Un instante de lucidez, Selena… (23 años de vida, 23 años sin ti, Selena…)


Cuando Selena me dijo que esa mujer le había mostrado el arma luego de que le ratificara su confianza me preocupé y mucho. Al principio quise minimizarlo. Incluso le seguí la corriente a Selena en cuanto tomarlo como un hecho “normal” dentro de las circunstancias. Dejé que siguiera contando lo que había pasado, pero por dentro lo primero que pensé era que estábamos en problemas y que esa mujer estaba loca de remate. Intenté que me explicara su reacción, que cómo se dio esa circunstancia. Selena me dijo que apenas le dijo que no quería que renunciara, que la necesitaba para ampliar su negocio de “Selena Etc.” en Monterrey y que confiaba en ella porque era su amiga, la mujer cambió su postura nerviosa y de suma angustia para mostrarse alegre, vivaz y entusiasta. Selena sí me hizo hincapié en que le llamó la atención que tras ese hecho le dijera si quería ver algo y que ante su asentimiento le exhibiera su arma como toda novedad. Por mi mente sobrevolaban todos los fantasmas y todos los miedos. Intenté minimizarlos. Pensé que ella estaba nerviosa y tensa porque desde hacía unos días el Señor Quintanilla puso en duda su honorabilidad y por ello no supiera justificar su situación. Incluso quería creer lo que le dijo a Selena, que el arma la había adquirido “por protección”. “Claro, debe pensar que alguien quiere amenazarla por lo que le hizo a Selena y le agarró la paranoia”, pensé mientras Selena ante mi inquietud me dijo que le recomendó a esa mujer que devolviera el arma para el bien de todos. Yo asentí y la abracé muy fuerte. Tenía la intuición de que Selena también estaba nerviosa, pero que no me lo quería demostrar por temor a que me preocupara. Tal vez pensó que si me decía todo lo que sentía le iba a pedir que no se acercara a ella, que dejara todo en manos de un abogado, que se dedicara a sus cosas en vez de los asuntos de ella, que le dijera que jamás le daría los papeles que estaba buscando. Además, Selena era terca, muy terca. Querría personalmente solucionar el tema antes que depender de otra persona y sobre todo de su padre. Se trataba de su negocio, de su sueño, de lo que siempre buscó. Era de Selena y de nadie más. Ya bastante que de lo demás se ocupara su padre para encima meterse en ese entuerto y más después de la acusación que le hizo a aquella mujer con la prohibición de ingresar a algún establecimiento de su propiedad. No. No lo permitiría jamás. Mi esposa se manejaría de otra manera, a su modo … Hasta ese momento yo le seguí la corriente pero esta vez … esta vez estaba preocupado. En mi cabeza sobrevolaban esas imágenes en las que esa mujer pasaba de una actitud de misericordia, llanto y piedad a la de euforia, risa histérica y de exaltación para en ese momento, en ese instante de triunfo, sintiera la necesidad de mostrarle el arma ... No tenía lógica. No tenía sentido. No había relación con nada … Pero también pensé que todo tenía algún sentido. Que en su actitud había una explicación … Y allí me sobresalté … En esas imágenes me imaginaba a esa mujer diciéndole a Selena: “Mira lo que te tenía preparado si me despedías” … De pronto noté que Selena me preguntaba si estaba bien, si me pasaba algo … Le dije como excusa que algo me había caído mal esa mañana y que ya se me pasaría … Por dentro hervía, pero no tenía que trasladar mi pensamiento a Selena. No me creería o, por el contrario, se aterrorizaría … Traté de pasar el momento lo más tranquilo posible, pero con el convencimiento de que debía actuar, de que debía actuar pronto y, por sobre todo, debía evitar una tragedia...

Pensé en dos posibilidades: ir a la policía o decírselo al padre de Selena. No me convencía ninguna de las dos alternativas, pero no tenía opción. Algo debía hacer. Ir a decirle al Señor Quintanilla no me pareció conveniente en ese momento y en esas circunstancias. Empeoraría las cosas y facilitaría el motivo por el cual esa mujer cometería esa atrocidad. Ya me veía diciéndole a todos que lo hizo por culpa del padre que no la dejaba vivir … y que por extensión que no la dejaba vivir a Selena … A medida que pasaban las horas me convencía de que esa mujer estaba decidida a cometer un asesinato porque se sentía cercada, y que era cuestión de tiempo que recibiéramos las pruebas de lo que hizo y que nos enteráramos de la magnitud de sus actos contra nosotros. Poco a poco empecé a sentir que todo cerraba, que todo encajaba en las piezas del rompecabezas. Ahora entendía por qué no quería darle los papeles a Selena y por qué la hacía ir de un lado a otro con la promesa de entregárselos. Trataba de ganar tiempo y ver de qué lado se pondría Selena: del de ella o del su padre. Empezaba a entender cada uno de sus actos, actitudes que habían pasado por alto pero que ahora adquirían otro sentido. Ahora comprendía por qué aquella vez en una fiesta le dijo a Selena que mis amigos y yo éramos responsables de algunos problemas en los sanitarios. No es que esperaba que Selena nos regañara. Le bastaba con ver si Selena iba en busca de una explicación con sólo sus dichos y acusaciones. Y así fue ... Ahora entendía mi malestar. Debería estar contento de que Selena creyera en mi explicación y que las cosas no pasaran a mayores. Pero yo estaba perturbado ... Porque antes Selena no hubiese tenido en cuenta las habladurías de esa mujer … Pero en ese momento vi cómo esa vez sí vino por su indicación … Algo había cambiado ... Eso me molestaba pero no daba cuenta del porqué ni de la magnitud del problema … Pero ahora … Ahora me cerraba todo … Tenía que hacerlo … Debía actuar, pero no levantando polvareda … Sin prisa pero sin pausa … Algo podría ocurrir y debía cerciorarme de ello para que no sucediera…

Opté por ir a la policía, pero no quise hacer la denuncia formal. Primero tenía que hablar con alguien. Sabía que uno de los jefes del departamento policial era fan de Selena y cuando llegué al destacamento pedí hablar con él. Por suerte estaba y hablé de inmediato. Le conté lo que pasaba y él se alarmó. Pero yo traté de que reflexionara: que antes de actuar había que pensar. “Primero, debemos cerciorarnos de si devolvió el arma. No sé dónde la adquirió, pero si no fue acá en Corpus Christi lo debe haber hecho en San Antonio. Por lo que me contó Selena debe haberla devuelto. Me preocuparía si no lo hizo, pues entonces puede pasar cualquier cosa en cualquier momento y no quiero tener que prohibirle a Selena que la vaya a ver, salvo que no quedé otra…”, le dijo al comisario. Este me pidió un tiempo para averiguarlo, que mientras tanto fuera a mi casa y averiguara si me esposa fue nuevamente a su encuentro … Al rato llegué a mi hogar. Selena estaba preparándose para ir a q-productions para seguir grabando su disco en inglés. Le pregunté si tenía alguna novedad y si pensaba ir a ver a esa mujer en lo inmediato. Selena me dijo que no, aunque estaba previsto que Saldívar se fuera a Monterrey para arreglar la inauguración de “Selena Etc.” en esa ciudad; que ya me lo confirmaría a su regreso. Al rato que Selena se fue raudamente al estudio, me llamó el jefe del departamento policial. Para mi alivio me confirmó que Saldívar había devuelto el arma, que en principio no había de qué preocuparse, aunque en la averiguación había algo que le había llamado la atención. Cuando le pregunté qué le había parecido significativo, él me dijo: “Es que ella manifestó que la quería para protegerse porque había recibido amenazas en el lugar en el que trabajaba … Pero en la armería dijo que trabajaba de enfermera … Y no pidió para el arma cualquier munición … Pidió balas especiales, de esas que se expanden por todo el cuerpo una vez que ingresa en él … Eso se hace cuando uno tiene un objetivo, no sólo para protegerse de un eventual ataque. Parece más una decisión para atacar que para defenderse … Tal vez tengas razón en tu temor … Deberías hacer la denuncia formal, por precaución”. Me quedé un rato en silencio, aterrado con la posibilidad que parecía estar más cercana de lo que imaginaba y que seguramente llevaba ya un tiempo su elaboración. Pero también sabía que había que ser táctico, que no había que precipitarse, que no había que avivarla, que había que aparentar “normalidad” en el medio de una tormenta que parecía avecinarse muy pronto … Había algo que jugaba en mi favor … Ella había devuelto el arma … “Aún no, comisario … Aún no … Tenemos que estar alertas … Aparentemente ella se va a Monterrey … ¿Hay alguna posibilidad de que las diferentes policías de las ciudades en las que esté les informe si adquirió un arma? Ya sabemos que la que adquirió en San Antonio lo hizo a su nombre…”, le contesté. Él me aseguró: “¡¡Por supuesto!! De hecho para que le den el arma en San Antonio tuvo que esperar el informe sobre sus antecedentes y para ello nos tienen que avisar a todos. Tú dinos por dónde va a estar y nosotros podremos incluso alertar por si usa otro nombre”. “¡¡Sí, eso sería bueno!! Por lo pronto, ella estará en Monterrey y no pasará de allí hasta volver a Corpus Christi o ir a San Antonio. Aunque yo intuyo que si adquiere de nuevo un arma irá a la misma armería que fue para recibir la misma arma que compró. Asegúrese de que le avisen de allí por si vuelve…”, le pedí. “Así lo haré. Despreocúpate. Pero piensa en la denuncia… Tal vez…”. Interrumpí al jefe del departamento: “¡¡No, no!! ¡¡Aún no!! Y le pido: ¡¡no le diga nada a nadie!! ¡¡Ni a Selena y menos a su padre!! Si queremos a Selena viva tenemos que ser más inteligentes que su potencial asesina”, le rogué, a lo que el comisario asintió y quedamos en comunicarnos constantemente…

Las dos semanas siguientes fueron un calvario, porque cada día que pasaba surgía una revelación. Saldívar no paraba de dar justificaciones para no dar esos benditos documentos. Y encima empezó a decirle a Selena que en Monterrey camino para Corpus Christi la quisieron violar. Ya inquieto me di cuenta de que jamás devolvería los documentos. Que lo que tenía que ocultar era peor de lo imaginable. Le pedí al comisario que averiguara sobre los movimientos bancarios de ella y de sus conexiones. El comisario muy preocupado me confirmó lo esperable. Toda clase de pase de cuentas de “Selena Etc.” a la suya y de ella a su hermana. Había un desfalco millonario. “Pero eso no es lo peor”, me dijo con un tono lúgubre. “Estaba por llamarte hace media hora cuando me llegó un llamado de San Antonio. Era de la armería. Saldívar regresó a por su arma … La misma arma, las mismas municiones … Parece estar todo claro…”. Era 30 de marzo. Selena iba a verla en uno de sus tantas promesas de que esta vez sí le devolvería los benditos papeles. Le rogué que me esperara, que debía hacer un trámite y que luego iría con ella. Selena me obedeció, pues tal vez ella intuía algo pero no me lo quería decir … Aunque no supiera de la magnitud del problema … Pero tal vez lo sospechaba por mi cara luego de hablar con el comisario … Fue al Departamento. Radiqué la denuncia por estafa y posible atentado contra la vida de Selena por la compra de un arma relacionada con el hecho anterior. Ellos empezarían a actuar formalmente el 31, pero le pedí encarecidamente que no lo hicieran precipitadamente mientras estuvieran en contacto conmigo … Pues había que agarrarla “in fraganti”, cuando ya no quedara alternativa. Le dije lo que iba a hacer ese día y sólo le pedí que mantuvieran un móvil preparado ante alguna seña de mi parte. Si no, que se mantuvieran alertas … Al rato volví con Selena y fuimos para el Days Inn … Nerviosamente acepté que la fuera a ver a solas mientras yo esperaba cerca. Cuando Selena fue a su encuentro me comuniqué con el comisario y le pedí que vigilara la habitación 158 por si veían algo raro. Pero la inminencia del peligro me hizo ir rápidamente al lugar del hecho para sorpresa de Selena y estupor de la mujer … “Vamos, Selena, se hace tarde y tú me prometiste que sólo irías por los benditos papeles”, enfaticé … Saldívar tomó de un bolso unos papeles y se los entregó a Selena. Yo la tomé del brazo y la saqué rápidamente del lugar mientras le hacía una seña al móvil policial para tranquilizarlos y decirles que estaba todo bien. En circunstancias normales Selena me hubiese dicho que estaba actuando extrañamente, pero estaba tan abstraída en lo suyo, tan absorbida por esa mujer, que ni dio cuenta de ello. Al rato me dijo que no estaban todos los papeles y que debía volver. Yo le dije que no volvería a estacionar el auto en ese lugar ese día y que lo dejáramos todo para el siguiente. Selena aceptó, pero cuando regresamos y todo pareció haber vuelto a la normalidad, Saldívar volvió a llamar para decirle que fuera de nuevo al Days Inn, estaba a vez a solas, no sólo para darle los últimos papeles, sino para que la lleve al hospital por el tema de la violación. Ante mi seña de que no iría para allá siendo tan tarde, Selena le dijo que mañana iría para arreglar todo. Yo ya no tenía ninguna duda. Esa mujer tenía todo preparado para asesinar a Selena. Como dos semanas atrás y como ese día si no fuera porque estaba yo allí. Pero después pensé: “Si lo hubiese querido hacer, lo hubiese hecho. Por más cerca que yo estuviera, no lo hubiese podido impedir”. ¿Querría asesinarla en otro lugar? Parecía raro. ¿Para qué trasladarse? ¿A dónde? Y allí pensé en lo del hospital. Se me iluminó la mente. Esperé que Selena se durmiera y llamé al comisario a su casa. Estaba a punto de dormirse. Me disculpé, pero ya lo tenía todo claro. “¡¡Por favor, comisario!! Ya sé lo que quiere hacer. Quiero hacer una nueva denuncia pero tiene que ser muy temprano. ¡¡Espéreme allí por favor!! ¡¡La tenemos que atrapar en el hospital!! Luego se lo explico. Pero tenga un móvil policial en guardia en el Days Inn por las dudas…” y colgué rápido antes de que Selena se despertara y luego de que el jefe policial me prometiera que estaría allí en la mañana del 31. Casi no pude pegar un ojo el resto de la noche. Miraba a Selena dormir y rogaba que no fuera el último día en que la viera así. Tenía que salir bien. Tenía que salir todo bien para evitar la tragedia...

Al otro día, 31 de marzo, sonó el teléfono. Era Saldívar. Escuché cómo arreglaba Selena para ir a llevarla al hospital tras pasar a buscarla por el Days Inn. Me hice el dormido y esperé a que se fuera. Apenas lo hizo corrí al departamento policial e hice la denuncia … de intento de violación a Saldívar proveniente de un testigo de “identidad reservada”. “Ahora avisemos a todos los hospitales y vayamos al que van Selena y Saldívar. ¡¡Rápido!!”, le rogué al comisario. Antes de irnos él se comunicó con el móvil policial ubicado en el Days Inn y le confirmó que estaban camino al hospital zonal. Fuimos para allá con la notificación de la denuncia mientras otros móviles iban al mismo lugar en forma sigilosa. Llegamos antes que ellas y observamos todo desde una habitación contigua a la de la guardia. Como esperaba, una vez allí, Saldívar se negó a ser revisada. Una de las enfermeras sugirió ser obligada a ser revisada, mientras otro decía que no podía hacerlo pues ella era de San Antonio, dijo que la violaron en Monterrey y está en Corpus Christi, por lo que no estando en ninguna de las dos primeras ciudades y sin haber ninguna denuncia en ellas, sólo quedaba que hubiera una aquí y no la había … Nos miramos con el comisario y sabíamos que había llegado nuestro momento … “¡¡Sí pueden proceder a revisarla!! ¡¡Aquí está la denuncia!!”, irrumpió el comisario mientras yo me mantuve en la habitación contigua … Saldívar entre sorprendida y furiosa quiso negarse, pero el comisario le dijo: “Creí que esto la alegraría ... Que encontráramos su denuncia sobre la supuesta violación. Esto aclarará todo…”. “¡¡Yo nunca hice esa denuncia y no voy a ser revisada de prepo!! Vámonos de aquí, Selena!!!", gritó Saldívar sacada de quicio. El comisario le hizo una seña a los policías que ya estaban en el lugar con las esposas en la mano. “Queda usted arrestada, señorita Saldívar. Por estafa e intento de homicidio. Tiene derecho a permanecer callada. Todo lo que diga puede ser usado en su contra”, tras lo cual se la llevaron rápidamente del lugar. Allí entré yo para abrazar fuertemente a Selena que no salía de su estupor y asombro. “¿Pero qué está pasando? ¿Qué haces tú aquí? ¿Qué es eso de la denuncia, de la estafa, de asesinato? ¿Pero qué es…?”. Yo la seguí abrazando y dejé que descargara su angustia en un fuerte llanto … Recién allí me aflojé y pude llorar. Menos mal que pude recordar la anterior profesión de Saldívar y relacionarlo con su obsesión por llevar a Selena al hospital ... Tenía todo planificado. Quería que el día del asesinato todos la vieran en el hospital con Selena y testificaran que todo estaba bien, que seguramente ese disparo en el Days Inn fue “por accidente”. Y como lo de la supuesta violación era mentira, sus conocimientos por ser enfermera harían el resto: no estando en el supuesto lugar del hecho, Monterrey, ni  en el lugar de nacimiento, San Antonio, sólo la policía de Corpus Cristi podía actuar ex profeso si había una denuncia aquí y eso fue lo que hice este 31 de marzo. “¡¡Bien hecho!!”, me dijo el comisario. “Con esto tenemos suficiente para tenerla encerrada por mucho tiempo”. Nos abrazamos, le agradecí no sin antes prometerle que estaría en breve con él. Pero en ese momento tenía que ocuparme de Selena. Había tanto que explicar, había tanto por hacer, había que hablar, había tanto que llorar que sólo quería disfrutar de un nuevo día con ella, un nuevo día que de pronto se presentó maravilloso con la imprevista salida del sol, un nuevo día que sería el de la resurrección…

(23, casi 24 años de vida … 23 años sin ti … Nada para decir este día … Sólo lamentarse … Lamentarse por no haberse dado cuenta antes … A veces el peligro lo tenemos tan encima que no lo vemos … Y eso fue lo que pasó aquel nefasto 31 de marzo de 1995 … Que nos sirva de experiencia para nuestras vidas … Es una de las tantas enseñanzas que nos ha dejado Selena … Aprendamos hasta de lo más negativo de su vida … del último día de su vida … Y aprendamos a ser cómo ella como la mejor forma de homenajearla…)

Y eso haré hasta el último día de mi vida … Ser como tú para recordarte con Amor, Selena, como tú hubieras querido…

Te quiere mucho en este día tan triste…

Sergio Ernesto Rodríguez
(Buenos Aires, Argentina)

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