en un momento en el que está remontando una situación casi imposible de levantar? ¡¡Pero está más que claro!! A esa psicópata no le importa una condena moderada aunque saliera libre en pocos años. No. ¡¡Claro que no!! Y no lo hace precisamente porque se siente inocente. Ella quiere volver a su plan original. Ella imaginaba asesinarla, y luego pensaba clamar ayuda y su inocencia con Selena allí en su habitación. Pero Selena le arruinó el plan en su último acto. Ella se había imaginado pidiendo su inocencia sin que ningún testigo pudiera probar qua había hecho algo malo a Selena y más cuando muchos declararan haberlas visto a los dos juntas antes en un hospital en una actitud normal. Era un plan perfecto. Ella se iría inocente y se reiría de los Quintanilla. Pero algo le falló. ¡¡Claro que le falló!! Y esa mujer no se da por vencida. ¡¡Una psicópata nunca se da por vencida!! ¡¡No!! ¡¡Claro que no!!! No le interesa una pena moderada pero declarada culpable. Ella quiere que la declaren inocente, tal cual lo planeó … No le importa que la situación sea diferente. No le importa lo que logre su abogado. ¡¡Le importa que su abogado haga lo que ella quiere!! A final ese supuesto prestigioso abogado se ha convertido en una marioneta más. Terminó haciendo lo que ella quería aplicando la lógica de todo psicópata: ¡¡a todo o nada!! … Blanco o negro. Azul o amarillo. ¡¡Nunca gris!! ¡!Nunca verde!! Esa loca sólo quiere refregar su “inocencia” a los Quintanilla. Esa psicópata sueña con decirle al padre de Selena: “¡¡Sí, sí!! ¡¡Yo lo hice!! ¡¡Yo te quité a tu hija y nunca podrás hacerme nada!!”. Me dan asco, me dan asco todos ellos que encima usan a Dios para justificar lo que son … ¡¡malas personas!! ¡¡Malas personas todos!! ¡¡Algún día voy a ir para allá!! ¡¡Alguien se los tiene que decir!! ¡¡Esto no va a quedar impune!! Más allá del veredicto, ¡¡ya me van a escuchar!! ¡¡Ya verán a Selena pasando por esa puerta!!”.

Cuando llegó el día del veredicto, Mónica se dispuso a escuchar ese momento. No había imágenes en directo del momento, ya que no se permitían que las cámaras de televisión registraran ese instante. Mónica se podía imaginar la tensión del ambiente, el dolor de los Quintanilla, las expectativas de los fans, la frialdad de los abogados, la ansiedad de esa asesina para ver si por allí el plan resultaba perfecto. Mónica no podía dejar de oír ese momento único en el que tal vez se podía reparar algo de lo que se le había hecho a su Selena. En un principio, ella había decidido no escuchar nada, encerrarse en su cuarto escuchando la música de Selena para después poner tímidamente la televisión y ver allí qué se había decidido. Hasta había planificado escuchar todos los discos de Selena sin parar y luego, casi con un miedo rayano al pánico, encender la radio o la televisión ... Pero no pudo. Cuando empezó a escuchar el primer disco no podía dejar de pensar que al mismo tiempo se estaba dando el resultado de la votación, y eso le provocaba un nudo en el estómago y que su mente sólo pensara en aquello, en qué se había decidido. Dejó que se terminara uno de los temas y apagó el aparato reproductor de cds para empezar a escuchar el resultado. Cuando encendió la televisión vio la cobertura de los medios en las calles, con una multitud de gente que sólo esperaba un resultado, una votación, un destino. Miraba a esa gente, que era su gente, podía imaginarse entre ellos llorando, cantado, esperando y sintió una gran angustia. Se preguntó qué sería de todos ellos cuando todo hubiese terminado, cuando ya nada los congregaría más que el dolor, cuando nada más quedara por esperar. Mónica se puso a llorar desconsoladamente poniendo sus manos sobre su cara y ésta sobre sus rodillas. ¿Qué podía esperar Mónica? Toda esa gente junta y Selena no estaba. Toda esa expectativa y Selena no saldría a cantarles. Toda esa emoción y Selena no saldría a ofrecerle su mejor sonrisa. ¿Qué importaba todo esto? ¿De qué servía esperar algo que no cambiaría nada, absolutamente nada? El resultado, la sentencia … Eso era cierto. Pero eso era un consuelo. Si se hacía justicia, la alegría sería pasajera y la realidad volvería sobre sus vidas. Selena sólo estaría en los discos, en los conciertos pasados, en las fotos … Y nada más. Esa asesina lo había logrado. Los había dejado huérfanos. Y allí estaba. Esperando si la inocencia la podía hacer reírse en la cara de todos. Pero Mónica sabía que igual se las ingeniaría para reírse de todos aun en la derrota de la sentencia. Ya se las ingeniaría para blasfemar, para decir que es inocente, para apelar el fallo, para convocar a esa periodista con el fin de decirle que tiene secretos que confesarle. “¡¡Sí, ya lo hará, seguro que lo hará!!”, pensaba Mónica. Y a todos los que amaban a Selena sólo les quedarán recuerdos, imágenes que se irán borrando con el tiempo, con una Selena que cada vez aparecerá más lejana, más distante, más atemporal. Seguramente se harán películas, se escribirán miles de libros, se harán millones de homenajes … ¿Y qué importaba? Siempre sería un consuelo. Un terrible consuelo. Mónica se desesperaba porque luego del veredicto, todos entenderán que Selena ya no volverá y ya no habrá otro motivo para convocarse. Mónica entendía que a partir de ese día todos los que amaban a Selena se convertirían en la protagonista del tema “Fotos y recuerdos”. Y nada más triste, nada más impactante que la realidad, nada más doloroso que asumir la realidad de no tener nunca más a Selena. Mónica miró la televisión con lágrimas en los ojos y pudo apreciar que las imágenes se habían detenido en un grupo de fans que se aferraban a fotos, remeras y objetos de Selena ante la inminencia del anuncio del fallo. Mientras ello sucedía, los conductores del programa decían que seguramente condenarían a esa mujer pues el testimonio clave de uno de los testigos que llegó a ver cómo la asesina salió de su cuarto para dispararle por segunda vez a Selena y que desistió de ello al verla tan ensangrentada era fundamental para la decisión del Jurado. Los periodistas decían que el testigo quedó entre asombrado por la frialdad de esa mujer para dejar de apuntar el arma, y volverse a su cuarto como si nada hubiese pasado, y descompuesto al ver ese cuadro en el que predominaba el color rojo, rojo de sangre en el que la asesina se movía como si fuera agua la que estaba pisoteando. Mónica se imaginaba la escena y no podía dejar de sentir esa mezcla de dolor y de furia. ¿Alcanzaría con una reclusión perpetua? ¿Alcanzaría con darle la posibilidad de vivir a una mujer que no tuvo compasión en quitarle la vida a otra de sólo 23, casi 24 años? Mónica no podía dejar de imaginarse lo que debió haber sentido Selena en ese momento, mezcla de dolor, de angustia, de sensación de impotencia ante el inminente final. Mónica no podía dejar de imaginarse a Selena llorando mientras pedía casi en silencio ayuda, ayuda en el medio de la soledad, de tanto dolor. Mónica lloraba y quería sacarse esa imagen tan dolorosa, pero no podía, ciertamente no podía. Instintivamente fue a la cocina y tomó un cuchillo y se lo guardó en una de sus carteras. No podía explicarse por qué lo hacía, pero sentía la necesidad imperiosa de guardarlo allí, por las dudas … De pronto Mónica escuchó un griterío infernal. Fue corriendo al living de su casa y vio a miles de fans de Selena gritando, saltando, celebrando. Estaban todos abrazados mientras un titular del noticiero decía que el Jurado había hallado a la asesina culpable y que la condenaba a reclusión perpetua. Mónica se reía y lloraba a la vez. No podía dejar de sentir alegría por ver que al menos esa mujer se pudriría en la cárcel mientras que a la vez las lágrimas le dictaminaban que nunca estaría feliz del todo, que se sentiría siempre sola y que nunca su sonrisa sería plena por no tener a Selena feliz con ella. Como una media hora después vio que en la televisión comenzaban a hacerse los análisis pertinentes de lo que fue el juicio, y notó con mezcla de extrañeza y pavor que esa periodista decía no entender la reacción de la gente pues no había nada que celebrar, que no había motivo por el cual la gente podía festejar como un triunfo deportivo el hecho de que a la asesina la encarcelaran, que le parecía un típico acto de barbarie y de una sociedad no civilizada. Mónica podía entender el hecho de que no había motivo para celebrar, pues esa sentencia no traería a su Selena. Pero Mónica sabía que esa periodista no lo decía por eso, lo decía por otro motivo, lo decía tal vez porque la persona a la que ella había apostado había perdido. “¡¡Sí, ya sé!! Ahora me dices que no hay motivos para celebrar. ¿Qué te pasa? ¿No te ha gustado que la condenaran? ¿A que si hubiese sido declarada inocente saldrías con una sonrisa amplia en tu boca diciendo: ‘¿Vieron? Yo fui objetiva. No como el resto de los periodistas que la condenó a esa mujer de antemano. Yo siempre dije la verdad. Yo aposté a no dejarme llevar por la marea y gané. ¡¡Ahora haré valer el prestigio que logré apostando!!’? ¿Acaso no es por eso que pides mesura? Estoy de acuerdo contigo de que no hay motivos para celebrar. Pero no por tu motivo, por tu motivo egoísta y ególatra. ¡¡No!! Yo no tengo motivos para celebrar a los gritos pues nada de eso me traerá a Selena. Por eso no celebro. ¿Pero sabes? Aun así estoy contenta, ¡¡muy contenta!! Porque se hizo justicia, porque esa pérfida se pudrirá en la cárcel. Por eso estoy feliz aunque sea por un instante. ¡¡Pero no te preocupes!! Con sólo verte me doy cuenta de qué paño eres. Ya ganarás el suficiente dinero como para hacerte todas las cirugías estéticas que quieras. Estoy segura de que en unos años te volverás loca por hacerte varias y tendrás el suficiente dinero para hacerlo. Y sé con qué dinero lo lograrás … ¡¡No, claro que no!! No saldrá de tu labor de periodista, ni de productora ni de nada de lo que haces. ¡¡Claro que no!! Lo harás con el dinero que te dará hablar de Selena, de escribir sobre Selena, de todo lo que dirás con la ayuda de esa pérfida, del cual no dudo de que te dará el suficiente material como para blasfemar sobre Selena, y de sembrar cizaña y de dudas sobre su imagen. ¡¡Sí, lo sé!! ¡¡Lo sé todo!! ¡¡Ya verás!! Mientras esa asesina se va a encargar desde la cárcel a decir cualquier mentira sobre Selena y de todos los Quintanilla, tú te encargaras de ponerlo sobre un artículo periodístico, sobre un libro o sobre un especial de televisión. Ya me veo cómo vas a hacer cualquier cosa para obtener una entrevista con ella. ¡¡Lo puedo ver en este mismo momento!! Y buscarás en cada homenaje sobre Selena insertar cualquier noticia que siembre dudas sobre ella y para dar a entender que la asesina no es tan mala como parece. Y lo dirás hasta que uses a todos los protagonistas y los dejes cuando ya no te sirvan más. Entonces te llenarás de dinero y con la excusa de cambiar de aire para que no te hablen siempre del ‘bendito tema de Selena’, harás otra cosa para ‘lavar’ tu imagen, para hacer un papel de mujer tierna y sensible …. Ya me veo que harás un libro infantil o algo así. ¡¡Podría jurar que vas a hacer eso y mucho más!! No te importa Selena. Sólo te importa el dinero y la fama, esa fama que Selena se ganó con Amor y honestidad. Si admiraras aunque sea un poquito a Selena, entenderías esa euforia, esa alegría que esconde tanto, tanto dolor…”.

Mónica decidió de pronto salir. Tenía ganas de expresar, de decir lo que sentía públicamente, pero no deseaba sumarse al grueso de la gente para decir lo que expresaban todos. Quería decir y hacer determinadas cosas, y efectuarlas a quienes correspondiera. A Mónica no le alcanzaba con decir lo que decían todos y que sólo fuera un número más para los medios, para la Justicia, para todos estos “nuevos protagonistas”. Ella quería ser su propia voz, ser una voz que expresara su dolor, que expresara que la única protagonista de esta historia, tan hermosa como dolorosa, era Selena. No quería erigirse en su nombre, no deseaba protagonismo alguno, sólo quería ser el instrumento de su recuerdo, la figura que denunciara que Selena estaba allí, bien allí, cuando muchos aprovechaban el tumulto, el dolor y la desesperación para desviar el tema y hablar de otras cosas, tan intrascendentes como mórbidas, de asuntos que ponían a Selena como una mujer más que tuvo esa suerte de trascender como esa desgracia de que le quitaran todo. Mónica sabía que empezaba otra historia, una historia en la que debía poner a Selena por encima de todos y de todo, una época en la que había que poner las cosas en su lugar ... Por eso no iba a permitir que se olvidaran de Selena, que tergiversaran su figura, que la tomaran como una perdedora, que tomaran su imagen a la ligera. No … Eso no lo iba a permitir. Fueron 7 meses de mucho dolor e iban a venir años y años de desconsuelo y de soledad. A Mónica no le importaba su desconsuelo ni su soledad. Sí le importaba dónde estaba Selena desde ese nefasto día y por qué. Sí le importaba lo que fue y lo que pudo haber sido. Le importaba que las cosas quedaran claras, y que el buen nombre y honor de Selena se mantuvieran inalterables. Mónica no podía olvidarse de que Selena estuvo sola ese día, sola, triste, engañada y lastimada, muy lastimada. Imaginaba que por allí estaría Selena en la soledad de su nuevo hogar esperando que alguien se acordara de ella no sólo para los aniversarios y para las festividades ... Eso lo podía hacer cualquiera .... Mónica suponía que Selena esperaba que alguien hiciera algo para que la siguieran queriendo, para que no la dejaran sola, para recibir aunque sea parte de ese Amor que ella dio sin esperar nada a cambio … Pero para eso tenía que poner las cosas en su lugar. Salió rápidamente a los Tribunales de Houston. Una fuerza irrefrenable la llevaba a ese lugar. Conscientemente no tenía claro a qué lugar iría específicamente y para qué, pero en su inconsciente todo lo tenía claro, muy claro. Cuando llegó al lugar vio a ese mundanal de gente que variaba su conducta de la alegría al dolor, de la risa al llanto … Mónica pudo sentir la energía de esa gente y también sintió ese inicio de una etapa y la culminación de otra. “¡¡Pobre gente, pobre yo, pobres nosotros!! ¿Qué será de nosotros mañana cuando nos demos cuenta de que Selena sólo es un recuerdo cada día al despertar?…”, se dijo Mónica y volvieron sus lágrimas a su rostro sin perder su paso firme … vaya a saber a dónde. En su camino se encontró con el abogado defensor. Avanzó sobre él hasta estar cara a cara con él. “¿Cómo puedes? ¿Cómo duermes cada noche después de defender a gente como ésa? ¿Acaso no tienes vergüenza?”, le dijo Mónica desafiante y vehementemente. Ella pensó que el abogado reaccionaría, o que algunos de sus ayudantes se interpondría para increparla o para pedir ayuda policial … Pero nada de eso ocurrió. El abogado sólo bajo la vista, avanzó lentamente y alcanzó a decirle delicadamente volteando su cabeza: “Lo siento. Así somos los abogados. Sólo cumplimos con nuestro deber…”. Mónica no quiso seguir por temor a desatar un escándalo y porque sentía que tenía otra cosa más importante que hacer. Fue yendo hacia uno de las puertas laterales del Tribunal hasta que de pronto vio que la Familia Quintanilla en pleno se iba rápida pero ordenadamente del lugar para elaborar un duelo más en sus vidas. No iba a decir nada pero justo vio que A.B. miró para su lado en busca de ver vaya a saber qué. Mónica alzó su mano y la agitó para que lo viera: “¡¡A.B.!! ¡¡A.B!! Te acompaño en el sentimiento. Quiero a Selena y haré lo que sea para que no se olviden nunca de ella y para que la recuerden con Amor. ¡¡Te lo prometo!!”. A.B. asintió con una leve sonrisa y siguió sus pasos. Mónica entendió ese gesto y siguió su marcha en busca de sus destino. Cuando estaba por ingresar a una puerta de acceso restringido, alguien tocó su espalda. Mónica se sobresaltó pues creyó que era un policía, pero para su asombro no lo era … ¡¡Era A.B!! “Vine a buscarte sólo para decirte gracias. Me sentí culpable por mi pobre saludo, pero entenderás por lo que sentimos todos…”. Mónica se abrazó fuertemente con él mientras lloraba en silencio, como A.B. Cuando pudieron recomponerse, A.B. le dijo: “Sólo te pido un favor. No olvides lo que me has dicho hace un rato. Lo mejor que se puede hacer por mi hermana es recordarla con Amor. Eso es lo que ella hubiera querido…”. Y con un gesto dulce y lleno de lágrimas que le decía en silencio “Ahora me tengo que ir…” se despidió de ella dándole besos al aire, como lo hubiera hecho Selena. Mónica se quedó un largo rato petrificada mirando a A.B. cómo se lo llevaba su padre y luego la nada misma … Tardó en reaccionar. Sólo un grito de un fan que decía: “¡¡Allí sale la asesina!! ¡¡Allí sale!!” la despertó de su sueño sin soñar, y sin esperar a ver dónde estaba y para qué se adentró por esa puerta secreta, y caminó y caminó. Cada tanto escuchaba voces, gente que apuraba el paso con órdenes constantes y voces llamativamente bajas. Mónica llegó a un amplio pasillo en el que no había nadie. Se podía sentir hasta el silencio. Ella estaba por irse por otro camino hasta que de pronto un ejército de policías apareció al fondo de ese largo pasillo. Las luces de sus linternas la enceguecieron y el griterío la ensordeció. “¡¡Vamos!! ¡¡Vamos!! ¡¡Rápido!! ¡¡Aprovechemos que los otros ya los distrajeron!!”, decía uno de ellos. Mónica se quedó a un costado y vio que esos policías iban escoltando a alguien a quien no podía ver. Pensó que era el Juez o algún miembro del Jurado. Pero cuando todos estuvieron más cerca, pudo ver de quién se trataba ... Una sensación de asco se apoderó de su cuerpo e instintivamente apretó su cartera. Quería correr hacia ella pero no se animaba, no tanto por encararla sino que por lo lúgubre del lugar temía que si aparecía de golpe los policías le dispararían al instante. En ese momento a Mónica se le ocurrió una idea. Fue sigilosamente hacia la puerta en la que irían los policías y fingió como que entraba a ella. Se presentó al jefe del operativo con su mejor sonrisa diciéndole que era asistente de la Mesa de Entradas del Tribunal, que debían esperar su autorización para salir de allí y que ella era responsable de que la rea estuviera en la mejor de las condiciones al momento de abandonar el lugar. El jefe del operativo accedió gentilmente pero le pidió chequear el dato con las autoridades del Tribunal. A Mónica eso la inquietó pero no le importó. Lo suyo iba a ser rápido y expeditivo. Cuando se dieran cuenta de la situación, todo habría terminado ... Ella se dirigió a la asesina hasta que se puso frente a ella. Ésta le sonrió. Mónica también. “¿Sabes quién soy?”, le dijo y abrió su cartera. Estaba por hacerlo hasta que detrás de la asesina se le apareció una figura que la detuvo. “¡¡No, Mónica, no lo hagas!! ¡¡Tienes razón!! ¡¡Nunca la voy a perdonar!! ¡¡Nunca!! Si apareciera por esa puerta créeme que le diría lo que pienso, pero no la lastimaría. No me pondría a su altura. Ya sabes. Si yo apareciera, ella huiría y lo intentaría de nuevo … por la espalda … otra vez ... ¡¡No, Mónica!! ¡¡No lo hagas!! No vale la pena. No repararías nada y tú estarías en la cárcel como ella. ¿Eso es lo que quieres? ¿Acaso eres como ella? Si es así, ya sabes lo que tienes que hacer. Acuérdate de lo que le has dicho a mi hermano. Recuerda lo que él te pidió a ti. Recuérdame con Amor. Es lo único que te pido. ¡¡Así no estaré nunca, nunca sola!!”, dijo y desapareció. Mónica supo que era Selena. Fue un segundo, sólo un segundo, que no lo notaron ni la rea ni los oficiales. Mónica volvió a ver a la asesina, quien la miraba con una sonrisa irónica demostrándole que no sabía quién era ni que le importaba. “¿No sabes quién soy, no? Pues yo sí sé quién eres … ¡¡Una psicópata asesina!!”, le dijo y le encajó una enorme bofetada que la tiró al piso. Los oficiales se abalanzaron sobre Mónica y se necesitaron seis personas para contenerla. “¿Y sabes qué? ¡¡Si no fuera por Selena ni contarías el cuento!!”, y se puso a llorar con furia y sin consuelo “¡¡A mí no me tienen que contener!! ¡¡Yo no soy el peligro!! ¡¡La asesina es ella, oficiales!!”, dijo Mónica a los gritos. Los oficiales se la llevaron rápido a un calabozo. Como a las dos horas se le acercó el Jefe de Policía de la ciudad, abrió la celda, le dio un beso y la acompañó a la salida. “Escúchame, Mónica … Sé lo que sientes y entiendo lo que pasó. Sólo te pido que de aquí en más si vas a ser algo por Selena sea para bien. Todos estamos dolidos, pero lo que has hecho no tiene sentido. Tuviste suerte de que no pasó nada, que no sacaste el cuchillo de tu cartera, que sólo te vieron los oficiales y qué sólo le diste ese cachetazo. Para todos aquí no pasó nada. No te preocupes por ella. Por algunas prebendas en la cárcel esa loca accederá al olvido … y a cualquier cosa ... Pero te pido que te quedes tranquila si la quieres a Selena … A propósito, ¿qué te hizo no tomar el cuchillo y sólo darle la bofetada? Como estabas, todo hubiera indicado que…” … “que la hubiese acuchillado. Entre nosotros, lo confieso. Lo hubiese hecho … Pero … Selena me hizo recordar que ésa no era la manera de castigar a esa persona. Estoy segura de que Selena tampoco la perdonaría pero no haría lo mismo que hizo esa psicópata…”, le contestó Mónica. El oficial la dejó salir y se despidió de ella con una sonrisa y diciéndole: “¡¡Cuídate!!”. Mónica salió del lugar con otra sonrisa: “¡¡Lo haré!! Se lo prometo. ¡¡Por Selena!!”.

Cuando Mónica estaba por irse de los Tribunales vio que esa periodista estaba aún en el lugar. La notó riéndose, festejando del rating obtenido y por la fama que esto le daría. Mónica se le acercó sonriendo hasta que la tuvo cerca, bien cerca. “Podrás ser muy famosa, pero jamás le llegarás a los pies a Selena. Eso es lo que te perturba. Eso es lo que no toleras. Que no te quieran a ti como la quieren a ella. Supongo que destilarás tu envidia en tus programas de televisión, en algún artículo, en algún libro. ¿Sabes qué? Eres despreciable, tan despreciable como la asesina. ¡¡Suerte en la entrevista que le harás en el futuro!!”, y le dio un beso y se fue. La periodista se quedó entre desconcertada y furiosa, pero no atinó a nada. No quería que por denunciarla se supiera lo que se decía de ella. Mónica se fue, esta vez con una sonrisa. Le haría caso a Selena, le haría caso a A.B. Ya se había desahogado. Ya había sacado de sí todo su rencor, todo su odio, todo lo malo. Ahora quedaba en ella todo su Amor, todo el cariño que le tiene a su Selena. Sólo le quedaba recordarla con afecto, sólo le quedaba la ardua tarea de que nadie se olvide de Selena y de que no la dejen nunca, nunca sola…

(A todos los que amamos a Selena nos queda esa sensación de mezcla entre Amor y odio … Amor a Selena … Odio a esa psicópata … Son sentimientos que no se pueden evitar … Pero lo bueno con Selena, como todo en la vida, es hacer prevalecer lo que nos hace bien, dar Amor sin esperar, dar cariño por sobre todas las cosas. Y el odio, el odio que lo tengan los otros, que se lo apropien ellos. Y cuando uno tenga esos sentimientos, siempre viene bien un grito a la distancia, un insulto al aire o a uno mismo, decirle a esas personas con actos y hechos lo que son, y si es posible en la cara … Eso sí, con todo respeto … Nada más. Nunca ponerse a su altura. Y que eso sólo dure un instante. Pues hay poco tiempo para hacer cosas buenas. Y mucho para las malas. Que los demás aprovechen su tiempo que los que amamos a Selena tenemos mucho por hacer en tan poco tiempo, ese poco tiempo que tuvo Selena y que aprovechó tan bien con tanto Amor, con su Amor…)

Selena … Gracias a ti recuperé el Amor … El Amor que ha generado tu Amor…

Te quiere por siempre y para siempre…

Sergio Ernesto Rodríguez
(Buenos Aires, Argentina)






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