Aquel día en el que te conocí, Selena...


La recuerdo y aún me cuesta creerlo. La miro y sigo sin entender. La partida de Selena nos cambió a todos. A muchos se les notará menos, a otros más. Entre estos últimos estoy yo. Yo ya no pude ser el mismo desde que ese absurdo que le sucedió se hizo realidad en nosotros. Me costó poder asumir una vida sin ella, un día sin ella, una fiesta, un acontecimiento, un festival, un concierto sin ella. Es que yo era periodista y hacía poquito que había empezado a ejercer la profesión. Aún recuerdo cuando me dijeron del diario en el que trabajaba que debía ir a cubrir la edición N° 15 de los Tejano Music Awards y traerles una entrevista con ella. Obviamente que yo ya sabía quién era Selena, lo que representaba para tanta gente, el ascenso a pasos más que agigantados en su carrera musical. Pero yo seguía otra música por un lado y no me dedicaba en general a espectáculos en los medios en los que trabajaba. Es que justo la persona de la Sección Espectáculos que debía cubrir esa fiesta a celebrar en San Antonio se había enfermado y todos los que podían reemplazarlo estaban asignados a otros menesteres. Así que me llamaron a mí y me plantearon el asunto. “Pero yo no conozco tanto a Selena ni me dedico a hacer estas coberturas. ¿Les parece que puedo ser el indicado?”. Todos me dijeron que sí, pero sus explicaciones no me conformaron para nada. Siempre creí que se querían sacar el “problema” de encima, pues si bien todos querían a Selena nadie quería viajar a San Antonio para una entrega de premios. “Total -decían todos- Selena vendrá pronto a Monterrey. Allí la veremos tal como nos gusta, ¡¡en concierto!!”. Selena era amada aquí en Monterrey desde hacía unos años, pero en 1994 Selena se había convertido en un huracán difícil de poder parar. Fui a ver a Roberto, el periodista que debía haber ido a esa entrega de premios. El pobre estaba muy maltrecho por el cuadro virósico que lo postró en la cama. Pero estaba peor de lo que pensaba al advertir que parte de su gran lamento era que no podía ir a ver a Selena. “Ya verás, Santiago -me dijo con una sonrisa que sólo se le dibujaba si hablaba de ella, si se hablaba de ella-. Te encandilarás con su presencia, te rendirás a tus pies. No será necesario que tú vayas hacia ella. Selena irá por ti antes de que le llegues a hablar. Ella te meterá en su mundo y si entras no querrás salir más de él. Si te gusta cómo actúa te terminará ganando cuando estés frente a ella. Selena es una gran artista pero mejor persona. Ya verás que es como te digo. Lo notarás en cuanto la veas. Selena es distinta, distinta a todas. No importa si seguías su música. No importa si no te gustaba, o si te molestaba que se le pasara muy seguido por la radio o por la televisión. En cuanto la veas actuar, en cuanto la tengas frente a ti en una entrevista tu forma de ver las cosas, tu concepción de la vida, tu mirada frente a todo cambiará. Creeme, Santiago. Yo no seguía a Selena. Un día hace dos años la fui a ver al primer Gran Rodeo en el Houston Astrodome y quedé impresionado, y cuando la entrevisté no la dejé más. No sabes lo que lamento no poder ir a ver a Selena en ‘La quinceañera’. Pero bueno. Las cosas no surgen por sí solas. El destino quiere que la conozcas tú también. Aprovéchala. Ella no te defraudará. Da mucho más de lo que esperas, de lo que imaginas. Si por mí fuera iría en silla de ruedas, pero los médicos fueron muy estrictos conmigo. Así que aprovecharé este parate para verla nuevamente en el Houston Astrodome en un mes”. Me costaba creer que pudiera hablar de Selena así un tipo que tenía gustos tan diferentes de los que normalmente gustaban de su música, pero era más que obvio que estaba encandilado por Selena. Me pregunté si era bueno para mí que él me hablara tanto y tan bien de Selena. Sentí que me condicionaba un poco. Podía pensar que exageraba y por lo tanto plantear las cosas de modo distinto del que él lo había tomado. Podía seguir a pie juntillas sus palabras y sólo dedicarme a alabarla y a hacer un reportaje más que complaciente. Me había propuesto hacerme el malo y empecé a buscar en reportajes y en diferentes notas qué había de polémico en Selena, qué declaración de más había hecho, si había hablado despectivamente de otro artista y si alardeaba de sus triunfos … Para mi asombro no encontré nada, absolutamente nada de ese estilo. Descubrí que Selena no buscaba polémicas, no hacía del escándalo su forma de hacerse conocer y ni siquiera incentivándola a que dijera algo picante, ella nunca se prestaba al juego y siempre se apartaba de ello; no buscaba que nada irritante saliera de su boca. Como hallazgo en aquel momento, tiempos en los que Internet estaba lejos de nuestro alcance, pude ver parte de un reportaje que le hiciera Don Francisco en su programa “Sábado gigante”. En él cuando Don Francisco le pregunta por su participación en la película “Don Juan de Marco”, él le agrega a modo de broma “Qué gordo está Marlon Brando, ¿no?”. Selena se sonroja y trata de no decir nada, pero como Don Francisco insistió, Selena dijo que ella no podía decir nada al respecto. Tal vez otra artista, para quedar bien con el presentador o con el público, le hubiese seguido el juego, pero Selena no quiso, pues sabía y hacía saber cuál era el límite, cuál era la barrera que ella no quería pasar. En otra oportunidad, Jesús Soltero le comentó la diferencia que había entre el público de Estados Unidos y de México, y convenía en que mientras el primero era menos fogoso y más callado, el mexicano cantaba y gritaba más, por lo que era más participativo en los conciertos. Selena en principio le dio la razón, pues en definitiva era más que obvio que Selena disfrutaba más de los conciertos mexicanos, en los que tenía al público muy cerca de ella y con ganas de seguir su canto y su baile, que los norteamericanos, en los que muchas veces se veía de lejos los conciertos y se participaba en menor forma. Pero enseguida Selena le aclaró que los dos públicos eran efectivamente diferentes pero cada uno era valioso a su manera, pues en definitiva los estadios mexicanos y norteamericanos estaban dispuestos en forma diferente y eso condicionaba el comportamiento de cada uno de ellos. Creí al ver ese video que tal vez Selena sólo hacía una declaración de circunstancias para no quedar mal con nadie, pero en verdad lo decía con propiedad: los lugares en los que cantaba Selena en Estados Unidos eran campos de rodeo y allí el público sólo era admitido en las tribunas, y éstas en general estaban lejos del escenario. En cambio en México, Selena cantaba en estadios de fútbol y allí se admitía a la gente en el campo, por lo que la gente estaba casi encima de ella. Pero más allá de todo Selena jamás iba a hablar mal de nadie, pues así había sido educada y así era en verdad. Si Selena iba a ser exitosa lo lograría por su canto y por sus actuaciones, no por las polémicas y por declaraciones fuera de lugar…

Había hecho los llamados correspondientes para tener todas las acreditaciones, alojamiento, vuelos, móviles para trasladarse y todo lo necesario para presenciar los Tejano Music Awards, y de allí ubicar a Selena para al menos tener alguna palabra de ella. Como todo periodista de oficio sabía perfectamente que en cuanto cubriera el acontecimiento no iba a alcanzar con que contara el Festival, la entrega de premios, todo lo que había logrado Selena y lo que se había cantado allí. Yo tenía que volver con las palabras de Selena, debía volver a la Redacción con el grabador y que allí se escuchara inequívocamente la voz de Selena. “Ni se te ocurra volver sin el testimonio de Selena. Para eso te mandamos. Todo lo demás que puedas contar será de relleno. Para contar sólo eso te puedes quedar aquí y averiguar todo por teléfono”, me sentenció mi jefe. Es difícil ser periodista. Te piden que te metas en cualquier lugar, en cualquier circunstancia, en cualquier momento con tal de que logres la nota. Y a veces uno cree que hay lugares en los que no hay que meterse, situaciones en las que no hay que involucrarse, vidas privadas que no deben ser violentadas, pero en infinidad de oportunidades hay que hacer tripas corazón y lograr la bendita nota, pero siempre teniendo en cuenta que hay que ser como Selena y no permitir ciertas cosas. No es que haya que ser, se debe ser … Una vez que logré todo, me avoqué en el tiempo que tenía antes de viajar a San Antonio a seguir averiguando sobre Selena. Quería tener toda la información disponible para saber preguntarle lo apropiado, no ser tan poco profesional como para preguntarle cosas obvias o que demostraran que no sabía bien cómo había llegado al lugar en el que estaba, qué clase de artista era y su verdadera importancia. Leí todas las notas que se le habían hecho, pero busqué tener a mi disposición imágenes de ella, verla cómo actuaba, cómo se comportaba en el escenario y fuera de él, pero también quería saber qué tan popular Selena era. Yo tenía la impresión errónea de que Selena no era tan popular, que había tenido notoriedad en el último año por sus grandes y constantes apariciones en los medios, y por los importantes y cada vez más seguidos galardones que obtenía. Pero hubo algo que me inquietó y que me daba la verdadera magnitud de Selena. Alguien me facilitó la grabación de Selena en el programa “En vivo”, de Ricardo Rocha. La persona que me lo acercó me dijo: “Mira qué bien actuaba Selena y mira qué guapa lucía”. Yo lo vi y más allá de certificar que era cierto lo que me había dicho esa persona, lo que más me llamó la atención era lo que le habían dicho los presentadores del programa en un pequeño reportaje que se le hiciera en el medio del show. Allí pude saber que Selena estaba entre las 200 personalidades más famosas de los Estados Unidos en una lista que incluía latinos, anglosajones y toda clase de artistas. También supe que Selena estaba preparando un disco en inglés, en lo que iba a ser su proyecto más importante del año 1995. También me enteré que preparaba una gira sudamericana que incluía Argentina, Paraguay y Bolivia. Y allí pude saber cuál era el gran secreto del éxito de Selena: Selena no sólo era considerada una gran artista sino una gran persona, tanto para el público como para los mismos artistas. Me llamó la atención que le señalaran que el público no sólo le gustaba Selena y la admiraba, sino que necesitaban que se sintiera bien en los lugares en los que estaba, que estaba en ellos la necesidad de protegerla, de cuidarla, de hacerla sentir acompañada, de no dejarla nunca sola pero no para molestarla sino para darle todo su cariño. Allí me di cuenta de que si bien para mucha gente y para los grandes medios de comunicación Selena era conocida desde hacía un par de años, para mucha gente, sobre todo en Estados Unidos, Selena era conocida desde hacía muchos, muchos años. Lo pude comprobar quedándome impresionado por los premios de Selena en los Tejano Music Awards. Ella recibía premios desde que tenía 16 años y ya antes de esos galardones había sido varias veces nominada. Allí di cuenta de que Selena desde muy pequeña iba en un bus de pueblo en pueblo dando conciertos, dando alegría a gente que no recibía a nadie conocido pues nadie iba a visitarlos. Conforme iba sabiendo más cosas de Selena más entendía la magnitud de su éxito. Allí entendía no sólo el afecto y el cariño de la gente sino que era mucho más popular de lo que creía. Allí entendí que la realidad no sólo es la que mostramos nosotros en los medios sino lo que se ve afuera en la calle, en cada pueblo, en cada ciudad. Viendo esta realidad encontraba la respuesta a la pregunta recurrente acerca de cómo alguien como Selena que durante mucho tiempo no supo hablar el español era tan apreciada como artista. Una respuesta que era confirmada ampliamente cuando uno veía cantar y actuar a Selena en el escenario. Verdaderamente al verla me costaba encontrar a una artista que pusiera tanta pasión, tanto sentimiento a sus interpretaciones. Selena podía no saber hablar bien el español pero emocionaba con su canto en forma tremendamente superior a muchos artistas que hablan ese idioma a la perfección. Con Selena uno podía confirmar que había otro idioma, un idioma universal, ese idioma del Amor que sólo pocos podían interpretarlo, y Selena era uno de ellos…Y no había nada, ningún lugar, ningún momento, ninguna circunstancia en la que alguien se quejara de Selena o de que alguien hablara mal de ella. Ricardo Rocha ponderaba que había poca gente que podía decir con propiedad que era querida por sus propios colegas y que nadie de ellos reportara algo contra ella, y Selena era de esos pocos que entraba en esa galería de privilegiados. Con todo esto que averigüé por mi cuenta de Selena fue para mí suficiente. Estaba ante una enorme artista, muy popular y una gran persona. Pero ahora tenía que certificarlo yo. Y yo, como desconfiado, cabeza dura, y con mis ganas de siempre de llevar siempre la contra a todo me decidí a ir a San Antonio, a certificar si Selena era tan buena como decían, a ver si Selena podía convencerme en su preciada entrega de premios tejana…

Llegué a San Antonio bien sobre la hora del inicio de los Tejano Music Awards. Llegué al hotel sólo para registrarme y dejar mis cosas. De inmediato me fui al lugar en el que se desarrollaría la ceremonia. Una vez allí sólo me dediqué no sólo a mirar la entrega de premios y a la actuación de los artistas sino a ver a la gente, a los invitados, a sus reacciones, a sus comentarios. Siempre consideré importante mi mirada de las cosas, no sólo contentarme con ver más de cerca lo que ya se veía por televisión. Y cada vez que subía un artista para recibir los premios inmediatamente me ponía a mirar lo que pasaba alrededor y con ello darme una mejor apreciación de las cosas. Hasta un cierto punto todo se desarrollaba con cierta normalidad. No dejaba de ser para mí una simple entrega de premios con sus altas y bajas, con sus mejores momentos, con sus instantes intrascendentes, hasta que algo cambio. Lo noté en el aire, en la gente, en los invitados, hasta en el tono de los presentadores. Tardé en darme cuenta qué estaba pasando hasta que vi que alguna gente se acercaba, que mucha gente se paraba y aplaudía, y a lo lejos una multitud que coreaba su nombre. Había aparecido Selena … Quedé impresionado. Sentí como si todo hubiese oscurecido de golpe y sólo quedara una luz azul que de lejos proyectaba y seguía su andar. Selena apuraba su marcha en busca de su lugar sin dejar de sonreír y sin dejar de saludar a todos. Detrás venía su padre que la custodiaba de cualquiera que se le pudiera acercar perturbando su paso y el de toda la banda. Casi me quedo sin aire. Es que tenerla tan cerca, verla y sentir lo que generaba no sólo en la gente sino en mí es difícil de poderlo describir. Si tuviera que limitarme a decir cómo lucía era muy curioso. Yo que la tenía siempre con el pelo suelto, largo, lacio y con flequillo, o con su variante sin flequillo, o con el pelo atado y con rodete, o con su sorprendente peinado voluptuoso y enrulado que se hiciera famoso en sus conciertos en la Feria de Monterrey, esta vez estaba con un raro peinado nuevo. Lo tenía de una manera que parecía como si lo tuviera cortito pero unos buclecitos sueltos denotaban que no era así. Pero ese aire que daba su peinado más el hermosísimo vestido morado que la acompañaba le daba un aire angelical que no olvidaré jamás. Pude apreciar allí la personalidad que tenía esa mujer, lo avasallante que era con su andar, con su porte, con su mirada, con su sonrisa. Era literalmente imposible no mirarla, era imposible no seguirla con su paso por los pasillos. Estando cerca de Selena yo podía certificar que ella tenía un ángel, algo mágico, hechizante que hacía que uno inmediatamente le tomara cariño. Me acordé de Roberto y me dieron ganas de encontrar un teléfono a mano para decirle que tenía razón, que tenía mucha razón en lo que me había dicho. Selena era distinta, era una mujer especial, tocada por la varita mágica que le marcaba un destino de princesa, de Reina, de artista consagrada y querida mundialmente. Desde que ella apareció me olvidé de los premios, de la fiesta, de la ceremonia. Para mí todo eso tenía sentido si estaba Selena. Ni siquiera me importaba que estaba allí para buscar entrevistarla o sacar algún testimonio de ella. “De última le diré a mi jefe que tengo mis impresiones sobre ella, que le puedo contar lo que hizo, lo que generó con su presencia, cómo lucía, cómo era el festival con ella y sin ella. Eso era lo más importante. Y si no le servía que me echara, no me importaba. El solo verla colmó todas mis expectativas. El sólo saber que en el mundo hay una mujer así me era suficiente para ser feliz toda la vida”, pensé mientras la veía sonreír, recibir tímidamente sus premios, angustiarse insólitamente pues uno de sus premios por error fue dado a otra artista y cuando ésta se enteró se puso muy mal y con ella Selena, quien no quiso recibir dicho premio. Era demasiado, demasiado para mí. Sentí que mi vida no iba a ser la misma viendo y presenciando un festival con semejante artista. Había que verlo para creerlo, había que sentirlo para apreciarlo. Pensé que estaba todo dicho, pues sabía que no iba a poder acercarme a ella. Había dentro y fuera del recinto un mundanal de periodistas queriendo sacarle una respuesta y ella estaba bien custodiada. Pero de pronto pude comprobar que Roberto una vez más tenía razón…

Yo no podía dejar de mirarla. Tenía una gracia, un carisma, una personalidad que generaba una áurea tras su figura. Quisiera o no, ella era el centro de la atención de todos. Yo me sentía doblemente presionado. Por un lado, quería acercarme a título personal. Quería decirle lo que sentía por ella, lo que ella me generaba, cómo había llegado hasta aquí, cómo el destino me llevó a su encuentro. Para mí era necesario, inevitable decirle el cambio que generó en mí, que una vez que uno la admiraba era inevitable quererla y mucho, que quería desde lo más profundo de mi corazón que le fuera bien, que llegara a ser la gran estrella internacional que se había propuesto ser, pero por sobre todo quería decirle que fuera feliz, que mantuviera esa sonrisa, esas ganas de vivir que transmitía en cada acto de su vida, en un cada instante de su existencia. Pero por otro me asistía la presión de mi jefe en el que él quería que le diera la nota, el reportaje, el testimonio. Por un lado, sólo quería acercarse la persona. Y por otro, debía acercarse el profesional, el periodista. Y para colmo de males, mi tremenda timidez agigantaba mi inmovilización. Me sentía petrificado. No sabía qué hacer. Bueno, en realidad, sí sabía qué hacer, pero no me animaba. Temía quedar mal parado con ella, recibir una negativa si le pedía una nota, no caerle bien si me acercaba para decirle una palabra, temía defraudar, molestar, perturbar. Por un instante había perdido la noción de lo que era realmente Selena. Por un momento pensé que era todo lo contrario de lo que ella realmente era y que yo lo sabía perfectamente. Casi estaba por desistir de hacer cualquier intento, mandar todo al cuerno y renunciar a mi trabajo, cuando veo que Selena comienza a mirarme y a sonreír. Pensé que estaba riéndose de algo que sucedía tras de mí, en el escenario o entre el público presente, o que quería saludar a alguien que había llegado por allí. Pero no. De pronto veo que Selena hace un gesto de que esperen en la mesa en la que estaba y acelera el paso hacia donde estaba yo. Yo no sabía cómo reaccionar. Me debatía entre desear que fuera yo al que buscaba o mejor no para evitar tener que enfrentar la situación con el riesgo de que pudiera defraudarla. Hasta que Selena llega hacia mí, me saluda, me da un beso en la mejilla y me dice: “¡¡Hey!! ¿Cómo estás? ¿Estabas buscándome? ¿Te conozco de algún lado? ¿Quieres hablar conmigo? No sé. Por ahí me equivoco, pero me dio curiosidad. ¿Es la primera vez que vienes aquí? Dime, por favor”. Yo temblaba como una hoja. Tenía razón Roberto. Si por mí fuera hubiera estado un siglo en animarme a decirle una palabra, y ella se acercaba como si me conociera de toda la vida. “Bueno, Selena. Antes que nada un gusto de conocerte. Yo soy Santiago. Vengo de Monterrey. Soy periodista especializado en actualidad y política. Lo que sucede es que el periodista de espectáculos se enfermó y entonces me mandaron a mí…”, sólo dije casi susurrando. “¡¡Oh!! ¿Qué? ¿Roberto está enfermo? ¿Pero está bien? Dime luego dónde está, así lo llamo”, me dijo con preocupación. Yo no podía creer lo que estaba viviendo. Sentía como si las estrellas fuéramos nosotros, los periodistas, y no ella. No podía creer que ella se acordara de Roberto sin que yo se lo mencionara. No podía creer la humildad, la espontaneidad y el don de gente de una artista como Selena. Por mucho menos varios artistas ni te dirigen la palabra y le tienes que rogar para que te den una nota. Con Selena parecía que dependía de mí para que se cumpliera lo que quisiera. Era increíble, pero real. ¡¡Era posible que gente como Selena todavía existiera en este planeta!! “No te preocupes, Selena. Ya te acercaré todos los datos sobre Roberto, pero déjame decirte…”, traté de explicarle. “¡¡Ey!! Entonces tú no conoces ni a mi familia ni a mi banda. Ven, acércate a mi mesa. Allí podremos hablar más tranquilos y de paso te los presento”, me dijo con una sonrisa. Yo sonreí de agradecimiento, pero en mi interior sentía por Selena mucho más que eso. Esa mujer era sencillamente increíble. Es como si me hubiese leído la mente con sólo mirarme y sólo facilitaba mis cosas sin decirle nada. Llegamos a la mesa y Selena me presentó a todos. Cuando les comunicó lo que sucedía con Roberto, A.B. se ofreció a llamarlo en ese mismo momento con la promesa de que Selena lo haría luego. Yo le pasé todos los datos y se los entregué. A.B. tomó el papel y partió presuroso junto con Chris en busca de un teléfono para llamarlo. Selena le dijo que le manifestara su deseo de que se mejore pronto y luego me miró y me dijo: “Bueno, aquí estoy Santiago. ¿Qué quieres saber de mí?”. “Pero Selena. ¿Acaso no te molesto ahora? Estamos en plena ceremonia de premiación. ¿Y si te llaman para recibir un premio?”, traté de llamarla a la reflexión. “¿Y quién dice que recibiré otro premio?”, dijo Selena y echó a reír a carcajadas. “No, no, Santiago. ¡¡Es broma!! Discúlpame, pero no lo puedo evitar. En realidad, las ternas que siguen son de rubros en los que no estoy nominada, por lo que no hay problema, por ahora. De última, si me toca, me esperas y seguimos hablando…”. Realmente, no podía creer lo que estaba viviendo. Era tal mi emoción que no podía siquiera tener la mente tan despejada como para preguntarle lo más claramente posible. Sentía que de nada me había servido haber leído y visto tantas cosas de ella, pues ahora por mis nervios y por la tremenda personalidad y bondad de Selena no se me ocurría nada, no podía preguntarle nada. Opté por decirle lo otro que quería transmitirle y que me era más fácil expresárselo pues era lo que sentía en toda su dimensión en ese momento… “Mira Selena. Yo no sé si te das cuenta de lo que generas, de lo que eres y de lo que puedes llegar a ser. Pero yo que vengo de un mundo diferente en el que tú sólo eras para mí alguien muy querido por tanta gente, debo confesar que tienes un ángel y un magnetismo muy especial. Te estuve observando en estos días en conciertos y en reportajes para poder tener la mejor y mayor información posible de ti para saber qué decirte, qué preguntarte. Y más allá de que todo eso me sirvió para saber quién eras y qué representabas en toda su dimensión, nada de ello alcanza para explicar lo que significas hasta que se te ve, se te conoce en persona, puede ver lo que generas con tu presencia, la admiración que provocas en cuanto se te ve. Te puedo asegurar que en estos días comencé a apreciarte y a admirarte. Pero ahora que te veo y, fundamentalmente, te comienzo a conocer, sólo puedo decirte que le agradezco a Dios haberte conocido…”. Selena se sonrojó con mi comentario, pero no pudo evitar romper el clima que le generaba nervios y del que no podía salir con tranquilidad y control de la situación … “Bueno, más que a Dios, ¡¡debes agradecerle a Roberto!! ¡¡Uy!! ¡¡Perdona, perdona!! Es un chiste, sólo estoy bromeando … Bueno, gracias, muchas gracias. Es que no sé cómo reaccionar con estas cosas que me dices. Sólo deseo que todo lo que está a mi alrededor y a mi alcance esté feliz y sólo sonría. Me gustaría poder con lo que hago hacer feliz a toda la gente…”. Para que Selena no se sintiera incómoda con aquellos sentimientos que le costaba expresar y manifestar, le dije si tenía algún problema con que le hiciera el reportaje formal que me pedía mi jefe y le mostré el bendito grabador. Selena se sonrió y me dijo: “Claro que no hay problema. En definitiva, ése es tu trabajo y lo respeto muchísimo. Sé lo que es ir a pedir cosas que necesitas mucho, y tienes que esperar más de la cuenta y la enorme voluntad y generosidad de los demás. Así que tú pregunta lo que quieras que yo te responderé. Eso sí. Sólo te pido un favor. Recuerda siempre eso que tú me has dicho. No te pido que lo escribas para tu diario o que lo hagas público. Sólo te pido que lo guardes para ti, pues para mí eso es lo más valioso. Eso es lo más importante que desearía que se recuerde de mí por parte de las personas que me han conocido en todo este tiempo…

Cuando le hice el reportaje formal, traté de que no fueran las mismas preguntas de siempre para que se viera obligada a contestar siempre lo mismo. Le pregunté por sus sueños, por lo que quería para su vida, qué quería lograr, qué mensaje le quería dejar al mundo. Me sorprendí cuando me dijo que ella sentía que éste era su tiempo y éste era su momento, que había luchado mucho para estar en el lugar en el que estaba pero que tenía que seguir porque quién sabe si tendría una segunda oportunidad. Me confesó que deseaba fervorosamente ampliar su familia, tener su nueva casa, estar en quince años feliz con su esposo y con sus hijos habiendo logrado todas las metas propuestas, pero que ahora tenía que focalizar todo en su carrera y en lograr paso a paso lo planificado. “Hoy no me puedo permitir en pensar en tener niños o en retirarme a mi nueva casa a contemplar el sol. Yo lo querría hacer. ¿Quién no lo quiere? Pero antes tengo que asegurarme mi futuro. Para que yo pueda soñar con aquello tengo que ser la mejor cantante internacional y mejor diseñadora. Cuando el camino a esos objetivos esté allanado, empezaré a pensar en cosechar los frutos de mi esfuerzo. Si toda mi niñez y toda mi adolescencia me privé de tantas cosas para lograr ser alguien, ¿cómo me voy a detener ahora, en este momento en el que lo que tanto soñamos lo tenemos a un paso, a un solo paso que implica hacer un esfuerzo más, sólo un esfuerzo más?”. Y luego me dijo algo que recordaré por siempre más que nada por el dolor que implica todo lo dicho: “Estamos en 1995. El futuro llegó. Éste es el año más importante para mí y para el grupo. Me gustaría, desearía, rogaría que todo el mundo me recuerde a partir de lo que me suceda este año. Me gustaría que éste sea el año en el que el mundo entero sepa quién es, qué significa y lo que representa para todos Selena y Los Dinos” ... La vorágine de la entrega de premios más la requisitoria de todos los medios para que Selena diera su testimonio impidieron continuar una charla que hubiese durado muchas horas. Nos despedimos a las apuradas, me manifestó su pesar por tener que terminar la entrevista pero me prometió que habría una nueva oportunidad para charlar … “¡¡Pero esta vez con Roberto!!”, me dijo una incorregible, simpática y hermosa Selena. “¡¡No, no, es broma, es nuevamente broma, Santiago!! Un placer hablar contigo. Me gustaría algún día tener una charla de este tipo con más tiempo. ¿Y sabes qué? Si algún día lo podemos hacer tal vez podamos pensar en un libro. ¿Qué te parece?”, me preguntó Selena. “Me parece genial”, le dije entusiasmado. “¡¡Pues trato hecho!!”, exclamó Selena extendiendo su mano a modo de pacto inquebrantable. Luego se retiró no sin antes dándome uno de sus clásicos saludos de despedida con su boca grande dibujando un “bye, bye” como despedida. Y a pesar de esa despedida, y como si el destino quisiera dejar en mí un único e imborrable recuerdo de Selena, a la salida del evento, cuando la ceremonia había terminado y había galardonado una vez más a Selena como la mejor artista del año, y estaban todos esperando el saludo y las palabras de Selena, tuve un nuevo encuentro con ella. Yo no esperaba nada más. No quería arruinar tan grato momento con Selena forzando un nuevo saludo en el medio del griterío de los fans, de los pedidos de autógrafos, de las preguntas de miles de periodistas, de las declaraciones de circunstancias. Me quedé en un costadito contemplando la particular figura angelical de Selena con ese peinado, con ese vestido. Sentía que nada borraría ni esa imagen ni ese momento … El destino se encargó de que fuera tristemente así. Pero en un momento Selena fue desviando su camino para saludar a tal o cual persona y para responder a todas las preguntas. Y de pronto me la encontré en el camino. “¡¡Hey!! ¡¡De nuevo tú!! ¡¡Tanto tiempo!!”, gritó con entusiasmo Selena. De pronto recordé algo de circunstancia que quería preguntarle y que Selena querría responder: “Dime Selena. ¿Qué tienes para decirle a la gente de Monterrey?”. “Que los quiero mucho y que los veré muy pronto. Y dales este beso de mi parte”. Y Selena me estampó otro beso en la mejilla. Selena se fue dándome otros saluditos con la promesa de un nuevo encuentro ... Nunca más sucedió … Sólo me quedó de ella el ruido y el estremecimiento de mi piel al recibir ese beso. Aún hoy lo puedo sentir como si cada mañana cuando me despierto Selena me recibiera con ese beso, una y otra vez…

A veces pienso qué loca y absurda es la vida. A veces me pregunto para qué estamos aquí, quién nos puso en este planeta, un mundo que apenas es un punto insignificante en este universo que ni siquiera sabemos qué es y en qué consiste. A veces me pregunto si realmente hay un Dios o si somos apenas una especie más que habita este planeta y que algún día desaparecerá. Muchas veces me pregunto si somos conscientes del valor de cada minuto de nuestras vidas, si tenemos que pasar por experiencias extremas para saber lo que ello significa. O en realidad aunque vivamos esas experiencias de nada servirá pues a veces para mantener la cordura es mejor evadirse de la realidad y vivir como se puede, siendo feliz con lo que se tiene y soportando la soledad de nuestro ser de la forma más decorosa posible. ¿Hasta qué punto cada uno de nosotros soportaría vivir cada día siendo conscientes de que somos un punto insignificante en este universo, que en un minuto nuestras vidas se pueden transformar en tragedias, que vemos cuál es el destino final de nuestros cuerpos cuando ya no tienen vida, qué sería de nosotros si tenemos la certeza de que nada nos esperará cuando ya no seamos más que un recuerdo para algunos en este bendito mundo? Cuando recibí la noticia aquel nefasto 31 de marzo me maldije no haberla visto a Selena antes, no haberla buscado, no haber hablado aunque sea por teléfono con ella, no haberla visto en el Houston Astrodome un mes antes, no haberla visto en los festivales en los que participó en marzo. Claro, yo pensaba que había tiempo para verla, qué habría miles de conciertos, miles de encuentros, miles de entrevistas. Yo di por sentadas muchas cosas. Pensé que yo era el dueño de mi destino y que Selena lo era del suyo. Yo ya había decidido abandonar la Sección Política y Actualidad para dedicarme a Espectáculos … sólo por Selena, sólo por estar cerca de ella. Pero quise hacerlo de a poco, quise que hubiera un período de transición entre una etapa y la otra. Hice como hizo Selena. Hacer algo ahora para poder disfrutarlo después, quién sabe cuándo, quién sabe dónde. No pensé que todo podía cambiar en un minuto, sólo en un minuto. No estamos preparados para estas cosas. Y probablemente nunca lo estemos. Cuando Selena se nos fue … Cuando Selena se me fue no salí de mi casa por mucho tiempo. Lloré sin parar, tiré miles de cosas por la ventana, rogaba a Dios que no fuera cierto, que me borrara del planeta a mí pero no a ella .... Pero la realidad me golpeaba sin piedad cada día, cada instante. Roberto me vino a buscar a mi casa, preocupado porque desde ese día yo no atendía el timbre de mi casa ni los teléfonos. Había pasado un mes. Trató de persuadirme, trató de convencerme, Trató de que viera el lado positivo de las cosas, trató de convencerme de que Selena estaría feliz en el cielo … En el cielo, ¿qué cielo? Selena estaba feliz aquí. Ella no quería ir allí y menos a los 23, casi 24 años. No. Nadie podía saber qué sentiría Selena si es que uno puede evadirse de la realidad e imaginarse que está en algún lado. Yo sí podía decir qué era lo que sentía, qué era lo que esperaba de esta vida y de este mundo. Selena creyó que con trabajo, con talento, con dedicación, con honestidad, con sacrificio, con la verdad y con humildad todo era posible … El mundo y una psicópata se encargaron de decirle a este mundo que eso no era posible, que era más fácil lograr lo que se quiere siendo una mala persona, falsa, mentirosa, hipócrita, manipuladora. Y aunque muchos, incluido yo, no lo pensemos ni lo creamos, la mayoría actúa como si aquello fuera la verdad revelada…

Por eso abandoné el periodismo, abandoné todo, me marché bien lejos. Me fui a vivir a las montañas, bien lejos del mundo, de la civilización, de la barbarie, de la locura, de la mentira, de la insensatez, de una humanidad que era capaz de sacarnos a Selena de nuestras manos, que era capaz de quitarle la felicidad a tanta gente con la misma crueldad que una persona puede tener para quitarle el juguete más preciado de un niño y no devolvérselo nunca más. Y no sólo no devolvérselo, sino inventar que se perdió, que se lo robaron, decir que en realidad fue el mismo niño quien lo perdió ... Jamás superé la partida de Selena. Cuando sentí que había conseguido la felicidad, cuando pensé que había un futuro promisorio, cuando pensé que un mundo hermoso se hacía realidad, todo se esfumó como pompas de jabón. Hoy vivo en una pequeña casa y me mantengo con lo que obtengo de lo que me ofrece la naturaleza, nada más. No tengo contacto con nadie, No quiero saber más nada de esta humanidad y de este mundo. Sólo quiero que me dejen tranquilo, que no me molesten, que sólo se acerquen a mí si me devuelven a Selena. Mientras tanto, por las noches recorro el cielo con mi vista y me fijo en cada estrella. La busco desesperadamente, espero alguna señal de ella. Quiero pensar que está allí observándonos, esperando y deseando que nadie se olvide de ella, pues si algún día eso sucede, ella se nos irá irremediablemente. Yo creo en eso … Quiero creer en eso. Es la única manera de seguir vivo, de seguir creyendo. Nada es lo mismo sin Selena. Yo sólo espero que algún día Dios, el mundo, la humanidad, lo que sea, hagan algo por el sueño de ella, por la felicidad de los que la supieron querer. Yo sólo quiero que alguien se apiade de los sueños de una mujer tan joven, tan talentosa, tan emprendedora, tan honesta. Yo sólo quiero que la vida, mi vida tenga un sentido con su felicidad…

(Sobran las palabras, sobran los comentarios. Cuando leo el testimonio de Santiago me pongo a llorar irremediablemente. Lloro por lo que le pasa a él que es lo mismo que lo que me pasa a mí. Lloro porque Selena no está. Lloro porque lo que ella representa se lo llevo ese viento de furia y de maldad. Y lloro porque jamás, jamás podré ser feliz si no está Selena. Sólo ver feliz a Selena devolverá la sonrisa a mi rostro…)

Yo sólo te escribo, Selena, para que sigas viva en mi corazón. Yo sólo te recuerdo, Selena, para poder seguir sintiéndome vivo esperanzado con que tú vuelvas a mí…

Te quiere con toda el Alma…

Sergio Ernesto Rodríguez
(Buenos Aires, Argentina)





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