¿Qué haría si estuvieras aquí, Selena?


“¿Y si fuera Selena? ¿Te acuerdas cuando te decía qué harías si Selena estuviera aquí?”, le dijo María Belén a Pablo y éste se quedó un largo rato mirándola sin poder decir nada, sin siquiera poderle explicar algo, sin animarse a ensayar una mínima excusa viendo la mirada de su compañera de trabajo. Pablo se quedó mirando el piso, y en el medio de la fiesta y del griterío de la gente se fue a la terraza del hotel. Se sentía ahogado, angustiado, culpable ... Fue caminando despacio en el medio de parejas que se besaban, de gente que aprovechaba la oscuridad para ventilar secretos de otros que estaban allí abajo, de personas que iniciaban un excitante amor clandestino en el medio de esa fiesta organizada por él mismo y por las autoridades de la empresa en la que trabajaba, de esa fiesta hipócrita, de esa alegría inventada, falsa, forzada. Pablo llegó a una de las barandas que contenía la terraza del vacío y miró las estrellas. Quería buscar la paz que ya no tenía, quería recuperar su vida, quería encontrar su ser, quería buscar aquello que tanto lo alegraba ... Pablo quería volver a ser una persona común a la que no le importaba ser alguien en una empresa llena de mentirosos que vivían todo el año matándose por un bendito puesto jerárquico que les diera estatus, prestigio y dinero que les posibilitara irse a donde quisieran, obtener bienes para sus cónyuges y para sus hijos, aun sabiendo de que ni con eso le garantizarían jamás ni la felicidad, ni la alegría ni la paz, pero que seguro lograrían las úlceras, las peleas, el estrés y el malhumor que nadie curarían. Eso sí, para liberar las tensiones de todo el año, él y la empresa les organizaba a los personajes de circo que les aseguraban pingües ganancias anuales una fiestita para actuar como si todos fueran grandes amigos, como si todos constituyeran un gran equipo de trabajo que con su ingenio, talento, capacidad, sacrificio y trabajo lograban lo que eran en ese momento ... “¡¡Hipócritas, mentirosos, falsos, vagos, atorrantes, malvivientes!! ¡¡Eso es lo que son!!”, se lamentaba Pablo. Pero ahora se sentía tan miserable como ellos, porque a pesar de ello y a pesar de él, había elegido ese camino, ese camino nefasto que lo había transformado en un ser que no era él, una persona tan lejos de lo que supo ser y demostrar ... En esos últimos años vivió en la mentira y cuando creyó que podría vivir sin recordarlo ni sentirlo, apareció María Belén para hacerle esa bendita pregunta, para revivir aquello que no quería ver más, para no tener que ver su cara en el espejo cada día y notar en lo que se había transformado ... Esa cara de María Belén ... Esa pregunta ... Eran otros tiempos ... Él era otra persona. Siempre se jactaba de no ir jamás a una fiesta de fin de año de la empresa porque se sentía que no podía ser partícipe de algo tan mentiroso y tan alejado de su imagen real. “¿Para qué quieres que vaya, María Belén? ¿Para ver la sonrisa de plástico de gente que te desprecia? ¿Para que te saquen fotos, te filmen y después en el ‘video institucional’ pongan a la gente ‘cool’ de siempre, que son los que se codean con el personal jerárquico todos los días? ¡¡No, nena!! ¡¡Déjame tranquilo!! Yo soy un tipo de trabajo. Dame lo que tengo que hacer que te lo hago. Pero no me hagas ser cómplice de esta gente. ¡¡No me hagas ser lo que no soy!! Bastante que me los tengo que bancar todo el año. Yo soy feliz con mi familia lejos de todo. Sé que es la única que verdaderamente me quiere. Éstos sólo quieren la plata y sus sillones cómodos en los despachos de sus lindas y cómodas oficinas. Eso sí, oficinas cuyos escritorios están llenos de fotos de sus hijos y de sus cónyuges. De gente a la que sólo ven en fotos, de gente a la que nunca le darán felicidad y ellos tampoco se la pedirán...”, le decía hace tiempo Pablo a su compañera de trabajo que lo miraba extrañada, como a un bicho raro que no sabía de dónde lo habían sacado. Pero María Belén le había encontrado su parte sensible, su parte no irónica ni llena de rencor y de fastidio por este mundo. Y la encontró con una sola pregunta: “¿Y si fuera Selena?”. Ella sabía cómo admiraba y quería a Selena. “¡¡Por supuesto que en ese caso iría!! ¡¡Por Selena todo, me entiendes, todo!!”. María Belén se reía y le decía: “No sé cómo acepta tu esposa que quieras tanto a Selena. Sabes que eso es una competencia para cualquier mujer, por más que sea inalcanzable...”. “Pero tú no entiendes, amiga. Selena es otra cosa. Selena no es una simple mujer. Selena es distinta. Selena es mi ejemplo, es mi camino, es mi hermana, es mi madre, es mi hija ... No, María Belén ... Selena va por otro carril ... Su sonrisa, su manera de ver las cosas, su carrera, su triunfo es mi alegría. Selena es una simple chica que con trabajo y honestidad quiere llegar a su meta de logros y felicidad ... Y su triunfo es también mi triunfo. Sé que con ella todo es posible. Si Selena puede, sé que yo también podré...”, le decía con sumo entusiasmo Pablo a la asombrada María Belén. “No dudes de que si esta empresa la llegara a traer a una fiesta yo iría, porque sabría que ella la transformaría en otra cosa ... Selena de ese lugar haría algo mágico, algo asombroso, algo entrañable. No tengo duda de que sacaría lo mejor de nosotros y sé que nada volvería a ser lo mismo después de ella. Y ahí seríamos nosotros mismos llenos de su magia y ésta sería una empresa mucho mejor”, le decía Pablo, que se sentía un pastor evangélico hablando tanto de Selena y aun sabiéndolo no le importaba que se viera de ese modo. Sólo le importaba ser feliz. Sólo le importaba ser feliz con Selena...

Hasta que llegó ese nefasto 31 de marzo ... Pablo recibió la noticia en su trabajo. Iba a almorzar y escuchó por ahí que algo había pasado con Selena, que estaba en el hospital, que la habían baleado, que estaba grave ... Vio a mucha gente llorar, vio a niños gritando, vio a gente corriendo para diferentes lados. Él mismo dio vueltas en círculo sin saber qué hacer ... Cuando pudo reacomodarse, Pablo volvió a su trabajo. María Belén se le quiso acercar pero él se excusó. Tomó sus papeles y trabajó como un autómata, sin decir palabra, sin mostrar gesto ni sentimiento alguno ... Por ahí escuchó el desenlace, pero a él ya no le importaba ... Eso ya lo sabía desde el momento en el que escuchó que “algo” le había pasado a Selena ... Pablo siguió como si nada por días, por semanas, por meses ... Cuando ya su esposa había comenzado a desesperarse, cuando muchos compañeros de su trabajo murmuraban sobre él con malicia, cuando sus amigos lo veían con preocupación, un día Pablo se levantó con una sonrisa y emprendió su camino al trabajo con otro talante ... Se lo veía seguro, avasallante, ambicioso ... Pero su sonrisa ya no era la misma. Sus pensamientos eran otros. Su accionar también ... Comenzó a trabajar menos pero a mostrarse más prolijo, más elegante, más “inteligente”. Empezó a visitar a jerárquicos de la empresa con su nueva sonrisa de plástico para ofrecerle proyectos, ideas, bocetos que lo llevaran a un progreso general y personal. Se distanció de sus viejos compañeros y de sus amigos de siempre. Ahora se hacía acompañar por gente importante que le palmeaba la espalda y lo invitaba a innumerables fiestas a las que él asistía con gusto ... A esas fiestas que él tanto detestaba ... Su familia cambió de estatus, de bienes, de relaciones. Pablo recorrió el mundo y gozó de todos los placeres, incluso de los prohibidos ... Pablo no dejó de sonreír aunque su sonrisa no fuera la misma, aunque la gente que lo rodeaba no fuera la misma, aunque su vida no fuera la misma ... Pablo progresó, avanzó, ganó, aplastó, vapuleó sin mirar atrás, sin querer nunca saber el camino que estaba transitando ... Pablo creyó que ese pasado nunca se presentaría porque él nunca lo miraría ni lo buscaría ... Pero la verdad y la realidad siempre se presentan en el momento menos indicado y de la forma más impensada ... Esa pregunta, esa maldita pregunta de María Belén le hizo ver lo miserable que era, el monstruoso ser en el que se había transformado para poder seguir viviendo...

Pablo miró la calle desde el piso de la terraza. Se lo veía tan lejano por su pequeñez, y por esas risas histéricas y tontas que se escuchaban por doquier. No lo soportó más y salió de inmediato del lugar. Corrió por las escaleras sin parar. Escuchaba que muchos de sus “nuevos amigos” querían detenerlo para que animara la fiesta “tan encantadora” que había organizado, pero él ni los registró. Cuando llegó a la calle pudo sentir el aire puro, ese aire puro que hacía tiempo no respiraba, y siguió corriendo sin parar hasta que estuvo bien lejos de allí, hasta que divisó un puente solitario que dejaba traslucir en su fondo las aguas tranquilas de un pequeño lago en el que se reflejaba la luz de una enorme luna ... Pablo sintió que hacía años que no veía, ni sentía, ni respiraba algo tan transparente como aquello. Se detuvo en una de las pequeñas barandas y miró un largo tiempo hacia arriba buscando algo en las estrellas. No se preguntó qué estaba buscando hasta que se dio cuenta de que estaba buscando a Selena ... No quiso mirar más y comenzó a observar las tranquilas aguas del lago. Después de un largo tiempo miró su cara y empezó a ver en lo que se había transformado. Miró de nuevo las estrellas y volvió a ver su cara relejada en el agua y se largó a llorar por unos largos minutos que para Pablo fueron horas. Lloró por todo ese tiempo en el que quiso negar la partida de Selena ... En el quiso negar que se sentía derrotado por esos mismos miserables psicópatas de siempre que le habían quitado la vida, las ganas y la alegría a Selena ... De pronto Pablo detuvo su llanto cuando escuchó algo familiar que salía del hotel ... Las ironías de la vida ... Estaban pasando el tema “Como la flor”, pero sonaba tan distinto, tan atemporal, tan lejos de esa esencia con la que lo solía cantar Selena con esas voces beodas que ni entendían lo que les estaba pasando ... Allí Pablo entendió qué tan distinto era lo que le generaba alegría de aquellos que ni sabían lo que era la felicidad ... Estaba por emprender con furia contra todos esos tontos que según Pablo estaban parodiando burdamente a su Selena hasta que una niña lo detuvo ... “No vayas hacia allí ... Selena no querría que fueras a arruinar uno de sus temas por odio ... Déjalos ... No saben lo que hacen...”. Pablo le preguntó quién era y por qué estaba allí a esas altas horas de la noche. La niña le dijo mientras se sacaba una cadenita: “Me llamo Selena ... Sí, como nuestra Selena ... Mis padres me lo pusieron por ella hace unos años. Pero ellos ya no están aquí ... como Selena ... Tal vez ellos no pudieron superar lo que le pasó ... Digamos que fue un terrible accidente de tránsito ... Mis abuelos me dejaron esta cadenita ... Era de mi madre ... Pensaron que era lo mejor que me podían dar de ella y que con esta cadenita Selena siempre me protegería ... Y créeme que no me fue tan mal en este tiempo ... Pero yo ya no la necesito ... Sé cuál es mi camino ... Y es el de Selena ... Tómala tú ... Sé que la necesitas más que yo en este momento...”. Pablo iba a rechazarla. No podía aceptar lo que le daba esa niña, una cadenita con la cara de Selena y una leyenda que decía: “Nada es imposible. Es cuestión de proponérselo. Selena”. Pero la niña tomó la mano de Pablo, puso en ella la cadenita y le dijo: “Yo sé que me la devolverás. El día que encuentres a Selena. En ese lugar que pronto vamos a encontrar...”. Pablo tomó la cadenita y abrazó fuertemente a la niña. Juntos lloraron en silencio ... Nunca Pablo sintió tanta paz como en ese momento ... Le estaba por decir que la iba a llevar a donde estuviera viviendo en ese momento, pero un grito lo estremeció. Un grito que lo buscaba, un grito que era distinto de aquellos ensordecedores de esa gente sin ningún acto más que hacer el ridículo ... Era María Belén que lo estaba buscando ... “¡¡Aquí estoy, aquí estoy!!”, alcanzó a gritar Pablo e hizo un gesto alzando sus manos para que ella lo pudiera ver. “¡¡Ven aquí!! ... Estoy con Selena ... Estoy con una niña que...”, dijo Pablo todo entusiasmado hasta que vio que la niña no estaba más con él. Miró a un lado, miró a otro, miró la cadenita con la cara de Selena, miró que se acercaba María Belén y Pablo sólo sonrió. Ella se acercó con gran preocupación: “Disculpa, Pablo, por lo de recién ... No fue mi intención herirte ... Es que no pude evitarlo ... Es que has estado tan distante y te he visto tan distinto en este tiempo ... Perdóname ... ¿Pero qué dijiste antes? ¿Qué viste a quién?”. Pablo puso el dedo en sus labios y le dijo: “El que se tiene que disculpar soy yo, amiga. Tú fuiste la única persona que se preocupó verdaderamente por mí en este tiempo ... ¿Sabes? Vino una niña y me regaló una cadenita ... Pero ahora sólo quiero que me acompañes...”. “¿A dónde? ¿A la fiesta?”, le preguntó sin entender María Belén. “¡¡No, por favor!! ¡¡No voy a volver a ver más a esos impresentables!! Quiero que me acompañes para olvidar esta farsa y para buscar a alguien a quien pronto vamos a encontrar...”, le dijo con alegría sugerente Pablo ... Ella se le quedó mirando con un gesto de expectativa exultante ... “¡¡Vamos a buscar a Selena, María Belén!! Vamos a retomar el camino perdido ... ¡¡Vamos a ir a su fiesta!! Esta vez no te voy a fallar ... ¡¡Vamos a buscar a la niña que me dio esta cadenita!!”, le dijo Pablo y adelantó su brazo. María Belén hizo lo propio y se fueron del brazo a las carcajadas ... Esas carcajadas que sólo propinaba Selena ... Y ahora las expresaban ellos ... Pablo supo desde ese mismo momento que había encontrado lo que tanto buscaba ... Ahora sabía el rumbo que debía seguir, con quién debía hacerlo y con quién se encontraría al final del camino ... Sólo era cuestión de tiempo ... Sólo era cuestión de voluntad ... Sólo era cuestión de creer ... Sólo era seguir el Sendero de Amor que les había dejado Selena para ser felices en este mundo tan desdichado que la había abandonado...

(Hay un instante, un momento, una circunstancia en la que la vida nos pone a prueba, nos pone en la disyuntiva de qué hacer, de qué actitud tomar cuando no hay alternativa ni esperanza ... Es en ese momento en el que sale nuestro verdadero ser, lo que realmente somos, que nos hace mirar en un espejo y decidir si queremos ser más de lo mismo en un mundo sin retorno o queremos ser alguien que se propone ser feliz y hacer feliz con trabajo, Amor, honestidad, comprensión ... La vida nos pone al menos una vez en esa situación límite ... Y allí sabremos quiénes somos realmente, para qué estamos en este mundo y cuál es el camino que queremos tomar para dejárselo a nuestros hijos y a las generaciones que nos siguen ... Sería bueno que en ese instante todos tomáramos ese camino tan difícil pero tan noble que nos dejó Selena ... Eso haría que no la olvidáramos nunca ... Eso haría que fuéramos eternamente felices.)

Yo ya elegí mi camino, Selena ... Y ese camino es el que tú iniciaste y transitaste con Amor, con tu Amor...

Por siempre, Selena, en mi corazón...

Sergio Ernesto Rodríguez
(Buenos Aires, Argentina) 

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