…Y es todo lo que me queda de tu Amor…

30 de septiembre de 2010








Cuesta creer, Selena…


Te fuiste, Selena, cantándonos “Como la Flor, con tanto Amor, me diste tú, se marchitó, me marcho hoy, yo sé perder, pero ay, ay, ay, cómo me duele”. Y ése, que fuera tu primer gran éxito, el primer N°1, que te llevara al camino de la fama no sólo en México sino en Estados Unidos, acaso marcaría una de esas tantas señales que definirían tu destino, un destino nunca pensado, ni imaginado, pero que llegó y que se plasma en aquellas letras que supiste cantar. ¿Cómo imaginarse que una flor como tú se iba a marchar y marchitar? ¿Cómo imaginarse que ibas a marcharte aceptando tu derrota como también expresaras al cantar “No me queda más”? ¿Cómo hacer para no sentir ese cimbronazo del destino cuando dices que te duele aceptar no poder seguir compartiendo el Amor de todos, el Amor de todos los que han sabido quererte bien? ¡¡Si vieras, Selena, cómo duele perder tu Amor!! Junto a tu partida te has llevado nuestros corazones. Difícilmente podamos volver amar a alguien después de conocerte, Selena, porque todo el Amor que podíamos dar te lo llevaste tú. Como verás, tus letras que supiste cantar como nadie siempre están presentes no sólo por lo lindas sino porque nos recuerdan una y otra vez que no estás aquí…

A veces cuesta entender la realidad. A veces cuesta comprender ver ciertas cosas cuando se sabe que esa realidad que uno tiene, ve y palpa cambia en un segundo, sin pedir permiso, sin tener piedad con gente que ha sabido dar todo y que ha recibido semejante castigo del destino. Te veo en “Padrísimo” hablar de tus proyectos, Selena, te veo tan hermosa, tan segura, tan chispeante, con tantas ganas de cantar, de ser gustada, de que te apreciaran por lo que eras y representabas que ni remotamente uno podía imaginarse lo que sobrevendría después. Allá por febrero de 1995 hablabas de tu disco en inglés, expresabas tu alegría de que por fin saldría ese disco allá por mitad de ese año, de que sabías perfectamente de que 1995 era un año muy importante para todos pues estaba el grupo a las vísperas de pegar el gran salto, ese salto que los depositaba al éxito en el mercado anglosajón en Estados Unidos y de allí a todo el mundo, y reafirmabas todo el esfuerzo que implicó llegar hasta allí … Cuesta creer que en poco tiempo eso que parecía tan seguro se desmoronara como un castillo de naipes en forma irremediable. Uno, sea en ese momento como tiempo después, espera ver algo, una señal, un gesto, un enojo, una actitud desconcertante que nos explique aunque sea algo de este sinsentido, de ese sinsentido del cual -siempre quedará claro- has sido tú la única víctima, la víctima que nunca había hecho mal a nadie, que sólo dio Amor y nunca dio motivo a ninguna polémica ni a ningún tipo de envidia. ¿Cómo explicar esto entonces si encima no puedo ver nada que me indique ese cruel destino que sólo lo podemos explicar si escuchamos algunas letras de tus canciones? Duele y duele mucho el verte cantar en la emisión de marzo de 1995 del programa “Padrísimo” el tema “Fotos y recuerdos”. Es escucharte, oír bien la letra, ver tu expresión de alegría, observar la fecha de emisión del programa (8 de marzo de 1995) y no poder explicar ese nefasto día, la previa de ese día, ni que esa canción expresara el más legítimo sentimiento sin consuelo, de tristeza, de impotencia, de desazón, de llanto y de dolor interminable por tu destino, y de aferrarnos a lo único que nos queda ante tu partida: “Tengo una foto de ti que beso cada noche antes de dormir. Está media rota y ya se está borrando por tantas lágrimas que estoy derramando. Y es todo lo que me queda de tu amor: sólo fotos y recuerdos”. Y como si fuera una mueca del destino, todos los días y todas las noches hago algo que canto contigo: “Tengo una foto de ti que beso cada noche antes de dormir. Y es todo lo que me queda de tu amor: sólo fotos y recuerdos...”.

Cuesta entender verte ese 8 de marzo de 1995 haciendo de presentadora en el programa “Padrísimo”. No porque no entendiera por qué estabas allí. Muy por el contrario, lo sabía perfectamente. Ya eras una estrella consagrada. Estabas allí una vez más en agradecimiento porque en ese programa te habían ayudado mucho a difundir tu música y a apoyarte para llegar a ser lo que eras en ese momento. Estaba muy fresco aún lo que habías generado en el Houston Astrodome ante 65.000 personas. Era lógico que hasta te dieran el espacio no sólo para cantar sino para presentar el programa ante la ausencia obligada de su conductora. Lo que no se puede entender qué podría haber detrás de tu sonrisa para explicar lo que vendría después. No se puede entender, pues hasta parece que tu destino estuviera guionado por un escritor de Hollywood, y producido y dirigido por un reconocido cineasta. Todo parece escrito, todo parece estar presente sin que nadie captara la señal del destino. Todo parece estar implícito cuando la conductora se comunica contigo para felicitarte por tu performance en su programa y te dice que espera que se repita la experiencia deseando que no sea la última vez que se dé esa hermosa emisión … Cuesta creer, ver y escuchar esas palabras y saber perfectamente que ésa sería tu última aparición en “Padrísimo”, sin que nadie pudiera imaginar que así sería. Y si por allí alguien hubiese sabido de esa circunstancia, todos nos hubiésemos preguntado qué problemas surgieron para que no te presentaras más allí, o hasta hubiésemos imaginado que el éxito fue tan grande que nunca tuviste ni la oportunidad ni el tiempo para volver al programa alguna vez. Era el miedo que tenía Johnny Canales en lo que también sería tu última aparición en su show. En aquella oportunidad, él recordaba que tú cantabas desde que eras muy pequeña, remarcaba que en aquellos tiempos no sabías hablar el español y que siempre te aconsejaba sobre la necesidad de hablarlo en el futuro para que te quisieran en México, y te felicitaba pues en ese momento ya te habías convertido en la artista latina más importante y en el crédito mayor que hubiera dado Corpus Christi y todo Texas. Y con el miedo de que esa fama hiciera que ya no fuera posible que volvieras al “Show de Johnny Canales”, él te rogaba que nunca te olvidaras de él y de todos los que estaban allí admirándote y dándote todo su cariño. Tú le dijiste que no se preocupara, que nunca te olvidarías de él ni del público y que muy pronto volverías … Fue tu última aparición allí y con ello no fue posible, entre tantas otras cosas, que llegaras a la Argentina, tal como lo adelantaste allí…

Cuesta entender verte en el Houston Astrodome el 26 de febrero de 1995 y comenzar tu show con ese increíble y memorable Disco Medley. Tal como lo habías dicho apenas unas horas antes en el Programa “Onda Max”, ese inicio era un simple muestrario de lo que iban a ser tus futuros conciertos. Estaba en marcha el disco en inglés, ya se sabía en qué iba a consistir y el público de Estados Unidos, te conociera o no, debía estar preparado para lo que les ibas a ofrecer en el futuro. También ese momento y ese inicio eran una prueba de fuego para ti, porque buena parte de la expectativa y de la reacción de la gente ante semejante inicio te daría la pauta sobre dónde estabas parada y hasta dónde podrías llegar con esa interpretación que apenas era una muestra, una pequeña dosis de todo tu potencial como artista. Ya en breve les mostrarías hasta dónde llegaba tu talento y tu versatilidad con ese disco que quién sabe cómo se iba a llamar en realidad. Casi seguro les mostrarías y los sorprenderías con “I could fall in love” que ya lo habías grabado y que sería tu tema de presentación del disco. Pero antes de todo esto les mostrarías cuál era la medida, cuál era tu verdadero potencial con esa presentación interpretando ese Disco Medley de los años ‘70. Es cierto que varias veces les cantaste en inglés pero siempre era un par de canciones mechadas con tu repertorio en español. Ahora iniciabas con varias canciones en una suerte de potpurrí que te permitía lucirte con todo tu potencial que no sólo consistía en que se notara tu buena voz, sino tu baile, tus desplazamientos, tu encanto, tu carisma, tu personalidad, tu temple, tu pasión, hasta dónde no te pesaba semejante marco dado por tanta gente y tanta expectativa. Tú no sólo superaste la prueba sino que los impactaste. Sorprendiste a propios y a extraños. Ganaste la admiración de tus fans, de la gente que te conocía pero no era admiradora tuya y de la gente que recién te conoció a partir de allí. Fue tu carta de presentación que generó la admiración de gente que te conoció mucho después. Fue hasta el momento obligado de inicio para la película que se hiciera en tu nombre y memoria. Pero fue eso. Sólo una muestra. Un indicio de lo que podías haber hecho pero que nunca pudiste repetirlo y mostrarlo en total plenitud. Y cuando tenías la oportunidad de volverlo a hacer en un concierto propio, no se pudo dar. La cita iba a ser el 1 de abril de 1995, tan sólo un día después del nefasto día, tan sólo un día antes de tu tercer aniversario de casada, a sólo dos semanas de tu cumpleaños número 24 … Cuesta creer…

Cuesta creer que tu vida, Selena, haya sido un trabajo duro para llegar a asomarte al mundo, para demostrarle lo que eras capaz, hasta dónde podrías llegar, todo lo que querías ser y hacer, para después despedirte sin sentido alguno. Y que te fueras dándonos en tus canciones y en tus actuaciones esas pequeñas muestras que no dejan más desconcertados y más doloridos. A veces ante cosas tan desgraciadas uno no tiene manera en algunos casos de demostrar si aquello que se asomaba realmente era una realidad o sólo era una de las tantas promesas que sucumben en la realidad y en el tiempo. En tu caso, Selena, llegaste a demostrar no sólo que habías llegado a la fama y al éxito, sino que no tenías límite y que todo lo que te habías propuesto lo ibas a lograr pronto, más que nada porque tenías al público de tu lado, y tenías un enorme talento, ganas de crecer y de que te quiera todo el mundo. Ese público estaba encantado contigo, te quería, te apreciaba, se sentía identificado contigo. Y cuando eso se da, difícilmente eso se revierta. Tenías que defraudarlos y mucho para que las cosas se te volvieran en contra, y a esa altura de tu carrera, Selena, estaban dispuestos a perdonarte todo, sin necesidad de que sucediera alguna desgracia para sentir esa sensación. El público no iba a empezar a quererte por pena ante tu destino luego de un largo tiempo de indiferencia o de admiración sólo por algún hit. La gente te quería, y en algunos casos te amaba desde hacía mucho tiempo, como sucedió en Texas. Ya la gente te admiraba y se sorprendía de tu talento desde que eras adolescente, y tenía contigo un cariño muy especial. Desde los 16 años recibías premios y te ganaste el Amor de tu gente pues tú ibas a darle un concierto a su pueblo en vez de que ella tuviera que trasladarse kilómetros y kilómetros para verte. Tú construiste tu fama muchos antes de que los grandes medios de comunicación se dieran cuenta de lo que eras como artista. Lo que para ellos en 1994 era una novedad, para muchos ya era una realidad desde hacía un largo tiempo. Y cuando habían empezado a aparecer los grandes reconocimientos, los grandes premios como el Grammy, las apariciones en público en las grandes cadenas televisivas, cuando aparecías como actriz en telenovelas, cuando eras invitada asidua en los grandes festivales, cuando ya te codeabas con las grandes artistas del momento, te marchaste, sin poder demostrar que tu talento era infinito y que tu poder para conquistar todo el mundo era ilimitado y construido en base a tanto Amor que no tenía nadie de tu género. Realmente cuesta entender…

Es imposible no verte o no escuchar tus últimas grabaciones y sentir un nudo en la garganta y una pena en el corazón, pues parece que permanentemente estuvieras cantando tu destino, como si estuvieras desafiando esa ley inexorable que nos llega a todos y que se ensañan incluso ante almas tan nobles como tú, Selena … Uno te escucha en una de tus últimas grabaciones, que ni siquiera pertenecía a un disco tuyo ni de tu banda, sino que fue hecho en homenaje a un artista, y cuesta entender y duele escuchar esas palabras que salen de tu boca. En “A boy like that”, el escucharte decir “Un hombre así matará a tu hermano. Encuentra a alguien que es como tú. Un muchacho así te dará tristeza. Cuando termina te deja sola, triste y sola”, es ver que se te acerca tu destino, es como si uno pudiera verlo, es como querer gritarte que seas tú la que tome ese consejo, que tal vez haya que cambiar los géneros y nos demos cuenta de que una mujer así puede matar a una hermana, y que una mujer así puede dejar a una mujer triste y sola , con un destino trágico y una vida hermosa con tantos sueños hecha añicos … y una familia atónita sin poder reaccionar jamás frente a tamaña afrenta. ¿Qué estarías pensando en ese momento, Selena? ¿Acaso estarías contenta de tu vida y de tus sueños que nunca te hubieses imaginado que esa letra llena de muerte tuviera que ver contigo? Puede ser. Es lógico que en tu corta edad nunca pensarías en algo así y menos para ti, que jamás pensaste que recibirías como respuesta a tu Amor semejante bofetada. Puede ser. “Puede ser” fue el último tema que grabaste. Un tema que hasta costó un tiempo saber de su existencia, y cuya letra sueña extraña cantada por ti. Una letra que hasta muestra una historia que muchos quisieron hacernos creer que a ti te había pasado en tu vida real. Así es la vida. Cruel, inentendible y muy injusta. Cuesta creer aún hoy, Selena…

Uno te escucha cantar “Acuérdate de mí” y siente escalofríos. Es muy difícil no asociar esa canción a tu suerte, a tu destino que nunca uno podía imaginarlo en aquel momento en el que lo cantaste. Cuando te escucho tan joven cantar “Este día me acordé de ti. Al oír nuestra canción, volví por un momento a los tiempos más felices que pasé contigo, mi amor. A veces yo pienso si tú también recuerdas los momentos de nuestro amor. Cómo quisiera saber si tú también piensas en mí. Pensando en ti yo te quiero aquí. Acuérdate de mí, mi amor”, siento como si hoy mismo tú misma lo cantaras y nos imploraras que te recordemos por esos tiempos hermosos en los que nos dejaste todo. Es inevitable en tu recuerdo no sentir eso al saber tu destino, al saber que partiste de este mundo sin comprender, al saber que corriste y lloraste por tu destino irremediable preguntándote acaso cómo te recordaríamos, si acaso te olvidaríamos o si tal vez te miraríamos con indiferencia llevados por las dudas sobre ti generadas por muchas cosas pérfidas que se dijeron sobre tu persona, y que la morbosidad y la maldad de cierta gente, siempre presentes en este caso, en especial de esa mujer que te asestó la peor traición, triunfarían y estarían por encima de tu amor ... No, Selena, nunca lograrían eso. Tal vez te fuiste sin poder entenderlo, sin poder pensarlo y sin poder sentirlo porque en ese día premonitoriamente lluvioso estabas tan triste y sola, pero todos nos llevamos aquellas palabras que tú cantaste maravillosamente y que te definían como nadie lo que eras como artista y como persona. Te fuiste como si nos cantaras “Yo fui aquella quien te amaba cuando tú necesitabas amor. Yo fui aquella quien te abrazaba cuando tú sentías mucho dolor. Y ahora que yo te necesito no te puedo encontrar. Quizás todo ha cambiado. Quizás me has olvidado. Pero quiero que recuerdes que siempre fuiste todo para mí”. Y ese sentimiento nos lleva a recordarte siempre, a demostrarte no sólo lo que representas para nosotros, sino para decirte que tú siempre estuviste presente cuando estábamos solos y ya nada esperábamos de nada ni de nadie. Tú estuviste siempre allí con tu voz, con tu talento, con tu risa, con tu dulzura, con tu presencia, con tu saludo. Sé que nos necesitas, sé que no nos puedes encontrar aunque nos busques. Pero ten por seguro, Selena, que no nos hemos olvidado. Incluso te sorprendería que gente como yo, de tan lejos y que te ha conocido tiempo después, está aquí para agradecerte, para hacerte compañía, para desafiar el tiempo, el destino, tu destino, y para esperarte a pesar de todo. Y para en tu recuerdo cantar y sentir contigo “Yo fui aquella que pensaba en ti cada momento. Yo fui aquella que te vi partir como los vientos. No puedo comprender por qué me dejaste. No puedo comprender por qué me lastimaste. No importa el dolor. Tú sigues siendo mi amor”…

Y aunque nunca salga el sol, Selena, yo siempre cruzaré la montaña, atravesaré todos los caminos, lucharé por tu Legado contra toda lógica y contra el paso del tiempo. Porque tú, sólo tú, Selena, robaste mi corazón, y nada se puede hacer frente a eso más que gritarlo a los cuatro vientos para que todo el mundo sepa lo que eras como artista y como persona. Tú nos enamoraste, tú nos encantaste con tu presencia, sólo contigo quiero estar y ni tu ausencia lo impedirá. Tu siempre gritaste a cuanto quisiera escucharte en cada concierto “Ámame, quiéreme” y nos pediste “No te vayas” ante cada canción. Tú sabías que eras la mejor, pero necesitabas que te lo dijeran con un aplauso, con un reconocimiento, con una muestra de cariño y de Amor. Y eso que pedías lo has logrado con creces, pues el que siembra siempre cosecha, y para pedir que te quisieran primero aprendiste a querer tú. Por eso las muestras de Amor antes y después del nefasto día. Por eso nuestro afecto, nuestra sonrisa, nuestro dolor, nuestro llanto, nuestra muestras de afecto. Aunque nunca entenderemos por qué te hicieron esto, por qué nos hicieron esto, siempre estaremos aquí para hacer tu sueño posible, para que tu Amor termine por conquistar todo el mundo y para que algún día te encontremos y te podamos decir que todo lo que tú hiciste, Selena, valió la pena, y te lo podamos certificar con una sonrisa y con lágrimas en los ojos. Nada nos pondría más contentos que ver tu expresión de satisfacción al apreciar que al menos no te hemos olvidado, y que tu Amor pudo y valió más que tanta locura y tanta insensatez…

Y aunque me cueste entender todo, aunque una y otra vez salga de mí una mueca de dolor, de tristeza, de no poderme explicar cómo no estás aquí luego de ver alguna actuación memorable de tu parte, yo sacaré fuerzas de donde no tenga, sacaré la energía de ti que nos sigues transmitiendo en cada actuación, en cada reportaje, en cada sueño, en cada anhelo que supiste expresar, para recordarte y para cumplir ese sueño de ser la mejor artista latina de la historia y de que todo el mundo te lo reconozca con un aplauso, con un beso, con un agradecimiento, con un cariño expresado de la manera que mejor se pueda; es decir, que se te recuerde como tú querías, Selena: que todo el mundo te recuerde con Amor…

Siempre estaré aquí, Selena, todos los días, todos los meses, todo el año para hacerte compañía, para no dejarte nunca sola y para que sepas que siempre tendrás el Amor de tu gente, ese Amor que sólo tú podías transmitir del mismo modo que tus canciones. Y aunque no tenga más fuerzas, aunque no tenga más palabras, yo siempre estaré recordándote y diciéndote cosas bonitas, palabras que salen de mi corazón, ese corazón que es enteramente tuyo…

Simplemente te quiere con toda el Alma…

Sergio Ernesto Rodríguez
(Buenos Aires, Argentina)









Todo lo que siento por ti, Selena…


A veces me pregunto, Selena, que se siente por ti, qué buscamos de ti, qué es lo que se siente al evocarte y al recordarte, qué nos une a ti, qué es lo que vemos detrás de aquellas canciones, detrás de aquellos conciertos, detrás de aquella figura. Me pregunto qué relativo es todo, cómo puede lo presente no tener incidencia alguna en nuestras vidas y tú, Selena, estar siempre presente y estar en cada acto de nuestras vidas, en cada sentimiento, en cada sonrisa, en cada cosa que emprendamos con alegría. A veces siento que te buscamos todos los días, te esperamos todos los días, diagramamos nuestras vidas haciendo lindas cosas con nuestra mejor predisposición, acaso esperando que estés en algún lugar sonriendo satisfecha porque no se te olvida, porque se te tributa siempre, porque se te homenajea siempre, porque observas que damos sin esperar, porque exponemos nuestros corazones a la hora de recordarte, porque le gritamos al mundo todo lo que significas para nosotros con el orgullo de sentirte tan cerca, con el orgullo de quererte, con la satisfacción de dar todo sin esperar nada a cambio, pero siempre teniendo la secreta esperanza de que vuelvas a estar con nosotros…

A veces me pregunto por qué sentimos esa necesidad de decir eso que sentimos tan a flor de piel, y que es que tú eres lo más hermoso que hemos conocido, que tu vida, que tu historia, que tus sentimientos expresados en cada canción nos llegan hasta lo más profundo de nuestras almas. Que hasta que te conocimos a ti la vida era de una manera, pero contigo pasó a ser de otra, que todo tiene tu color, tu presencia, tu Amor. Me preguntó cuál era la dimensión de tu magia, por qué nos llegaste tan hondo en nuestras sensaciones y en nuestro espíritu, por qué has logrado conquistar con tanta facilidad a propios y a extraños, por qué has logrado conmover tanto a los que te conocieron y vieron en concierto como a aquellos que sólo te conocieron a través de videos, de fotos, de entrevistas. Me pregunto qué tenías para ser tan diferente de todas. Me pregunto cómo tenemos la certeza de que nadie tiene ni tendrá ese talento, esa voz, esa naturalidad, esa espontaneidad, esa franqueza, esa firmeza, esas ganas, ese sentimiento que tenías sólo tú para cautivar a tanta gente y hacerla sentir tan identificada a ti. Me pregunto qué sería de ti hoy, hasta dónde hubieras llegado, qué nos ofrecerías en la actualidad, cómo reaccionarías hoy si vieras la magnitud de lo que has logrado y de hasta dónde has llegado, si pudieras apreciar lo que la gente te expresa a la hora de recordarte como lo hago yo en este momento…

¿Por qué Selena a la hora de evocarte salen todos mis sentimientos, puedo hablar sin límite alguno, puedo escribir con tanto Amor, con tantas ganas, con tanta pasión sin que haya tenido la posibilidad siquiera de estar tan cerca de ti? ¿Por qué si me preguntan por ti se me ilumina la cara y puedo pasar horas y horas diciendo lo que siento, expresando lo que representas para mí, y exteriorizando mi dolor y mi desconsuelo por no poder entender por que no estás aquí entre nosotros? Todo esto pasaba por mi mente porque alguien me preguntó en el trabajo por qué tenía tantas fotos de “esa chica” en mi escritorio. Perdona Selena si por allí me cuesta poder reaccionar cuando alguien se me acerca con esta pregunta, tal vez porque quisiera no tener que explicar nada de por qué tengo tus fotos, de por qué estás allí tan presente en mi vida. Quisiera no tener que explicarlo, pues preferiría que todos pudieran saberlo y tenerte tan presente como te tengo yo. Y es allí cuando empiezo a decirles por qué tengo esa foto como fondo de pantalla en mi computadora, por qué tengo pegada una hoja impresa con la nota denominada “Una sola Selena”, en la que se te recuerda con cariño y se te recrea con una hermosísima imagen tuya de aquella sesión de fotos de “Amor prohibido”, por qué quiero que vean lo que exhibo, que vean que aquí tan lejos hay alguien que te tiene tan presente como si te hubiese conocido de toda la vida, como si fueras parte de mí, como si el motor de mi vida fueras exclusivamente tú. Podía sentirlo al verme explicando a aquella persona cada paso, cada detalle, cómo me has conquistado, cómo llegué a ti, cómo eras como artista, todo lo que habías logrado, todo lo que estabas por lograr, todo lo que tuviste que llegar para ser esa artista incomparable, cómo me duele ver con impotencia ese triste final, cómo no le encuentro explicación a tu ausencia difícil de entender, por qué durante años me unía a ti sólo por buscar el alivio de una explicación que me calme de tamaña locura, de tanta sinrazón y por qué después me uní a ti para siempre por verte actuar, por verte cantar, por verte sonreír, por ver lo increíble que eras como artista, que tenías todo, todo para dar y que ahora me cuesta más poder hallar una respuesta, porque aunque tuviera toda la explicación de tu partida incomprensible, ya estoy tan ligado a ti emocionalmente que cualquier razonamiento, que cualquier explicación “razonable” no podrá calmar la angustia de no poder verte, de no poder apreciarte, de no poder ver y sentir con satisfacción que todo lo que has soñado lo estás cumpliendo con creces…

Me pone muy bien poder decirle a cualquiera que, a pesar de todo, a pesar de los infortunios, a pesar de estar tan lejos, a pesar de tener una historia tan distinta, yo me identifico plenamente contigo, que todo lo que siento por ti está bien presente, que me siento orgulloso de poder exteriorizar a todo el mundo lo que eres para mí, que es todo, absolutamente todo. Que me siento identificado con tu dolor, con tu sacrificio, que por aquel mandato familiar tuviste que soportar una vida que no elegiste, pero que a pesar de todo igual le pusiste tu mejor sonrisa, tu mejor predisposición, tu Amor infinito. Me siento identificado con esa adolescente que estaba sola en el autobús por las noches de pueblo en pueblo en busca de un destino mejor mirando las estrellas, ese cielo negro de incertidumbre, y permitirse soñar, soñar con que algún día se iba a dar lo que uno tanto quiso, lo que uno tanto soñó. Me siento identificado con esa mujer que siempre se permitió pensar en que todo era posible, en que aun estando muchas veces en la mala, se podía enfrentar la peor de las adversidades poniendo todo de sí con Amor, con humildad y con honestidad. Me siento identificado con esa mujer que era capaz de estar todo el tiempo ocupada sin interrupción para hacer todo, para no esperar que las cosas vengan solas, sino de luchar para lograrlas. Me siento identificado con esa mujer que supo encarar los problemas más difíciles siempre con predisposición a enfrentarlos, no rehuyendo de nadie, no huyendo de nadie. Me siento identificado con esa mujer que se emocionó con aquel Premio Lo Nuestro 1993 a la mejor cantante regional méxico-americana, con su mano en el pecho, con sus lágrimas, con esa expresión de alegría y llanto a la vez. Me siento identificado con esa mujer que cada cosa lograda la tomaba como un logro inestimable, porque cada paso adelante costaba mucho lograrlo, y porque muchas veces un paso adelante podía significar dos atrás…

Y en esas palabras que le explico a aquella que te descubre por todo lo que yo le dije y que le genera la curiosidad de ver por su cuenta lo que eras, yo le digo que me atormenta tu ausencia, que nunca podré vivir en paz en este mundo sin tu presencia, que nunca entenderé aquel lluvioso y nefasto día. Le diré que tu ida en este mundo pone en evidencia que el mal no tiene una sino varias caras, y que muchas de ellas no son ni tan visibles ni tan evidentes. Le diré que tú y tu familia han sido víctimas de una persona que se las ingenió muy bien para ganarse la confianza de todos, esperando que ustedes le cuenten todo mientras ella no les contaba nada de sí. Le diré que lo que te pasó a ti fue mucho más increíble y mucho más inconcebible que lo que le sucedió a John Lennon. Él no conocía ni tenía forma de conocer a su victimario. En cambio, tú sí conocías a tu victimaria. Y no sólo tú. También tu familia. Le diré que tu padre la tomó para fundar un club de fans a pedido de ella, pues a nadie de ustedes se les había ocurrido armarlo aunque ya para 1991 ya eras una artista muy conocida y querida, sobre todo en Texas. Y que de a poco se ganó la confianza de tu hermana, de ti y hasta de tu esposo. Y que ese nefasto día planificó el hecho con toda la meticulosidad y con toda la perversión de un alma tan mala y tan falta de corazón. Primero te hizo pasear para que todos vieran que ese día las dos estaban juntas y bien, y después de logrado su cometido volver al motel en el que se alojaba para asestarte la peor de las traiciones, para anoticiarte de algo del cual nunca te imaginarías que te iba a hacer. Ni tú ni tu familia. Le diré y me preguntaré como no te supieron cuidar y te expusieron ante un problema que, ya planteado, aconsejaba alejarte de aquella mujer. Cómo no se extremaron las precauciones. Que siempre era preferible tenerla lejos diciendo tonterías que nadie creería, que tenerla cerca en el mayor de los peligros. Le diré y me preguntaré que estando en tu mejor momento qué hacías allí desviando tu camino para caer en la peor de las trampas. Que cómo teniendo tanto por hacer le diste prioridad a esa persona. Pero también le explicaré que gente como esa mujer hay mucha, mucho más cerca de lo que se cree, y que a veces creemos que es fácil de controlar, que es cuestión de gritarles un poco y listo, que ya lo entenderán. Y no es así. A veces hay que saber poner límites precisos. Que a veces es mejor que esté gritando lejos que esté adulando cerca. Que la experiencia a veces no sirve. Que el método que sirve para muchos no sirve para uno. Que siempre hay que estar bien atentos con esta gente, pues su verdadera cara sólo es mostrada cuando ya nada se puede hacer...

Una y otra vez diré que en la vida no puedo entender que se pueda perder la carrera cuando los principales obstáculos ya se han superado, cuando lo más duro ya pasó, cuando sólo es cuestión de andar el camino que uno mismo se ha trazado. Diré que a veces pienso que a ti Selena te ha pasado como a aquellos que han corrido una carrera de 400 metros con vallas y que se han superado todos los obstáculos, y cuando sólo falta ese pequeño tramo sin vallas para terminar, se sucumbe por el infortunio, por el sinsentido, por un tropiezo fatal, por una agresión que no se esperaba o que no se previó. Diré que querría correr en el tiempo para avisarte, para que no cometas ese error, que no desvíes el camino de la autopista que te deposita en el panteón de la fama en los Estados Unidos para ir por el sendero que te lleva a la puerta 158 del Days Inn. Diría que la dimensión de lo que habías generado se notó en la reacción que provocó tu absurda partida y que no se circunscribió sólo al público latino, sino que fue muchísimo más allá. Porque el que no te conocía sabía de tu existencia y de la sensación que generabas. Todo Estados Unidos y no sólo el público latino quedó impactado por lo sucedido. Todos comentaban lo que aconteció sin poder salir de su incomprensión y de su dolor. Y las ironías de la vida hicieron que la revista People decidiera hacer la edición en español de su publicación, denominada People en Español, al agotar dos ediciones especiales dedicadas a ti. Y que Jennifer López llegara a Hollywood luego de protagonizar la película dedicada a ti, cuando en Estados Unidos tú eras la latina más famosa … Diría que has trazado un camino que lamentablemente otros terminaron… Y que eso genera el mayor de los dolores, pues al ver triunfar a tantos artistas, al apreciar lo que ellos cosecharon lo que tú sembraste, uno sólo querría verte a ti en ese lugar ganado por derecho propio. Le diré a aquella persona que me preguntaba por ti y me diré que me duele tanta injusticia, tanto daño. Me diré que me gustaría poder viajar en el tiempo para decirte que no des ese paso, que no saltes al vacío, que no vayas donde dice esa nefasta mujer, que sólo pienses en ti, sólo en ti, y en tus sueños…

Uno se llena de toda clase de sentimientos cuando se habla de ti, Selena. Diremos que acaso queremos poder rescatarte a pesar de todo, que queremos decir y expresar lo que sentimos al verte y al evocarte. No hay nada más hermoso que poder decirte que nunca vivimos con nadie lo que vivimos contigo, que nuestra relación contigo no es hasta “que se nos pase” el entusiasmo y el idilio. Lo tuyo contigo, Selena, es para siempre. Porque sabemos que en tu ausencia se fue no sólo la gran artista, la cantante famosa, la voz que genera tanta popularidad. Antes que nada, estabas tú, Selena. Antes que nada eras una mujer de casi 24 años, de tan sólo 23 años, y que en ese corto tiempo te permitiste ser no sólo una mujer soñadora, sino una mujer emprendedora. Que tras de tu figura de mujer sonriente y siempre dispuesta a dar todo por su público, estaba esa mujer que latía, que sentía, que suspiraba, que soñaba, que lloraba, que reía a carcajadas, que quería hacer todo pero que sabía que tenía un largo tiempo para cumplir con todos sus objetivos. Que antes que nada eras una mujer que aprendió a sufrir los avatares de la vida desde muy pequeña, afrontando situaciones que mucha gente recién las padece cuando son adultos. Que antes que nada eras una mujer que habías aprendido desde que estuviste por primera vez con un micrófono frente a un público que todo dependía de ti, que tú sola eras la dueña de tu destino, y que si tú ponías en práctica tus propios ideales y cautivabas al público con tu voz, con tu carisma, con tu personalidad, con tu estilo, con tu honestidad, nada te detendría. Que tras de tu figura estaba una mujer que siempre estaba nerviosa, que siempre temía defraudar, que tenía terror a quedar sola y no ser amada. Que tras aquella mujer que se convertía en una artista mundial afamada eras una mujer simple, de carne y hueso, que querías tener tu lugar, tu espacio para emprender tu pasión por el diseño, tus ganas de tener tu propio espacio con tu esposo y con tus animales, que querías respirar tranquila luego de tantos años de incertidumbre arriba de un autobús. Diré que antes que nada tú, Selena, eras una mujer que quería ver la puesta del sol en tu casa con la satisfacción de haberlo logrado todo, y de estar en paz con todos los tuyos y con tu público gracias a tu Amor. Y si hay algo que quiero que todo el mundo sepa, Selena, era que tú eras eso antes que nada: una buena mujer, que se merecía todo. Y si no estás aquí para sentirlo y disfrutarlo, que al menos estemos nosotros para contarlo como lo he hecho con esa persona que se preguntaba por qué te tengo allí en todos lados, tan dentro de mi corazón…

Es que a la hora de recordarte no alcanza con decir que eras una artista magnífica. Definitivamente no alcanza con eso. Si alcanzara con eso, sólo diría que vieran tal o cual video en cualquier página de Internet. Pero una imagen no define todo lo que eras. La magnitud de lo que has logrado se expresa no sólo en tu voz, no sólo en tus canciones, no sólo en tus conciertos, sino también en tu mirada, en tus expresiones, en el trato que tenías con el público, en eso que generabas sólo tú con tu presencia. Tal vez una de las imágenes más logradas de la película “Selena” es cuando se muestra tu entrada al Houston Astrodome el 26 de febrero de 1995. Es la mejor representación de lo que creabas con tu presencia. Lo magnífico no eran sólo las 65.000 personas que asistieron a dicho concierto, no era sólo tu estupenda performance en el escenario, no era sólo la calidad del concierto. Era esa relación que habías logrado con la gente, esa comunión de Amor entre el artista y el público que pocos, muy pocos, lo logran, y que en tu caso es enteramente tu mérito. Eso no se logra ni con promociones de las discográficas, ni con direcciones férreas de managers, ni con consejos expertos de consultores de marketing. Eso lo logran los artistas que tienen magia, talento y mucho, mucho Amor en lo que hacen, y cariño y respeto por las personas que están allí esperando algo más que una linda voz y hermosas canciones. Y la gente no ama a cualquiera, no se entrega al primero que aparece con un hit. Ama al que realmente brinda todo de sí con honestidad y respeto. Y eso eras tú, Selena. Eras de esas artistas que se cuentan con los dedos de la mano. Eras de esas artistas que se van extinguiendo en estos tiempos de éxito fácil, rápido y desechable al poco tiempo, en estos tiempos fríos y de falta de tu calor, Selena…

Por eso me lleno la boca hablando de ti, por eso hablo de ti como aquella persona que le entrega todo el corazón a alguien que le ha brindado todo el Amor con su voz, con una melodía, con una mirada, con una sonrisa. Se sabe que el que te quiere, queda subyugado y te tiene en su corazón para siempre. Que el que te quiere se enamora de ti y expresa a los cuatro vientos ese sentimiento que generas con tu encanto. Es lo que me pasa contigo, Selena, y por ello mi evocación de todos los días, mi recuerdo diario, y mi declaración de Amor y de respeto cada vez que hablo de ti, cada vez que pongo una foto tuya en el trabajo, en mi casa, en Internet, en donde sea. Es lo que me pasa contigo cuando me preguntan por ti y me dicen por qué te tengo allí entre mis afectos. Es lo que me pasa contigo cuando te recuerdo, cuando hablo de ti, cuando escribo sobre ti con todo el corazón que sólo a ti te pertenece…

Sólo espero que todos los días veas lo tanto que te queremos, lo tanto que te extrañamos, lo tanto que te apreciamos. Certificar que ello es así me generaría la mayor de las alegrías, pues eso confirmaría que al menos estás feliz observando y sintiendo lo tan amada que eres, al ver ese sentimiento que tanto necesitabas tener a la hora de ingresar a un escenario y brindarle al público la mejor de tus representaciones… No hay nada más que quisiera que eso fuera así, por ti, Selena, sólo por ti… Y mientras espero ello, yo te sigo evocando para que algún día contestes a mis palabras con uno de tus saluditos…

Simplemente te quiere, te extraña, te añora, te evoca y desea verte algún día…

Sergio Ernesto Rodríguez
(Buenos Aires, Argentina)









Detrás de aquel edificio, mis lágrimas siguen derramándose, Selena…


Desde las primeras veces en las que pude apreciar el talento de Selena y de emocionarme con sus interpretaciones, siempre me refugié en la ventana de la cocina de mi departamento para llorar, llorar mucho, sin consuelo alguno, descargando en ese llanto toda mi bronca, todo mi dolor, toda mi impotencia por la suerte de Selena. Recuerdo haber llorado mucho tiempo y no poder evitar hacerlo, acaso por sentir esa certeza de que ella nunca volverá y de que yo jamás podré ser feliz sin ella, de que nada me consolará, de que nunca podré dejar de pensar en ella porque jamás podré llegar a entender cómo alguien con tanto Amor y siendo tan joven nos haya dejado tan pronto. Y en esas innumerables veces en las que me quedaba largo tiempo en la cocina deseando no tener la certeza de que lo que ocurrió realmente haya ocurrido, miraba por la ventana, miraba las luces de la calle que está lindera al edificio en el que vivo y me quedaba largo tiempo observando, mirando las luces, contemplando los árboles, mirando la gente pasar, hasta dar con las estrellas y mirarlas e imaginarme que estaba allí Selena. Muchas veces me sorprendía el extender mi mano y mandarle un saludito, con la esperanza de que por allí Selena estaba esperando que alguien le mandara un cariño, esperando que alguien le demostrara que todavía alguien se acordaba de ella…

El dolor que siempre me generó el destino de Selena sumado a la pesadumbre mayúscula que me provocaba el hecho de certificar que ella era tan talentosa, tan bonita, tan carismática, con tan linda voz, con un despliegue en el escenario incomparable, distinto, original, único, irrepetible, me hicieron juramentar frente a aquella ventana que iba a dar todo de mí por esa mujer. Que no me iba a amilanar con que como ya pasó todo, había que agachar la cabeza, resignarse, dar vuelta la página y contentarme con que alguna vez hubo una tal Selena, que era una gran artista y que podía haber llegado lejos, muy lejos, de no ser por aquel infortunio, aquella desgracia, aquello inconcebible que acabó con todo lo que quería hacer y ser. Ver a Selena y tomar cada día de este mundo sin ella como si fuera lo mismo no me entraba en la cabeza. El sólo hecho de pensar que por allí, si por milagro, estaba en algún lugar, en aquellas estrellas, en algún punto del universo observándonos, me había movilizado a dejar consignado en esta vida y en este mundo lo que ella había dejado en mi corazón. Miraba con lágrimas en los ojos ese cielo y esas estrellas, y una y otra vez me dije que iba a expresar todos mis sentimientos, todos mis pensamientos sobre esa increíble mujer. Me juramenté poder decir cómo me cambió mi vida Selena, en qué me transformó, qué cosas comencé a valorar a partir de ver lo que era como artista y como persona. Siempre fui una persona extremadamente tímida y siempre tuve miedo a la exposición por miedo al ridículo, por temor a hacer todo mal. Siempre tuve esa sensación. Pero todos esos temores se borraron de un plumazo con Selena. Los sentimientos que me generaron esa bella y, sobre todo, talentosa mujer, hicieron que no escatimara ninguna palabra, ningún sentimiento, ninguna emoción a la hora de hablar de ella. Y como broche final dejar siempre mi nombre completo como firma de aquellos escritos. Siempre quise dejar consignado al mundo que había una persona que tenía ganas de decir todo lo que significaba para ella Selena y que quería compartirlo con todos. Que esa persona era de muy lejos y que nunca vio a Selena. Es más: descubrió a Selena luego de esa locura que acabó con ella y justamente por esa tragedia. Que se acercó a ella por querer saber qué pasó y que con el tiempo se encontró con una artista que le provocó una emoción que no se la entregó nadie. Y eso fue lo que quiso dar a conocer al mundo, con la esperanza de que por allí alguna vez lo vea Selena y se sienta orgullosa por el Amor que desplegó en tanta gente…

Hoy la vida y el denominado “progreso” o “evolución” nos hace acercar más, pero también nos aleja, nos encierra, nos aísla. Hoy tenemos miles de formas de comunicarnos. Hoy tenemos muchas cosas a nuestro alcance. Ojalá yo hubiese tenido estas innumerables formas de comunicación para poder expresarme más cómodamente con la gente, para demostrar mis verdaderos pensamientos, mis más genuinos sentimientos. En la actualidad quisiera dar provecho de estas herramientas para hablar de Selena, para que el viento del olvido y del paso del tiempo no se la lleve para siempre. No quiero que estas innumerables formas de comunicación hagan ídolos de la noche a la mañana a gente que tiene poco para ofrecer y dar realmente. Yo quiero aprovechar esos medios para decirles que hubo una vez una artista que no necesitó de todo esto para colmar las emociones de la gente, una artista que valía la pena ir a verla personalmente y no contentarse con verla de lejos en una pequeña pantalla, una artista que daba conciertos inolvidables que uno quería observar, vivir y sentir en toda su extensión, y no sólo ver partecitas de ellos o pedacitos de imágenes o sonidos … Una artista que emocionaba con sólo verla, que no necesitaba de grandes pirotecnias o de espectaculares imágenes en pantalla gigante en forma adicional para impactar, o de grandes e impresionantes coreografías. El espectáculo, la magia, lo magnífico, lo inimaginable lo generaba Selena. Sólo Selena con su presencia provocaba semejantes emociones, semejante Amor y tamaño cariño en la gente. Por eso es muy difícil imaginar no sólo que Selena sea reemplazada sino que se pueda uno contentar con suplantar su ausencia sólo con escuchar su música o con ver sus videos. El que ha visto a Selena sabe que no bastará con ello, que siendo que Selena tenía tanta magia que hasta se permitía hacer varias versiones de un mismo tema en diferentes conciertos, es difícil que uno no sienta su ausencia. El que la ha sabido apreciar sólo espera que vuelva para sentirse plenamente feliz con su sentimiento y su pasión hechos canto…

Pero el paso del tiempo, el progreso, la locura, las ansias por querer más y más nos hacen perder aquello que nos hace bien y que está tan al alcance de la mano. Con incredulidad veo cómo desde hace un tiempito se está levantando un edificio frente a la ventana de la cocina de mi departamento, y poco a poco las luces de la calle lindera, los árboles y la gente dejan de aparecer frente a mi vista. Poco a poco se pierde la luminosidad, se va achicando la poca vista que nos ofrecía la naturaleza, y se va agigantando la negrura y oscuridad del edificio. Es la mejor muestra de cómo el paso del tiempo nos va quitando poco a poco la esperanza que nos queda, la ilusión por ver un mundo mejor. Ya no es lo mismo mi vista en esa cocina, ya no tienen esas imágenes que supe ver y sentir mientras lloraba por Selena. Parecería que ese edificio me invitara, como el paso del tiempo y ciertos discursos de cierta gente, a que me resigne, a que no llore más por Selena, a que no mire más buscando aquello que parece tan lejano y tan difícil de encontrar. Ellos me invitan a que acepte que Selena nunca aparecerá y que agache la cabeza frente a esa realidad que se me presenta enfrente. También me invitan a que me contente con las nuevas “lucecitas de colores” que se ofrecen ante mí en todos lados para que colmen mi desdicha y así conformarme con “todo lo que ellos tienen para ofrecer”. Esperan a que acepte que habrá alguien como Selena o acaso que ya hay sucesoras de ella brillando en algún lugar. Y mientras miro esa realidad, observo que el cielo aún está y con él las estrellas. Y allí renuevo las esperanzas de que todavía puedo pensar y sentir que Selena está allí esperando, y que a pesar de tantas barreras y a pesar de tantos obstáculos, se la pueda encontrar para recordarla con Amor y para pedir que por favor vuelva a estar con nosotros, pues este mundo sin ella no es el mismo y nunca lo será…

A veces pienso que ese edificio no hace más que reflejar una realidad que nos hace perder de vista lo que nosotros realmente queremos. A veces creemos que con tener más cosas materiales, con colmar nuestras necesidades, con poseer más y más seremos más felices, que con tener más confort y tengamos todo a nuestro alcance seremos las personas más afortunadas. Y no es así. Y la mejor forma de ver ello es cuando muchas de esas personas lo tienen todo y no tienen otra motivación para alcanzar, cuando supuestamente han logrado todo en la vida. Es allí cuando se dan cuenta de que todo eso que tienen sin sustento no les da la felicidad que necesita cualquier ser humano. Y allí advierten que el cielo, la mirada de un niño, una flor, una canción, una foto, unas palabras, un gesto, una caricia, una sonrisa son más importantes que todo el oro del mundo. Uno puede tener todo y seguir siendo infeliz. Uno puede tener todo y perder lo más preciado, que es la vida y los afectos, en un minuto … A veces ambicionamos tantas cosas que no nos detenemos para ver que tal vez la felicidad está mucho más cerca y que no se necesita de tanto esfuerzo ni de volverse loco para lograrlo. A veces la felicidad nos la dan las cosas pequeñas, simples y concretas. La felicidad se detecta cuando nos sentimos bien con ello, y que sólo nos da las ganas de brindar Amor y cariño a ese sentimiento de felicidad que nos ofrece aquello. Tal vez eso represente para tantos de nosotros Selena. Ella colmaba todo con su voz, con su presencia, con su compañía, con el Amor que daba con todo lo que ella hacía. Tal vez Selena nos colmaba porque nos representaba, pero también porque nos indicaba un camino a seguir, un modelo a seguir. Selena no era sólo su música, era también lo que era ella, lo que generaba ella, lo que transmitía ella con su presencia en el escenario o en cualquier evento. Selena emocionaba porque daba todo de sí en el escenario, como lo hacía con su vida. Tal vez nos emocione todo lo que quería Selena para sí y para los demás. Selena no era una artista inventada por algún medio de comunicación. Selena no tenía que mostrarse de una manera determinada, prefijada por algún asesor experto en marketing. Selena era una artista innata que se mostraba tal cual era en cualquier circunstancia. Tal vez por eso Selena nos emocione, porque Selena cantaba lo que sentía, decía lo que sentía, expresaba sus más entrañables sueños y anhelos con total y absoluta sinceridad. Como en aquellas épocas en las que la gente le daba toda clase de manifestaciones de cariño y afecto, tal vez todos nos sigamos sintiendo conmovidos por lo que quería Selena, por lo que ambicionaba Selena, por lo que decía qué la hacía feliz y qué quería para ella en el futuro. Tal vez nos conmueva el saber que ella era feliz con su casa, con su matrimonio, con su familia y con sus animales, que era consciente de que tenía mucho tiempo para hacer todo lo que se le pasaba por su cabeza, y que era cuestión de tener siempre los pies sobre la tierra y de hacer las cosas planificadamente, sin prisa pero sin pausa, para llegar a cumplir con todo ello. Tal vez lo que más nos conmueva y extrañemos de Selena es ver la energía que tenía para emprender cada cosa, el decir que no podía estar no haciendo nada en los tiempos libres y que siempre ambicionaba con ser lo que deseó toda la vida desde que era pequeña, que era ser diseñadora y ser alguien en la vida con su canto y sus dotes de artista…

La vida, la historia, el Amor, el canto, la pasión, la personalidad de Selena representan algo tan hermoso que acaso seamos felices por siempre con lo que ella nos ha dejado. Tal vez sepamos que nuestra felicidad está allí, con ella cantando, disfrutando, riendo, logrando todas sus metas. Tal vez nos demos cuenta de que si había alguien que se merecía todo era ella, por todo el talento que tenía y por todos los sacrificios que tuvo que hacer para lograr a ser la más grande, por todo lo que tuvo que hacer para cumplir el sueño de su familia y el propio. Y tal vez por ello nos genere tanta tristeza ese final de tan linda persona. Nunca seremos plenamente felices, pues precisamente nunca Selena pudo ser enteramente feliz al no haber podido cumplir con todo lo que se había propuesto en la vida, que se tornó tan dolorosamente corta. Siempre conviviremos con esas sensaciones. El que se involucra emocionalmente con Selena sabe que la alegría y la tristeza irán siempre de la mano, y que siempre querremos hacer algo por ella aunque todo sea en vano, aunque haya tantos obstáculos, aunque la realidad de cada día sea un mazazo más que debamos soportar. Siempre estaremos tristes porque hubiésemos querido estar allí aquel nefasto día para impedir aquella locura. Acaso siempre estaremos tristes por no ser nosotros quienes tuviéramos la posibilidad de torcer el terrible destino de nuestra Selena para convertirlo en algo hermoso, digno y coherente con su historia y con lo ella había ofrecido a todo el mundo. Siempre nos sentiremos tristes porque la injusticia desde aquel nefasto día se hizo presente siempre en Selena. Ella, que había dado tanto Amor, recibió semejante violencia. Ella, que siempre fue tan respetuosa con todos, ha quedado expuesta a tantas habladurías, a tantas exposiciones, a tantas imágenes y especulaciones que a Selena nunca le hubiese gustado que se mostraran, opinaran y dijeran, y hasta quedara expuesta a una morbosidad sin límite y con toda la maldad que un ser humano puede tener. Alguien que fue tan sincera con todos recibió la peor de las falsedades y la peor de las traiciones. Alguien como ella, que se ganó honestamente su lugar en el mundo, sus logros en la música, la consideración de tantos expertos, el Amor de tanta gente, terminó por dar, con su terrible final, la posibilidad de que otra gente, con motivaciones deshonestas, ganara mucho dinero a costa de escribir barbaridades con la excusa de recordarla, de explicar lo que pasó, de querer revelar “la verdad” de lo sucedido … Por eso siempre estaremos tristes y perplejos … Por tanta injusticia … Porque tal vez Selena sea para muchos la expresión de lo más lindo que se puede dar con Amor, con trabajo, con talento, con honestidad, con valentía, con agallas, con cariño. Tal vez la gente se identificó con ello, y amó a Selena y le deseó lo mejor. Tal vez la gente, como con ningún otro artista, sintió que con Selena también triunfaban todos. Tal vez para todos Selena sea alguien más cercano y signifique algo más que la de ser una persona a quien no se conoce pero que gusta por sus lindos temas. Tal vez por ello no sólo la recordamos a Selena por su música, sino por todo lo que representó. Tal vez, como no lo hemos sentimos con nadie, hayamos sentido que si nosotros no podemos lograr triunfar en la vida, que lo haga Selena, que se lo merecía tanto. Que si Selena triunfa, triunfamos todos. Y seguramente es así, pues eso que le hicieron a Selena lo sentimos como propio. A nosotros también nos lo han hecho. Y por eso nuestro dolor eterno…

Por eso, cuando vuelvo a ver esa ventana y veo ese nuevo paisaje que me indica que pasa el tiempo, que me lleva a que mis esperanzas se desvanezcan como cuando se cerró “Selena Etc.”, cuando todo me indica que Selena se me va de mi vista y sus fotos se van borrando como la canción “Fotos y recuerdos”, veo ese cielo y esas estrellas. Y pienso en Selena y pienso en mis lágrimas que se siguen derramando a pesar de todo, a pesar de que el tiempo pasa y de que nuevos edificios surgen y otros se cierran. Porque Selena se instaló en mi corazón como en tantos otros y eso no lo borrarán ni el paso del tiempo, ni la modernidad, ni nuevos artistas. Lo que ha generado y genera Selena no lo logrará nadie, y allí está el sentimiento de tanta gente que cada día hace algo por el recuerdo de ella. Y aunque no tenga más sentido nada, aunque el dolor sea cada vez mayor, aunque las esperanzas de ver a Selena se derrumben como un castillo de arena, yo siempre recordaré y haré propios todo el amor, todo el empeño, toda la energía, todo el esfuerzo, todos los sueños de Selena a la hora de recordarla. Porque sé que la mejor forma de recordarla es poner en práctica todo lo que ella hizo en teoría, en los hechos y en el escenario. A la hora de recordarla me acordaré de todo lo que hizo esa mujer por ser alguien en la vida y todo lo que quiso hacer por sus sueños que eran ilimitados. A la hora de recordarla hay que poner todo el Amor que tuvo Selena aunque uno no tenga tanto Amor. A la hora de homenajear a Selena hay que ser como ella, dar sin esperar, dar por Amor, dar por convicción, dar pensando en que nada es imposible, que todo es posible a la hora de querer cumplir con los sueños. A la hora de recordar a Selena hay que pensar que siempre hay una luz de esperanza detrás de la negrura y de la realidad de tantos edificios. A la hora de recordar a Selena hay que dejar todo de sí como ella lo dejó por el Amor de tanta gente…

Por eso, siempre estaré aquí, Selena, para que sepas que detrás de tantos edificios, detrás de tanta oscuridad, detrás del paso del tiempo, detrás de la pena y del olvido, siempre estará mi mano para tenderla a la tuya, una mano que se siempre se extenderá para saludarte, una mano que te dará todos los días mil abrazos y mil besotes, una mano que será la esperanza para que tú sigas viviendo con nuestro recuerdo y con nuestro tributo, una mano que seguirá dándote la vida que tú mereces vivir, una mano que se resiste a la realidad de la “modernidad” y del paso del tiempo, una mano que sólo se extiende por Amor, por tu Amor, Selena…

Simplemente te quiere y te extraña desde una de las tantas ventanas de los innumerables departamentos tratando de darle calidez y luminosidad que sólo tú podías dar a estos fríos edificios…

Te ofrece mi corazón todos los días…

Sergio Ernesto Rodríguez
(Buenos Aires, Argentina)









Nos veremos muy pronto, Selena…


Era una tarde soleada en Buenos Aires. Corría marzo de 1995 y todos habíamos recibido la noticia triste de que el hijo del presidente había tenido un terrible accidente que lo dejaba en una segura muerte. Estaba en mi trabajo y pude apreciar y sentir la consternación que produce la muerte de alguien tan joven. Pude sentir que por un instante nos dábamos cuenta de qué era lo importante en la vida y qué superfluo era todo, ese todo por el que tanto luchamos todos los días pensando en que eso es lo importante, el objetivo de nuestras vidas. Ese silencio de la gente, esa consternación, ese sentimiento del sinsentido nos alejaba de evaluar esa noticia en función de lo político o de lo institucional del país. Todos nos dimos cuenta de que se estaba muriendo alguien que tenía todo para vivir, todo el derecho a vivir, y que ese derecho y esa vida se escapaban, como tantas cosas absurdas que nos enseña este mundo a aprenderlas bajo el rótulo de “sabiduría”…

Me quedé mirando largamente la ventana en la oficina y pensaba cómo todo cambia en un minuto, qué tonto somos en creer que todo lo tenemos controlado, que todo es falible y fácil de predecir. Pensaba en ese muchacho al que lo conocía por lo que representaba pero no sabía nada de él, y pensaba en que de nada sirven los cuidados, de nada sirve tener todo, de estar bien económicamente, de tener la vida asegurada, y de tener un presente y un futuro promisorios. Ni siquiera sirve tener todas las buenas intenciones en el medio de los que no la tienen. De nada sirve tener todos los custodios, todos los recaudos, todo el éxito, todo el dinero. El día menos previsto sucede, y si uno no está preparado, todo lo que uno construyó se desvanece como un mazo de naipes. Supongo que era ésa la sensación que podía respirarse en el ambiente, y tal vez eso explicaba mi pensar y mi sentir en ese momento … Pero por alguna razón extraña sentía una mayor angustia. Sentía que algo en poco tiempo podía pasar y que eso me iba a afectar mucho. No sé por qué sentía eso, pero lo sentía. No sé por qué me llamaba la atención el cielo. Había sol, estaba despejado, pero yo sentía un extraño olor a humedad, y a mucha, mucha lluvia. En un momento pensé que era el efecto del cortinado que daba un aire como de oscuridad al ambiente. Tal vez me confundía la eterna humedad de Buenos Aires, que se empecina en aquel marzo a no dejar el verano para que ingrese de una buena vez el otoño. No sé. Me empecé a impacientar y me sobresalté cuando sentí el ruido de un trueno. Definitivamente pensé que había enloquecido y me acerqué a la ventana para corroborar mi grado de lucidez. Cuando llegué el lugar, corrí el cortinado y amplié mi vista mirando el cielo y la autopista que pasaba muy cerca del edificio en el que estaba. Por un momento pensé si algún día uno de los tantos inconscientes que manejan no volaría saliéndose de la pista e incrustándose en la ventana en la que yo estaba. Me reí sarcásticamente de mi imaginación sin límites que por momentos tengo, cuando miro hacia el patio lindero al edificio y veo una rosa, una flor blanca que estaba tirada en el suelo. La flor estaba intacta, se podía oler hasta su perfume. Pero estaba allí marchitándose. Eso me inquietó. Sentí premonitoriamente que una mujer a la que no conocía corría peligro…

Volví a mi lugar de trabajo sin poder concentrarme en mi tarea de corrector, con todo lo que ello implica. Alguien me preguntó si seguía angustiado por el accidente del muchacho. Yo me le quedé mirando como no entendiendo a qué se refería. Yo estaba en mi mundo, en ese mundo de incógnita en el que trataba de descifrar mi preocupación y mi angustia, y no había notado que la gente ya no estaba con ese sentimiento de sobrecogimiento. De la necesidad de saber lo que pasaba se pasó a la morbosidad por saber detalles y la confirmación de lo inevitable. Así somos los humanos también .... Cuando pude dar cuenta de todo, le dije a la persona que se había acercado que estaba todo bien, que en realidad estaba pensando en otra cosa. “Es que estás conmocionado por lo que pasó”, me dijo. “Es posible”, le dije, como para que se marchara rápido y me dejara solo. Cuando quise volver a mis asuntos, sentí que esa espera, esa incertidumbre de si la muerte del muchacho estaba confirmada -que en el fondo, por las noticias que llegaban, era un hecho- me generó más angustia. Esa espera, esa flor, esa lluvia, esa mujer … ¿Y por qué debería ser mujer? Algo me decía que era una mujer y que no era de aquí. Debía ser de otro lugar, de un lugar en el que lloviera. Era loquísimo mi razonamiento pero yo lo sentía como algo seguro. Lo podía vivir. ¡¡Lo estaba sintiendo!! Sabía que si no hacía algo pronto, lo que le sucedería a esa mujer me iba a provocar un dolor insoportable y jamás me perdonaría no haber hecho lo imposible para evitarlo, al menos para advertirlo. Sentía que mi cuerpo se salía de mí mismo. Por suerte llegó la hora de salida del trabajo y no dudé en partir rápidamente en busca de la respuesta a mi angustia.

Cuando salí enfilé directamente para el subterráneo, pero a los pocos metros algo me detuvo. Sentí una canción que yo no conocía que salía a gran volumen de la ventana de un edificio. Hablaba de una flor que se marchitó, y de una mujer que sabe perder su Amor y que se marcha con mucho dolor. “Qué extraña letra”, me dije. “Nunca escuché esa canción, pero qué linda voz que tiene esa mujer”, afirmé. Cuando pude fijar la ventana en la que salía esa canción pude ver la esbelta silueta de una mujer que iba bailando ese tema. Tenía una remera rallada en tonos blanco y negro y un pantalón negro. Pero lo que más me llamó la atención era la pose de baile que tenía. Tenía permanentemente alzados los brazos que se juntaban en el extremo superior de sus manos y así mantenía el ritmo de la canción. Era una bella mujer de pelo largo negro y flequillo. Y aunque quería marcharme del lugar para aplacar mi angustia, no podía hacerlo pues me llamaba la atención la gracia que tenía esa mujer para bailar. Cantaba a viva voz y sonreía en todo momento mientras iba a uno y otro lado del departamento bailando y desplegando su imponente figura. Cuando iba a retirarme para seguir con mi búsqueda, noté que la mujer, sin dejar de bailar ni de cantar, me mira y me manda un saludito. Luego vuelve su mano a su pecho, hace un gesto de agradecimiento y sigue su camino. “Yo conozco a esa mujer”, me dije. “¿Pero de dónde?”. Enfilé para el edificio buscando una respuesta, una palabra de esa mujer. Cuando llegué a la puerta del departamento en el que supuestamente estaba, noté que no había ningún interruptor para accionar y ser atendido. También noté que no se escuchaba ni la música ni a aquella mujer. Aun así golpee una y otra vez la puerta, mas nadie me contestó. Estaba por irme cuando por alguna razón la puerta se abrió. Eso me inquietó. En otras circunstancias hubiese huido despavorido. También en otras circunstancias no hubiese intentado llegar a ese lugar. Pero por esta mujer estaba dispuesto a hacer lo que sea. Me asomé y podía sentir el silencio ... Empujé tímidamente la puerta y me animé a entrar ... No había nada. Era un departamento deshabitado. Se notaba que alguien lo había abandonado pues se veía el polvo que había quedado de unos muebles que se habían retirado de allí. Al avanzar llego a un gran ventanal que llevaba a un patio. Para mi asombro, observo que allí estaba la flor blanca, intacta, ocupando sola el amplio patio de cemento vacío. Me acerqué a ella y la tomé. Podía sentir su perfume, su frescura. Era increíble que estuviera en ese estado allí. Cierro mis ojos para apreciar su aroma cuando en mi mente se me dibuja la imagen de esa mujer con su remera rallada que sonríe largamente mientras lee una carta y sostiene en su mano esa misma flor blanca. Abro los ojos y veo que hay otra flor escondida tras una roca que estaba teñida de rojo producto de su abandono al lado de unos ladrillos. No dudé un instante. No quise cerrar los ojos de nuevo. Me aferré a mi flor y partí raudamente a la calle…

Mi confusión era total. Sabía que algo iba a pasarle a aquella mujer, pero no sabía quién era ni de dónde era. Cuando llegó a la esquina observó que una mujer iba en un vehículo y detiene su marcha al ponerse el semáforo en rojo. Junto a ella se detiene un auto deportivo. En él iba un apuesto hombre que la mira y le sonríe. Ella también lo hace, por lo que deduzco que vendrían juntos en esa circunstancia desde hacía unas cuadras. En un momento el hombre llama a un chico que vendía flores en esa esquina. Le compra un ramo y se lo ofrece a la mujer. Ella lo acepta gustosa y lo mira tiernamente. Justo en ese momento se pone la luz verde. El hombre toma la delantera y dobla hacia su derecha y la mujer toma el mismo destino. Por un largo rato me quedo mirando cómo las figuras de esos autos se van desvaneciendo sin retorno. Me doy vuelta, miro al florista y señalando esa pareja que acababa de marcharse le pregunté si los conocía o si era alguno de ellos alguien famoso. Como me dijo que no, decidí caminar un largo rato en la misma dirección en la que se habían marchado. “Yo esta escena la vi en algún lado no hace mucho”, me dije. Y así caminé en dirección a mi casa un largo rato buscando esa respuesta. No podía acelerar el paso o apurar los tiempos para llegar a mi casa. No podía volver hasta hallar esa respuesta. Por las dudas, llamé a mi casa y dejé tranquila a mi esposa pidiéndole por favor que me dejara llegar más tarde para poder pensar…

¡¡Al fin lo recordé!! ¡¡Sí, era ese video!! Ese video de esa mujer que conocía a ese muchacho en una estación de servicio y que luego se encontraban en esa esquina. Jamás supe quién era. Yo estaba esperando un programa en MTV, y como aún faltaba para que empezara el programa que quería ver, me quedé escribiendo algo para pasar el tiempo. Hasta que vi esa imagen y me llamó la atención. Nunca la escuché pues tenía el televisor en “mute”, pero no pude dejar de preguntarme por qué si la pareja se había encontrado en la esquina y cada uno después seguía el mismo camino, al final del video se encontraban en esa misma esquina y tomaba cada uno un camino distinto. Ese interrogante producto de no haber visto bien el video quedó instalado en mi inconsciente y ahora volvía a la luz. ¿Sería ésa la mujer que corría peligro? Y si era, ¿quién era? ¿Cómo ubicarla? ¿Alguien la conocería? Tenía que moverme rápido. Sentía que no había tiempo que perder…

Cuando llego a mi casa, mi esposa me anoticia que el muchacho había muerto. Inmediatamente veo la televisión y veo todas las escenas de dolor y de consternación expresadas en esas caras. Me puse pálido. A esa mujer le pasará lo mismo. Lo presentía. ¡¡Lo podía ver!! Corrí al teléfono y empecé a llamar a un montón de gente para que me ayudaran en mi búsqueda. Pero nadie supo qué decir. En mi desesperación eché mano a un último recurso, que era averiguar el número de teléfono de MTV y preguntar por Ruth, una de las conductoras del programa que yo veía para que me ayudara. Ella era argentina y me entendería. En realidad, las posibilidades de que la ubicara y de me ayudara eran poquísimas. Pero mi determinación me marcó el camino. Tuve la suerte de que me atendiera gente amable que al escuchar mi tono de voz, no dudaron en ponerme en contacto con Ruth. Le plantee desesperadamente que me dijera quién era aquella mujer. Le describí el video y la hora en la que lo vi, y luego hice un silencio como esperando que me colgara el teléfono de inmediato. Increíblemente me dijo amablemente que me esperaba un ratito. En ese instante, entra mi esposa a la habitación y me pregunta por esa flor. No me había dado cuenta de que en todo momento la tenía en la mano aferrada como un talismán. Pronto sentí que así debería permanecer hasta que se la pudiera ofrecer a aquella mujer. Estaba por explicarle a mi esposa algo difícil de plantear cuando Ruth me dice: “La mujer que tú buscas se llama Selena. Aquí es muy conocida. Está en su mejor momento … ¡¡y ya te voy adelantando que pronto irá para la Argentina!!”. Ese dato más que alegrarme me llenó de angustia e incertidumbre. “¿Pero falta para que venga, no?”, le dije. Y Ruth me dijo con una cortesía que jamás imaginé de ella: “Si llega a ir este año será al final de él. Si no, recién será en 1996…”. Le agradecí con un hilo de voz y me quedé pensando mientras dejaba deslizar levemente el tubo del teléfono por mi oreja. Es Selena la que corre peligro. ¿Cómo le aviso? ¿Por qué creería en alguien a quien no conoce en base a supuestos? Tomé con más firmeza esa flor y me puse en marcha. ¡¡Debía averiguar dónde estaba ahora y salir ya!!

Pronto hice mis averiguaciones telefónicas y supe que Selena estaba en Estados Unidos. Pero no tenía la precisión de la ciudad en la que estaría. Según el día, podía estar en Corpus Christi, lugar en el que residía, en San Antonio, en Miami, en Chicago. Opté por ir a Corpus Christi, ¿pero cómo llegar? Ni siquiera tenía visa ni nada. Cualquier trámite que pudiera hacer me haría llegar tarde. Lo podía presentir. ¡¡Lo sentía!! Llamé desesperado a Zulma, una amiga. Le plantee mi problema. Ella me dijo que estaba loco, pero se quedó muda cuando le dije que por favor tuviera en cuenta mi pedido, más que nada porque sabía que ella pronto estaría viajando a Estados Unidos para intentar vivir allí. Era cierto, pero yo no tenía forma de saberlo. Sólo lo intuí ... “Mira. No sé cómo sabes ese dato, ¿pero qué más da? Lo único que puedo hacer es que te hagas pasar por parte de la tripulación del avión en el que viajo en dos días, ya que viajo en el vuelo en el que trabaja un primo mío. No sé cómo harás para viajar porque sé que le tienes terror a los aviones y nunca viajaste en ellos, no sé qué le explicarás a las autoridades y menos a tu esposa”. Se lo agradecí infinitamente y me dispuse a partir. Tuve la inmensa fortuna de averiguar las fechas de concierto de Selena y sabía que para mi llegada estaría en San Antonio o en Corpus Christi. Cuando supe ello, me preparé para arriesgar todo para ir a un lugar que nunca visité y ver a una mujer a quien no conozco para prevenirla de algo que ni yo sé qué será, pero sabía que lo tenía que hacer porque sabía que sería terrible para ella. Si no lo hacía, habría mucha gente llorando y una mujer sin posibilidades de vivir una vida que se la merecía. Lo intuía, lo sabía, ¡¡lo sentía!! Así se lo expliqué a mi esposa. “No te preocupes. Vendré pronto. Hay que hacer algo para que todos seamos felices con nuestras vidas en un mundo en el que no se tenga que lamentar de tan absurda ausencia”. Se lo decía con la seguridad de esas personas que viajan en el tiempo sabiendo qué hacer y en qué momento. No era mi caso. Pronto me vi en la calle con la flor blanca en la mano y con toda mi ilusión aferrada a ella. Iba en busca de alguien a quien apenas sabía de su existencia pero que sentía que la conocía de toda la vida, como si fuera una hija, la novia de toda la vida, una madre, una gran amiga, una dulce mujer, una esposa. Ya no había más que pensar. Iba en busca de mi destino, iba en busca de torcer el destino de Selena…

Subí al avión e hice de oficial a bordo como si lo hubiese hecho toda mi vida. Eso sí: nunca quise mirar por las ventanas pues seguro que me arrojaría por ellas. En todo momento, Zulma me supervisaba riéndose, pero ayudándome si me veía en dificultades. Pero le di poco trabajo. Cuando me concentro en algo y estoy determinado a hacerlo, nada me detiene. Lo que me esperaba superaba todo miedo, toda angustia. Estaba cada vez más cerca de Selena, más cerca de mi destino. Cuando tocamos tierra en Miami, se apoderó de mí el miedo que tuve en todo el viaje y casi me muero allí. Me tuvieron que atender de urgencia. Pero mi fuerza por llegar a Selena me hizo recuperar rápidamente. Cuando tomé conciencia, Zulma me estaba llevando en un taxi a su destino. “Tuviste suerte, pues cuando te desvaneciste, yo dije que era tu esposa y nadie se molestó en saber si era cierto o no. Ahora voy al departamento de mi tío. Hasta aquí te puedo ayudar. En Corpus Christi te la tendrás que arreglar tú solo…”.

Desde la casa del tío de Zulma me fui en innumerables transportes que me depositaron en Corpus Christi sin saber si Selena estaba allí. Estaba cansado, no sabía dónde buscarla y corría todos los riesgos de que me llevaran preso, pero no me importaba. Estaba determinado a hacerlo y estando en Estados Unidos, nadie me podía detener. Como pude, llegué a un hotel. Ni me preocupé por lo que me costaría. El cansancio, la premura y la desesperación por buscar a Selena me llevaron a instalarme en un lugar con lo último de dinero que tenía. Cuando salí ya dispuesto a preguntar por Selena, veo un gran bullicio, unas cámaras de televisión y una mujer a la que estaban entrevistando. Me acerqué, esperando si acaso los de la televisión podrían decirme dónde estaría Selena hasta que pude ver que la entrevistada era una mujer que lucía una remera rayada de colores blanco y negro y pantalón a tono. Era Selena … ¡¡Era Selena!! Me acerqué tímidamente, un poco para no llamar la atención, otro poco para que no pensaran que pudiera hacer algo raro y otro poco porque no sabía qué decir. Cuando la tuve bien cerca pude apreciar un tono de tristeza en la cara. Hablaba de sus proyectos, de sus planes, de sus sueños, pero algo me decía que estaba preocupada, angustiada, dispersa, confundida. Incluso sentía que algo cerca de ella era el motivo de su tristeza. De pronto empecé a entender y sentir la magnitud de mi presentimiento y me puse a llorar. Quería acercarme pero no podía. Selena era ya una estrella y cualquier movimiento brusco traería más problemas que soluciones. De pronto mi determinación se desvanecía a tal punto que sin notarlo que la seguía teniendo se me cayó la rosa blanca producto de los empujones de la avalancha de la gente que quería ver a Selena. Cuando la voy a recoger, alguien me dice: “Supongo que esa rosa es para mí, ¿no?”. Levanto mi vista y veo que Selena me mira fijamente y se echa a reír. Yo la miro con lágrimas en los ojos, y ella, como si lo supiera todo, asiente con la mirada y me dice: “Vamos, Acércate. Ven a darme esa rosa”. Un sentimiento se apoderó de mí y solo corrí hacia Selena y la abracé fuerte, muy fuerte. Podía sentir ahora en carne viva su sentimiento, todo lo que pasaba por su cuerpo en ese momento. “No me digas nada. Te estaba esperando. Estaba esperando que me dieras la última esperanza”. Quité mis brazos de su cuerpo, la miré fijo y le dije: “Es para ti, Selena. La traje de muy lejos. Sé que es la flor que te gusta. Espero que no se haya marchitado”. Selena la tomó, la miró, se sonrío y me dijo: “Es la flor más hermosa que me han regalado”. Pero no pudo con su genio y me dijo: “¡¡Pero ya sabes que me llano ‘Selina’, no ‘Selena’!!”, y echó una de sus tantas carcajadas. Yo no podía parar de llorar de la emoción. Ella paró de reír y me miró tiernamente. Luego de un silencio interminable fue ella quien me abrazó y me dijo: “No te preocupes. Y antes de que me lo preguntes, te prometo que me voy a cuidar”. Yo la miré y le dije: “¿Y me prometes que harás tu concierto en Los Ángeles?”. Ella me miro extrañada y exclamó: ¡¡Vaya que sabes mis pasos!! ¡¡Te juro que el 1 de abril estaré allí!!”. Y me guiñó un ojo. “Entonces te espero en Argentina. Vendrás este año, ¿no?”. Ella me miró y me dijo. “Lo que has hecho por mí no tiene nombre. Con esa flor que me diste me has devuelto la vida. Luego de grabar mi disco en inglés iré para allá”. Y antes de que se lo agradeciera de por vida, me dijo. “Eso sí: ¡¡tú te haces cargo de la promoción de mi visita!!” y se echó a reír de nuevo. “Pero ahora ven conmigo. Déjame que arregle tu vuelta a tu país. Supongo que si te agarran en esta situación tendrás problemas, ¿no?”. Yo asentí y me dejé llevar por el camino que ella me proponía en la seguridad de que todo sería distinto, muy distinto…

Como Selena debía seguir con la entrevista y con todos sus asuntos, quedamos en volvernos a ver cuando ya tuviera todo para regresar a la Argentina. Cuando tuve todo listo, me llaman de la conserjería para avisarme que ya tenía un vuelo asignado a la noche y que había un auto para llevarme al aeropuerto. Cuando bajé a pagar mi estadía, me dijeron que ya estaba todo pago. “¿Por quién?”, le dije. El conserje se sonrió y me dijo señalando detrás de mí con su bolígrafo: “Por esa persona”. Me di vuelta y era Selena, quien me miró sonriendo y me hizo un pequeño saludito. Lucía espléndida con el pelo suelto, muy diferente al momento de la entrevista en la que lo tenía atado. Como yo me movía tímidamente, fue ella quien me tomó del brazo y me llevó al auto. “Aproveché la confusión y me escapé de todos para llevarte”. Y cuando me vio con cara de preocupación, me dijo: “Antes de que me lo digas, no te preocupes. Están todos avisados, pues saben de ti y muchos se encargaron de arreglar tu problema”. Allí mismo me dio los pasajes y unos papeles con los que podría viajar sin problemas a la Argentina. “Pues bien, todo está en orden. ¡¡Así que sonríeme por un instante, por favor!!”. Yo la miré con emoción, la tomé de las manos y le dije: “Tú sabes muy bien que eres la mejor y que tu destino es ser la mejor cantante latina de la historia. También sabes lo que quieres. Por eso, sólo por eso, ¿me juras que te cuidarás y no desaprovecharás esa oportunidad que te dio la vida?”. Ella se sonrió, me miró con una expresión que nunca le había visto y me dijo: “Sé por qué tienes temor. Y te entiendo. Pero aprendí una cosa contigo. Por esa gente que me dio todo y que está dispuesta a dejar todo por mí, sabré apreciarlos no dándoles ningún motivo para que sufran ni para que lloren. ¡¡Y sé que cuando dé mi concierto en Los Ángeles, todo cambiará!! ¡¡Te lo prometo!!”.

El auto llegó al aeropuerto con el tiempo justo para tomar el avión. Selena me dijo que me apure y me acompañó corriendo para el embarque. Por un lado quería irme porque me esperaban mi esposa y mi familia. Pero por otro no quería dejar a Selena. Como si me leyera el pensamiento, Selena me dijo cuando llegó el momento de despedirme: “Ve tranquilo. Yo sabré cuidarme. No te defraudaré”. Yo no podía dejar de mirarla y de llorar. Selena increíblemente empezó a lagrimear, pero enseguida me pegó con su mano mi brazo y me dijo: “¡¡Vamos, vete, que se te va el avión!!”, y echó a reír, como tantas veces lo hacía para no demostrar sus verdaderos sentimientos. Luego se me quedó mirando y me dijo: “Gracias por venir a salvarme. Te estaré siempre agradecida…”. Y se acercó a mí y me dio ella un fuerte abrazo. Yo la abracé con ternura y con firmeza. No quería soltarla jamás pero tenía que hacerlo, tenía que certificar que podía hacer lo que me había prometido. Me acerqué a su oído y le dije varias veces en voz baja: “Por favor, Selena, cuídate, cuídate, cuídate, cuídate, cuídate…”, y me permití darle un beso en la mejilla. Era como si la conociera de toda la vida, es como si todo lo que sentía Selena lo sintiera yo. Me aparté y le dije: “Bueno, adiós”. Ella me sonrío tiernamente y me dio uno de sus clásicos saluditos. Me fui alejando y cuando estaba por entregar mi pasaje le grité: “¡¡Mil abrazos y mil besotes, Selena!! ¡!Cuídate muchísimo y nos veremos muy pronto!!”. Y no pude evitarlo. Corrí de nuevo y la abracé de nuevo y empecé a llorar como un tonto. Ella sólo me abrazaba en silencio. Lo entendía todo, lo sentía todo, como yo sentía lo que le pasaba por su cuerpo y por su alma … “Ve, tranquilo. Sabré cuidarme. Pronto estaré allí. Muy pronto”. Me aparté de ella definitivamente y le dije: “Hasta luego, chau”. Y me fui. Y en todo el trayecto hasta que ya no la vi más, me di vuelta y la saludé cientos de veces. Tuvo que pasar que me llevaran a la rastra dos oficiales para el avión para que me fuera de allí, lo que provocó las carcajadas de Selena. Era la mejor imagen final que me podía llevar de ella…

Ya en el avión, y sin poder dejar de llorar, para despejarme revisé los papeles que me dio Selena para regresar a mi país. Cuando estaba por guardarlos, notó que se cae un pequeño sobre. Lo abro y veo una tarjeta. En ella veo el nombre de Selena y una flor blanca debajo. En su interior, en su lado izquierdo había un autógrafo de Selena con la leyenda “Gracias por salvarme la vida. Te quiere mucho. Selena. 20 de marzo de 1995”. En su lado derecho, no había nada; sólo una nota en letras muy pequeñas que decía: “para ser autografiado sólo en Argentina”. Volví a llorar hasta que noté que en el sobre había una foto. Era una foto hermosa en la que Selena miraba sugestivamente a la cámara llevándose la mano al pecho. Detrás había una notita: “Ésta es una de las fotos que se incluirán en mi disco en inglés. Eres el primero en verla. Cuídala como un tesoro. Es la foto que más me gusta. Te quiere mucho. Selena. 20 de marzo de 1995. PD: ¡¡Cuídate!! ¡¡Nos veremos muy pronto!!”. Vi de nuevo la foto, le di un besito y la guardé junto con la tarjeta. Miré el cielo y sonreí sin recordar mi terror a los aviones. Sé que veré a Selena muy pronto. Sé que volveré para agradecerle todo lo que hizo por el Amor de tanta gente. Cerré mis ojos y me permití dormir, reteniendo todas las imágenes de Selena, sabiendo que sólo ella y su suerte me traerían alegría y felicidad...

Cuando desperté ya estaba en mi país y en mi casa. Todos estaban durmiendo. Estaba en mi cama aun con la ropa que tenía puesta en Corpus Christi. No recordaba nada de cómo llegué allí. Sentí terror de que sólo fuera un sueño hasta que vi la tarjeta. Eso me calmó. Podía seguir durmiendo tranquilo. Todo estaba en orden. Pronto podía explicar todo y saber que luego podía levantarme en un mundo con Selena…

(Ojalá mañana me despierte y note que todo esto ha sucedido y que Selena está aquí para autografiar el lado derecho de mi tarjeta…)

Todos los días sueño contigo, Selena. Todos los días vivo por ti para que tú vuelvas a ocupar ese lugar que por derecho te pertenece…

Nunca descansaré hasta volver a verte…

Simplemente te quiere con toda el Alma…

Sergio Ernesto Rodríguez
(Buenos Aires, Argentina)