“Llévate un paraguas pues lloverá mucho luego de que
salgas de aquí”, me dijo mi madre cuando salí esa noche rumbo a mi trabajo. Me
reí mientras me retiraba sin hacerle caso a la vez que pensaba: “Mi madre cree
todavía en los meteorólogos y en que aún soy una niña” ... Ese día había llovido mucho y el cielo
parecía despejarse. Quise creer en que así sería y me retiré ... Después de
aquel triste 31 de marzo, hace ya 20 años, las lluvias intensas siempre me han
dado tristeza y siempre desee que terminen rápidamente, a la inversa de lo que
quiere siempre la mayoría ... Pero esas palabras de mi madre sumado a mi propio
accionar hicieron mella en mí y no pude evitar en mi trayecto camino al
hospital mirar el cielo cada tanto y ver si por allí ella tendría razón, y si
así fuera sabría que recibiría el sermón de siempre: “Te lo dije, te lo dije” ...
Cuando ya me había olvidado casi de ello noté una luminosidad extraña en el
piso, y eso me llevó a mirar el cielo y quedarme paralizada por un instante ...
Los nubes que se iban abriendo en el cielo se habían puesto extrañamente verdes
mientras se podía ver entre ellas una especie de cometa con una inmensa cabeza
luminosa esmeralda que atravesaba el cielo a una velocidad inusitada ...
Después del primer sacudón, al mismo tiempo que veía que la gente empezaba a
señalar al presunto cometa, a sacar sus celulares para fotografiarlo o para filmarlo,
comencé a correr detrás de él al grito de “¡¡Selena, Selena!! ¿Eres tú? ¡¡Dime
que eres tú!! ¡¡Selena, Selena!! ¡¡No te vayas sin decírmelo por favor!!”. La
gente dudaba entre ver al cometa o verme a mí. Llegué a escuchar que una niña
le decía a su madre: “¿Acaso cree que Selena Gómez va en una nave espacial?”, a
lo que ella le decía: “No, hija, no habla de ella. Habla de la Gran Selena, la
que cantaba ‘Bidi bidi bom bom’, esa canción que te enseñé hace un tiempo, ¿recuerdas?”
... Yo seguí corriendo y corriendo. Era difícil entender ese fenómeno. No se
sabía qué era y nadie había anunciado que veríamos algo así esa noche ... El
cometa se desplazaba a lo largo del cielo y por momentos parecía que se podía
estrellar en un edificio ... Se lo veía tan grande y tan luminoso ... Yo seguía
corriendo y gritando ... Tenía miedo pero a la vez no quería que ese cometa se
fuera ... No quería perder la ilusión ... Quería que estuviera allí Selena para
confirmar mi deseo de hacía tantos años ... de hace 20 años ... de hace 20
largos años...
“¿Dónde está Selena, mami?”, le preguntaba a mi madre
camino al colegio ... “En una estrella, m’hija”, me contestó ... “¿Y por qué
está allí?”, le volví a preguntar. “Porque fue a alegrar a otra gente que la
necesita más que nosotros...”, me contestó pacientemente. “¿Y cuándo volverá?”,
le insistí. “Muy pronto, muy pronto, hija, pero ten paciencia. Ella nos avisará
a su manera ese día...”, volvió a contestarme manteniendo la compostura y reteniendo
sus lágrimas ... “¿Y por qué no puedo verla ahora”, le volví a preguntar. “La
puedes ver cada tanto. ¿Has visto esa estrella grande que titila cada tanto en
las noches? ... Allí está ... Ya verás
... El día que vuelva aparecerá de la nada en esa estrella ... Cuando veas que
la estrella esté más cerca y luminosa es porque Selena se está acercando ...
Mira el cielo todos los días, m’hija ... Y el día que el cielo esté más
brillante que nunca será el día en el que Selena volverá a estar entre
nosotros...”
Yo corría, corría sin parar. El cometa se me iba en
silencio y yo sólo quería una respuesta ... Su respuesta ... Hacía tanto tiempo
que la esperaba ... Aun en el más absoluto descreimiento y en la mayor desesperanza
nunca había perdido la ilusión ... La
vida me había enseñado que había que acostumbrarse a la injusticia, a la
resignación, a la mentira, a la falsedad, y que nada se podría contra ello ... Acaso
se podía lograr una alegría cada tanto, como las migajas que se le tiran a un
perro después de una gran comilona ... de otros ... Nos habían acostumbrado a
ello ... La partida de Selena nos había acostumbrado a ello ... Pero uno nunca
había perdido la esperanza ... La espera de aquel día ... del día en el que
todo cambiaría ... del día en el que todo estaría en su lugar ... en el que
Dios estuviera con nosotros y de nuestro lado ... Esos días tan hermosos ...
Volver a esos días hermosos que vivimos con Selena ,,, Ese paraíso que supimos
vivir y también perder ... Y ahora ese cometa ... Esa luz ... Esa ilusión ...
Mi madre tenía razón ... ¡¡Selena había vuelto!! Ella no nos iba a dejar solos
... Allí estaba para darnos esperanza, para cumplir nuestros sueños ... Para
cumplir su sueño ... Corrí y corrí ... Atravesé calles, puentes ... Llegué a la
vera del río y vi que el cometa se me alejaba sin la señal ... Sin la señal de
Selena ... “¡¡Selena, no te vayas!! ¡¡Selena, vuelve a mí!!”, le grité con mi
último aliento ... Y el cometa se fue esfumándose entre las nubes y el
horizonte ... Yo me quedé inmóvil ... Vi partir el cometa esperando que dé
media vuelta y nos ilumine nuevamente ... Y así me quedé por un largo tiempo
esperando al cometa, esperando a Selena, esperando mi ilusión, esperando
un mundo feliz, justo y benévolo ...
Esperé recuperar mi infancia feliz, aquellos lindos tiempos, a Selena ...
Esperé un largo tiempo ... en el más absoluto silencio ... Y con lágrimas en
los ojos vi cómo el cometa se convertía en una estrella más, en una luz tenue
que apenas podía divisarse en el cielo gris y plomizo ... En una estrella más
en la que tal vez podría estar Selena...
Por largo tiempo me quedé mirando la ventana a esa
estrella que brillaba en el cielo ... Luego de unos años de la partida de
Selena pude ver en un video el concierto de San Antonio que diera Selena en
abril de 1991 y cuando la vi interpretando “Where did the feeling go?” estallé
en llantos y corrí hacia aquella ventana ... Pensaba una y otra vez: “No puede
ser cierto ... Dios no debió haber permitido esto ... Quitarnos a Selena ...
quitarle a Selena la posibilidad de triunfar, de disfrutar, de simplemente
vivir ...”. Se la veía tan joven a Selena allí ... Tenía 19, casi 20 años ...
Lucía con el pelo cortito, y con el famoso y polémico conjunto “de las vacas”
... Se podía ver lo gran artista que iba a ser, lo gran cantante que ya era ...
Tenía un futuro enorme, un presente increíble ... Veía las estrellas y reparé
en una, como tantas veces ... Quería creer que Selena estaba allí como lo había
hecho desde unos 5 años atrás ... Pero ya no podía creerlo ... Empezaba a ser adolescente
... Ya no era la niña ilusionada ... Comenzaba a ser mujer y a darme cuenta, lamentablemente,
de cómo eran las cosas ... “No me puedo engañar, Selena jamás volverá ... Sólo
la podré tener en mi corazón, quererla como siempre, llorar por su ausencia,
entristecerme por su destino y por el nuestro ... Pero ella jamás volverá” ...
Y mientras lloraba, gritaba, gemía y clamaba por ella, mi vista seguía fija en
esa estrella ... Aun en mi inicial descreimiento, aun en mi entrada a la vida
adulta, yo quería creer que Selena estaba allí, distante, hermosa, alegre ...
Quería seguir creyendo que esa estrella me daría una señal, que brillaría más
en algún momento o que titilaría con mayor frecuencia, y que cuando ella llegara
hacía mí se cumpliría la promesa de mi madre ... Y que Dios castigaría mi
descreimiento y mi ofensa a Él ... Y que aun así yo me convertiría en la mujer
más feliz del mundo ... Y con esa pequeña y lejana ilusión me permitía secar
mis lágrimas, recomponer mi postura, mirar esa estrella con una sonrisa, y alzar
mi mano para saludarla y darle miles de abrazos y miles de besotes a Selena...
Con la ilusión de que ella haría lo mismo del otro lado ... Con la ilusión en
el medio de la desazón, de la desolación, de la más absoluta soledad ... Y con
ese sentimiento me iba con la cabeza baja a tratar de dormir ... Con la
ilusión, con la vana ilusión de que al día siguiente todo sería diferente y que
al otro día la “nueva realidad” me diría que todo, todo lo que pasó luego del
nefasto 31 de marzo de 1995, era mentira, una pesadilla absurda de la que
pronto, muy pronto, me iba a despertar y olvidar para siempre...
Me quedé mirando un largo rato el cielo negro y nublado
... Efectivamente, una vez más le erraron los meteorólogos ... No volvería a
llover ... Las nubes se iban disipando y se podía ver con más nitidez el firmamento
... El cometa ya no se veía ... Mi vista quedó fija en la pequeña luz que fue
dejando de ser para quedar como una pequeña estrella que aparecía y desaparecía
cada tanto, para dejarnos un vestigio de su nueva ruta y destino ... Cuando
pude recobrar mis sentidos y mis movimientos, atiné a tomar mi celular ... Iba
a llamar a mi madre ... Le iba a decir, a manera de chanza, si acaso vio cómo
estaba el cielo, si había notado que ya no llovería y que se había equivocado
una vez más, cuando escuché a alguien decir: “¿Has visto a Selena como yo?”. Me
di vuelta y para mi sorpresa vi a mi madre que adelantando sus brazos hacía mí
me decía: “Sabía que estarías aquí buscando a Selena como yo...”. Cerré mis
ojos, rompí en llantos y abracé a mi madre con todas mis fuerzas ... Nunca lo
había podido hacer antes...
Cuando sucedió la tragedia, vi a mi madre gemir y llorar
sin comprender en su habitación ... Yo sí lo entendía en mis escasos 7 años ...
Pero no atiné a decirle nada ... Yo estaba muda, inmóvil ... No podía expresar
ante ella ni ante nadie el vacío que sentía por dentro ... Tampoco podía
consolar a mi madre, que ni siquiera sabía cómo darme la mala nueva ... Yo
sentía que debía demostrar fortaleza y que para ello no tenía que mostrar
sentimiento alguno ... Me encerré en mi habitación sin que mi madre lo notara
... Lloré un largo rato en silencio atenta a la llegada de ella ... Cuando al
rato se acercó sequé rápido mis lágrimas y la esperé sentada en mi cama ... Mi
madre entró a mi cuarto con cara de compasión y tratando de mantener la
compostura ... Pero cuando vio la expresión de mis ojos sabía que no tenía que
decirme lo más duro, lo más terrible para mí y lo más difícil de explicar para
ella ... Nos abrazamos en silencio sin decirnos nada ... Luego rezamos y nos
fuimos para Corpus Christi ... De aquellas noches y de los días sucesivos sólo
recuerdo haber portado una vela e ir caminando en silencio del brazo de mi
madre para darle mi última despedida a Selena ... Cuando volvimos de aquel
triste día, mi madre sólo me dijo: “No te preocupes, m’hija ... Selena se fue,
pero sé que volverá ... Algún día volverá y ese día volveremos a ser felices”
... Yo hice una mueca y apoyé mi cabeza sobre su regazo ... Le creí ... Le
quise creer ... Poco importaba entonces ... Sólo importaba mantener la ilusión
... Sólo importaba creerle a mi madre ... Sólo importaba estar en silencio para
no estallar en el mayor de los dolores que una niña de 7 años no podría
soportar ni expresar...
“¿Cómo te sientes ahora?”, preguntó mi madre ...
“Aliviada, supongo que aliviada...”, le contesté ... “¿Por qué no quisiste
llorar nunca por Selena delante de mí”, me inquirió nuevamente ... “Nunca
podría hacerlo ... Alguien debía ser fuerte o parecer fuerte ... Y tuve que
serlo yo ... Es como le pasó al señor Quintanilla luego de aquel triste día
respecto a su familia ... Si él flaqueaba, los demás se desmoronarían ... Yo
sentí lo mismo ... Tú estabas destruida por la muerte de mi padre .... Selena
te había dado eso que te faltaba: ánimo para seguir, ánimo para enfrentarse a
lo imposible, ánimo para cuidarme y educarme ... Pero cuando ella partió ... Si
yo me hundía como tú, las dos seríamos naves sin rumbo ... Tenía que mostrar
fortaleza para seguir adelante ... Tenía que ser yo el motivo para seguir por
nuestro camino ... Por más que fuera tu
hija y me quisieras mucho, si tú te caías, sólo recibiría lo peor de ti ... Y
recibirías lo peor de mí ... Tuve que callar mi dolor y darte alegría con mis
travesuras, mis ocurrencias, mi labor en mis estudios, mis preguntas, mi Amor
... Y para eso debía dejar de lado lo negativo ... Tuve que ser como Selena en
un punto ... Mostrar alegría aunque no la hubiera ... Postergar mis grandes
sueños para mejores momentos, enfrentar la vida aunque estuviera muerta de miedo
... Y así fue ... Tú mantuviste la casa y a mí ... Hoy soy lo que quería ...
Una médica que ayuda a que los demás se sientan mejor curando sus dolencias ...
Y eso te lo debo a ti ... Y a Selena ... Por eso ahora puedo llorar ... Ya no
tengo nada que esconder ... Y después de esto ... Estoy más que contenta porque
cumpliste tu promesa de que algún día Selena iba a volver...” ... Mi madre me
abrazó por un largo rato, y lloramos y reímos al mismo tiempo como nunca nos
permitimos hacer ... Luego me tomó del brazo y avanzamos por el camino en
silencio...
Mi madre tomó mi pequeño brazo y sólo atiné a cerrar los
ojos ... Estábamos viendo en el cine el final de la película “Selena” ... Ella
estalló en llanto ... Yo no quería ver ni rememorar aquel día nefasto ...
Apenas abrí un poco mis ojitos para ver si ya había pasado todo y sólo veía
escenas veloces de movimientos de policías, de la absurda asesina prometiendo
hacer algo que todos queríamos, y que su cobardía y su psicosis se lo
impidieron hacer, de la familia de Selena en el mayor dolor ... Y de Selena ...
Y Selena que se nos iba irremediablemente ... Allí sentí que esa promesa de mi
madre no se podría cumplir ... Por más que lo quisiera ella .. Por más que lo
quisiera yo ... Por más que lo quisiéramos todos ... Empecé a sentir, como bien
se decía en la película, esa mezcla de “asombro, enojo y llanto” ... Ya no
habría vuelta atrás ... Selena se nos fue ... La asesina estaba en la cárcel
... Ahora nos quedaba rememorar la vida de Selena en una película ... Después
de ello ... Después de ello vendría la aceptación de la densa realidad ... No
habría estrella, no habría ilusión, no habría porvenir, no habría esperanza ...
No volvería Selena ... Apreté con fuerza la mano de mi madre para contenerla y
contenerme ... Mantenía mi silencio mientras corrían mis lágrimas por debajo de
mis ojos sin que yo atinara a secarlas ... Ahora vendría lo peor ... Vivir la
vida sin Selena como si nada hubiera pasado ... Pero ya no sería lo mismo ... A
partir de ese momento Selena sería el mito, la leyenda ... Y las demás artistas
triunfantes, una realidad ... una realidad que nunca podría superar el mito ...
A partir de allí supe que Selena era un ángel, un ángel que Dios nos dejó verla
un poquito para certificar su propia existencia....
“¿Quieres ir a buscar a Selena, ahora que sabemos dónde
está?”, preguntó mi madre. “¡¡Seguro!!”, le contesté enfáticamente ... Mi madre
tomó mi brazo, y salimos corriendo juntas cantando y riendo ... Ahora que todo había salido a la luz,
sólo nos quedaba una cosa para ser enteramente felices ... Encontrar a Selena
... Y ella estaba cerca, muy cerca...
(A veces debemos contener el dolor para seguir viviendo …
No siempre es bueno expresar lo que se siente … Hay que saber esperar el
momento … Cuando lo que perdemos es tan fuerte, sólo nos queda poder
reconstruirnos, tomarnos el tiempo para aceptarlo y salir adelante como se
pueda … Primero uno debe aceptar la triste realidad, curar las propias heridas
y salir adelante … Eso nos permite poder luego ayudar a los demás … No siempre
las más grandilocuentes muestras de dolor o de cariño son las más genuinas o
las más valoradas … A veces el silencio, los pequeños gestos, una sonrisa, la
aceptación del otro, el estar cuando el otro realmente lo necesita son más importantes
que las actitudes convencionales … Lo que sale de nuestro corazón es más
valioso que lo que “se debe hacer” … Para recordar a Selena no basta con los
recuerdos de aniversarios, con las grandes y obvias expresiones de cariño y
valoración … Si no se hacen con Amor partiendo de nuestras propias Almas no
tendrán el valor que debería … No tendrá
la importancia de darle a Selena algo de lo mucho que nos dio … Un pequeño
gesto … Como tratar de hacer lo que ella hacía todos los días … Ese es el mejor
homenaje que se le puede hacer … Para poder aceptar el dolor, para asimilar su
partida, para tenerla siempre cerca, para recordarla como ella quería … Con
Amor, con el mismo Amor que ella supo dar…)
Siempre estaré contigo, Selena … Para valorarte como
artista y, sobre todo, como persona…
Te quiere mucho…
Sergio Ernesto Rodríguez
(Buenos Aires, Argentina)
(Buenos Aires, Argentina)
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