
Cuando Selena me dijo que esa mujer le había mostrado el
arma luego de que le ratificara su confianza me preocupé y mucho. Al principio
quise minimizarlo. Incluso le seguí la corriente a Selena en cuanto tomarlo
como un hecho “normal” dentro de las circunstancias. Dejé que siguiera contando
lo que había pasado, pero por dentro lo primero que pensé era que estábamos en
problemas y que esa mujer estaba loca de remate. Intenté que me explicara su
reacción, que cómo se dio esa circunstancia. Selena me dijo que apenas le dijo
que no quería que renunciara, que la necesitaba para ampliar su negocio de
“Selena Etc.” en Monterrey y que confiaba en ella porque era su amiga, la mujer
cambió su postura nerviosa y de suma angustia para mostrarse alegre, vivaz y
entusiasta. Selena sí me hizo hincapié en que le llamó la atención que tras ese
hecho le dijera si quería ver algo y que ante su asentimiento le exhibiera su
arma como toda novedad. Por mi mente sobrevolaban todos los fantasmas y todos
los miedos. Intenté minimizarlos. Pensé que ella estaba nerviosa y tensa porque
desde hacía unos días el Señor Quintanilla puso en duda su honorabilidad y por
ello no supiera justificar su situación. Incluso quería creer lo que le dijo a
Selena, que el arma la había adquirido “por protección”. “Claro, debe pensar
que alguien quiere amenazarla por lo que le hizo a Selena y le agarró la
paranoia”, pensé mientras Selena ante mi inquietud me dijo que le recomendó a
esa mujer que devolviera el arma para el bien de todos. Yo asentí y la abracé
muy fuerte. Tenía la intuición de que Selena también estaba nerviosa, pero que no
me lo quería demostrar por temor a que me preocupara. Tal vez pensó que si me
decía todo lo que sentía le iba a pedir que no se acercara a ella, que dejara
todo en manos de un abogado, que se dedicara a sus cosas en vez de los asuntos
de ella, que le dijera que jamás le daría los papeles que estaba buscando.
Además, Selena era terca, muy terca. Querría personalmente solucionar el tema
antes que depender de otra persona y sobre todo de su padre. Se trataba de su
negocio, de su sueño, de lo que siempre buscó. Era de Selena y de nadie más. Ya
bastante que de lo demás se ocupara su padre para encima meterse en ese
entuerto y más después de la acusación que le hizo a aquella mujer con la prohibición
de ingresar a algún establecimiento de su propiedad. No. No lo permitiría
jamás. Mi esposa se manejaría de otra manera, a su modo … Hasta ese momento yo
le seguí la corriente pero esta vez … esta vez estaba preocupado. En mi cabeza
sobrevolaban esas imágenes en las que esa mujer pasaba de una actitud de
misericordia, llanto y piedad a la de euforia, risa histérica y de exaltación
para en ese momento, en ese instante de triunfo, sintiera la necesidad de
mostrarle el arma ... No tenía lógica. No tenía sentido. No había relación con
nada … Pero también pensé que todo tenía algún sentido. Que en su actitud había
una explicación … Y allí me sobresalté … En esas imágenes me imaginaba a esa
mujer diciéndole a Selena: “Mira lo que te tenía preparado si me despedías” …
De pronto noté que Selena me preguntaba si estaba bien, si me pasaba algo … Le
dije como excusa que algo me había caído mal esa mañana y que ya se me pasaría …
Por dentro hervía, pero no tenía que trasladar mi pensamiento a Selena. No me
creería o, por el contrario, se aterrorizaría … Traté de pasar el momento lo
más tranquilo posible, pero con el convencimiento de que debía actuar, de que
debía actuar pronto y, por sobre todo, debía evitar una tragedia...
Pensé en dos posibilidades: ir a la policía o decírselo
al padre de Selena. No me convencía ninguna de las dos alternativas, pero no
tenía opción. Algo debía hacer. Ir a decirle al Señor Quintanilla no me pareció
conveniente en ese momento y en esas circunstancias. Empeoraría las cosas y
facilitaría el motivo por el cual esa mujer cometería esa atrocidad. Ya me veía
diciéndole a todos que lo hizo por culpa del padre que no la dejaba vivir … y
que por extensión que no la dejaba vivir a Selena … A medida que pasaban las
horas me convencía de que esa mujer estaba decidida a cometer un asesinato
porque se sentía cercada, y que era cuestión de tiempo que recibiéramos las
pruebas de lo que hizo y que nos enteráramos de la magnitud de sus actos contra
nosotros. Poco a poco empecé a sentir que todo cerraba, que todo encajaba en
las piezas del rompecabezas. Ahora entendía por qué no quería darle los papeles
a Selena y por qué la hacía ir de un lado a otro con la promesa de
entregárselos. Trataba de ganar tiempo y ver de qué lado se pondría Selena: del
de ella o del su padre. Empezaba a entender cada uno de sus actos, actitudes
que habían pasado por alto pero que ahora adquirían otro sentido. Ahora
comprendía por qué aquella vez en una fiesta le dijo a Selena que mis amigos y
yo éramos responsables de algunos problemas en los sanitarios. No es que
esperaba que Selena nos regañara. Le bastaba con ver si Selena iba en busca de
una explicación con sólo sus dichos y acusaciones. Y así fue ... Ahora entendía
mi malestar. Debería estar contento de que Selena creyera en mi explicación y
que las cosas no pasaran a mayores. Pero yo estaba perturbado ... Porque antes
Selena no hubiese tenido en cuenta las habladurías de esa mujer … Pero en ese
momento vi cómo esa vez sí vino por su indicación … Algo había cambiado ... Eso
me molestaba pero no daba cuenta del porqué ni de la magnitud del problema …
Pero ahora … Ahora me cerraba todo … Tenía que hacerlo … Debía actuar, pero no
levantando polvareda … Sin prisa pero sin pausa … Algo podría ocurrir y debía
cerciorarme de ello para que no sucediera…
Opté por ir a la policía, pero no quise hacer la denuncia
formal. Primero tenía que hablar con alguien. Sabía que uno de los jefes del
departamento policial era fan de Selena y cuando llegué al destacamento pedí
hablar con él. Por suerte estaba y hablé de inmediato. Le conté lo que pasaba y
él se alarmó. Pero yo traté de que reflexionara: que antes de actuar había que
pensar. “Primero, debemos cerciorarnos de si devolvió el arma. No sé dónde la
adquirió, pero si no fue acá en Corpus Christi lo debe haber hecho en San
Antonio. Por lo que me contó Selena debe haberla devuelto. Me preocuparía si no
lo hizo, pues entonces puede pasar cualquier cosa en cualquier momento y no quiero
tener que prohibirle a Selena que la vaya a ver, salvo que no quedé otra…”, le
dijo al comisario. Este me pidió un tiempo para averiguarlo, que mientras tanto
fuera a mi casa y averiguara si me esposa fue nuevamente a su encuentro … Al
rato llegué a mi hogar. Selena estaba preparándose para ir a q-productions para
seguir grabando su disco en inglés. Le pregunté si tenía alguna novedad y si
pensaba ir a ver a esa mujer en lo inmediato. Selena me dijo que no, aunque
estaba previsto que Saldívar se fuera a Monterrey para arreglar la inauguración
de “Selena Etc.” en esa ciudad; que ya me lo confirmaría a su regreso. Al rato
que Selena se fue raudamente al estudio, me llamó el jefe del departamento policial.
Para mi alivio me confirmó que Saldívar había devuelto el arma, que en
principio no había de qué preocuparse, aunque en la averiguación había algo que
le había llamado la atención. Cuando le pregunté qué le había parecido
significativo, él me dijo: “Es que ella manifestó que la quería para protegerse
porque había recibido amenazas en el lugar en el que trabajaba … Pero en la armería
dijo que trabajaba de enfermera … Y no pidió para el arma cualquier munición …
Pidió balas especiales, de esas que se expanden por todo el cuerpo una vez que
ingresa en él … Eso se hace cuando uno tiene un objetivo, no sólo para protegerse
de un eventual ataque. Parece más una decisión para atacar que para defenderse …
Tal vez tengas razón en tu temor … Deberías hacer la denuncia formal, por precaución”.
Me quedé un rato en silencio, aterrado con la posibilidad que parecía estar más
cercana de lo que imaginaba y que seguramente llevaba ya un tiempo su
elaboración. Pero también sabía que había que ser táctico, que no había que
precipitarse, que no había que avivarla, que había que aparentar “normalidad”
en el medio de una tormenta que parecía avecinarse muy pronto … Había algo que
jugaba en mi favor … Ella había devuelto el arma … “Aún no, comisario … Aún no …
Tenemos que estar alertas … Aparentemente ella se va a Monterrey … ¿Hay alguna
posibilidad de que las diferentes policías de las ciudades en las que esté les
informe si adquirió un arma? Ya sabemos que la que adquirió en San Antonio lo
hizo a su nombre…”, le contesté. Él me aseguró: “¡¡Por supuesto!! De hecho para
que le den el arma en San Antonio tuvo que esperar el informe sobre sus
antecedentes y para ello nos tienen que avisar a todos. Tú dinos por dónde va a
estar y nosotros podremos incluso alertar por si usa otro nombre”. “¡¡Sí, eso
sería bueno!! Por lo pronto, ella estará en Monterrey y no pasará de allí hasta
volver a Corpus Christi o ir a San Antonio. Aunque yo intuyo que si adquiere de
nuevo un arma irá a la misma armería que fue para recibir la misma arma que
compró. Asegúrese de que le avisen de allí por si vuelve…”, le pedí. “Así lo
haré. Despreocúpate. Pero piensa en la denuncia… Tal vez…”. Interrumpí al jefe
del departamento: “¡¡No, no!! ¡¡Aún no!! Y le pido: ¡¡no le diga nada a nadie!!
¡¡Ni a Selena y menos a su padre!! Si queremos a Selena viva tenemos que ser
más inteligentes que su potencial asesina”, le rogué, a lo que el comisario
asintió y quedamos en comunicarnos constantemente…
Las dos semanas siguientes fueron un calvario, porque cada
día que pasaba surgía una revelación. Saldívar no paraba de dar justificaciones
para no dar esos benditos documentos. Y encima empezó a decirle a Selena que en
Monterrey camino para Corpus Christi la quisieron violar. Ya inquieto me di
cuenta de que jamás devolvería los documentos. Que lo que tenía que ocultar era
peor de lo imaginable. Le pedí al comisario que averiguara sobre los
movimientos bancarios de ella y de sus conexiones. El comisario muy preocupado
me confirmó lo esperable. Toda clase de pase de cuentas de “Selena Etc.” a la
suya y de ella a su hermana. Había un desfalco millonario. “Pero eso no es lo
peor”, me dijo con un tono lúgubre. “Estaba por llamarte hace media hora cuando
me llegó un llamado de San Antonio. Era de la armería. Saldívar regresó a por
su arma … La misma arma, las mismas municiones … Parece estar todo claro…”. Era
30 de marzo. Selena iba a verla en uno de sus tantas promesas de que esta vez
sí le devolvería los benditos papeles. Le rogué que me esperara, que debía
hacer un trámite y que luego iría con ella. Selena me obedeció, pues tal vez
ella intuía algo pero no me lo quería decir … Aunque no supiera de la magnitud
del problema … Pero tal vez lo sospechaba por mi cara luego de hablar con el
comisario … Fue al Departamento. Radiqué la denuncia por estafa y posible
atentado contra la vida de Selena por la compra de un arma relacionada con el
hecho anterior. Ellos empezarían a actuar formalmente el 31, pero le pedí encarecidamente
que no lo hicieran precipitadamente mientras estuvieran en contacto conmigo …
Pues había que agarrarla “in fraganti”, cuando ya no quedara alternativa. Le
dije lo que iba a hacer ese día y sólo le pedí que mantuvieran un móvil
preparado ante alguna seña de mi parte. Si no, que se mantuvieran alertas … Al
rato volví con Selena y fuimos para el Days Inn … Nerviosamente acepté que la
fuera a ver a solas mientras yo esperaba cerca. Cuando Selena fue a su encuentro
me comuniqué con el comisario y le pedí que vigilara la habitación 158 por si
veían algo raro. Pero la inminencia del peligro me hizo ir rápidamente al lugar
del hecho para sorpresa de Selena y estupor de la mujer … “Vamos, Selena, se
hace tarde y tú me prometiste que sólo irías por los benditos papeles”,
enfaticé … Saldívar tomó de un bolso unos papeles y se los entregó a Selena. Yo
la tomé del brazo y la saqué rápidamente del lugar mientras le hacía una seña
al móvil policial para tranquilizarlos y decirles que estaba todo bien. En
circunstancias normales Selena me hubiese dicho que estaba actuando
extrañamente, pero estaba tan abstraída en lo suyo, tan absorbida por esa mujer,
que ni dio cuenta de ello. Al rato me dijo que no estaban todos los papeles y
que debía volver. Yo le dije que no volvería a estacionar el auto en ese lugar
ese día y que lo dejáramos todo para el siguiente. Selena aceptó, pero cuando
regresamos y todo pareció haber vuelto a la normalidad, Saldívar volvió a
llamar para decirle que fuera de nuevo al Days Inn, estaba a vez a solas, no
sólo para darle los últimos papeles, sino para que la lleve al hospital por el
tema de la violación. Ante mi seña de que no iría para allá siendo tan tarde,
Selena le dijo que mañana iría para arreglar todo. Yo ya no tenía ninguna duda.
Esa mujer tenía todo preparado para asesinar a Selena. Como dos semanas atrás y
como ese día si no fuera porque estaba yo allí. Pero después pensé: “Si lo
hubiese querido hacer, lo hubiese hecho. Por más cerca que yo estuviera, no lo
hubiese podido impedir”. ¿Querría asesinarla en otro lugar? Parecía raro. ¿Para
qué trasladarse? ¿A dónde? Y allí pensé en lo del hospital. Se me iluminó la
mente. Esperé que Selena se durmiera y llamé al comisario a su casa. Estaba a
punto de dormirse. Me disculpé, pero ya lo tenía todo claro. “¡¡Por favor,
comisario!! Ya sé lo que quiere hacer. Quiero hacer una nueva denuncia pero
tiene que ser muy temprano. ¡¡Espéreme allí por favor!! ¡¡La tenemos que
atrapar en el hospital!! Luego se lo explico. Pero tenga un móvil policial en
guardia en el Days Inn por las dudas…” y colgué rápido antes de que Selena se
despertara y luego de que el jefe policial me prometiera que estaría allí en la
mañana del 31. Casi no pude pegar un ojo el resto de la noche. Miraba a Selena
dormir y rogaba que no fuera el último día en que la viera así. Tenía que salir
bien. Tenía que salir todo bien para evitar la tragedia...
Al otro día, 31 de marzo, sonó el teléfono. Era Saldívar.
Escuché cómo arreglaba Selena para ir a llevarla al hospital tras pasar a
buscarla por el Days Inn. Me hice el dormido y esperé a que se fuera. Apenas lo
hizo corrí al departamento policial e hice la denuncia … de intento de
violación a Saldívar proveniente de un testigo de “identidad reservada”. “Ahora
avisemos a todos los hospitales y vayamos al que van Selena y Saldívar. ¡¡Rápido!!”,
le rogué al comisario. Antes de irnos él se comunicó con el móvil policial
ubicado en el Days Inn y le confirmó que estaban camino al hospital zonal.
Fuimos para allá con la notificación de la denuncia mientras otros móviles iban
al mismo lugar en forma sigilosa. Llegamos antes que ellas y observamos todo
desde una habitación contigua a la de la guardia. Como esperaba, una vez allí,
Saldívar se negó a ser revisada. Una de las enfermeras sugirió ser obligada a
ser revisada, mientras otro decía que no podía hacerlo pues ella era de San
Antonio, dijo que la violaron en Monterrey y está en Corpus Christi, por lo que
no estando en ninguna de las dos primeras ciudades y sin haber ninguna denuncia
en ellas, sólo quedaba que hubiera una aquí y no la había … Nos miramos con el
comisario y sabíamos que había llegado nuestro momento … “¡¡Sí pueden proceder
a revisarla!! ¡¡Aquí está la denuncia!!”, irrumpió el comisario mientras yo me
mantuve en la habitación contigua … Saldívar entre sorprendida y furiosa quiso
negarse, pero el comisario le dijo: “Creí que esto la alegraría ... Que
encontráramos su denuncia sobre la supuesta violación. Esto aclarará todo…”. “¡¡Yo
nunca hice esa denuncia y no voy a ser revisada de prepo!! Vámonos de aquí, Selena!!!",
gritó Saldívar sacada de quicio. El comisario le hizo una seña a los policías
que ya estaban en el lugar con las esposas en la mano. “Queda usted arrestada,
señorita Saldívar. Por estafa e intento de homicidio. Tiene derecho a permanecer
callada. Todo lo que diga puede ser usado en su contra”, tras lo cual se la
llevaron rápidamente del lugar. Allí entré yo para abrazar fuertemente a Selena
que no salía de su estupor y asombro. “¿Pero qué está pasando? ¿Qué haces tú
aquí? ¿Qué es eso de la denuncia, de la estafa, de asesinato? ¿Pero qué es…?”.
Yo la seguí abrazando y dejé que descargara su angustia en un fuerte llanto …
Recién allí me aflojé y pude llorar. Menos mal que pude recordar la anterior
profesión de Saldívar y relacionarlo con su obsesión por llevar a Selena al
hospital ... Tenía todo planificado. Quería que el día del asesinato todos la
vieran en el hospital con Selena y testificaran que todo estaba bien, que
seguramente ese disparo en el Days Inn fue “por accidente”. Y como lo de la
supuesta violación era mentira, sus conocimientos por ser enfermera harían el
resto: no estando en el supuesto lugar del hecho, Monterrey, ni en el lugar de nacimiento, San Antonio, sólo
la policía de Corpus Cristi podía actuar ex profeso si había una denuncia aquí
y eso fue lo que hice este 31 de marzo. “¡¡Bien hecho!!”, me dijo el comisario.
“Con esto tenemos suficiente para tenerla encerrada por mucho tiempo”. Nos
abrazamos, le agradecí no sin antes prometerle que estaría en breve con él.
Pero en ese momento tenía que ocuparme de Selena. Había tanto que explicar,
había tanto por hacer, había que hablar, había tanto que llorar que sólo quería
disfrutar de un nuevo día con ella, un nuevo día que de pronto se presentó
maravilloso con la imprevista salida del sol, un nuevo día que sería el de la resurrección…
(23, casi 24 años de vida … 23 años sin ti … Nada para
decir este día … Sólo lamentarse … Lamentarse por no haberse dado cuenta antes …
A veces el peligro lo tenemos tan encima que no lo vemos … Y eso fue lo que
pasó aquel nefasto 31 de marzo de 1995 … Que nos sirva de experiencia para
nuestras vidas … Es una de las tantas enseñanzas que nos ha dejado Selena …
Aprendamos hasta de lo más negativo de su vida … del último día de su vida … Y
aprendamos a ser cómo ella como la mejor forma de homenajearla…)
Y eso haré hasta el último día de mi vida … Ser como tú
para recordarte con Amor, Selena, como tú hubieras querido…
Te quiere mucho en este día tan triste…
Sergio Ernesto Rodríguez
(Buenos Aires, Argentina)