Como la Flor, con tanto Amor, Selena…




“Como la Flor … ¡¡Con tanto Amor!!” … Aún hoy uno se puede estremecer con la entonación, con la voz, con la profundidad, con la pasión, con el sentimiento que le había puesto Selena al inicio de la canción “Como la Flor”, en el Houston Astrodome el 26 de febrero de 1995. Es muy difícil no quedar encantado con esa mujer de casi 24 años al ponerle tanto Amor a una canción. Es cierto lo que muchas veces se dice acerca de lo que es un buen y verdadero cantante. Uno puede tener la mejor voz, uno puede interpretar correctamente, uno puede tener hasta estudiada la métrica y tener la mejor receta para cantar correctamente y hacerlo. Uno puede tener todas las dotes y la mejor técnica para interpretar. Pero nada de eso sirve si lo que se canta no emociona a la gente, no hace carne en ella lo que se está cantando, no se mete en su Alma aquello que el artista interpreta. Selena siempre tuvo muy en claro que el público tenía que ser partícipe de lo que el artista estaba cantando. Y sin haber estudiado canto, sin haber aprendido de otros cómo debía enfrentar a un público a la hora de cantar, y sólo teniendo en cuenta lo que recibía del público desde que tuvo que enfrentar para encantarlos desde que tenía 8 años, Selena supo algo tan elemental como lógico y esperable que haga un artista en el escenario. En el programa de Cristina, a mediados de 1994, Selena dijo que ella ponía alegría cuando la canción era entretenida, tristeza cuando la canción tenía tintes dramáticos. Selena entendía que el público debía sentir lo que el artista les transmitía y ser partícipe activo de las letras que les cantaba. Pero para eso, el artista los tenía que conmover, los tenía que convencer, los tenía que hacer reír, los tenía que hacer llorar. Y para lograr todo eso, el artista tenía que ser auténtico, genuino, carismático, con una fuerte personalidad, con una presencia tal que hiciera que su sola aparición generara sensación en el público. Podía no ser la mejor voz, podía no ser el mejor bailarín, podía no ser la mejor voz técnicamente hablando, pero si todo lo hacía bien y con el Alma, seguro que sería ampliamente valorado y apreciado, y sería considerado el mejor artista. Y Selena cumplía con todos esos requisitos. Es por ello que es la mejor y se la extraña. Es por eso que aunque pase el tiempo, pasen los artistas, pasen las músicas, pasen las generaciones, el sólo escuchar a Selena en ese inicio de “Como la Flor”, uno siente que su voz se mete en nuestro cuerpo, nos toca nuestra Alma y nos entrega en la más fantástica sensación de placer, placer por alguien que nos emociona desde el primer sonido de su voz, desde la primera entonación, desde la primera palabra que es cantada…

Antes que ese increíble inicio, Selena había hecho una pequeña introducción, una entrada a la historia de ese tema. Al mejor estilo de las artistas de su país, recordó lo que significaba ese tema, que había sido el primer éxito para el grupo tanto en Estados Unidos como en México. Deseó que todos recordaran de qué se trataba y se preparaba para dar inicio a esa canción. En ese momento, en ese instante previo al inicio del tema, seguramente Selena debió haber pensado en muchas cosas. Debió haber pensado en todo lo que había hecho ese día para dar lo mejor de sí para dar su tercer gran rodeo consecutivo. Debió haber pensado en cómo fue su vida y de todos los sacrificios que tuvo que hacer para llegar a estar en ese lugar, y recibir tanto cariño y tanto afecto. Debió haber pensado en el tiempo que se tomó para elegir ese vestido, en el tiempo para lucir elegante, verse linda, impactar a la gente con su presencia. Debió haberse lamentado y mucho cuando se lastimó el dedo y tuvo que salir al escenario con un apósito. Debió haber pensado en sus miedos eternos a no ser querida, a ser rechazada, a que la gente no se emocionara con su forma de cantar y de expresarse. Seguramente debe haber pasado por su mente cuando sólo tenía 8 años y tuvo que enfrentar a un público en el restaurante de su padre, con sus miedos, con su voz como único capital y una familia que se jugaba su futuro con aquella interpretación. Debió haber pensado que no era sólo limitarse a cantar lindo, que eso no alcanzaría para hacer al público suyo. Que si quería cautivarlos debía hacer más, mucho más. Que si quería que la quisieran debía ella darles todo su Amor; debía expresarles su deseo de ser querida y apreciada; debía decirles que la ayuden, que no la dejen sola, que la acompañen, que ella les iba a dar todo, todo de sí para que sintieran lo que ella sentía, que se quedaran encantados con su canto, con su baile, con su interpretación, con su gracia. Debió haber pensado en cómo un hecho cambia la vida de una persona y cómo algo tan sencillo cómo aprenderse unos temas de un libro de su padre y cantárselos para llamarle la atención podía convertirla en lo que era ahora, que distaba mucho de su plan original, que era estar encerrada en su mundo diseñando y encantar a la gente con el resultado de sus creaciones. Que en el mejor de los casos, ella sería querida y conocida por su nombre y no por su figura. Y que ahora estaba allí, a punto de darles su mejor canción, dándoles su interpretación más maravillosa como si fuera la última vez, sin ella imaginarse que lo sería en aquel imponente estadio. O tal vez intuyéndolo, aunque sea inconscientemente…

Selena alzó su brazo izquierdo, dio unas pequeñas piruetas en el aire con sus manos, dio impulso con esos movimientos a su voz y comenzó a cantar. La gente sólo gritaba, deliraba y acompañaba. Como si todos fueran partícipes de esa comunión de Amor, el público seguía cada movimiento de Selena que enfatizaba con su voz, con sus brazos, con sus expresiones cada palabra, cada sentimiento. “…Me diste tú. ¡¡Se marchitó!!...”. Selena entrecierra sus ojos, alarga su canto y mira fijo a la cámara que la toma de cerca con aire de extrema pasión. Luego, Selena entristece su expresión, mira a un lado y a otro, como buscando una explicación, y canta “Me marcho hoy. ¡¡Yo sé perder!!…”. Y queda suspendida con un rostro que expresa dramátismo mientras alarga interminablemente su voz, esperando que el público la siga en su angustia y en su dolor. Cuando el público ya no puede más, y grita y espera que Selena siga con su canción, ella detiene su voz y deja suspendido el micrófono frente a su boca. Cuando termina de decir “¡¡Yo sé perder!!”, ella aparta el micrófono a un costado, y deja sus ojos entrecerrados y en suspenso. Y como permitiéndose darles un respiro, y con aire cómplice a la espera de que la gente sea la que siga la canción con “¡¡Ay, ay, ay!! ¡¡Cómo me duele!!”, ella los mira y se sonríe. La gente estalla en un grito. Es curioso. Todos saben cómo es la letra. Todos saben del ritual. Todos saben cómo Selena interpreta “Como la Flor” en vivo. Pero en esa comunión de Amor, se participa del tema como si se escuchara por primera vez, como si se viviera por última vez. Selena se queda impactada por la reacción. Y a pesar de su emoción, siempre fiel a su estilo, opta por mirarlos y quedarse en silencio. Siente una emoción infinita por lo que ha generado. Sabe que ése es su mayor triunfo, ese triunfo que pocos artistas logran, que es la conquista de la gente en un escenario y con un tema que ya era conocido y visto. Selena piensa que tiene al público en sus manos, que ese público sólo se callará si ella les sigue cantando, si ella les pide con Amor que la ayuden y que la escuchen. Y mientras recorre cada uno de los rostros de su gente, ella piensa en todo lo que hizo, en todo el Amor que puso en todos esos años para lograr lo que estaba obteniendo ahora. Quizá debe haber pensado cuando obtuvo el premio a la mejor cantante regional méxico-americana en Premios Lo Nuestro en 1993 y que no pudo evitar su emoción por lo obtenido. Y pensó que no tenía que quebrarse ahora, que sólo debía permitirse un pequeño silencio, alargar la pausa con su mirada. Diría que hasta hubiese seguido contemplándolos por un instante más de no ser porque advirtió la cámara que la tomaba en primer plano. Allí sorprendida en ese sensación indescriptible que siente un artista, volvió a la realidad del concierto en vivo y de las cámaras que la tomaban, de las cuales salían las imágenes que se podían apreciar en ese mismo estadio, y echó a reír, alzó su mano y les dio un saludito. Espero a que la gente dejará de gritar, volvió su boca al micrófono, se inclinó un poco y dijo “Pero…”, y volvió a mirar a uno y otro lado, recorriendo pícaramente al público que se preparaba para acompañar cantando lo que seguía. Y allí Selena alzó su voz y sus brazos, sonrío y cantó: “¡¡Ay, ay, ay!! ¡¡Cómo me duele!!”. Y Selena dio unos pasos hacia atrás, juntó sus manos a modo aplauso, dijo “¡¡Eso!!”, y comenzó a bailar y a cantar…

Por un muy buen rato, Selena olvidó la canción y se permitió abandonarse al goce de la música y de lo que estaba viviendo. En su fuero más íntimo Selena se sentía que lo había logrado. Que había logrado por siempre el cariño de la gente. Sabía que en lo profesional apenas si había terminado una etapa y que tal vez con este mismo recital comenzaba otra, tal vez muy distinta a la anterior, con nuevos desafíos, con muchas incógnitas y también con muchas certezas. Pero Selena sentía que ese Amor de esa gente le estaba confirmando que todo sería más sencillo, más allá de las dificultades que tendría en el camino. En su fuero más íntimo, Selena sabía que habiéndose ganado el Amor de tanta gente y ella dando todo de sí con el cariño de ellos, era imposible que le fuera mal en su vida y en su carrera artística. El inicio del concierto fue la prueba de fuego, la prueba más acabada de que Selena podía con todos y con todo, y que el público le respondía con alegría y júbilo cada propuesta. Selena no dejaba de ser profesional por permitirse sentirse plena y feliz en pleno concierto. No dejaba de cantar ni de bailar, ni de darle al público lo que éste había buscado en el concierto y esperaba de ella. Pero su piel irradiaba emoción y encanto. Selena podía permitirse en el escenario ser libre y feliz para gozar, para sentir que había obtenido lo tan deseado después de mucho tiempo. Tenía que permitirse saber y sentir que era la mejor, a sabiendas de que lo que le esperaba era mucho, y que tendría muchos desafíos y mucho terreno para explorar. Tal vez Selena quería que esa sensación fuera una prueba para ella, un incentivo, un camino a seguir en el futuro. Que nada mejor que esa sensación la tuviera siempre y que a la hora de decidir cualquier cosa, a la hora de tener alguna dificultad o contratiempo, ella pensara qué era lo que la ponía más feliz, qué era lo que ella quería, dónde se sentía plena, orgullosa y triunfadora. Tal vez Selena quiso sentir esa sensación para no olvidarla nunca, para tener en claro que eso era lo más importante y su objetivo en la vida, que ése era su lugar y allí era donde quería estar cuando tuviera más de una disyuntiva. Para cuando dejó de vivir esa sensación, Selena volvió a su público, lo hizo partícipe de su canción, les dijo “Ayúdenme” y les cantó con toda su pasión, acaso sabiendo que cada canción, cada concierto es un desafío para superarse, para revalidar los títulos obtenidos. Que para que la siguieran amando ella debía dar todo su Amor. Por eso enfatizó y puso toda su expresión cuando cantó “No sé si pueda volver a Amar, porque te di todo el Amor que pude dar”. Y otra vez recurrió al público, pidiendo que cantaran junto con ella y un frío en la espalda le recorrió por un segundo. Por un instante pensó que esa parte de la canción podía hacerse realidad y no quiso pensar en aquella pesadilla ni en ningún sinsabor. Miró a su público y le pidió ayuda, acaso sabiendo inconscientemente de que sólo ellos podían ayudarla de cualquier dificultad real que tuviera en la vida…

“¡¡Ay, ay, ay!! ¡¡Cómo me duele!!”, cantó Selena y alargó su canto tomándose el pecho y sintiendo en su propia Alma esa última palabra. Pero no dejándose llevar por esa sensación, tomo valor, hizo una seña al baterista con su mano para que baje su marcha, encaró a su público, alzó su brazo y esta vez impuso su canto enfatizando el “¡¡Como la Flor. Con tanto Amor, me diste tú, se marchitó!!…”. Y otra vez les pidió que cantaran con ánimo, y les volvió a decir que no la dejaran sola, que la acompañen. Y para bajar la tensión de su pena y a modo de despedida gritó “¡¡Houston, Texas!!”, dando su más hermosa, tierna y cálida sonrisa. La gente estalló en un grito. Y ella recordó al instante “¡¡A todos nuestros hermanos de México!!”, entendiendo perfectamente que, a diferencia de las otras presentaciones allí, había un público del otro lado del Río Bravo que estaba presente en el estadio o mirándolo directamente por televisión. Y con gran emoción agradeció porque ellos habían hecho esa noche posible y les anunció una nueva marca, ya habitual en ella: “Quebramos el récord hoy esta noche. ¡¡Demos un fuerte aplauso!!”. Y ya despidiéndose de su público, y a modo de saludo y de anuncio premonitorio, les dijo señalándolos y a su vez llevándose su mano a la cara: “Mil abrazos y mil besotes a cada uno de ustedes. Cuídense muchísimo y nos veremos muy pronto. ¡¡Hasta luego!! ¡¡Chau!! ¡¡Buenas noches!! ¡¡Gracias!!!”. Y para no olvidarse de agradecerles a todos los que la ayudaron no sólo esta noche sino siempre, les dio las gracias a Emilio Navaira y a su grupo Río que había actuado esa noche. Pronto terminó la canción dando ella un nuevo grito y dando las gracias nuevamente. Y mientras el grupo terminaba su parte, se elevaban las luces del escenario y empezaban los fuegos de artificio y la pirotecnia del final, Selena se adelantó expresando la mayor de las satisfacciones. Definitivamente, no era un concierto más. Ese concierto marcaba un antes y un después en su carrera. Y éste era el resultado. Y éste era el anuncio de lo que vendría. Y mientras pasaban los minutos y el júbilo de la gente no se cesaba, Selena agachaba la cabeza en modo de agradecimiento, luego se volvía a incorporar, saludaba uno por uno a cada asistente del estadio ayudada por el escenario giratorio, y no podía dejar de expresar su emoción por tanto afecto, por tanto cariño, por tanta emoción. Los miraba y no podía evitar morderse los labios expresando su emoción y su asombro por semejante expresión del público. En un momento necesitó no quebrarse, e hizo un movimiento con su cabeza esperando el fin de la parte instrumental del grupo. Cuando éste terminó, Selena volvió a alzar su brazo y volvió a agradecer públicamente con un “¡¡Muchas gracias, Houston, Texas”. ¡¡Gracias!!!”. Y volvió a inclinar su cabeza en agradecimiento. Miraba una y otra vez y en sus ojos se podía apreciar que se sentía pequeña y avergonzada. Gozaba del momento pero no sabía si esconderse y huir ante tanto cariño. Volvía a sentirse como cuando tenía 8 años. Volvía a sentirse tímida e introvertida. Volvía a sentir lo que siempre sintió. No dejaba de sentir lo que siempre fue más allá de que el destino la pusiera en ese lugar y que fuera allí el sitio en el que recibiría la mayor de las satisfacciones. Y cuando el último fuego de artificio fue lanzado, cuando las luces se elevaron hasta lo máximo, cuando el último acorde fue dado, Selena elevó tímidamente su mano, dio sus últimas gracias y enfiló hacia la salida del escenario en busca del auto que la transportaría por todas las tribunas para saludar de cerca a la gente hasta llegar a la salida del estadio en busca de los camarines…

Selena fue bajando lentamente en el medio del griterío de la gente. Se podía escuchar el grado de excitación de su hermano A.B., luego de semejante performance y de semejante respuesta del público. El “¡¡Uh, Uh, Uh!!” de A.B. se podía escuchar en el medio del griterío de la gente como liberando la tensión de un concierto, por afrontar tamaña responsabilidad, tamaño momento. Selena llegó al borde del escenario y personal de custodia del Houston Astrodome se le acercó para acompañarla al auto mientras era felicitada por tan extraordinario concierto. Uno de ellos la tomó de la mano y la fue acercando cuidadosamente hacia las escalinatas que la llevaban al campo del gran rodeo mientras le daba instrucciones a otro custodio y la dejaba a Selena en manos de otro hombre que la llevaba al automóvil. El respeto y la reverencia de cada uno de ellos hacia Selena demostraban lo alto que había llegado esa mujer de Lake Jackson, a un lugar que ninguna mujer de Texas había alcanzado y que nadie en el futuro lograría. Selena no era sólo la Reina nominalmente hablando. Selena era una Reina, una Reina de verdad, una Reina en serio, corpórea, de carne y hueso. Todos sabían de qué se trataba cuando se hablaba de ella: de que, como Reina que era, no tenía igual, no tenía imitación ni reemplazante. Mientras tanto, Selena llegaba al auto y el conductor del vehículo le acercaba una toalla para que pudiera secarse luego de semejante trajín. Selena se acomodó en la parte de atrás del automóvil y se sentó en el respaldo para poder ver bien y saludar como se debe al público. Una vez sentada, Selena pudo sentir un pequeño mareo, un desvarío producto de los nervios que había cuidado de no demostrar mientras duró el concierto, pero que ahora un poco más relajada, pero aún impactada y emocionada por semejante demostración de Amor y afecto, le había hecho ceder ante sus propios sentimientos, ante sus propias sensaciones. Su cuerpo de mujer, tan sensible pero tan fuerte luego de enfrentar tantas situaciones difíciles, expresaba toda su sensibilidad y todo lo que sentía en ese momento. Porque más allá de que ella era Selena, con todo lo que ello implicaba, no dejaba de ser una mujer, una chica sencilla, una niña que había logrado tantas cosas a base de su propio esfuerzo y dedicación. Y esa mujer estaba allí, en el medio de un escenario colmado por 65.000 personas que deliraban por una mujer que les daba todo, que colmaba sus expectativas, que le daba la felicidad que le había sido siempre tan esquiva. Selena podía sentir aquello. Su cuerpo podía sentir el peso de tantos sentimientos, de tanta exteriorización de alegrías, de emoción, de agradecimiento. Selena sintió como nunca que esa comunión de Amor y de afecto no se quebrantaría nunca. Que ese día era la confirmación de que ella estaba en el corazón de cada uno de ellos y que el público la había puesto en ese lugar del cual no se lo quitaría nadie. Selena estuvo en más de oportunidad a punto de quebrarse, pero hizo prevalecer su condición de profesional. Sabía que antes que nada debía agradecerles a ellos y para ello se subió a ese auto, para darles las gracias a cada uno de los asistentes al Houston Astrodome. Ya habría tiempo para estar sola en el camarín con los suyos y con ella misma para pensar en lo que había sucedido, en lo que era, en lo que sería, en sus planes para el futuro … Ya habría tiempo…

El auto arrancó y Selena comenzó a saludar. El griterío de la gente era infernal. Se podían ver varones, mujeres, niños, gente mayor. Todos sin excepción de géneros o edades estaban allí para darle su Amor y su agradecimiento a Selena. Selena alzaba su mano izquierda y las agitaba fuertemente para hacer visible su saludo y su respuesta emotiva a tamaña emoción. A otros les levantaba el pulgar, a otros les daba un saludo abrupto, producto de la sorpresa de una exclamación que la hacía percatar de que alguien había invocado su nombre y que Selena no había visto por venir de saludar a otros grupos, a otra gente. En un momento ve desde la parte superior de la tribuna que había gente que le pedía que no se fuera, que quería más. Selena le respondía con un gesto y con la mano alzada “¿Qué quieren? ¿Qué más quieren?”. Por un instante, tal cual como en el final del concierto, Selena se dejaba llevar por sus sentimientos, y su mirada se perdía y sus ojos se enternecían por tanto Amor recibido. Pero la exaltación de tantos y la necesidad de no dejar a nadie sin saludar hicieron despertar a Selena de esa ensoñación y comenzó a saludar efusivamente dando su mejor sonrisa, aumentando sus saludos y sus pulgares en alto. En el medio de tanta excitación y viendo que muchos deseaban llevarse algo de ella, ella tomó su toalla y la arrojó a la gente. Y mientras Selena seguía saludando, un alegre tejano tomaba con una mano esa toalla que le cayó como un trofeo inesperado, como un premio que no se espera, y que es lo más importante y deseado de su vida. Y acaso como si el destino se encargara de dejar un designio, un mensaje de advertencia, una señal que siempre hay que atender aun en los mejores momentos, alguien sin sentido ni explicación arrojó un vaso que pasó cerca de Selena. Selena lo llegó a ver y se asustó, pero fiel a su estilo siguió adelante con los saludos, al advertir que era una falsa alarma y que no había nada que temer. Por un instante recordó que algo parecido unos meses antes le había pasado en El Paso, Texas, cuando un asistente al concierto se subió al escenario, se acercó a Selena y la llegó a empujar producto de su impulso. En aquella oportunidad, el personal de seguridad actuó rápido y retiró enseguida a esa persona. Selena siguió con el concierto pero no pudo evitar decir “¡¡Me asusté!!”. Tal vez Selena en un punto estaba en lo cierto. Más allá de los contratiempos, no había nada que temer. Selena tenía claro que del público nunca recibiría nada malo. Lo que tal vez debió haber pensado es que todo ello eran signos inequívocos de que tal vez algún día sería dañada y no necesariamente de un lugar del cual ella confiaba plenamente. La agresión podía venir de otro lugar del que también Selena confiaba bastante, más de la cuenta, siendo lo Reina que era…

Selena siguió su andar hasta que llegó a la puerta de salida del rodeo. Detrás de ella se podían ver las imágenes de televisión en el estadio que la mostraban en toda su dimensión, en todo su esplendor. Nunca Texas había visto que una mujer acaparara toda la atención, todas las miradas, todas las expectativas, toda la admiración. Selena lo sabía. Selena lo sentía. Ahora saludaba al frente suyo al público más alejado del escenario, y que esperaba ese momento para darle su saludito y esperar el de Selena. Selena los saludó hasta que el auto se fue deteniendo en la salida misma del estadio y a la entrada a los camarines. Selena esperó que el auto se detuviera totalmente mientras un grupo de texanos a caballo, que habían acompañado de atrás a Selena en su trayecto del escenario hasta la salida, detenían su paso y se quedaban custodiándola dando vueltas por detrás. Uno del personal de seguridad le abrió la puerta del auto a Selena en forma cuidadosa y le extendió su brazo para que pudiera bajar cómodamente … Para que la estrella tocara el piso y siguiera su andar de Reina indiscutible y sin sucesión. Selena bajó mientras parte del personal de seguridad vigilaba las tribunas para evitar cualquier desborde. La otra parte se la llevaba a Selena a los camarines, pero ella fiel a su estilo, fiel a sus sentimientos, se resistía a salir sin saludar a todos. Por eso echó atrás su cabeza y siguió saludando hasta el último asistente al concierto. Recién allí permitió que el personal de seguridad se la llevara al camarín. Y mientras Selena avanzaba podía seguir sintiendo el calor de la gente, el cariño de tantas personas, de gente que más allá del destino recordaría ese concierto como la confirmación de un sentimiento, de un Pacto de Amor que los uniría para siempre y que nada lo desarmaría, más allá de lo que pasaría después, más allá de los caminos que cada uno tomaría … Un Pacto de Amor hasta que alguien los separe, y los separe sólo de cuerpo mas nunca de Alma…

Selena se fue y la gente la sigue esperando, esperando que ella vuelva a asomarse con su habitual sonrisa y les dé la alegría que ellos han perdido, les dé el sentimiento que sólo lo sentían cuando la veían cantar, les dé ese estremecimiento que sólo les transmitía la dulce y potente voz de Selena. Pero por sobre todo, la gente espera que Selena se vuelva a asomar con la esperanza de que salude a alguien que olvidó hacerlo aquella noche para reparar un error producto de la emoción, simplemente. La gente espera que Selena vuelva a sentirse Reina, quiere verla feliz, quiere verla contenta, quiere verla triunfante. La gente quiere volver a recibir lo que dejó de sentir desde que Selena los dejó sin volverse a asomar para volver a darles todo su Amor, todo su Amor a cambio de nada, todo su Amor sin ninguna condición…

Yo sólo estoy aquí recordándote, Selena, para sellar con cariño todos los días ese Pacto de Amor que me une a ti, ese Pacto de Amor que todos los días muchos lo suscribimos con nuestras Almas y con nuestros corazones…

Un Pacto de Amor que nos debe a ti, sólo a ti, Selena…

Y aquí estoy, esperando que te vuelvas a asomar para alegría de todos, pero sobre todo para tu propia alegría…

Sergio Ernesto Rodríguez
(Buenos Aires, Argentina)












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