Una noticia inesperada y reveladora, Selena...



Era temprano de un día que se presentaba gris y con perspectivas no halagüeñas. Lo más terrible que podía suceder era que más tarde llovería y mucho. Recién me había levantado y me prestaba a desayunar e ir al trabajo. De pronto sentí un pequeño ruido como la caída de algún objeto y más tarde un maullido. Me acerqué a la puerta, miré por la mirilla de ella y nada se veía afuera. Me iba a volver hacia el interior de mi departamento hasta que otro ruido más seco me hizo volver sobre mis pasos. Volví a mirar por la mirilla y nada. Decidí abrir muy lentamente la puerta, y fui mirando con recelo y desconfianza. Y nada había. Con mucha cautela seguí abriendo siempre posando mis ojos a uno y otro lado de mi campo visual. Y nada. Ya estaba por cerrar la puerta resignado hasta que volví a escuchar el maullido. Y ahí sí lo vi: un gato, un gato negro que me miraba encima de un diario. Cuando quise acercarme a él, el gato huyó dejándome a solas con ese diario. No sabía qué hacer. No solía comprar diarios ni pedir que me lo trajeran a mi casa. Lo tomé con la idea de ver si acaso había un dato del departamento al que pertenecía el periódico con la idea de colocarlo en el lugar correcto. Se ve que había sido un error del diariero. Pero cuando lo tomé, me estremecí. Un enorme título, tipo catástrofe, y unas fotos de gente llorando y de Selena. Quedé shockeado. “Asesinaron a Selena”. Como subtítulo: “La presidenta de su club de fans, Yolanda Saldívar,  cometió el crimen de un tiro por la espalda”. Y como bajada: “Se desconocen los motivos. El crimen se produjo en la habitación 158 del motel Days Inn. La mujer luego se parapetó en su auto ubicado en el garaje del motel permaneciendo en él rodeada de policías amenazando con que se iba a suicidar. Luego de 9 horas se entregó a las autoridades, quienes afirmaron que Saldívar habría confesado el crimen”.

No sabía qué hacer. Yo no sabía nada. No había escuchado nada. Me resultaba extraño todo. ¿Cómo no me había enterado ayer? Es cierto que todo el día trabajaba y a veces ni me enteraba de muchas cosas. ¿Pero esto? ¡¡Habían matado a Selena!! No podía ser. Incrédulo, perturbado y aún aturdido fui al aparato de televisión y pasaba de canal en canal para ver si alguien decía algo. No podía ser que nadie dijera nada. Pensaba: pero aunque yo estuviera ocupado todo el día, algo debía haber visto o escuchado … Algo … Estaría este tema en la calle, en cualquier conversación ... No recordaba haber visto la televisión el día anterior ni escuchado la radio. ¡¡Justo había tenido un día muy ocupado!! Pero no podía ser, no podía ser. Como no podía ser que nadie dijera en la televisión. ¡¡Nada!! Y entonces, ¿esa foto de las fans de Selena llorando, de dónde salían?  A nadie parecía importarle semejante noticia salvo para ese diario. Lo tomé de nuevo por si algo no había visto o había mirado mal. ¿Sería otra Selena? ¿Miré mal y se trataba en realidad de esa astróloga que se llamaba parecido? Miré, miré, todo indicaba que todo estaba correcto salvo por un pequeño detalle … La edición del periódico decía: “sábado 1 de abril de 1995”. Al principio pensé: “¿Qué? ¿No me di cuenta y en realidad hoy es sábado y no tengo que trabajar?”. Sonreí pensando en el equívoco pero … no podía ser … no podía ser … Por cosas que había dejado pendientes yo sabía que no podía ser sábado. Miré mi reloj. Y decía “viernes 31 de marzo”. Miré la tele y estaban hablando de las noticias del día viernes. Llamé desconcertado a mi trabajo con la excusa de que iba a llegar más tarde sólo para cerciorarme de que efectivamente era un día laboral. Cuando me atendieron y di el aviso, por las dudas les pregunté por el día. “¿Seguro que no te pasa nada, Pablo? Te noto muy raro. Hoy es viernes 31 de marzo. Para ser más precisos, son las 8.30 del viernes 31 de marzo de 1995. ¿Qué es lo que te sucede? ¿No prefieres tomarte el día? Vienes trabajando mucho últimamente”, me dijo mi jefa. “No. Está todo bien. Sólo dime una cosa … ¿Ha pasado algo ayer? ¿Algo tremendo como un terremoto, un atentado, un asesinato de alguien famoso? … ¿Algo del que todos hablen?”, le pregunté en voz bien baja. “¡¡No, para nada, por suerte!! Yo estuve atenta a las noticias para ver cómo se prepara Selena para su concierto de mañana en Los Ángeles … Quería saber si ya fue para allá, pero aún no han dicho nada…”. Yo me quedé helado. ¿Es que mañana … 1 de abril … dará un concierto en Los Ángeles?”, dije casi con miedo. “¡¡Pues claro!! Es el primero de sus conciertos propios luego del que hizo en el Houston Astrodome … ¡¡Dicen que hay miles de personas esperándola en Los Ángeles!! ¡¡Yo estoy esperando que termine el día para ir al concierto!! ¿Lo sabías? Espero que llegue a tiempo … Espero…”. El teléfono se me deslizó por las orejas … Entonces … Corrí hacia el diario. No sé cómo … Pero tenía el diario … ¡¡de mañana!! Lo volví a mirar. Ahí decían que Selena murió camino al hospital a las 13 horas aproximadamente. Suponían que le habían disparado una hora antes por lo menos … Miré de nuevo la hora … Me cambié rápido y fui por mi auto … Calculé … De San Antonio donde me encontraba hasta Corpus Christi tenía dos horas de viaje … No sabía qué iba a hacer, pero algo debía hacer … Todavía retumbaban en mis oídos las palabras de Andrea: “¡¡Yo estoy esperando que termine el día para ir al concierto!! ¿Lo sabías? Espero que llegue a tiempo … Espero…”.

Iba en auto a toda velocidad. En un momento pensé que lo mejor era caer en una infracción para decirle a los policías lo que iba a pasar y que me ayudaran a impedirlo … ¿Pero qué les iba a decir como prueba? ¿Les iba a mostrar el diario? Era más probable que me terminaran llevando a un psiquiátrico más que al motel Days Inn. Opté por controlarme para que no me detuvieran por exceso de velocidad, pero iba al límite … Tenía dos horas … Llegaría a las 11, 11 y media si algo me demoraba … Cada tanto miraba el diario cuando las circunstancias me lo permitían … No sabía si me convenía ir a la casa de Selena o ir directamente al Days Inn. Opté por esto último. Si iba a la casa de Selena, ¿cómo me presentaría? ¿Qué le diría? ¿Me creería? Pensé que arribaría tan justo que por ahí llegaría tarde a la casa de Selena … Ella ya hubiese partido al motel … Allí debía ir y esperar … Esperar el milagro … Ni quería preguntarme por qué me llegó ese diario y por qué ese gato se me apareció con él … Tenía una vida que salvar y me sentí tan responsable … Por mí, por mi jefa, por toda la raza … Por toda la comunidad…

No sé cómo llegué a Corpus Christi. Ni quise mirar más la hora … Sólo quería no tener señales allí de que lo que quería impedir hubiera sucedido … Llegué al Days Inn, fui al lobby y pregunté por esa mujer a quien ya ni quería nombrar … La recepcionista me atendió amablemente y me preguntó quién era yo … “Pablo. Quedé con ella para comunicarle personalmente la situación de Selena…” … Estaba diciendo algo que no tenía mucho sentido … Pero era lo que se me había ocurrido … Si algo hubiese pasado, ya lo sabrían … Y era evidente que aún no había pasado nada … Pero por ahí estaba por ocurrir … “En este momento no se encuentra en la habitación la señorita Saldívar. ¿Quiere dejarle algún recado? ¿La quiere esperar aquí?”, me certificó la recepcionista. “No, dígale que vuelvo más tarde. Sólo aclárale que vino Pablo. Ella sabrá quién soy”, le dije y me marché tratando de mantener la calma. Volví a mirar el diario … Tendrían que estar por venir … A menos que ya estuvieran en la habitación … Pero era muy improbable … Tendría que ser justo entre que salí del lobby y el momento en el que partí a la habitación 158 … Fui a paso vivo hasta allí … No había nada raro más que el movimiento habitual … Me acerqué sigilosamente a la habitación 158 y como quien no quiere la cosa golpee suavemente la puerta … Si alguien estuviera allí, lo sabría indefectiblemente … Nada se escuchaba … Fui a tocar por segunda vez. Me voltee como para ver si alguien me observaba en mi actitud hasta que vi algo más estremecedor … Una camioneta … Y dos mujeres en ella … Reconocí a Selena … Se me erizó la piel. Se me paralizó el corazón. Era el momento … No sabía qué hacer … Un minuto … Un segundo …Una milésima de segundo … Tantos años en el que uno duda y en esa duda se define el destino … Acá no había que tener ninguna duda, pues ya se sabía cuál era el destino…

“¡¡Selena. Selena!! ¿Pero qué es lo que sucede? Vengo de San Antonio. Llegan versiones muy extrañas. Dicen que no vas a dar tu concierto de mañana en Los Ángeles … ¿Qué hay de cierto en ello?”, le dije mientras me acercaba con un birome y el diario como si fuera mi agenda. Noté que Selena no estaba de humor y me pedía que esperara un poco para atenderme … Cuando vi que se encaminaban para la habitación, entré en pánico … “¡¡No!! ¿Es que no lo saben? ¡¡Hubo un atentado y no pueden entrar a sus habitaciones!!”. Selena me miró con extrañeza. “Yo no veo nada raro. ¿Cómo es que tú lo sabes?”. La cara de Selena me aterró … Ahora entendía su ánimo y empezaba a comprender lo que había pasado … Lo que iba a pasar … En otras circunstancias me hubiese ido sin más … Pero acá no había forma de hacerlo … Vi que hacía señas a un personal de seguridad que vino pronto hacia mí … Saldívar esperaba en la puerta de su habitación, tal vez esperando que yo me vaya para cumplir con su plan de una buena vez. “¿Qué le pasa, Selena? ¿Este señor la molesta? … Es que…” … “No, no”, interrumpió algo perturbada Selena … “Es que yo acompañaba a … Y este señor primero me dice qué pasa con un concierto y luego me dice que no puedo entrar porque hubo un atentado…Quería saber qué está pasando aquí” … El personal de vigilancia me miró y me dijo: “¿Acaso usted lo sabe, señor? Yo miré a ambos y le hice una seña para que se fueran a un costado que les tenía que mostrar algo…

Mientras les mostraba el título del diario les dije: “No me digan cómo me llegó esto, pero me llegó esta mañana a la puerta de mi casa. Y lo que dice aquí … salvo el final coincide en todo … Vine sólo para impedir que suceda … Si quieren, mándenme a un manicomio, llévenme preso, investíguenme si soy un agente, busquen quién me envió esto y por qué … No me importa nada. Vine para salvarte a ti, Selena … Ya ves lo que va a suceder … ¿Y sabes qué me decidió venir aquí? Cuando llamé a mi jefa para certificar que era viernes o sábado, ella me dijo además de que era viernes que no veía el momento en el que terminara el día para viajar a Los Ángeles con la esperanza de conseguir un tiquet para verte en concierto. ¿Entiendes a lo que me refiero, Selena? Piensa lo que quieras. Querrás creerlo o no. ¡¡Pero no entres a la habitación!! Ya sabes lo que pasará… Y ya sabes lo que pasará con lo que suceda…

“¿Pero es que … qué voy a hacer? ¿Qué voy a decir? Ella me está esperando. Y debe estar sospechando. Recién antes me pasó lo mismo cuando ella no quiso que la revisaran en el hospital del que vinimos porque decía que ... La enfermera me quería decir que algo no andaba bien y yo tenía miedo de que nos escuchara…”, empezó a decir Selena en voz muy baja tratando de no moverse mucho para que la asesina no sospechara nada … De la nada el vigilador tomó su teléfono y se dirigió a Saldívar pidiendo que le indicara qué llevaba en su bolso. Saldívar quedó petrificada y le pidió a Selena con desesperación que fuera a por ella … Selena dudó y antes de que pudiera decir algo, yo grité: “¡¡No irá contigo!! ¡¡No cumplirás con tu plan!!”. La asesina volvió a pedir a Selena que se fuera a por ella y cuando el vigilador se acercó, le apuntó y le exigió que dejara en el piso su arma. Este lo hizo cuidadosamente, tras lo cual Saldívar le exigió a Selena que entrara a su habitación si no quería ser responsable de una tragedia … Yo me puse delante de Selena para evitar que ella se acercara o que Saldívar siguiera con su plan fuera de su habitación … “Pues bien, si no vienes, tendré que matar a este hombre. Entra si quieres salvarlo”, dijo mientras se lo llevaba a la rastra al vigilador amenazándolo con su arma. Pero cuando estaba por llegar a la puerta, unos policías aparecieron por detrás de ella. “Ya puedes dejar tu arma en el piso, Yolanda Saldívar”. Cuando quiso darse cuenta, unos uniformados le apuntaron a la cabeza. Ella sin chistar soltó su arma. Fue rápidamente esposada. Tuvimos suerte. Esos policías no llegaron por el pedido del vigilador. Providencialmente, había llegado un empleado del motel, Trinidad Espinoza, que alcanzó a ver todo y llamar a la policía. La misma persona que en la otra historia fue el testigo clave para mandar a Saldívar a prisión…

Selena comenzó a llorar amargamente.  Yo sólo atiné a abrazarla … Durante varios minutos estuvimos así … Yo me sentía aliviado pero a la vez con la carga de la angustia vivida y por ver a Selena tan shockeada por lo sucedido … “No sé qué le vamos a decir a la policía y a todo el mundo por lo sucedido … Nadie creería en algo tan absurdo…”, alcancé a decirle … “No te preocupes. No sé mentir y tampoco lo haré aquí. Para no comprometerte, diré que tú viniste por una corazonada y que me lo quisiste advertir. Creo que el vigilador lo comprenderá. Tú di lo que quieras respecto de la corazonada. Yo diré que te di crédito de tu intuición, pues venía perturbada al advertir que ella me había mentido con lo que supuestamente le había pasado en Monterrey. No entendía por qué me había hecho ir a acompañarla al hospital y tú … Me hiciste aclarar todo …”, me pidió Selena. De pronto noté dos cosas: el cielo se despejó y estaba el sol en el cielo a pleno, y que ya la noticia en el diario había desaparecido. “¿Sabes lo que diré? Que estaba en el hospital, que escuché todo lo que decían allí y que algo malo presentía, y que la desesperación me hizo seguirlas hasta aquí. Lo demás … es historia conocida…”. Le mostré a Selena el diario con un titular distinto y le dije: “¿Pero qué haremos con el vigilador? El dirá …”, alcancé a preguntar … “Deja que diga su verdad … Acá lo importante es que estoy viva … Cómo me llegaste a salvar es más importante que cómo te enteraste … Cuando vea el vigilador lo que declaras, te comprenderá. Piensa, ¡¡serás famoso ahora!!”, dijo Selena y echó a dar rienda a sus carcajadas tan particulares … Se vendrían días muy ajetreados pero felices, muy felices … “Ahí viene tu familia. Prométeme una cosa: te cuidarás de aquí en más, ¿no?”, le pedí con ruego. “¡¡Claro que sí!! Además, te debo la vida. ¿Cómo no hacer lo que me pides? ¿Qué puedo hacer por ti? ¿Acaso no necesitas algo? ¿Acaso no deseas que…”, me preguntó Selena … Yo la miré tiernamente, sonreí y le dije: “Creo que hay algo que puedes hacer por mí. Ya lo sabrás…”.

Esa misma tarde fui a la casa de Andrea. En cuanto me vio abrió la puerta y, luego de abrazarme, me dijo qué había pasado, que luego de hablar con ella había colgado y ya nada supo más de mí … “Es que tuve algunos contratiempos … Ya sabes lo que pasó con Selena, ¿no?”, alcancé a decirle … Andrea se puso a llorar. “Sí, me enteré … Alguien -no se sabe quién aún- le advirtió de algo y le salvo la vida de milagro … Y ahora no sé qué va a ser de ella después de todo esto … Tal vez no quiera cantar más. Tal vez viva asustada … Tal vez no la veamos más … Yo la entiendo, pero todo esto me genera mucha tristeza … Y yo que pensaba ir a verla a Los Ángeles….”. De pronto apareció Selena detrás de mí: “¿Ah, pero cómo, no piensas ir a verme? Yo voy para allá … Si me acompañas, te regalo un tiquet del concierto. ¿Vienes, Andrea?”. Andrea casi muere al verla ... Comenzó a gritar y abrazó a Selena … Estuvieron un largo rato así, entre gritos, risas y llantos. Andrea acariciaba a Selena y le pedía que se cuidara, que era feliz con su presencia, que la seguiría queriendo aún si no quisiera cantar más … Selena le prometió que haría todo lo pedido y que seguiría cantando por un motivo mientras me señalaba. Ante la mirada atónita de Andrea, Selena sólo dijo: “Ya lo sabrás … ¿Vienes? Pablo también viene con nosotros. ¡¡Espero que no se aburra!!”. Y todos echamos a reír…

Cuando volví a casa después de vivir el mejor fin de semana de mi vida, noté un nuevo ruido. Al voltearme, vi de nuevo al gato y otra vez el diario … Lo tomé y vi que era del día correcto … Domingo 2 de abril de 1995. Y un título: “Selena deslumbra en Los Ángeles”. Acaricié al gato, le di las gracias y lo entré a casa junto con el diario. Una nueva vida comenzaba. Una nueva vida como Selena de estandarte. Nada podía hacerme tan feliz…

(Recordé una serie de aquellas épocas en las que ocurrió todo ... Lo bueno y lo malo. “Early edición”. Una persona que tenía el diario del otro día y que al ver que vendría alguna tragedia iba a impedirla … Cómo me hubiese gustado que eso al menos hubiese ocurrido con Selena … Y nos hubiésemos ahorrado de tanto dolor y de las consecuencias de esta vida sin Selena … Nada es casualidad en la vida … Pagamos por nuestros errores … Gozamos de nuestras buenas acciones … Un mundo con Selena sería un mundo bien distinto … Ya podemos ver en todos los aspectos lo que es padecer de este mundo sin Selena…)

Y yo sigo esperando mi momento para cambiar este destino tan cruel contigo, Selena … Mientras tanto, te sigo recordando con Amor, como siempre quisiste…

Te quiere mucho…

Sergio Ernesto Rodríguez
(Buenos Aires, Argentina)



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