Yo sólo lo hice por Amor, Selena…

“¡¡Ay!!”, llegó a exclamar Selena y yo me sobresalté. No hacía mucho me había levantado y la vi allí revolviendo ropa en la recámara. Pero eso no hizo que dejara de dormir plácidamente. Ahora ese grito me alarmó de veras. En un momento lo había entendido todo. Ayer, 30 de marzo, mi padre se había instalado en nuestra casa para pasar unos días con nosotros. Se ve que Selena se había olvidado de que mi padre en esa fea mañana estaba allí y justo cuando se estaba por ir lo vio salir de la habitación de huéspedes. Selena una vez que salió del estado de pánico y entendió lo que pasaba comenzó a soltar una de sus clásicas carcajadas. Mi padre no paraba de pedir disculpas por haber ocasionado con su presencia un terrible momento. Yo estaba por levantarme pero Selena me detuvo y me dijo: “¡¡No es necesario que te levantes, Chris!! Yo ya me iba. Sigue durmiendo. O en todo caso … ¡¡trata de calmar a tu padre!!” y se siguió riendo con ganas mientras se iba de la casa. Yo le di un beso en el aire como toda despedida mientras le decía a mi padre que hiciera lo que tenía que hacer que pronto saldríamos a hacer las compras para la cena de esa noche, que consistiría en ala de tiburón, mi plato preferido, que lo cocinaría mi propia esposa. Me di vuelta como para disfrutar mis últimos minutos de sueño antes de comenzar otro día. Pensé que podía durar mucho más ya que el mal tiempo y la posibilidad de que lloviera pronto me harían abrazar a la cama y no levantarme nunca más. “Nunca más”, pensé y eso me estremeció. Abrí un ojo y pronto se me abrieron los dos en tono de total alarma. Recordé a dónde iba Selena. Recordé también lo que habíamos vivido ayer. Por un instante volví a darme vuelta a la cama tratando de convencerme de que nada malo podría ocurrir. Como mucho, un mal momento, sólo una discusión más producto de una nueva mentira de esa mujer. Pensé que volvería a repetirse la misma escena de ayer, cuando acompañé a Selena al Days Inn ante una nueva convocatoria para entregarle esos benditos papeles que le requería Selena y siempre con la condición de que fuera a solas. Pero lo de ayer ya me había molestado. Era tarde y no iba a permitir que Selena tuviera que volver sola e irritada por una nueva mentira de esa mujer. También tenía miedo. ¿Pero miedo a qué? ¿Qué podía temer? ¿De que a Selena le pudiera pasar algo por el camino? ¿De que algo le pudiera hacer esa mujer? ¿Pero qué le haría? ¿Esa mujer que ayer vi en la cama del hotel llorando mientras Selena la observaba con los brazos cruzados era motivo de que yo temiera? No. No podía ser. Sin embargo, quise seguir durmiendo, pero no pude. Algo me tenía mal, pero no sabía qué. Repasé una y otra vez lo sucedido el día anterior, y aunque no sentía motivo para preocuparme, había algo que no me gustaba. Ya no se trataba de que me estaba hartando de las mentiras de esa mujer. Pensé si no había algo más, si no había otros motivos detrás de querer ver a toda costa a Selena a solas. Hasta hoy no dejaba de pensar lo mismo que me decía Selena: que estaría más tranquila diciendo sus mentiras a solas con ella y que Selena le siguiera la corriente que estar delante de mí o de cualquiera de los Quintanilla a sabiendas de que ninguno de nosotros le permitiríamos que nos siguiera demorando con la entrega de los papeles con tan absurdas excusas. Hasta ese momento concedí seguirle el juego porque lo peor que podía pasar era que esa mujer nunca le entregaría los papeles y que nosotros la tuviésemos que despedir … Pero ahora, ahora tenía otros temores, pero algo me bloqueaba, algo me impedía saber la magnitud de mi temor. Cuando lo pensé bien, recordé que el día anterior a última hora cuando Selena y yo nos disponíamos a dormir … Recordé que nos despedimos como todas las noches, diciéndonos “Te amo” y hablando un ratito de nuestros planes, de nuestros proyectos. Pero también recuerdo que ese lindo momento fue interrumpido por un nuevo llamado de Saldívar. Otra vez quería verla a solas. Selena quería ir, porque en nuestra visita de ayer, ella le entregó unos papeles, pero no todos lo que Selena quería, por lo que ella quería volver, pero yo le hice ver que no tenía sentido insistir, que Saldívar seguiría con sus mentiras. Selena me entendió resignadamente y no insistió pero ese llamado volvió a encenderle las alarmas y su ansiedad por terminar con todo ese asunto cuanto antes. Y el asunto para Selena era esos benditos papeles. Selena era terca, terca como su padre. Selena tenía sus objetivos pero también sus métodos y no se salía de ese libreto. Ella sabía desde hacía un tiempo que el tema con Saldívar estaba terminado. Primero se lo hizo ver Martín Gómez, el diseñador de “Selena Etc.”, que le habló de los malos tratos de Saldívar no sólo con él sino con todas las personas que tenían contacto directo con Selena. Luego se lo hicieron ver los fans, que primero se quejaban de las promesas sin cumplir de Saldívar como presidenta del club de fans ante las oficinas de “Selena Etc.” y a través del correo del club de fans, pero ante la falta de respuesta de Saldívar como responsable de ambas áreas, que por otra parte se las había ingeniado para que ninguna queja la supiera más personas que ella misma, se quejaron a q-productions, y allí se enteró el padre de Selena. Él la recriminó públicamente ante la familia en una reunión organizada por él y en la que participaron Suzette y la mismísima Selena, luego de la cual le prohibió todo acceso a Saldívar en lo que tenía que ver con sus negocios. Pero no lo hizo lo mismo en el área de “Selena Etc.”, el negocio de Selena. Eso lo manejaría Selena y ella no quería echarla. Un poco porque aún quería creer que esa mujer no era tan mala como parecía, o al menos que no era tan mentirosa. Aparte, Selena quería manejar “el tema Saldívar” a su modo. Ella pensaba que era mejor tenerla registrada para así asegurarse de que todo lo que eventualmente le había robado sería devuelto. Con echarla, pensaba, no lograría nada. Por otro lado, Selena creía que lo peor que podía pasar era darle la seguridad a Saldívar de que la echarían. ¿Cómo podrían solucionar el problema si nosotros le dábamos la seguridad de que ella ya no tenía futuro ni en “Selena Etc.”, ni en el club de fans ni en ningún otro lado? Yo siempre pensé que no tenía sentido plantear el problema así, que era mejor dejar todo en manos de un abogado y que él se encargara de solucionar todos estos inconvenientes … Al fin y al cabo, todo esto no hacía más que ocupar más tiempo en problemas de los que no tenía ningún sentido seguir ocupándonos. Estuvimos en los últimos dos años ocupadísimos con la enorme cantidad de compromisos que adquirió Selena producto de su meteórico ascenso en su carrera como cantante. ¿Tenía sentido preocuparnos ahora, justo ahora, por una pobre mujer insignificante cuando teníamos tanto por hacer? Estábamos en un momento justo, en el que estábamos a punto de lograr lo máximo. Selena estaba preparando un disco en inglés, y si le iba bien, su carrera a la fama mundial sería un hecho. Nosotros estábamos por mudarnos a nuestra nueva morada que sería el comienzo de la consumación de nuestros proyectos. ¿Tenía sentido demorarnos por la locura de una mujer que parecía no tener límite en sus insistencias? Pero ahora que lo pensaba … Esa mujer, esa mujer había estado en todos lados, estaba en todos nuestros asuntos, donde quiera que fuéramos estaba ella. Recién ahora caía en la cuenta de que tenía el control de muchas cosas, de muchos asuntos importantes que tenían que ver con Selena. ¿Saldívar aceptaría así porque sí que fuera despedida aunque tuviésemos las mejores tácticas para deshacernos de ella? ¿Y qué haría si no aceptaba su derrota? ¿Hasta dónde podría llegar? Me levanté de la cama abrumado. Estaba más que preocupado. Hasta ese momento pensaba que esa mujer sólo quería estirar la agonía, que buscaría en la compasión de Selena y en la imagen de lástima que desplegaba una nueva oportunidad, una forma de seguir en nuestras vidas a como sea …¿Pero era así? ¿Era tan así? Hasta ese momento había visto a Saldívar como una simple mujer que durante mucho tiempo se le había tenido confianza porque era servicial, bondadosa y hasta inofensiva con Selena. Y ahora que todos pretendíamos alejarnos de ella no dejábamos de creer en esa imagen que teníamos de ella … ¿Pero era esa la imagen real de Saldívar? ¿Era ella una pobre mujer que no sabía cómo retener a Selena luego de un error o era algo peor, mucho peor que eso? Ella venía acumulando poder desde hacía un largo tiempo. Saldívar había llegado a tener el control de muchas cosas sobre Selena y de Selena misma. Hasta diría que había llegado a tener el control de toda la familia Quintanilla. Aún puedo recordar la recriminación de Suzette cuando hacía poquito su padre puso en evidencia a Saldívar de todo … Claro, Suzette llegó a ponerla como dama de honor en su casamiento, además de invitarla a Selena en la misma condición … ¿Esa mujer aceptaría quedarse sin nada después de haberlo tenido todo, o casi todo, de Selena? … Caminaba por mi casa con mucha angustia. No sabía qué hacer. Pensé en llamar a Selena pero no me parecía oportuno … Además, ¿qué le podría decir? Que tenga cuidado de esa mujer porque no sé lo que haría … Selena se reiría y me diría que no me preocupara … Como me dijo cuando se despidió hoy … Le dije a mi padre que me acompañara a comprar de una vez por todas lo necesario para la cena de esta noche. Tenía que despejar mi mente de una bendita vez… Salimos con mi padre y traté de hablar de cualquier otra cosa, pero fue inútil. Yo estaba angustiado y mi padre me preguntaba por los proyectos que tenía con Selena. Para tratar de olvidarme un poco de todo, le dije que estábamos por mudarnos, que Selena me hablaba de tener cinco hijos en el futuro, que eso me hacía reír un poco, que tendríamos que compaginar nuestro deseo personal con el profesional, ya que este año era muy importante para Selena pues debía terminar el disco en inglés, ir a numerosos programas a promoverlo, luego hacer giras por todo Estados Unidos y en toda América Latina para seguir promoviendo nuestros éxitos en español, y lo que haríamos en el futuro … De pronto se me vino la mente el arma … Sí, el arma que había comprado Saldívar y que se lo había mostrado a Selena … Casi por instinto pegué un volantazo al auto y volví a dirigirme a mi casa. Mi padre me gritaba pero yo no le entendía ni atendía. No es que buscaba algo en mi casa, pero era el único lugar al que se me ocurría ir … Tal vez buscaba algo, tal vez fui a cerciorarme de si en el contestador del teléfono de nuestro hogar había algún mensaje, algún aviso de algo … O tal vez quería cerciorarme de que no había nada … Rogaba que no hubiera nada, como rogaba que Selena no hubiese ido a ese bendito lugar de ayer … El arma … ¡¡Claro, el arma!! ¿Cómo no lo pensé antes? Querría no tenerlo todo claro, porque si era así … estaba en manos de Dios … ¡¡Sí, ahora lo entendía todo!! ¡¡Esa mujer es una psicópata!! ¡¡Esa mujer quiere matar a Selena!! Me mordía por no gritar a los cuatro vientos lo que sentía y pensaba, pero aun en mi desesperación no quería alarmar a mi padre … Esa mujer compró el arma para matar a Selena y bien pudo haberlo hecho hace dos semanas, una, ayer, ¡¡hoy mismo!! Claro, ¡¡ahora lo entiendo!! Cuando el padre de Selena la amenazó con denunciarla a la policía, ella pensó en que se quedaba sin nada y allí empezó con sus excusas de ver a Selena a solas. Sí, Selena me lo había contado. ¡¡Me lo contó todo!! Fue el 15 de marzo. Fue en una de sus tantas convocatorias para darle los papeles que “aclararían todo” lo referente a su situación con nosotros. Fue allí cuando le dijo, para generar lástima, que tal vez lo mejor sería renunciar para no provocar más problemas, y cuando Selena la tranquilizó diciéndole que todos la querían mucho y que no quería que se fuera, allí se puso tan contenta que dejó su imagen de lástima para pasar a la euforia y al desprejuicio. Debió haberse sentido lo suficientemente impune como para sentir que ya nada ni nadie podría con ella y como para darle un pequeña pista a Selena. Por eso le dijo si quería ver lo que tenía en el bolso y ante la respuesta afirmativa de Selena, esa mujer le mostró el arma. Es como si le hubiese dicho: “¿Ahora entiendes? Si me hubieses dicho que me ibas a despedir yo no hubiese dudado en matarte. Esto te esperaba a ti. ¿Qué creías? ¿Qué te podías deshacer de mí tan fácilmente? ¡¡Estás avisada para la próxima vez!!”. Sí, esa mujer es una psicópata. Es peor, mucho peor de lo que imaginábamos. Allí le dio una pista, típica de un psicótico, a sabiendas de que Selena no iba a darse cuenta del significado en el acto, pero una pista lo suficientemente clara para esa mujer, esa muestra de placer que sólo estos locos lo entienden. Me viene a la mente lo que hizo el asesino de John Lennon. Él no se contentaba con lo que iba a hacer en la noche del crimen. No podía matar a Lennon no sin antes hacer algo que le permitiera a Lennon pensar, aunque sea por un segundo, si esa persona que le apuntaba con el arma no la había visto antes, no la había visto y no le había prestado mucha atención. Por eso fue a la mañana a esperarlo en la puerta del Dakota para pedirle un autógrafo y que se lo firmara en su último álbum. ¿Qué mejor que pedirle un autógrafo para luego esperarlo esa misma noche en el mismo lugar para matarlo no sin antes anunciarse, no sin antes darle una oportunidad para que Lennon se acordara de él? ¡¡Sí, claro!! Esa mujer está haciendo lo mismo, ¡¡exactamente lo mismo!! Y puede que lo esté haciendo ahora, en este mismo momento, como pudo haberlo hecho hace dos semanas, ¡¡como pudo haberlo hecho ayer!! … Llegué a toda velocidad a mi casa. Ni presté atención a los gritos de mi padre. Me abalancé al contestador. Se me paralizó el corazón cuando vi que había un mensaje allí. Con todo el terror apreté el botón y quedé a merced de lo peor que pudiera escuchar. Pero para mi desconcierto y a la vez alivio vi que era el mensaje de un amigo mío que trataba de ubicarme. Me pregunté por qué no me había llamado al celular y allí advertí que no lo tenía. Eso me inquietó más pero de pronto sonó el teléfono. Al atender fue como recibir el llamado de Dios. ¡¡Era Selena!! Me dijo que estaba en mi camioneta, porque para variar no había encontrado las llaves de su auto, y al llevarse mi camioneta, también se llevó mi celular. Iba a preguntarle dónde estaba y con quién tratando de mantenerme en la mayor de las calmas. “Estoy aquí con ella. Vengo del hospital y por suerte no le encontraron nada…”, me dijo, para decirme luego en tono mucho más bajo: “Ya comprobé la última de sus mentiras. La dejo en el hotel y me vuelvo a casa…”. Yo entré en pánico. Estaba seguro, casi convencido, de que esa mujer lo haría apenas pisaran el hotel, y aunque quisiera yo no llegaría. Pensé en cualquier excusa que la desviara o la detuviera en el camino. De nada serviría explicarle mis temores y certezas. Ella no lo creería. Para Selena todo estaba resuelto y ya nada la detendría en su objetivo. No tenía forma de explicarle por celular y menos estando ella cerca que era Saldívar la que tenía todo resuelto y que nadie impediría lo que tenía decidido hacer unas cuantas semanas atrás. Gritar, alertar, implorar de nada serviría, estando el peligro tan cerca y a un disparo. En un segundo se me pasaron todas las imágenes, todo lo que sobrevendría después si se daba lo que esa perversa quería. Pensé en la bata que dejó Selena en la bañera, en las cuentas que habíamos dejado pendientes del día anterior, imaginé un nuevo mensaje en el contestador, esta vez de algún familiar, por caso de una tía, que me avisaba de que debía concurrir de inmediato al hospital porque algo le había ocurrido a Selena, pensé en nuestro tercer aniversario a cumplirse en sólo dos días hecho añicos, pensé en el escenario en el que mañana nos presentaríamos en Los Ángeles para dar nuestro siguiente concierto devenido en un santuario en el que se le harían ofrendas y recuerdos a Selena, pensé en el campo que compramos con Selena abandonado ante la ausencia de ella, pensé en lo que sería mi vida sin mi esposa, sin ninguna motivación para querer seguir a pesar de todo. Me sentí caminando en una cornisa en la que, ante cualquier tropiezo, cualquier error, me llevaría al horror. Y tenía a Selena, o la voz de Selena, en la palma de mi mano … y a la asesina, o eventual asesina, al lado, a unos escasos metros del objetivo … “Oye, Selena … ¡¡No sabes lo que me pasó!! No encontré la aleta de tiburón para la cena de esta noche. ¿Se te ocurre otro lugar en el que se la pueda comprar?”. Selena comenzó a reír con ganas. “¿De veras es lo que me dices? No puedo creer que te haya pasado esto. Mira. Acabo de pasar por un lugar en el que podría comprarlo, ¿pero qué te parece si…?”, me dijo. “Mira, Selena … ¿Por qué no vas tú? Es que yo estoy con mi padre y pensábamos ir a visitar a uno de nuestros parientes que está a una hora de aquí … Disculpa que te pida esto. ¿Tú estás lejos del Days Inn?”, le dije casi susurrando. “¡¡No!! Estoy sólo a quince calles … Está bien, por ser tú cuando vuelva del motel paso y te la compro. No tardaré…”. Entré en la más absoluta desesperación. Sabía que si seguía camino, era el fin. No podía alarmarla, pero en cierto modo tenía que hacerlo. Me sentía como la protagonista de la película “La niebla”, de John Carpenter. Me contenía para no gritar, pero casi no lo podía evitar. “Selena. Sigue conduciendo como si nada. No digas nada. No comentes nada. Sólo di que te detendrás en la pescadería y ni le des tiempo a que haga nada. Ella no devolvió el arma aunque se lo pediste y no sé qué hará con ella. Sólo detente y por nada del mundo vayas al Days Inn. Dime que lo has comprendido y espera a que vaya por allí”, le dije con desesperada calma. “Está bien, comprendido”, dijo Selena con una voz que disimulaba el temor y cortó. En cuanto cortamos la comunicación, salí corriendo al auto y fui en búsqueda de Selena. Ni me fijé en mi padre ni reparé en lo que estaba haciendo. Yo estaba presa del pánico pero decidido a lo que tenía que hacer. Fui violando todas las reglas de tránsito en busca de la calle que iba del hospital al Days Inn. Con desesperación llegué al lugar sin saber con qué podría encontrarme. Tenía terror de que la asesina se hubiese avivado de todo y hubiese disparado o al menos amenazado a Selena. También tenía miedo por la actitud de Selena. Yo le había adelantado algo de lo que podría suceder …Estacioné lo más disimuladamente posible y me dirigí a la pescadería. Me fui acercando lo más alejado del centro de la puerta para que no me vieran desde adentro. Cuando por fin entré, para mi desesperación no vi a Selena ni a esa mujer en el lugar. Busqué entre la gente que estaba en el comercio y no las podía ubicar. Corrí hasta la puerta en busca de la camioneta en la que iba Selena y no la encontraba. Preso de la desesperación comencé a gritar por ella y nadie me contestaba. Estaba por tomar mi auto para ir al Days Inn cuando vi que un vehículo a toda velocidad pasó tan cerca de mí que casi me pisa. Estaba por insultar cuando vi que era Selena ... Se ve que me quiso dar una señal de extrema advertencia al no poder pedirme auxilio a los gritos. Decidí ir al motel por un camino alternativo para llegar antes. Avancé lo más rápido que pude hasta que llegué al lugar y a la habitación que tan bien conocía desde ayer. Seguía con la agitación y con el terror de que las cosas sucedieran antes de que yo pudiera hacer algo. Al poco tiempo de estar allí escuché acercar a dos personas que discutían pero una de ellas trataba por todos los medios que no se las escuchara, pues la otra lo hacía con toda la intención de que lo notaran. Selena había encontrado por primera vez en la sobreactuación su forma de supervivencia ... La pérfida buscaba evitar el escándalo hasta que llegaran a la habitación y así cumplir con su cometido … Cuando estaban por ingresar yo me adelanté y dirigiéndome a Selena le dije: “¿Pero qué pasa aquí, Selena? ¿Otra vez aquí como ayer? Te busqué en la pescadería. Como no te vi, supuse que estabas aquí”. “¿Con qué tú eras, eh? Debí suponer que todo era una trampa. ¡¡Vamos!! ¡¡Entra a la habitación!! ¡¡Aclararemos las cosas de una buena vez!!”, me dijo la pérfida blandiendo su arma. Yo miré a Selena y su cara de ruego me hizo saber que la salvé por un pelito pero ahora estábamos por sucumbir los dos en poco tiempo ... Sólo me consolaba del momento que si pasaba lo peor, al menos nos iríamos los dos juntos … Simulé que acataba su orden y esperé el momento en el que pensé que podría hacer algo … sin lastimar a Selena … Cuando pasé detrás de Selena entrando a la habitación giré temerariamente y manotee el arma de la mujer y cayó. Cuando estaba por tomarla ella se me adelantó y la pateó, tras lo cual fue en busca de ella para acabar todo de una vez. Miré desde el suelo a Selena y sólo corrí a abrazarla. Era lo único que me quedaba. Que pasara sobre mi cadáver antes de que la tocara. Selena se abalanzó sobre mí, me dio un beso y me dijo: “¡¡Te amo, Chris!!”. “¡¡Yo también, Selena!! ¡¡Que el Señor se apiade de nosotros!!”, le dije mientras buscaba una última salvación antes de que la asesina viniera a por nosotros. Cuando ella tomó el arma y estaba dispuesta a entrar a la habitación a cumplir con su cometido, apareció mi padre, ¡¡sí mi padre!!, al grito de “¡¡Tú no vas a ningún lado, mala mujer!!”. Estaba por gritarle que se apartara de allí cuando de pronto vi que detrás de él estaba el padre de Selena y la policía. La pérfida abrió sus manos en señal de ruego pero la policía no tuvo ningún miramiento. La esposaron de inmediato y se la llevaron. Yo estaba sin habla con Selena abrazada a mí y llorando. Mi padre se acercó y me dijo: “Tú te fuiste sin decirme nada. Sabía que algo no andaba bien y fui en busca de Abraham y le conté lo que pasaba. El resto es historia conocida…”. Abracé a mi padre con fuerza y agradecí que el Señor lo pusiera justo en mi casa el día anterior. El padre de Selena se abrazó con su hija y lloró como nunca lo había hecho y le prometió que no la expondría jamás a semejante situación si él tomaba la decisión de despedir a alguien cercano a ella ... Había algo que aprendí ese día. Las cosas suceden por algo. Nada es casualidad. Aprendí que no sólo había que dar cuenta de las señales de alarma sino que debía actuarse en consecuencia y rápidamente, sin esperar otras señales más claras, pues si no se lamentaría para siempre no haber hecho lo que correspondía. También aprendí que había que estar a la altura de las circunstancias. Que si Selena ya era una estrella y una promesa mundial no tenía que exponerse a ciertos problemas generados por psicópatas que encima conocíamos. Bastante teníamos con los desconocidos como para que nos dejáramos madrugar por los que ya conocíamos bien… Cuando pudimos recuperarnos de lo peor, le pregunté a Selena: “¿Quieres ser una estrella?”. Me contestó afirmativamente. Le volví a preguntar: “¿Quieres ser una famosa diseñadora?” Me dijo que claro que sí. Y por fin le pregunté: “¿Quieres ser feliz?”. “¡¡Por supuesto!!”, me contestó. “¿Entonces qué esperas?. Sólo mira para adelante en la vida y déjate acompañar por los que quieren lo mejor para ti. No sigas jamás a esa gente que sólo pide y nada te da más que problemas. ¿Me lo prometes?”. Selena se abalanzó sobre mí y me exclamó: “¡¡Claro que te lo prometo!!!”, sin dejarme de darme miles de besos. Fuimos a nuestra casa sin dejar de estar abrazados. Cuando entramos sólo le dije: “Fijate en el baño. Te has olvidado de guardar la bata. Ya es hora de hacerlo. ¡¡Y prepárate que tenemos que cenar con mi padre y que mañana tenemos que dar nuestro mejor concierto!!”. Selena se fue cantando al baño mientras yo miraba hacia afuera. Todo parecía haber cambiado de golpe. El día lucía de pronto despejado y con el sol a pleno. Eso también era otra señal. Una señal de que íbamos por buen camino. Una señal de que sería feliz por siempre y para siempre con Selena, siempre con Selena… (Te acompaño en el sentimiento, Chris. Cada una de las palabras que expresas en tu libro es el sentir de todos los corazones rotos por la ausencia de Selena. Ojalá nunca hubieses tenido que escribir ese libro como yo de escribir sobre Selena aun a riesgo de no conocerla jamás. Porque si así hubiesen sido las cosas, Selena estaría viva, feliz, sonriente y con los sueños cumplidos al lado tuyo, Chris. Y eso, sólo eso era lo más importante. Yo también hubiese dado lo que sea por cambiar ese triste final. Yo aún no pierdo las esperanzas, como tú tampoco, Chris. Yo sigo esperando el día en el que me levante y vea a Selena con su sonrisa de felicidad por todo lo hecho y por lo bueno por hacer…) Yo no pierdo las esperanzas, Selena. Por eso estoy aquí… Te quiere con toda el Alma, por siempre y para siempre… Sergio Ernesto Rodríguez (Buenos Aires, Argentina)

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